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Confundir y dimitir

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

Un chiste muy viejo dice que hay personas que creen que el verbo confundir tiene su origen en Confucio, y otras, que el verbo dimitir es un nombre ruso; y esa falsa etimología, no se reduce al humor, pues, como vemos, marca y determina nuestra realidad, malinterpretando su verdadero sentido, como intento explicar en este escrito.

Confucio (Kongzi, Kongfuzi o K’ung-fu-tzu, 551 a.C. – 479 a.C., final del período ‘Primavera y Otoño’), su nombre, etimológicamente, expresa ‘Maestro Kong’; fue un filósofo chino, fundador de la doctrina del ‘confucionismo’, centrada en la buena conducta, el buen gobierno, el cuidado de la tradición y de la jerarquía, etc., por lo que estableció los siguientes mandatos:

  1. Amar al pueblo, renovarlo moralmente y procurarle los medios necesarios para la vida cotidiana.
  2. Por este motivo, debe servirse en primer término con soberano respeto a Aquel que es el Primer Dominador.
  3. Cultivar la virtud personal y tender sin cesar a la perfección.
  4. En la vida privada como en la pública, observar siempre el sendero superior del ‘Justo Medio’.
  5. Tener en cuenta las dos clases de inclinación propias del hombre: unas proceden de la carne y son peligrosas; las otras pertenecen a la razón y son muy sutiles y fáciles de perder.
  6. Practicar los deberes de las cinco relaciones sociales.
  7. Tener por objeto final la paz universal y la armonía general.

(fuente: Wikipedia)

Si realmente se respetara la esencia de esa filosofía en los diferentes órdenes sociales, con toda seguridad las cosas nos irían mejor; pero vemos que, popularmente, domina el pensamiento reflejado por Giosue Gozzarelli, aspirante a Miss Panamá en el año 2009, que dijo: ‘Confucio fue uno de los que inventó la confusión. Fue uno de los chinos japoneses de los más antiguos’; y esta parida le dio una fama inmensa, convirtiéndose en una cotizada modelo.                    

Este ‘alto y profundo’ pensamiento popular, extrapolado a la totalidad de las situaciones actuales, nos lleva a la confusión (del latín ‘confundere’, mezclarse; participio ‘confusus’).

Igualmente pasa con el verbo dimitir, que, como he dicho, en broma se considera un nombre ruso (ese fue uno de los famosos lemas del movimiento del 15M -15 de mayo del 2011-, ante el hartazgo por la falta de costumbre de asumir personalmente las responsabilidades). El caso del inepto y criminal Carlos Mazón (presidente valenciano) es un claro ejemplo de esta cultura atávica del reino español-castellanizado, que desconoce el verbo dimitir, del latín ‘dimittere’: renunciar, dejar de hacer algo. En el reino español, se aplica la ‘filosofía’ expresada en el siguiente chiste de Jaimito:

  • Padre: Jaimito, baja a por pegamento.
  • Jaimito: no quiero.
  • Padre: ¿A que te pego?
  • Jaimito: ¿Cómo me vas a pegar si no tienes pegamento?

pues los políticos sí que necesitan ese pegamento, para aferrarse a sus respectivas poltronas con sus prebendas, y para conseguirlo, son capaces de cualquier tontería (por decirlo de forma suave)

Y esta es la fotografía que tenemos: una gran confusión y la falta de asunción de responsabilidades, y así nos va y nos irá, pues, desgraciadamente, en Catalunya seguimos esos mismos patrones, como nos muestra Oriol Junqueras (ERC), que intenta aferrarse a su ex poltrona de presidente del partido.

Dada esa gran confusión, me pareció muy interesante un artículo de Julià de Jòdar, titulado ‘Sobre izquierdas nacionales y no’, efectuado, como dice, por encargo de Vicent Partal (director de Vilaweb). En ese artículo expone su razonamiento, mediante una muestra de ejemplos (que seguidamente reproduzco, si bien exponiéndolos en forma de relación, de lista, pues su lectura es más fácil, que en un gran párrafo):

‘Las peores izquierdas que puede tener un país son unas izquierdas hipócritas:

  • Las izquierdas que claman contra la derecha y reproducen los peores vicios cuando le toman el puesto.
  • Las izquierdas que apelan a las masas populares y sólo las usan para llegar al poder.
  • Las izquierdas que dicen que lo quieren decidir todo, pero que no hablan cuando el país que defienden es reprimido y ahogado por el estado opresor.
  • Las izquierdas que consideran que son iguales una burguesía dominante, propietaria de los aparatos del estado y de las empresas del Ibex, y una burguesía temerosa, sometida a los dictados de aquellas empresas.
  • Las izquierdas que establecen alianzas con fuerzas políticas ajenas, que sólo quieren ocupar el estado para reproducir el sistema de denominación sobre otras naciones.
  • Las izquierdas que consideran igualmente responsables de la política económica a la burguesía que domina el estado y a la burguesía que está ahogada por el estado.
  • Las izquierdas que, en lugar de establecer alianzas con las clases sociales que quieren la liberación de su país, buscan pretextos para aliarse con las que se cobijan bajo el estado dominador.
  • Las izquierdas que, en lugar de poner las clases populares que dicen defender, como prioritarias de la liberación social y nacional, las dejan a merced de los intereses del estado dominador y las fuerzas que se disputan el control.
  • Las izquierdas que estimulan la rebelión de otros pueblos, mientras niegan el derecho a hacerlo a su propio pueblo.
  • Las izquierdas que apelan a emociones y sentimientos patrióticos de personas ligadas al estado dominador, mientras se avergüenzan de defender las emociones y el patriotismo de las personas de su propio país.
  • Las izquierdas que pretenden utilizar las fuerzas populares de su país como subordinadas de los intereses de las del estado dominador, sin ninguna garantía de recibir recompensa.
  • Las izquierdas que, en lugar de aprovechar la ofensiva de las clases populares y de sectores de su burguesía contra el estado dominador, hacen todo lo posible para frenarlas y desviarlas de sus legítimos intereses por la libertad nacional.
  • Las izquierdas que toman en préstamo una consigna genuina de la lucha por la liberación nacional, como el derecho a decidir, y la desnaturalizan convirtiéndola en un contenedor donde todo cabe y nada tiene un papel específico.
  • Las izquierdas que dicen que quieren sustituir la derecha mientras le permiten que defina los pasos políticos del movimiento de clases populares más sólido y articulado que nunca ha tenido el país.
  • Las izquierdas que se rinden a los extraños para asegurarse puestos de privilegio dentro del sistema establecido.
  • Las izquierdas que prefieren ser cabeza de merluza en España, antes que ser cola de avestruz en su propio país.
  • Las izquierdas que no saben dónde están, ni saben dónde van, ni conocen su lugar.’

(Vilaweb, 26 de noviembre del 2024)

Esta radiografía efectuada por Julià de Jòdar me parece muy clara y didáctica, pues nos permite reconocer los vicios y errores de las izquierdas españolas y catalanas, pues tanto ERC como la Cup, encajan perfectamente entre esas malas izquierdas, o, mejor dicho, mal consideradas y auto-consideradas de izquierdas; ya que esas falsas izquierdas contribuyen a la confusión que tenemos.

A pesar de todo este entorno, no debemos olvidar nuestros sueños, de independencia y personales, pues mantener los sueños y trabajar para conseguirlos, comporta ciertos beneficios, como: mantener la motivación; mejorar la autoestima y la confianza; mejorar el sistema y dejar un mejor legado. Y todos esos beneficios son expansivos, ya que son contagiosos.

Por el contrario, si en lugar de optar por esos aspectos positivos, adoptamos el negativo de no hacer nada, y esperar que en el futuro lo hagan otros, con toda seguridad tendremos una mayor comodidad, pero, en nuestro fuero interno, nuestra autoestima, confianza, etc., se verán fuertemente castradas, capadas, y, el colmo será si encima aplaudimos a los castradores y capadores.

Y para recuperar la ilusión pre-2017, y que, poco a poco, hemos ido perdiendo, al ver la actuación de los que considerábamos ‘nuestros partidos’, en primer lugar, es precisa una transparencia que acabe con la confusión, y así, poder saber con quién podemos contar y a quién debemos olvidar, atacar o cesar.

Es decir, debemos seleccionar sabiamente, con qué personas podemos confiar, para que puedan realizar ética y moralmente de gozne entre las bases y los que determinemos como líderes. Y esas personas deberán asumir el papel del Hermes griego, o del Mercurio romano, es decir, de verdaderos y honestos mensajeros.

Y esa sabia elección deberá garantizarnos el rechazo de los falsos mensajeros, que prefieren el hermetismo, término que se remonta al legendario Hermes Trismegistus (‘tres veces grande’, ‘el que da una triple enseñanza’), neoplatónico griego cuya filosofía era secreta, esotérica, hermética, gnóstica, como expuso en su Corpus Hermeticum y en su Tabula Smaradigna (tabla esmeralda), basados en la idea ‘como es arriba es abajo’.

Pues, como he repetido, estamos cansados y aburridos de falsos alquimistas, con sus falsas piedras filosofales. Ya hemos visto que no tienen la capacidad de producir artificialmente oro (de lograr la independencia), así que debemos rechazarlos, repudiarlos, olvidar su fraudulenta fiebre por su falso oro (que no es otro que la ‘conllevancia’ orteguiana, es decir, el ir tirando), pues, ese truculento oro es como el del moro (y perdón por el racismo de la frase)

Por todo esto, si logramos salir de la gran confusión que, de forma interesada, han generado esos falsos gurús, podremos intentar conseguir los beneficios motivacionales que he señalado, pues ese es el camino para ver, algún día, la luz de la independencia.