El pasado sábado (18/01) en la gala de entrega de los premios cinematográficos Gaudí, el guionista Eduard Sola, al recoger su premio, por la película ‘La casa en flames’ (la casa en llamas), dirigida por Dani de la Orden, hizo un discurso explicando la realidad de los charnegos, partiendo de su orgullosa vivencia familiar, positiva; tema que se ha viralizado en las diferentes redes y medios de comunicación. Seguidamente traslado mis reflexiones sobre el particular.
Tratar el tema de la integración social es muy complejo, ya que, en primer lugar, deben ponderarse, adecuadamente, las características de la propia sociedad receptora de la inmigración.
Asimismo, partir de experiencias familiares, y generalizarlas, también comporta un riesgo, por el sesgo particular que, en el caso de Eduard Sola, fue positivo, una historia de éxito, de superación, como dijo:
‘Sí, mi abuelo era analfabeto y yo me dedico a escribir (…) y, orgullosamente, me considero charnego (…) ha sido por el progreso y eso es. ineludiblemente, un éxito colectivo (…) No tengo casa en la Costa Brava y, por lo tanto, confesaré que tampoco es que conozca al detalle todo lo que pasa. Pero cuando la he visitado, a menudo me he encontrado con la mujer de casa buena de Barcelona hablando a sus hijos en castellano a pesar de tener los ocho apellidos catalanes. Esto es porque hablar en castellano, en ciertos momentos de nuestra historia reciente, es preciso que ha sido una imposición. Y si querías prosperar dentro del régimen dictatorial como el franquismo, te había de olvidar del catalán y de su cultura. Por esto, en nuestro país, mucha gente de la burguesía -tampoco tengo muy claro a qué hemos de decir burguesía actualmente, puestos a decir- ha renunciado por completo y desde hace generaciones a nuestra lengua y cultura (…) enviemos a la mierda a los xenófobos y a los que se aprovechan de los otros. Por favor, sigamos acogiendo a los de fuera con los brazos abiertos y veremos que dentro de unos años escribirán grandes historias catalanas’;
Las críticas por parte del lingüista Gerard Furest, los periodistas y escritores Enric Vilà y Pere Antoni Pons, etc., por el espíritu catalanófobo que desprende una criminalización del catalán, asociándolo a una clase social alta ‘como si no fuésemos los catalanes los que llevamos siglos oprimidos por los españoles (…) por lo que ese discurso está sesgado y parece que sólo valora la catalanidad si ‘es parcialmente española’’.
Pero todos sabemos que hay casos totalmente diferentes al de Sola, y que abordar el tema con seriedad, exige una amplitud de mirada, que contemple toda su complejidad.
Psicológicamente, la diferencia entre el ‘yo’ y el ‘no yo’, es de las primeras enseñanzas entre los recién nacidos, al reconocer su sentido corporal y emocional, en contraposición a la alteridad del exterior opuesto al yo. Y, cartesianamente, siempre se ha diferenciado entre el yo (nosotros mismos) y los otros (el mundo externo)
Históricamente, la diferencia entre ‘nosotros’ y ‘ellos’ ha sido una constatación que ha permitido la autodefensa, la persistencia de las características propias, frente a las ajenas.
Centrándome en el término charnego expresado en la gala mencionada, y los comentarios posteriores, me parece preciso efectuar una visión global; destacando la utilización política del charneguismo, término despectivo (etnicista, xenófobo y supremacista) del conjunto de características de los inmigrantes; y, especialmente, la atención del momento político interesado en la reflotación de ese concepto.
El término charnego, según el diccionario de la RAE, es una expresión negativa para denominar, en Catalunya, a los inmigrantes procedentes de una región española de habla no catalana; y, también, a las personas nacidas de matrimonios entre un progenitor catalán y otro progenitor de otras regiones españolas.
Etimológicamente tiene un doble origen: del gascón ‘charnègo’ (mestizo, forastero, no adaptado) y del castellano ‘lucharniego o nocharniego’ (nocturno) aplicado a los perros de caza nocturna. En el País Vasco se utiliza el término ‘maqueto’, para referirse a los inmigrantes de otras regiones españolas y que desconocen el euskera.
Se trata de un término despectivo, con un significado que ha ido variando a lo largo del tiempo, que se popularizó entre 1950 y 1970; si bien, en la actualidad se expresa como una muestra de orgullo diferencial.
El escritor valenciano, Francesc Candel Tortajada (1925 – 2007), se instaló en Barcelona a los dos años de edad, pues sus padres vinieron buscando un mejor futuro, instalándose primero en las barracas de Montjuïc, y después en las Casas Baratas de Can Tunis. La vida familiar fue dura, nadie regala nada, pero, como el mencionado Sola, Candel pudo estudiar, y llegó a escribir más de 50 libros (novelas, cuentos, ensayos, etc.), destacando: ‘Hay una juventud que aguarda’ (1956), ‘Donde la ciudad cambia de nombre’ (1959), ‘Han matado a un hombre, han roto un paisaje’ (1959), ‘Els altres catalans’ (1964), ‘Los que nunca opinan’ (1971), ‘Un charnego en el senado’ (1979), etc.
Su obra más popular fue la mencionada ‘Els altres catalans’ (los otros catalanes), en la que aconsejaba que ‘los nuevos catalanes habían de contribuir a la construcción del futuro de la sociedad catalana en lugar de destruirla o mantenerse aislados’, y pedía, también ‘respeto a los inmigrados, denominados, despectivamente, charnegos’.
Ya he apuntado que, para tratar el tema de la inmigración, es preciso conocer las características de cada situación, pues:
En Toledo, Sevilla o Murcia, por citar tres provincias españolas, recibir inmigrantes de Jaén, Cáceres o Salamanca, no comporta ningún tipo de problema de integración social, al menos respecto al idioma (las diferencias económicas son otro problema).
Pero, en el País Vasco o Catalunya, sí que se refleja un problema de integración idiomático, especialmente, por sufrir una situación de diglosia, es decir, un bilingüismo en el que una de las dos lenguas está potenciada y defendida por un estado como el español, con sus privilegios sociales y políticos superiores.
Un inmigrante que llega a Francia, Alemania, etc., si pretende integrarse, forzosamente tiene que aprender el idioma del país receptor, no hay otra.
Pero en Catalunya, País Vasco, Galicia, Asturias, etc., al tener una lengua propia considerada como idioma cooficial, la situación es claramente diferente, por cuanto inciden varias casuísticas:
- La emigración voluntaria, forzada, obligada, etc.; pues las circunstancias socioeconómicas son importantes y determinantes en su posterior integración;
- Los inmigrantes (españoles o sudamericanos) que, al llegar a su destino catalán y vienen con la ideología de nacionalista español, superior a las ‘diferencias folclóricas regionales’;
- Los inmigrantes que, por mera comodidad, y por las facilidades que se les brinda, no sienten ninguna necesidad de efectuar el más mínimo esfuerzo para integrarse, especialmente, para aprender el catalán, pues su ‘pasaporte castellano’ ya les abre todas las puertas, pudiendo vivir sus 24 horas con plenitud de utilización del castellano.
En la mencionada gala Gaudí, se enfrentaban dos películas que han tenido un gran éxito de taquilla: ‘47’ película, dirigida por Marcel Barrena, basada en la historia de un barrio barcelonés (Torre Baró), formada por inmigrantes, que levantaron sus propias viviendas, y, durante décadas, carecieron de todos los servicios públicos necesarios. La película se centra en el año 1978, en una acción. De Manolo Vital, conductor de autobús, que, tras múltiples gestiones comunitarias para que el barrio dispusiera de un medio de comunicación, secuestró un autobús (línea 47) que conducía habitualmente, y se dirigió a Torre Baró, entre gran satisfacción popular, para demostrar que, efectivamente, un autobús podía subir hasta el barrio, como desmentían los técnicos del ayuntamiento barcelonés.
Y, paradójicamente, la otra película era la citada ‘Casa en flames’, de Dani de la Orden, con guion de Eduard Sola, en la que refleja una familia burguesa, con una segunda vivienda en una gran en Cadaqués (Costa Brava), y sus discusiones para decidir la venta de esa casa.
Es decir, dos ámbitos, dos entornos totalmente diferenciados por su clase socio-económica; la burguesía catalana frente a la inmigración que, en la película refleja una sociedad que muestra ejemplos reales de intentar expresarse en catalán.
Pero, basarse en esas dos películas, para efectuar presuntas ‘tesis doctorales’ sobre la inmigración, la burguesía catalana, el uso del catalán, etc., es un error de simplificación; salvo que haya intereses políticos, más o menos ocultos.
Con ello no quiero restar mérito a ninguna película, en absoluto, las dos son excelentes, y deben valorarse por lo que son, nada más y nada menos.
Asimismo, el discurso de Eduard Sola, debe ser valorado, en su justa medida, en su visión personal; pero, como he dicho, es un error generalizar o sacar conclusiones de una visión parcial, pues el ‘ascensor social’ dentro de cualquier sociedad, se debe a muchos factores, el problema es multifactorial.
Y claro, utilizar el discurso personal de Sola, para utilizarlo, extraer y justificar visiones estereotipadas, no deja de ser más que una práctica política de baja catadura moral, ya que pobreza, marginación, etc., también la había (y hay) entre la población catalana autóctona (de cada vez más minoritaria). Asimismo, entre la burguesía y élites catalanas, sabemos que, tradicionalmente, ha habido (y hay) una desconsideración del catalán, una infravalorización de esa lengua, reduciéndola al ámbito familiar (y aún)
La dictadura franquista y los 50 años de neofranquismo posteriores, nos han mostrado a esas familias burguesas, perfectamente integradas en el régimen (y favorecida por ello, y todavía no se han expurgado sus ocupaciones de viviendas, empresas, etc.); y, en el otro extremo, nos ha mostrado que hay muchos catalanes que, durante ese casi centenar de años han tenido trabajos precarios en la economía sumergida, y, muchos de ellos sí que mantenían el catalán, como lengua propia.
Y como señala Silvia Barroso, en su artículo titulado ‘El deber con mis abuelos’:
‘(…) las élites de siempre fomentan entre los no privilegiados -llegados de lejos o nacidos aquí- la idea que el catalán es una imposición injusta e inútil, mientras especulan con la vivienda y los salarios (…)’
(elmon.cat, de ayer, 19/01)
Así que, en definitiva, el tema central es la lengua, el catalán, y, a este respecto, me parece interesante recordar los problemas de la lengua aimara, basándome en el artículo ‘Aimaras: quiénes son, historia y características de esta cultura’, de Nahum Montagud Rubio:
‘(…) los aimaras, también escrito ‘aymara’ son un grupo de indígenas que viven mayormente en el altiplano andino de Bolivia y Perú, encontrándose sobre todo cerca del lago Titicaca. Habitan esta región desde tiempos precolombinos, extendiéndose en la actualidad entre el occidente de Bolivia, el noroeste de Argentina, el sureste de Perú y el norte de Chile. También se les llama ‘collas’.
(…) Este grupo étnico ha tenido una historia marcada por constantes cambios a causa de pueblos dominantes, entre los más importantes, la conquista por los Incas en 1430 y la posterior colonización española.
(…) Aunque no se conoce exactamente cuál fue el país aimara propiamente dicho más antiguo, se tiene sospecha que su antecesora, la civilización Tiahuanaco, habitaba la región en torno el 2000 a. C., siendo considerado como el primer estado aimara o ‘protoaimaras’.
(…) Al ser incorporados al imperio Inca estos pueblos pasaron por un fuerte grado de aculturación, algo muy posterior e intenso a la conquista española de 1535. No obstante, con la llegada de los europeos pasarían por otra aculturación, acontecida en tiempos coloniales.
(…) No fue hasta 1559 que Juan Polo de Ondegardo y Zárate, cronista virreinal español, los denominó ‘aymaras’ a partir de la información lingüística recogida en la región del Collao. Por extensión, su lengua acabó siendo llamada ‘aymara’ también, aunque ellos mismos la denominaban ‘jaqi aru’ (literalmente: humanidad y lengua)
(…) Unida a la dominación incaica, menos de un siglo después se añadiría la conquista europea, acelerando la decadencia de los aimaras. En 1532 varios invasores españoles encabezados por Francisco Pizarro, llegaron a tierras del aquel entonces el Inca Atahualpa. Este acontecimiento supuso el inicio del fin del imperio y, a su vez, la decadencia de la cultura aimara que pasaban a estar dominados por un lejano estado europeo con el que no podían hacer casi nada.
(…) No sería hasta el siglo XX cuando volverían a tener un verdadero peso en sus tierras natales, sobre todo gracias a su reconocimiento como grupo étnico a proteger y promover en Bolivia y Perú.
(…) La cosmovisión aimara se puede entender a partir de una idea: la adaptación y comprensión de la naturaleza de los Andes. Hacen del medio natural algo sagrado y lo ven todo como algo dual: macho y hembra, día y noche, arriba y abajo …pero estos conceptos no son opuestos en el sentido de que luchen entre sí para buscar la hegemonía, sino que son parte de u todo, se complementan y uno no puede existir sin el otro. De hecho, pese a que su visión es dual estos opuestos forman un abanico tripartito de posibilidades: p. ej, macho, hembra, macho con hembra.
Todos los opuestos se combinan y forman una tercera alternativa. De esta manera los aimara conciben en su cosmovisión la existencia de tres espacios.
- El Arajpacha: tierra de arriba, ‘cielo’. Mantención del cosmos ideal.
- El Akapacha: la tierra donde viven los aimara. Mantención del mundo cultural.
- El Manqhapacha: tierra de dentro, ‘infierno’. Mantención del caos.
Una idea fundamental en la cosmovisión aimara es la de la Pachamama, la Madre Tierra.
(…) La Wiphala es el nombre con el que se conoce a la bandera cuadrangular de siete colores característica aimara.
(…) Uno de los aspectos más llamativos de la lengua aimara es su peculiar concepción del tiempo a la hora de describirlo, que contrasta con el español que tanto aimaras como el resto de los ciudadanos de los Andes hablan.
En la mayoría de las lenguas indoeuropeas el tiempo es tratado como algo que va de atrás para adelante, es decir, el pasado nos lo imaginamos detrás nuestro, el presente en nosotros mismos y el futuro delante nuestro. En cambio, en la lengua aimara sucede al revés, siendo el futuro puesto detrás de ellos y el pasado y presente delante. Para ellos, el futuro es algo que todavía no conocen, con lo cual está a su espalda, algo que no pueden ver, mientras que el pasado y presente, como lo han vivido, lo ponen delante suyo, ‘viéndolo’. También cabe destacar que en su idioma el tiempo se divide en dos, no en tres, es decir, ellos tienen ‘futuro’ y ‘no futuro’, entrando en esta última categoría el pasado y el presente (…)’
(Psicología y mente, 8 de diciembre del 2020)
Este largo y aparente desvarío, a mi modo de ver, me ha parecido interesante efectuarlo para comentar la relevancia que tiene una lengua, que influye y determina la cosmovisión, la manera de entender el mundo y entenderse ellos mismos; y es evidente que las conquistas lo acaban destruyendo todo, especialmente la cultura e idiosincrasia (carácter, temperamento) de los conquistados (individuos y colectividades)
Hemos de ser conscientes de la diglosia que sufrimos, que configura la ‘normalización’ que nos quieren imponer; una ‘normalidad’ que sabemos que no contempla poder cubrir todo el espectro:
- el diastrático todos los niveles socioeconómicos, segmentos de representación lingüística: grupos de edad, género, grupos según la instrucción, profesión, hábitat, religión, pertenencia ética, etc.;
- y diafático: aspectos formales e informales, medios de comunicación, rol de poder y solidaridad, etc.
A modo de ejemplo, Laura Serra, en su artículo titulado ‘En fútbol no se juega en catalán’ (Ara, de hoy, 20/01), explica que una encuesta realizada por Òmnium y la UFEC (Unió de Federacions Esportives de Catalunya), revela que sólo uno de cada tres entrenamientos se hace mayoritariamente en catalán.
Y ante esa situación ‘normalizada’ que nos imponen y, a la vez, esparciendo la tinta de calamar (y de otros cefalópodos) para eludir el tema central, como medida de evasión, me parece que la mayor parte de los comentarios críticos, laudatorios o descafeinados, que han salido estos días respecto al comentario de Eduard Sola, no dejan ser eso, simples escusas de mal pagador, más tinta de calamar.
Y esto me parece trampas para elefantes, pues, todo tipo de argumento ‘intelectualoide’ que propugna superar la diferencia entre el ‘nosotros’ y el ‘ellos’, está claro que lo dicen desde la óptica del vencedor, del conquistador, que desprecia a los nacionalismos que no sean el suyo, claro, el ‘españolísimo’.
Parece evidente, al menos para mí, que, si vives en una tierra de acogida (o eres ya de segunda o tercera generación de los inmigrantes llegados), el roce, el contacto, en definitiva, las vivencias culturales en general, han de hacer que el inmigrante se pueda integrar y se sienta agradecido. Y la mejor muestra de agradecimiento, es la de hablar la lengua propia del país.
Pero está claro que la situación es compleja, ya que se calcula que cerca del 70% de la población catalana tiene su origen fuera de nuestro país. Y la globalización irá aumentando esa proporción, como vemos con la creciente inmigración africana, asiática, etc., con culturas muy diferentes, así es la globalización.
Por eso, más que nunca, es necesaria la defensa de la esencia catalana, y no eludir la confrontación, en todos los niveles y aspectos, pues, obviamente, los que quieren imponernos su ‘normalización española’, son la ‘quinta columna’ de los borbones de 1714 y de los actuales herederos de Franco.