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Ahora ya no tienen ni la vergüenza de ocultarlo, nos consideran carne de cañón, sus peones innecesarios y molestos, y por eso nos tratan con todo su desprecio, como intento explicar en este escrito.
Esta semana Alex Gutiérrez, en su columna ‘Pareumàquines’, titulada, ‘Primero va el fiscal general, pero después vas tú’, nos informó que:
‘(…) Google y WhatsApp comunicó a la guardia civil, que conservan todos los mensajes del fiscal general Álvaro García Ortiz, y que los ponía a su disposición, contraviniendo la página de WhatsApp, en la que, respecto a lo que comenta su política de privacidad.
(…) manos son frotadas. Saliva es segregada. Hay quien acaricia la idea de derribar al gobierno si estas comunicaciones se hacen públicas. Es curiosa tanta euforia. Es curiosa tanta euforia, porque si se confirma que estas comunicaciones pueden recuperarse y leerse, entonces el problema democrático que nos cae encima es importante.
La página de política de privacidad, explicita que:
‘Nadie fuera del chat, ni tan solo los de la propia empresa WhatsApp, puede leerlos, escucharlos o compartirlos, ya que, gracias al cifrado de punto a punto, los mensajes se aseguran con un cadenado y sólo el emisor y el receptor tienen la clave especial que se necesita para desbloquearlos y leerlos’.
Gutiérrez apunta que deberían decir ‘sólo tu, el destinatario y los cuerpos policiales que lo pidan, como ahora la UCO (unidad central operativa)’. Y comenta que, cuando saltó el escándalo destapado por Snowden que evidenciaba el espionaje masivo de la NSA (agencia de seguridad nacional), quedó claro que las grandes tecnológicas, a pesar de su discurso de protección de la privacidad, accedían a abrir puertas por detrás para que las autoridades pudiesen chapotear a conveniencia (…) Ahora tenemos, además, a un Mark Zuckerberg que ha iniciado una maniobra desacomplejada de acercamiento a Trump y todo lo que representa. Si ahora WhatsApp evidencia que los mensajes se guardan y, además, son desencriptables, se hace evidencia que las redes sociales, lejos de convertirse en la herramienta de empoderamiento y democratizante que prometían ser, se convierten en brazos de control del poder, con una capacidad inusitada para poder espiar a los ciudadanos. Abrir esta puerta por el caso del fiscal general -que, efectivamente, apesta- es un precedente peligroso que ha de alertar a cualquier usuario anónimo’.
(Ara, 12 de marzo 2025)
Es evidente que los siete magníficos de la tecnología: Alphabet (Google), Amazon, Apple, Meta (Facebook), Microsoft, NVIDIA y Tesla, no tienen nada que ver con:
- los héroes de la película ‘Los siete samurais’, dirigida en 1954 por Akira Kurosawa (1910 – 1998), interpretada por Toshirö Mifune, Takashi Shimura, Daisuke Kato, Ko Kimura, Minuro Chiaki, Seiji Miyaguchi y Yoshio Inaba;
- ni con los héroes de su réplica ‘Los siete magníficos’, dirigida en 1960 por John Eliot Sturges (1910 – 1992), con Yuliy Borisovich Briner (Yul Brynner, 1920 – 1985), Terrence Stephen McQueen (1930 – 1980), Charles Dennis Buchinsky (Charles Bronson, 1921 – 2003), James Harrison Coburn III (1928 – 2002), Horst Buchholz (1933 – 2003), Robert Francis Vaughn (1932 – 2016), y Brad Dexter (1917 – 2002),
- películas que han tenido múltiples réplicas.
En todas esas películas, un pueblo es sometido por un sanguinario y su grupo de bandidos, y los míseros labradores, deciden pedir ayuda a samuráis o, en su caso, a pistoleros profesionales, que ofrecen sus servicios por todo lo que tienen los labradores, es decir, nada; y aún así, reconocen que nunca se les había ofrecido tanto como en esa ocasión, ‘todo’ lo que tenían.
Por eso, los siete magníficos tecnológicos, únicamente tienen en común el número 7, ya que, por lo demás, representan justo las antípodas de los ideales peliculeros señalados.
Más bien, esas empresas actuales deberían ser llamadas ‘los siete dráculas’, pues su único objetivo es enriquecerse vampirizando a la ciudadanía, chupándonos la sangre: dinero y, también, las ideas, pensamientos, recuerdos, fotografías, archivos, etc.; para, después manipular nuestros intereses, gustos y necesidades en beneficio de sus organizaciones.
Me parece interesante destacar que:
‘(…) Los 7 ‘magníficos’ actuales están a la vanguardia de sectores como la inteligencia artificial, los vehículos eléctricos, la computación en la nube y los servicios digitales, y aún tienen potencial para un crecimiento significativo (…) pues con sus cambios tecnológicos desarrollan constantemente nuevos productos y servicios que impulsan la demanda de los consumidores y su crecimiento empresarial.
Podemos detallar una serie de características comunes de estas empresas:
- Adaptabilidad (…) invirtiendo continuamente en investigación y desarrollo (I+D), y esto se refleja en la apuesta de estas compañías por la inteligencia artificial (IA): Microsoft, Alphabet y Meta han introducido sus propios modelos lingüísticos y chatbots, Amazon ha incorporado herramientas de IA en Amazon Web Services (AWS) y NVIDIA es referente en el desarrollo de chips de IA. Por su parte, Tesla y Appel también están buscando formas de incorporar la IA para mejorar la eficiencia y calidad de sus productos.
- Salud financiera: las siete empresas han tenido una sólida salud financiera (…)
- Internacionalización: sus operaciones e influencia se extienden por todo el mundo, lo que les permite acceder a diversos mercados (…) gracias a su fuerte reconocimiento de marca y una base de clientes fieles (…)
- Fuerte posición en el mercado: los siete gozan de una sólida posición de mercado en sus sectores, a menudo, con una cuota de mercado dominante que les proporciona una ventaja competitiva (…)
(https://am.pictet.com, 11 octubre 2024)
Nuestra fragilidad ha llegado a niveles insospechados hace apenas unos años, ya que no podemos confiar en la permanencia de nuestros ficheros y fotografías; asimismo, la situación ha degenerado hasta el extremo de que la IA permite suplantar nuestra personalidad (en llamadas, mensajes, etc.), falsificar y manipular nuestros comentarios, fotografías, etc.; por lo que ya no podemos tener la garantía absoluta de nada; y ya no digamos de las ‘informaciones’ con las que nos bombardean.
Además, nuestra desgracia aumenta, pues los gobernantes que votamos, además de beneficiarse de las malas artes de esas empresas, asimismo, contratan servicios de espionaje, como el Pegasus, etc., para acabar de controlarnos (por lo visto, siempre quieren más); ese es su concepto de la democracia y de la ética / moral.
Y eso lo hacen por diferentes motivos, por ejemplo, la desconfianza que tienen de la ciudadanía que gobiernan, pero, también, el desprecio que nos tienen, pues, como he dicho, nos consideran su carne de cañón (en referencia a los soldados de bajo rango, inconsideradamente expuestos a peligro de muerte, alimento del fuego de los cañones enemigos)
Hay múltiples referencias al respecto de ese desprecio:
William Shakespeare (1564 – 1616), en su obra ‘Enrique IV’ (1597), puso en boca de John Falstaff:
‘Bah, bastante buenos para ensartarlos en una pica; carne de cañón, carne de cañón. Llenarán una fosa tan bien como cualquiera. En fin, mortales, mortales’
François-René de Chateaubriand (1768 – 1848), en el folleto contra Napoleón, de 1814, ‘De Buonaparte et des Borbones’:
‘Habíamos llegado a este punto de desprecio por la vida humana y por Francia, llamando a los reclutas la materia prima y la carne de cañón.’
Y Karl Heinrich Marx (1818 – 1883), en su obra ‘El capital’ (1844), apuntó que:
‘los hijos de los campesinos, si el opio no los manda a la sepultura, se convierten en carne de cañón para las cuadrillas.’
Es decir, independientemente de la ideología, me parece claro que el poder llega a obnubilar (nublar, ofuscar, turbar, confundir) a los que ocupan las grandes poltronas, y éstos hacen bueno el refrán que ‘el hábito hace al monje’ (por más que haya otro refrán que diga lo contrario) y, a pesar de su prepotencia, tienen miedo a perder su poder y, para ello, hacen todo, todo, lo que, impunemente, les viene en gana, y así, seguir disfrutando de sus prebendas.
Sabemos que ‘aunque la mona se vista de seda, mona se queda’, y, por nuestra incoherencia y comodidad, aún así, les votamos. Y después, nos extrañamos que nos maltraten / engañen.
Así, básicamente por la más estricta necesidad y comodidad, pero, también, por un cierto sado-masoquismo, seguimos utilizando los ‘servicios’ de esos 7 monstruos, y sus clientes poderosos (gobiernos o no), con capacidad para comprar ‘determinados servicios especiales’ a esos dráculas. Y así, seguimos esclavizados, controlados, siendo meros elementos de su enriquecimiento.
Y como escribió Gutiérrez, en su citada columna ‘pareumàquines’, hoy van por el fiscal general, pero mañana vendrán por nosotros, como expresó Martin Niemöller (1892 – 1984) en su poema ‘Als sie kamen’ (cuando vinieron) de 1946, del que hay diferentes versiones, entre ellas:
Primero vinieron por los socialistas, y yo no hice nada … porque no era socialista.
Después vinieron a buscar a los sindicalistas, y yo no hice nada … porque no era sindicalista.
Entonces vinieron a buscar a los judíos, y yo no hice nada … porque no soy judío.
Entonces vinieron a buscarme, y ya no había nadie para hablar de mi.
En definitiva, no es que defienda la desconfianza, pues confiar en los otros nos humaniza, y hace retroceder el individualismo extremo que nos quieren imponer; pero sí que es necesario que contrastemos todo tipo de informaciones, que selecciones sus fuentes, y, si es posible, que seamos menos dependientes de tanta tecnología, muchas veces inútil, como vemos de muchas app.
Y especialmente, cuando vemos a pseudo-líderes, como Pedro Sánchez (que optó por el uso del espionaje a nuestros líderes independentistas), apostando por armarnos, cuando, como todos sabemos, el apoyo inexcusable a Ucrania, más que otras cosas, requiere determinación y coordinación, es decir, voluntad y, claro, con total transparencia y respeto a la democracia, en definitiva, de forma ética y moral; y, evidentemente, sin intentar beneficios políticos por ello, ni a costa de sus oponentes.
Pero claro, sabemos que no podemos confiar en un personaje como Pedro Sánchez, que quiere gastar lo que no tenemos, mintiéndonos con su mantra infantil de que no habrá ningún tipo de repercusión en el área de los servicios sociales, y se niega a exponer con detalle su programa en el parlamento, y estar abierto a oír y aceptar alternativas, contrastándolas con total libertad y claridad.
Y eso es lo que tenemos, opacidad, pues Pedro Sánchez (como Winston Leonard Spencer-Churchill (1874 – 1965) respecto a Rusia), sus decisiones son ‘un acertijo, envuelto en un misterio, dentro de un enigma’; y miente más que habla, como sabemos con los ‘traspasos no traspasos’.