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Crónica de unas sentencias y de una operación de estado anunciadas.

Rememorando la novela de Gabriel García Márquez (1927-2014), ‘Crónica de una muerte anunciada’, me parece que su argumento puede utilizarse como una metáfora de la situación política actual en Catalunya, como intentaré explicar. Si bien en primer lugar citaré también su obra ‘Cien años de soledad’, ambas novelas dentro del movimiento del realismo mágico.

Cien años de soledad (1967)

Es la historia de siete generaciones de la familia Buendía, en la ciudad de Riohacha, Colombia, de la que su patriarca, José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán, junto con su familia deben huir, tras matar a Prudencio Aguilar que le había acusado de ser impotente.

Tras vagar por la jungla, Arcadio, finalmente, funda Macondo, una ciudad utópica, aislada, que pasa por momentos de éxito, revolución, guerra y decrepitud.

Crónica de una muerte anunciada (1981)

En un pequeño pueblo, próximo a la costa del Caribe y conectado con el mundo exterior únicamente por un río, se casan Bayardo San Román, ingeniero de trenes, de 30 años, rico recién llegado, y Ángela Vicario. Celebrada la boda, el marido descubre que su mujer no es virgen y, ultrajado, violentamente la devuelve a su casa, con gran humillación para su familia.

Ángela acusa de su deshonra a Santiago Nasar, de 21 años, de origen árabe (su familia llegó tres generaciones atrás) y vecino del pueblo. Si bien, en realidad protegía a otra persona a la que quería de verdad; mientras que el matrimonio con Bayardo había sido impuesto por su familia, que veía un gran porvenir.

Los hermanos de Ángela, los gemelos Pedro y Pablo, al día siguiente matan a Santiago al verlo salir de casa, y a la vista de todo el pueblo, a pesar de no estar demasiado convencidos de su culpabilidad.

Pasados 23 años, Bayardo y Ángela, retoman la vida matrimonial.

(Fuente: Wikipedia)

Volviendo a nuestra situación política catalana, vemos que el tema de la soledad, expuesto en la primera de esas novelas, es lo que sentimos los independentistas catalanes, acusados de impotencia tanto por parte de los poderes unionistas, como de los estados de la UE.

Nadie nos ayuda, pero no huiremos, nuestro Macondo es Catalunya, nuestro país. Y el que esté a disgusto, o no sea demócrata, no tiene cabida, pues nuestro Macondo, nuestra utópica Ítaca, será plenamente demócrata y transparente.

Y vemos que, a esa actual soledad, magnificada tras nuestro referéndum del 1 de octubre del 2017, se ha añadido la violencia y la venganza de los poderes del estado español.

Asimismo, hemos visto y vemos que los catalanes unionistas han permanecido y permanecen impasibles ante esa violencia, incluso la fomentan. Y todos sabemos que los poderes del estado (el judicial, policial, político, mediático, etc.), todos, actúan como los gemelos Pedro y Pablo de la novela; es decir, aplican ciegamente su venganza, a pesar de que no conozcan la realidad ni estén convencidos del delito de Santiago. Es indiferente, los poderes deben salvar ‘su honor’, el honor de la España, ‘una grande y libre’, que es el ADN franquista que le caracteriza, pues esa es su ‘religión’, su creencia máxima.

Pero, a pesar de todo eso, los independentistas catalanes no debemos caer en el fatalismo, debemos persistir, a pesar de que todas las experiencias nos demuestran que las sentencias judiciales no dejan de ser más que crónicas ya anunciadas, como acabamos de ver ahora mismo que estoy escribiendo, con la confirmación de la sentencia del tribunal superior de justicia de Catalunya, confirmando le fecha de las elecciones para el 14 de febrero, a pesar de que todos los partidos (excepto el PSOE-PSC), asesorados por los epidemiólogos y especialistas sanitarios, acordasen retrasarlas al 30 de mayo.

Pero a Pedro Sánchez lo único que le interesa es ganar, por eso ha impuesto como líder del PSC a su ministro de sanidad, Salvador Illa. Ganar esas elecciones, y eliminar los partidos independentistas de la Generalitat, se ha convertido en toda una operación de estado, es su forma de cerrar el círculo unionista.

Su sueño es convertirnos a los independentistas catalanes como a los míticos:

·       ‘el holandés errante’ (‘The Flying Dutchamn’, 1826, de Edward Fitzball) o

·       ‘el judío errante’ (‘Breve descripción y relato de un judío de nombre Ahasveris’, 1602, de Christoff Crutzer),

es decir, nos quieren convertir en una especie de barco fantasma, sin rumbo y sin puerto donde poder recalar, en súbditos sin ideales, condenados a un destino fatal, que debemos aceptar sin derecho a protestar, esa es la condena que nos quieren infligir, como escarmiento para generaciones futuras.

Y para que no nos olvidemos de su poderío, en breve veremos como la fiscalía (que depende jerárquicamente del narcisista Pedro Sánchez), volverá a recurrir el tercer grado que la Generalitat acaba de conceder a los presos políticos y sociales.

Y esa apropiación que está haciendo el estado, esa operación por tierra mar y aire, se refleja en el lema del PSOE-PSC para esta campaña: ‘Vuelve Catalunya. La Catalunya imprescindible, la que todos añoramos’; muestra de una desfachatez absoluta. Y para eso, Pedro Sánchez vino a Barcelona el pasado día 23, y volvió ayer, para iniciar la campaña electoral catalana, y ayer, entre otras sandeces, dijo que ‘quien quiere a Catalunya no construye una sociedad dividida en bloques’.

Y tanto Sánchez como Illa insisten en la necesidad de un cambio de ciclo, compatible con su proyecto para todo el estado, y pasar página de una década perdida.

Esa mentalidad unionista, esa operación de estado, que, con toda seguridad, está auspiciada y bendecida por Felipe VI ‘el preparao y prepagao’, nos muestra que quieren pasar la apisonadora, pues como dijo Miquel Iceta, el pasado día 26, en su toma de posesión como nuevo ministro, que quiere ‘una España fuerte con respeto a la diversidad’, es decir, que nos permitirán las sardanas y toda muestra folclórica, pero nada más.

Eso es volver a la Catalunya franquista, del ‘habla cristiano’, de la represión, de la tabla rasa.

No quieren una Catalunya dividida, quieren que su parte, la unionista, sea la vencedora y homogeneizadora de su sacrosanta España. Y, por lo tanto, a la mitad independentista, nos quieren reprimidos judicial, policial y políticamente. Y si para ello han de seguir ahogándonos económicamente, lo seguirán haciendo, aunque así perjudiquen a ‘su mitad’.

Esto no les importa nada. Quieren el poder y punto. Ya lo vemos, les es igual todo, como sustituir al ministro de sanidad en plena pandemia, o mover todos sus resortes para forzar las elecciones catalanas el 14 de febrero, aunque eso comporte un serio riesgo de contaminaciones, y también, una gran abstención, como el Portugal.

Todo les vale para conseguir el poder, para que vuelva su Catalunya.

Por todo esto, los independentistas catalanes debemos seguir manteniéndonos firmes, no caer fatalismos, si ellos tienen su honor, nosotros tenemos el nuestro.

Y ellos, los unionistas, los poderes españolistas, siempre nos han machacado, como muy bien se explica en nuestro himno ‘Els Segadors’ (los segadores), (himno de Catalunya), que, en su versión antigua de 1897, de Emili Guanyavents i Jané (1860-1941), en referencia al alzamiento de 1640 contra Felipe IV, dice:

Ay, dichosa Catalunya

¡quién te ha visto rica y plena!

Ahora el rey nuestro señor

declarada nos tiene la guerra.

El gran conde Olivares

siempre le llena el oído:

‘Ahora es hora, nuestro rey,

ahora es hora que hagamos la guerra’.

(…)

El pan que no era blanco

decían que era demasiado negro:

lo daban a los caballos

solo para asolar la tierra.

Del vino que no era bueno,

abrían los grifos,

lo tiraban por las calles

solo para regar la tierra.

En presencia de los parientes

deshonraban las doncellas.

Y dando parte al virrey,

Del mal que aquellos soldados hacían:

‘licencia les he dado yo,

mucha más, se pueden tomar’.

(…)

Todos sabemos quiénes hacen el papel de conde duque de Olivares (Gaspar de Guzmán y Pimentel), (1587-1645), que no paran de manipular al manipulador general, nos sabemos de memoria todos los jueces, mandos policiales, políticos, medios de comunicación y empresas del Ibex 35, que quieren asolar nuestra tierra, quieren arrasarla, destruirla, devastarla, aniquilarla, arruinarla.

Por todo eso, sólo tenemos un camino, persistir, ser activos, movilizarnos, demostrarles que, como pasó en las elecciones que Mariano Rajoy nos convocó en diciembre del 2017, tras descabezar a nuestro gobierno, y que Carles Puigdemont venció claramente; pues bien, ahora, nuevamente, debemos demostrarles que las urnas no nos hacen miedo, y que los independentistas volveremos a ganar a los unionistas.

Y que sus presuntos ‘salvadores’ sean Salvador Illa o Ada Colau (que no para de hacer méritos para ser ministra, como Iceta), vean nuevamente, que deben dejar la política activa, que ya estamos hartos de vividores y de chupópteros. Y que el ‘efecto Illa’, como le llaman, acabe siendo su ‘defecto Illa’. No queremos más ‘otoños del patriarca’, finalizando, así, con García Márquez, refiriéndose a un dictador, sin estudios (‘El otoño del patriarca’, 1975).

Y ese ‘otoño’ es lo que quieren para Catalunya, y si no nos movilizamos, lo sufriremos.

Amadeo Palliser Cifuentes

amadeopalliser@gmail.com