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¿Cómo vivir a tu propio ritmo?

Miguel Ángel Sosa
mangelsosar@gmail.com
@Mik3_Sosa

¿Y si lo que llamamos “fracaso” no fuera más que una desconexión con nuestro ritmo genuino? ¿Cuántas veces hemos intentado forzarnos a marchar al paso de una sociedad que no espera, no pregunta y no escucha? La Sintonía de Ritmos Propios (SRP) surge como una propuesta de salud mental y bienestar personal que busca devolverle a cada persona el derecho de vivir desde su autenticidad, honrando sus tiempos, necesidades y procesos. No es una técnica, ni una corriente más: es una forma de habitarse con honestidad y construir una vida más coherente con lo que somos.

Desde los albores de la modernidad, el tiempo se convirtió en un valor de cambio. El reloj sustituyó al sol, la alarma al canto del gallo y la prisa al silencio interior. Las ciencias del comportamiento ya advertían sobre el costo de la disonancia entre el ritmo interno y el ritmo social. El neurólogo Antonio Damasio decía que “la razón puede no ser nada sin la emoción”, y podríamos añadir: sin el tiempo que cada emoción requiere para ser comprendida. En un mundo que nos premia por correr, la SRP nos invita a detenernos y redescubrir lo que de verdad nos impulsa.

Esta propuesta se fundamenta en la escucha interna. ¿Qué necesito hoy? ¿Qué energía tengo? ¿A qué ritmo late mi cuerpo, mi mente, mi deseo? No es una invitación al aislamiento, sino al alineamiento. Psicólogos como Carl Rogers ya hablaban de la importancia de la congruencia entre el yo interno y el yo que mostramos. La SRP propone un camino de acompañamiento emocional que parte de esa misma congruencia: no adaptar a la persona al sistema, sino adaptar el cuidado y los entornos a la cadencia real de cada quien.

Personas con neurodivergencias, como el autismo o el TDAH, nos han enseñado cuánto puede doler vivir desconectados del ritmo propio. Pero esto no es exclusivo de ellas. Madres recientes, adultos mayores, migrantes, personas en duelo o en procesos de cambio: todos atravesamos momentos en que nuestros tiempos internos se vuelven invisibles o incomprendidos. No es que estemos desincronizados con los demás: es que no nos han enseñado —ni nos hemos permitido— conocer, respetar y valorar nuestro compás vital. Ahí es donde la SRP ofrece una pausa, una reconfiguración, una reconexión.

Desde la educación hasta el mundo laboral, esta propuesta tiene múltiples aplicaciones. Una escuela que reconoce distintos ritmos de aprendizaje no excluye; una empresa que adapta tareas según la energía y el estilo de cada colaborador no pierde eficiencia: gana bienestar. Incluso en las relaciones personales, reconocer los ritmos de los otros evita heridas y genera vínculos más respetuosos. La SRP no es lentitud: es sintonía. Es elegir con conciencia cuándo ir, cuándo parar y cuándo simplemente estar.

¿Y cómo empezar? Tal vez con lo más sencillo: dejar de pedirnos lo mismo todos los días. Observarnos sin juicio. Registrar cuándo fluimos y cuándo nos forzamos. Ir recuperando una especie de compás íntimo, que no se marca con notificaciones, sino con sensaciones. Como decía Viktor Frankl: “Entre el estímulo y la respuesta hay un espacio. En ese espacio reside nuestra libertad”. La SRP es, precisamente, habitar ese espacio y construir desde ahí nuevas formas de bienestar, sin fórmulas, sin exigencias ajenas, sin relojes prestados.

Este artículo es apenas el primer paso de una conversación más grande. La Sintonía de Ritmos Propios es una ola que viene creciendo y que busca transformar la forma en que entendemos el cuidado, el tiempo y la vida en comunidad. No es una moda ni una respuesta absoluta, pero sí una invitación urgente: reconectar con nuestro paso puede ser el acto más justo, más amoroso y más transformador de todos.