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Copaiba: el árbol medicinal “milagroso” de Bolivia

Los aceites medicinales, una de las muchas riquezas de los bosques, proporcionan mayores ingresos y una salud mejor a las comunidades a escala local y mundial

En Bolivia, un grupo de mujeres avanza en fila india por el bosque con el propósito de “sangrar” una copaiba (Copaifera langsdorffii), el “árbol milagroso”, que es fuente de ingresos, salud y empoderamiento para ellas y su comunidad. Estas mujeres indígenas pertenecen a la Asociación de Mujeres Emprendedoras, también conocidas como “las Pioneras”. Para extraer la oleorresina del árbol, hacen con cuidado un orificio en el tronco. A continuación, la transforman en cosméticos y productos medicinales, supervisando todas las etapas de la cadena de producción.

La copaiba se conoce como “árbol milagroso”, porque es uno de los árboles medicinales más ampliamente utilizados en la región boliviana de Chiquitania y, de hecho, en el Amazonas en general. Su oleorresina sirve para tratar inflamaciones y heridas y se considera uno de los remedios naturales más importantes en una zona rural donde la población vive lejos de las farmacias y los hospitales y tiene poco acceso a la asistencia sanitaria pública.

Las Pioneras siguen los pasos de sus antepasados. Durante siglos, la copaiba ha sido un elemento básico de la medicina natural. En Bolivia, las curanderas utilizaban el aceite, destilado de la oleorresina, para tratar los resfriados y el reumatismo, aliviando el dolor mediante masajes. En la actualidad, se sigue usando para tratar la bronquitis, la amigdalitis y la tos administrando dos gotas diarias mezcladas con una cucharada de miel. En el Brasil, se aplica aceite de copaiba para el tratamiento de tumores y urticaria. Además, una infusión preparada con las semillas del árbol actúa como laxante y sirve para tratar el asma.

En la medicina moderna, el aceite de copaiba se utiliza para favorecer la cicatrización de heridas y úlceras y para tratar enfermedades cutáneas graves y crónicas, como la dermatosis y la psoriasis. Uno de los principios activos del aceite es el BCP (beta-cariofileno), un potente compuesto con propiedades antiinflamatorias, antimicrobianas, antibacterianas y antioxidantes. 

Para las Pioneras, no ha sido fácil recolectar y ejercer un control sobre los productos obtenidos del árbol. Tuvieron que negociar sus derechos con su propia comunidad, los pueblos indígenas de Río Blanco. Pero como explica Ignacia Supepi, una de las miembros fundadoras de las Pioneras, ella y sus socias estaban decididas a lograrlo:

“En nuestra comunidad, las mujeres nos hemos topado con grandes dificultades para aprovechar la copaiba. Durante dos años, tuvimos que comprar el aceite del árbol a nuestra propia comunidad local. Pedimos permiso al consejo comunitario para acceder a él, pero nos lo negó tres veces. A la cuarta, accedió, porque le demostramos que queríamos seguir adelante y hacer nuestra contribución a la comunidad.”

“Ahora pagamos un 10 % por cada litro de aceite que extraemos y recolectamos. Informamos al consejo comunitario si obtenemos un litro, dos litros, tres litros”, concluye Ignacia.

Para utilizar el aceite y generar un ingreso adicional, las Pioneras también deben poner especial cuidado en conservar el árbol autóctono, utilizando sus dones de manera sostenible. Una sola copaiba produce 40 litros de aceite al año, pero se ha constatado que la producción disminuye cuando el árbol se sangra repetidamente. Para garantizar un suministro estable, los expertos sugieren que se extraiga solo un litro por árbol, cada tres años. Si bien bajo la supervisión de las Pioneras se ha registrado un aumento de hasta el 50 % del volumen de extracción en su región, ellas cosechan solo un máximo de 100 mililitros de oleorresina por árbol al año.

“Las mujeres teníamos la sensación de que nos pasaba lo mismo que al árbol: eran pocos quienes lo defendían”, dice Ignacia. Explica que por eso decidieron crear una asociación, no solo para defender el árbol, sino también para proteger sus medios de vida.

Desde entonces la asociación ha crecido, pasando de seis a diez mujeres, que ahora están al frente de la selección y la cosecha de la oleorresina de la copaiba, con la que se elaboran cosméticos y productos medicinales, lo que incluye jabones líquidos y sólidos, aceites y ungüentos, bálsamos labiales, champús y perfumes.

El Mecanismo para Bosques y Fincas, una asociación entre la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, el Instituto Internacional para el Medio Ambiente y el Desarrollo y AgriCord, ha proporcionado financiación a la comunidad de pueblos indígenas de Río Blanco con el fin de prestar apoyo a las Pioneras en la adquisición de herramientas para la cosecha de la oleorresina de copaiba y equipar sus talleres con herramientas y suministros.

Las mujeres de la asociación también recibieron asesoría técnica de la FAO acerca de las buenas prácticas relativas a la cosecha y la elaboración sostenibles de la oleorresina de copaiba, así como capacitación en gestión y comercialización. Desde entonces sus ingresos se han duplicado, y han podido abrir una cuenta bancaria a fin de reinvertir sus beneficios.

Si bien las plantas medicinales constituyen en gran medida la base de los sistemas sanitarios tradicionales en los países en desarrollo, históricamente los pueblos indígenas se han beneficiado poco de la elaboración de medicinas a partir de estas plantas. El Mecanismo para Bosques y Fincas apoya esta empresa con el objetivo de cambiar esa tendencia y mejorar los medios de subsistencia de las mujeres y la comunidad de Río Blanco, gestionando a la vez el bosque de manera sostenible.

Con este proyecto, se pretende promover el ejemplo de estas mujeres como modelo de espíritu empresarial de los pueblos indígenas en la ordenación integrada de los bosques. Colectivamente, los pequeños productores forestales y agrícolas y las comunidades son fundamentales a escala mundial para la seguridad alimentaria, la conservación de la biodiversidad y la mitigación del cambio climático.

Las Pioneras saben que tendrán que proteger con uñas y dientes este preciado recurso de cara al futuro. Entre 2002 y 2019, la pérdida de cubierta forestal de Bolivia ascendió a 5,68 millones de hectáreas, el 77 % de ellas por efecto de la expansión de la agricultura. Desde entonces, la pérdida de cubierta forestal se ha visto agravada a causa de los incendios. En 2019, el bosque chiquitano, situado en las tierras bajas de Bolivia, al este de los Andes, sufrió uno de los mayores incendios de la historia del país, que quemó aproximadamente 3,6 millones de hectáreas. Los expertos atribuyeron la virulencia del fuego a las condiciones de escasa humedad y las altas temperaturas relacionadas con el cambio climático. La copaiba es una de las especies vulnerables de la región, que no se recupera fácilmente de las talas y los incendios.

No obstante, las Pioneras están preparadas para la batalla: lucharán por unos ingresos más elevados, una calidad de vida mejor y la conservación de esta especie forestal única, vital para la salud de la población local y del mundo.