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Censura al documental ‘Surveilled: bajo escucha’, de Ronan Farrow

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

‘Surveilled: bajo escucha’, película documental de 2024, dirigida por Matthew O’Neill y Perri Peltz, y presentada por el periodista Ronan Farrow (coatur del guión), sobre el espionaje contra el independentismo catalán, fue presentada el pasado mes de noviembre en el DOC NYC y, seguidamente distribuida por la plataforma Max de Warner Bros. Pero, en los círculos políticos y medios de comunicación españoles, no informaron, o, efectuaron una mínima referencia en su sección de cine. Esa es su censura, como explico a continuación.

El estreno de ‘Surveilled: bajo escucha’ como he indicado, se realizó a mediados del pasado mes de noviembre, y he esperado tres semanas, para ver el eco en el reino español, pero, como he dicho, salvo los medios digitales (como Vilaweb, El Nacional, El Món) y unos  medios tradicionales como: Ara, Puntavui, y poco más, en los que sí se dio una amplia información, en los restantes medios, escritos y/o audiovisuales, le han dado una cobertura informativa que va entre cero y nada; o, en alguno, una breve nota en su sección cinematográfica, pero con nula o casi nula referencia política.

En primer lugar, reproduzco una serie de informaciones sobre la película, incluyendo la transcripción completa de un artículo, por su máximo interés y claridad; y después, comento mi análisis.

Satchel Ronan O’Sullivan Farrow, conocido como Ronan Farrow (n. en Nueva York, en 1987), es hijo de Mia Farrow y Woody Allen.

Ronan Farrow es un periodista y escritor norteamericano, reconocido por sus reportajes de investigación sobre las denuncias de abusos sexuales contra el productor de cine Harvey Weintein, que fue publicado en The New Yorker, y por el que la revista ganó, en 2018, junto al The New York Times, el premio Pulitzer al Servicio Público. Regularmente participa en el programa matinal Today.

Ronan Farrow, ha conseguido, asimismo, los premios ‘Time’ (2018), George Polk (2017) y Beca Rhodes (2022). Antes de dedicarse al periodismo, ejerció cargos al servicio público, como portavoz de la UNICEF y como asesor del departamento de estado de los EUA. En 2018, Time lo incluyó en su lista de las 100 personas más influyentes del mundo.

(fuente: Wikipedia)

‘Surveilled’: el film que destapa la violación de los derechos humanos de España contra los independentistas. El film de Ronan Farrow para Max, señala a España como ejemplo del uso antidemocrático del software espía Pegasus.

‘Supongo que no pudieron infectar mi móvil con Pegasus, porque tengo un número norteamericano, así que fueron a por los dispositivos de mis padres, con el fin de encontrar la información que buscaban’. Ronan Farrow, prestigioso periodista que trabaja para The New Yorker y, para más datos, hijo de Woody Allen y Mia Farrow, abre los ojos como platos cuando escucha a su interlocutor, Elies Campo.

Farrow aterriza en Barcelona, en plena investigación sobre la aplicación y utilización de software espía por parte de los gobiernos de democracias aparentemente consolidadas en la Europa Occidental.

‘Me avisan de una investigación que están haciendo en Catalunya, donde sospechan que Pegasus se ha utilizado para vigilar a gran escala a políticos locales y activistas’, explica el impulsor de esta investigación periodística, convertida en el documental ‘Surveilled: bajo escucha’, que la plataforma Max acaba de estrenar para todo el mundo.

El propio Farrow fue espiado, también de forma digital, cuando destapó los múltiples casos de agresiones sexuales del productor cinematográfico Harvey Weinstein. Ser vigilado lo motivó a dirigir la mirada hacia un nuevo objetivo periodístico: las empresas que desarrollan softwares de espionaje, que principalmente venden a gobiernos, y que participan de una industria multimillonaria en auge, en plena guerra por el control del futuro de estas tecnologías.

Focalizando la mirada en Pegasus, el software diseñado por la empresa israelí NSO Group, Ronan Farrow aterriza en Barcelona, para entrevistarse con Elies Campo, trabajador de Citizen Lab, un grupo de investigadores de la Universidad de Toronto, los primeros a ser capaces de detectar una tecnología que, hasta aquel momento, era indetectable.

Cuando Farrow se reúne con Campo, encuentra un ejemplo de lo que sospecha: los abusos de esta herramienta no solo suceden en dictaduras y autocracias fuera del mundo occidental, también pasa en democracias supuestamente sólidas.

‘Es uno de los primeros casos donde hay un gran número de personas infectadas, y de categorías sociales muy diferentes. Han atacado al Parlamento de Catalunya, al Gobierno, abogados, líderes civiles de organizaciones culturales …’, le explica mientras vemos imágenes de la represión policial del 1 de Octubre de 2017, y Farrow da el contexto de los movimientos independentistas y las tensiones entre Catalunya y Madrid.

Delante de las cámaras de Farrow, seremos testigos del análisis forense que Campo hace del dispositivo móvil del eurodiputado de ERC Jordi Solé. Y narra cómo se van descubriendo más y más dispositivos infectados, y no solo con Pegasus, como es el caso del activista Joan Matamala, espiado con un software de la empresa israelí Candiru.

Surveilled: bajo escucha, no descubre nada que no supiéramos, pero resulta especialmente significativo que la investigación de un periodista de prestigio internacional para un documental que se verá en todo el mundo, ponga el foco directamente en el uso que el Gobierno de España ha hecho de Pegasus.

El contexto que ofrece el documental es especialmente sangrante, porque se utiliza el ejemplo español como el más evidente en la Europa Occidental de la perversión de esta tecnología. La misma, señala la película, que también se ha utilizado en la guerra entre Israel y Hamás, o en la operación que acabó con el asesinato del periodista Jamal Mohammed Bin Salman, en el interior del consulado saudí en Estambul.

En su investigación, Farrow pone el dedo en la llaga española, mostrando un momento tan impactante como el de Elies Campo haciendo la diagnosis del teléfono de su hermana, diciéndole con un evidente nudo en la garganta, que todo lo que hay en su móvil ha sido espiado. O cuando explica que sus padres, médicos investigadores, han visto expuestos datos tan delicados como los historiales y las patologías de sus pacientes, más allá de fotografías y conversaciones privadas.

El escandaloso caso catalán aparece constantemente en el documental, y el periodista deja claro, por si algún espectador se lo pregunta, que el Gobierno no respondió nuestras peticiones para comentar el tema’.

Antes, Ronan Farrow se ha entrevistado con responsables y trabajadores de la corporación israelí NSO, que dicen aquello que podemos esperar: ‘Da igual lo que digan los titulares, hacemos del mundo un lugar mejor. No entienden que no vigilemos las masas, no infringimos la intimidad de gente inocente’, dice una. ‘Nos molesta el uso inadecuado de este sistema, pero nos importa el coste que podría tener no entrar en el móvil de un criminal, de un asesino o de un pedófilo’, dice otro. Tocar el violín y justificar lo que no tiene justificación por motivos más grandes que la vida.

Otra cosa es lo que confiesa un extrabajador de NSO dispuesto a hablar sin permiso de le empresa, eso sí, sin mostrar la cara y con la voz distorsionada. Ve quién lo puede culpar, para querer mantener su anonimato. Recuerda que se marchó de allí, como otros compañeros, después del asesinato de Jamal Kashoggi. Y cuando el periodista le pregunta por los gobiernos que son clientes de Pegasus, el primero que cita es … ¡bingo! España. Pero también se habla de Italia, de los Países Bajos y, fuera de Europa, de los Emiratos Árabes, Kuwait, Arabia Saudí, y unos cuantos países africanos.

Poniendo el foco en los Estados Unidos, el documental navega en la idea de que la administración Biden está preocupada por el uso que se pueda hacer de una tecnología extranjera, por los peligros internos que puede suponer. No tanto por si su utilización atenta o no contra los derechos humanos. ‘Necesitamos que nuestros expertos sepan qué pasa fuera de los Estados Unidos. No nos opongamos al hecho que el FBI compre la tecnología para estudiarla. La cuestión es si queremos que la utilicen. Tenemos que garantizar que las autoridades lo utilicen de manera coherente con nuestras libertades civiles’, apunta el congresista Jim Himes: ‘Hay una herramienta espectacular que podría caer en manos de iraníes, norcoreanos o chinos, y sería irresponsable no dejar que el FBI la utilice. Seguramente de vez en cuando se abusará, pero no podemos permitir que los malos se queden con una tecnología que nosotros no queremos. Si lo pensamos, da miedo’.

Si le queremos poner alguno pero, al otra parte, apasionante documental Surveille: bajo escucha, es su escasa duración. Pero 60 minutos son más que suficientes para denunciar en el mundo una conclusión clara: esta es la nueva realidad, el salvaje Oeste digital. Y España se ha apuntado a la fiesta’

(Âlex Montoya, elnacional, 21 de noviembre 2024)

Pues bien, es ‘comprensible’ que el gobierno español de Pedro Sánchez quiera ocultar el uso, el mal uso, del sistema Pegasus. Y no me valen excusas diciendo que lo había comprado el gobierno anterior de Mariano Rajoy. Seguro que en sus depósitos siguen teniendo aparatos de tortura y del garrote vil (que utilizaron por última vez el 2 de marzo de 1974, al asesinar al joven anarquista, Salvador Puig Antich); la responsabilidad es del que autoriza y aplica las herramientas. El cuchillo nunca es el responsable de un asesinato.

Por eso, los culpables del espionaje a los independentistas catalanes son Mariano Rajoy hasta junio del 2018, y, desde ese momento, Pedro Sánchez, pues el ‘catalangate’, por lo que se ha podido saber, se inició en el 2010, habiendo espiado a cuatro presidentes de la Generalitat y a dos presidentes del Parlamento, así como a numerosos casos electos, europarlamentarios, activistas, abogados, familiares, etc. El informe de Citizen Lab del 18 de marzo del 2022 identificó a 65 víctimas (63 con Pegasus, 4 con Candiru; y dos de ellas, con los dos sistemas), cifra mucho más alta que en cualquiera de los casos que habían estudiado previamente, superando a los de Al Jazeera (36 víctimas) y el de El Salvador (35 víctimas)

Tech Lab de Amnistía Internacional validaron de forma independiente la metodología forense utilizadas por Citizen Lab, y que prácticamente todos los incidentes corresponden al período entre 2017 y 2020, si bien algunos casos, como el de Jordi Sánchez, empezó en el 2015.

Por eso, Pedro Sánchez, que se autoconsidera el más progresista de la galaxia, es, asimismo, el máximo culpable del espionaje en cuestión. Y, por eso, es el mayor interesado en ocultar las malas artes de sus ministros de defensa (Margarita Robles Fernández) y de interior (Fernando Grande-Marlaska), dos ‘piezas’ que, más que ‘juguetes’ precisan ser atados en corto, o, en el mejor de los casos, nunca haber llegado a formar parte de un gobierno ‘socialista’ (pero ya sabemos que estas etiquetas ya no dicen nada).

Pues bien, como digo, es ‘comprensible’ que Pedro Sánchez intente censurar toda esa información, y los medios de información institucionales (subvencionados y meros mercenarios del poder), le sigan el rollo y callen al respecto. A ningún trilero le gusta que vean sus artimañas, ningún criminal quiere ser visto haciendo sus fechorías.

Nada nuevo bajo el sol, la censura es tan antigua como el poder, de todo tipo y medida.

Un ejemplo claro fue la censura a la distribución y a la prohibición de la posesión de la Biblia, así como a su traducción, y quienes las incumplían, eran torturados o asesinados. Y no fue hasta la publicación de la Biblia de Martin Lutero, impresa íntegramente en 1534 en alemán, que empezó a divulgarse, al coste de ser excomulgado, pues el poder Vaticano quería (y quiere) seguir teniendo el control del ‘conocimiento’.

En el Ara de ayer (7/12), Gregorio Luri publicó un artículo titulado ‘Lágrima de artista’, en el que incluyó la siguiente cita:

Nikita Khrushchev y el arte

El aperturista Nikita Khushchev fue a visitar una exposición de arte contemporáneo soviético en Moscú y lo que vio le impulso a dirigir estas palabras a los artistas presentes:

‘¿Sois pederastas o personas normales? Voy a ser completamente franco con vosotros: no gastaremos un real más en vuestro arte. Vuestras perspectivas en este país son nulas. Los cuadros que se exponen aquí son sencillamente antisoviéticos. Son amorales. El arte debe ennoblecer al hombre o inclinarlo a la acción. ¿Y qué es lo que habéis puesto aquí? ¿Quién pintó este cuadro? Quiero hablar con él. ¿Para qué sirve una pintura como esta? ¿Para cubrir un orinal? (dirigiéndose al autor): Tenemos derecho a enviarlo a cortar árboles hasta que haya devuelto con su trabajo el dinero que el Estado ha gastado en usted. A juzgar por estos experimentos tengo motivos para decir que son ustedes pederastas, y por esto pueden ustedes ganarse diez años. Señores, les declaramos la guerra’.

(Olga Glondys, ‘La Guerra Fría, cultural y el exilio republicano español)

Este comentario expresa la desfachatez, el desconocimiento, la ignorancia y la ideología del poder soviético del momento. Y ese poder, como todos, quieren imponer sus criterios, aunque comporte reducir el margen de libertad y de información.

La censura política pretende ocultar y falsear la información que pueda llegar a la ciudadanía. Y eso, exactamente esto, es lo que ha hecho el gobierno de Pedro Sánchez y sus tentáculos, contra la película que nos ocupa.

El poder sabe que la ‘información es poder’, y por eso manipulan tergiversan, retuercen y exageran las opiniones e informaciones que les desagradan, y potencian al máximo sus relatos interesados, para ‘concienciarnos a su modo y forma’.

Y en el Ara de hoy (8/12), Antoni Batista (defensor del lector) en su artículo titulado ‘Lo que decimos y lo que dejamos de decir’, citando a Josep María Casasús, explica un importante ejemplo de noticia no publicada:

‘Rothschild se hizo muy rico escondiendo una gran noticia. Era la tarde del 18 de junio de 1815. En Waterloo, Napoleón veía una tropa que se acercaba al campo de batalla. Creía que era la del general Grouchy. Error. Era la del general prusiano Blücher, que iba a ayudar a los ingleses. Los franceses fueron derrotados, pero en Londres no se conocía aquel resultado.

Rothschild sabía, desde primera hora, gracias a sus palomas mensajeras, que las tropas que avanzaban eran aliadas de los ingleses. Escondió la noticia. La Bolsa se hundía y Rothschild compró todos los títulos a buen precio. Al día siguiente llegó a Londres la noticia de la victoria aliada, por vías convencionales: a caballo hasta la costa continental y el barco hasta Inglaterra. La Bolsa subió a un ritmo galopante. Rothschild hizo una fortuna legendaria al no difundir una información trascendental’

Buscando información me parece que ese Rothschild fue Nathan Mayer Rothschild (1777 – 1836), fundador del banco N. M. Rothschild & Sons, en Londres, un ambicioso banquero que antepuso sus intereses privados por encima de todo, incluso los de su banco. Y así es la ley de la jungla, está claro.

Pero el ejemplo me ha parecido interesante para mostrar que la información manipulada y torticera ideológicamente, tiene sus objetivos, como los tiene la censura y ocultación de ciertas informaciones, como la censura de la película de Ronan Farrow,

Por eso, los ciudadanos debemos denunciar todo ese tipo de manipulaciones, efectuadas por los distintos poderes del estado, que actúan de forma amoral. Y debemos repeler a los pseudo ‘líderes’ que aplican esos métodos.

En definitiva, que Pedro Sánchez (y Salvador Illa) no deben ser mantenidos por ser ‘un mal menor’, todo mal es mal. Debemos forzar, por todos los medios democráticos posibles, que no se aprueben los presupuestos generales, y que se vean forzados a adelantar las elecciones. Pero no para votar a la alternativa, al PP, que es el partido más corrupto de Europa. NO. Deberíamos ser capaces de votar a nuestros partidos independentistas (previamente saneados); y, en el resto de España, deberían hacer lo mismo, votar a otras alternativas unionistas, pero ‘inicialmente’ con las manos limpias (pero, como el lenguaje es utilizado de forma engañosa, no debemos dejarnos engañar con el pseudosindicato que lleva ese nombre, pues es el summum de la fachería).