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Complejo de inferioridad vs superioridad

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

Del magnífico resultado del F. C. Barcelona (2 – 5) venciendo al Real Madrid C. F.  en la final de la supercopa de España, podemos extraer diferentes lecciones sociales, especialmente, pensando en el movimiento independentista catalán, como intento explicar a continuación.

Es evidente que, además de las ayudas arbitrales y estatales, el Real Madrid tradicionalmente presenta altas muestras de vanidad, soberbia y en definitiva, un ‘complejo de Dios’ por su confianza inquebrantable sobre su privilegio e infalibilidad y, por lo tanto, niega la posibilidad de cometer errores.

Y ese ‘espíritu vencedor’ ha hecho que incluso los principales clubs de fútbol europeos (Manchester City, F. C., el F. C. Bayern de Múnich, etc.), al enfrentarse al Real Madrid, se presentasen con un cierto aire de inferioridad, por lo que, de entrada, partían con un cierto hándicap (desventaja, dificultad, inconveniente, escollo)

Por eso me parece interesante puntualizar, brevemente, los conceptos de complejo, complejo de inferioridad y de superioridad, para, después, ampliar la visión aplicando un gran angular, y analizar la fotografía a nivel social y, en concreto, a la relación del reino español y nuestro movimiento independentista catalán.

Según el ‘Diccionario de Psicoanálisis’ de J. Laplanche y J. B. Pontalis (edit. Labor, Barcelona, 1987):

Complejo: conjunto organizado de representaciones y de recuerdos dotados de intenso valor afectivo, parcial o totalmente inconsciente. Un complejo se forma a partir de las relaciones interpersonales de la historia infantil; puede estructurar todos los niveles psicológicos: emociones, actitudes, conductas adaptadas.

La palabra complejo ha hallado una gran difusión en el lenguaje corriente (tener complejos, etc.). En cambio, los psicoanalistas han ido abandonándola progresivamente, si exceptuamos las expresiones complejo de Edipo y complejo de castración.

Complejo de inferioridad: término que tiene su origen en la psicología adleriana; designa, de un modo muy general, el conjunto de actitudes, representaciones y conductas que constituyen expresiones, más o menos disimuladas, de un sentimiento de inferioridad o de las reacciones frente a éste.

Sentimiento de inferioridad: Para Adler, sentimiento basado en una inferioridad orgánica efectiva. En el complejo de inferioridad, el individuo intenta compensar, con mayor o menor éxito, su deficiencia. Adler atribuye a este mecanismo una significación etiológica muy general, válida para el conjunto de las afecciones.

Según Freud, el sentimiento de inferioridad no guarda una relación electiva con una inferioridad orgánica. No constituye un factor etiológico último, sino que debe comprenderse e interpretarse como un síntoma.

Respecto al complejo de superioridad, en Wikipedia, podemos leer:

Es un mecanismo inconsciente en el cual tratan de compensarse los sentimientos de inferioridad de los individuos, resaltando aquellas cualidades en las que sobresalen (Adler).

La exhibición del complejo de superioridad, generalmente, se proyecta hacia los sentimientos de inferioridad con respecto a los demás.

(…)

La conducta relacionada con este mecanismo puede incluir una opinión exageradamente positiva sobre el valor y las habilidades de uno mismo, expectativas muy altas y poco realistas con respecto a los logros de uno mismo y de lops demás, vanidad, orgullo, etc.

Asimismo, José Antonio Marina y Marisa López Penas, en su ‘Diccionario de los sentimientos’ (Anagrama, Barcelona, 1999) señalan que la autoridad se equipara con la fuerza que asumen las personas respecto a la superioridad de otras.

Y por inferioridad, especifican ‘la percepción desfavorable de la propia imagen, al compararla con la imagen de los otros o del propio ideal, y provoca un sentimiento negativo, acompañado de sentimientos de debilidad o impotencia. 

Como antónimos, apuntan: superioridad, orgullo, soberbia.

Pues bien, volviendo a la confrontación del derbi Barça / Madrid, me parece que, al margen de las cualidades efectivas y las ‘ayudas arbitrales’, el complejo de inferioridad y de superioridad, tradicionalmente han estado claramente acotados en uno u otro club. Igualmente, el historial del Madrid con sus 15 copas de Europa, hacen que sus rivales se presenten, asimismo, como víctimas propiciatorias, mientras que los madrileños salen al campo con una soberbia y orgullo que reafirma su confianza.

Pero ayer vimos que el equipo del Barça, desde que está dirigido por el técnico alemán Hans – Dieter Flick, desde principios de esta temporada, parece ajeno a esos sentimientos de inferioridad / superioridad, y eso hace que sus jugadores salgan al campo desacomplejados y que jueguen libres de esos prejuicios.

Así, ahora, el Barça, tras dos enfrentamientos con el Madrid, los resultados globales han sido de 9 a 2, a favor del primero. Y, claro, parece que el tradicional complejo de superioridad del Madrid, ha cambiado de barrio, trasladándose a Barcelona.

Y esa moral de triunfo fue importante, pero en este escrito me parece más interesante centrarme en la repercusión social en los aficionados culés (del Barça), ya que la euforia por la victoria y el modo de conseguirla (a pesar de los partidistas árbitros), en realidad trascendió el ámbito del fútbol (del que no soy, en absoluto, experto)

Y esa repercusión psicosocial me parece que puede ser didáctica pensando en el problema político entre el reino español y Catalunya, pues, haciendo un atrevido salto, podemos resaltar que el estado español siempre ha actuado con soberbia, prepotencia, orgullo y, en definitiva, con un excesivo complejo de superioridad.

Y aplicando las anteriores definiciones psicoanalíticas al entorno social, podemos deducir que esa aparente superioridad esconde un sentimiento de inferioridad, de debilidad.

Realmente, el estado español tiene un gran poder y fuerza, pero el 1 de octubre del 2017, con nuestro referéndum de independencia, vimos claramente su debilidad, pues estaba más convencido que nosotros mismos, de nuestra determinación.

Por eso, su actuación violenta, su represión (que continúa) no es más que la expresión de su temor, de su debilidad, ya que, si Catalunya se independizara, el estado español perdería su statu quo en el marco europeo, y pasaría a ser un estado menor, irrelevante.

Por el contrario, si los independentistas catalanes superásemos nuestro tradicional complejo de inferioridad, nos daríamos cuenta de nuestras fortalezas. Fortalezas que únicamente podemos tener, si vamos unidos.

Hasta el 2017, unidos en la plataforma ‘Junts x el SI’, las ilusiones y la moral popular estaban en el punto álgido, pero después, la represión y la división, nos han llevado al frígido punto en el que estamos: desmotivados y desmovilizados.

Como hemos visto, la fuerza real, si bien es importante, es menor que la atribución y valoración subjetiva de esa fuerza.

La moral de victoria es imparable, como vimos ayer con el Barça.

Por eso, los independentistas catalanes tenemos mucho que aprender, pero, en primer lugar, debemos unirnos. Carles Puigdemont y Oriol Junqueras deberían aparcar sus diferencias personales y partidistas, y volverse a unir para trabajar juntos, de verdad, para conseguir el objetivo que muchos queremos: la independencia. Y después ya tendrán ocasión de marcar sus diferencias, enfrentándose ambos partidos en futuras elecciones.

En definitiva, los independentistas tenemos mucho que aprender, como he dicho, pero, a la vez, mucho que ganar, si vamos unidos. Por el contrario, el estado español sólo puede aplicar su fuerza bruta para reprimirnos en todos los ámbitos.

Por eso, el estado español trabaja incansablemente, utilizando de forma amoral y carente de toda ética su fuerza bruta, y a pesar de esta fuerza, sólo puede esperar perder, pues todos los ciclos tienen su final.

Y si los independentistas trabajamos unidos (en el congreso, en el Parlament y en las calles), la voluntad popular volverá a estar por encima de todo tipo de ley, incluso de su constitución, forjada con la presión militar, policial, judicial, etc., para salvaguardar la ideología franquista del momento; ideología que persiste, como vemos en el PP y Vox, pero también en el PSOE, si bien este partido utiliza el franquismo como espantajo, presentándose como el dique de contención de un reforzamiento de esas tesis cavernarias.

Y esa estrategia de Pedro Sánchez, gastándose 20 millones de euros (que al final serán muchos más de esos presupuestados), para realizar una campaña ‘conmemorativa’ de los 50 años de democracia, no es más que una nueva muestra de su debilidad y desfachatez extremas. Pues ‘defender’ la actual democracia como si fuera el súmmum de las libertades, es una desconsideración total de nuestra historia, de la represión que se ha aplicado (y sigue aplicándose) en estos años; ya que, espiar los teléfonos, reprimir judicial y policialmente, seguir expoliándonos, infiltrar policías en las organizaciones sociales pacíficas, son muestras de un patológico estado represor, dictatorial.

Un verdadero demócrata reforzaría la democracia ejerciéndola en toda su amplitud, regenerando todos los organismos, todos los poderes parafranquistas, y, especialmente, aniquilando la monarquía, máximo exponente del franquismo y neofranquismo. Y claro, confiando en la voluntad popular, libremente expresada y transparentemente informada.

Por eso, los independentistas catalanes deberíamos espabilarnos, y aplicar las lecciones que nos ha dado el técnico Hans – Dieter Flick, y no temer al estado, a sus poderes, a su soberbia y bravuconería.