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Crisis y más crisis

Martha Nava Argüelles
Imagogenia
@mar_naa

Una de las banderas más importantes que tomó como estandarte en su larga campaña presidencial fue su lucha contra la corrupción, su intolerancia hacia todo aquello que no fuera correcto o derecho, por así decirlo. Van cuatro años de su administración y el gobierno de Andrés Manuel López Obrador lleva varios escándalos en su historial, mismos que el titular del ejecutivo ha decidido defender.

Parece absurdo pero el presidente sigue sin entender que aquellos que son relacionados con él, o bien que él designe o proponga como parte de su equipo, son una extensión de su imagen y por ende, lo que se diga de ellos frente a una crisis afecta proporcionalmente su reputación. Pero no sólo eso, en la mayoría de estas “crisis” López Obrador vendió la idea de que se trataba de complots o ataques de la oposición, lo que si bien busca deslindar de la problemática en puerta, para la cuarta o quinta ocasión que se usa este argumento empieza a perder la credibilidad con la que contaba en un inicio.

Hoy, el presidente se enfrenta a otra crisis cuando se hace público, por parte del investigador Guillermo Sheridan el plagio de la ministra Yazmin Esquivel Mossa, quien se dice presentó como tesis una copia de la que publicó un año antes Edgar Ulises Báez. El problema no es sólo el plagio, sino que la ministra es la candidata que pertenece al círculo de confianza del presidente y, todo parecía indicar que era la gran favorita para sustituir a Arturo Saldivar actual presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN).

Esta es sólo la última polémica que han enfrentado unos de los funcionarios públicos más poderosos y mejor pagados de México, pero para AMLO esta es sólo la última “movida” de los “conservadores” pues tienen miedo de que Esquivel Mossa sea elegida cómo presidenta del Máximo Tribunal. Sin embargo, eso no es todo, el titular del ejecutivo reconoció públicamente las coincidencias en el documento motivo de la crisis de imagen que enfrentan, es más señaló que “todo el mundo coincide en que es una copia” pero justificó el motivo de la polémica catalogándolo como uno orientado en afectar la candidatura de la ministra, pero también a la Cuarta Transformación.

Ciertamente, el presidente debe dejar de lado la defensa de que cualquier desacierto -por dar un calificativo genérico- de su administración, de su partido o de aquellos a los que considera cercanos, es exclusivamente un golpe del conservadurismo que se resiste a la transformación que su administración está llevando a cabo. Lamentablemente, a pesar de la larga trayectoria de Yazmin Esquivel como funcionaria, no sólo en su administración sino en administraciones anteriores, fue en este momento que se hizo pública la problemática y es su administración la que debe enfrentarla de una manera sabia y políticamente correcta; por su bien y el de su administración.

Porque, si de algo no tenemos duda, es que en la recta final de su gobierno y después de defender a: Manuel Bartlett, director de la CFE, que no hizo públicas muchas -pero muchas- propiedades en su delcaración patrimonial, aunque al final lo hayan eximido de culpa; o del escándalo de Pío López Obrador recibiendo dinero de David León como “aportaciones al movimiento” ambos personajes cercanos al presidente, o el caso de Eréndira Sandoval, titular de la Secretaría de la Función Pública que no declaró propiedades, o el de Felipa Obrador y los contratos millonarios con Pemex; o la casa gris y el estilo de vida de su hijo José Ramón -sólo por mencionar algunas de las crisis de imagen de su administración-; hoy, AMLO, tiene mucho trabajo de “limpieza” pues, al ganar como presidente, aseguró, que su objetivo sería erradicar la corrupción y la impunidad como su máxima misión de gobierno y, a pesar de sus esfuerzos, lo mejor que puede hacer en este momento es deslindarse, evitar comentarios referentes al supuesto golpeteo del conservadurismo o la oposición, y permitir que la justicia se ejerza de la manera debida sin ninguna injerencia de su parte, porque al final su imagen, le guste o no, se ve afectada y de seguir interfiriendo -como es su costumbre- terminará proyectando a futuro una que, en lo absoluto, le resultrará conveniente.

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