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Crisis hídrica en México: un llamado a la acción conjunta

La crisis hídrica que estuvo a punto de convertirse en una declaratoria de emergencia en el sur de Tamaulipas quedó como manifiesto de la fragilidad de los sistemas de agua y la vulnerabilidad ante periodos prolongados de sequía. Sin embargo, con la entrada de la temporada de lluvias, la situación parece haber quedado resulta, pero esta situación no solo se repetirá, también se agravará con el tiempo.

Según la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA) hasta junio de 2023, más del 70% del territorio mexicano enfrentaba algún grado de sequía, desde moderada hasta excepcional. Los estados más afectados han sido los localizados en el norte del país, especialmente Chihuahua, Sonora, Coahuila, Tamaulipas y Baja California. Aunado a esto está la poca disponibilidad de agua. Las principales presas del país estuvieron en niveles críticos antes de la temporada de lluvias, la presa El Granero en Chihuahua, por ejemplo, estaba al 10% de su capacidad y los acuíferos también están sobreexplotados, con un 40% en estado crítico según datos de la CONAGUA.

Por otro lado, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) ha señalado que las temperaturas en México han aumentado en promedio 1.5 grados Celsius en las últimas décadas, exacerbando la sequía. Los patrones de lluvia se han vuelto más irregulares, con periodos de sequía más prolongados y lluvias intensas concentradas en cortos periodos, causando inundaciones y dificultando la recarga de acuíferos.

Ante estos escenarios, la solución que parece más viable es el diseño e implementación de estrategias que involucren tanto acciones del gobierno, como de la industria y la sociedad.

“La situación vivida en Altamira, Tamaulipas en mayo de 2024, donde la industria enfrentó una crisis significativa debido a la falta de agua requiere una atención inmediata y medidas de colaboración preventivas que, por su magnitud, me hizo pensar que una posible solución no puede darse con esfuerzos individuales, sino que tiene que lograrse con un esfuerzo conjunto”, dijo Rosa Jiménez Santiago, Socia Líder del Servicio de Operaciones Sostenibles para Latinoamérica en ERM.

Jiménez añadió que, en su experiencia, una de las posibles soluciones para prevenir una situación como la vivida en la primavera de este año en Altamira, sería aplicar el programa APELL (Awareness and Preparedness for Emergencies at Local Level), que es una iniciativa del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). APELL está diseñado para mejorar la conciencia y la preparación para emergencias a nivel local, especialmente en comunidades cercanas a instalaciones industriales que manejan sustancias peligrosas.

Algunas de las razonas que comparte la experta para optar por este modelo colaborativo son:

  1. Interdependencia de actores: la gestión del agua es un desafío que afecta múltiples sectores. Cada uno tiene un papel esencial y sus acciones están interconectadas la cooperación puede maximizar los beneficios y minimizar los conflictos.
  2. Optimización de recursos: la colaboración permite una mejor utilización de los recursos disponibles compartiendo conocimientos, tecnologías y financiamiento esto es especialmente importante en situaciones de emergencia como las sequías donde los recursos son limitados y de baja disponibilidad.
  3. Resiliencia y sostenibilidad: un enfoque conjunto promueve la resiliencia al establecer planes y prácticas sostenibles que pueden adaptarse a las cambiantes condiciones climáticas y de disponibilidad de agua.

“Contar con un marco colaborativo similar a APPEL requiere el seguir las siguientes recomendaciones para asegurar su éxito”, comentó Jiménez.

  1. Establecimiento de Comités Locales de Gestión del Agua: crear comités que incluyan representantes del gobierno, la industria y la comunidad. Estos comités deben encargarse de la planificación, implementación y monitoreo de estrategias de gestión del agua.
  2. Evaluación y monitoreo de riesgos: realizar evaluaciones periódicas de los recursos hídricos y los riesgos asociados con la sequía, utilizando estos datos para desarrollar planes de contingencia y estrategias de mitigación.
  3. Desarrollo de planes de emergencia integrales: Desarrollar y actualizar planes de emergencia que engloben medidas específicas para enfrentar la sequía como la priorización del uso del agua, la identificación de fuentes alternativas y la implementación de tecnologías de ahorro del agua.
  4. Educación y concientización comunitaria: implementar programas de educación y concientización para informar a la comunidad sobre la importancia del ahorro del agua y las prácticas sostenibles. Incluir campañas de sensibilización y talleres educativos y en un futuro cercano el papel de industria, gobierno y comunidad en las soluciones adoptadas a través de la acción conjunta.
  5. Fomento de la innovación y la investigación: apoyar la investigación y el desarrollo de nuevas tecnologías y prácticas para la gestión del agua. Esto puede incluir estudios sobre desalinización, recarga de acuíferos y uso de aguas residuales tratadas.
  6. Colaboración internacional: buscar cooperación y apoyo de organismos internacionales y otros países que enfrenten desafíos similares. Compartir experiencias, conocimientos y tecnologías puede ser beneficioso para encontrar soluciones efectivas.

Implementar un marco colaborativo y participativo para la gestión del agua puede ayudar a México a enfrentar de manera más efectiva la situación de sequía, promoviendo la sostenibilidad y la resiliencia a largo plazo este enfoque asegura que todas las partes interesadas trabajen juntas hacia un objetivo común, optimizando recursos y capacidades para lograr un uso más eficiente y equitativo del agua.

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