Toda aplicación brutal del poder prescinde de los daños ‘accidentales’, daños ‘no intencionales’, ya que, por lo visto, ‘compensan’ o, al menos, no impiden los daños buscados: militar, económica o políticamente. Todo depende del balance efectuado por el poderoso en cuestión, como intento explicar a continuación.
Es sabido que la ‘autoridad poderosa’ valora sobremanera el logro del objetivo deseado, despreciando, en gran medida, las muertes, heridos, daños económicos, etc., consecuencia de la acción en cuestión.
Tenemos infinidad de ejemplos, en todas las guerras militares o económicas. Y, en todos ellos podemos ver que la valoración de las vidas, no tiene en cuenta la cantidad, pues prima la cualidad prefijada.
Y eso lo vemos repetidamente, ayer, sin ir más lejos: A Benjamín Netanyahu, primer ministro israelí, le ‘compensó’ el asesinato de Hassan Nasrallah, líder de Hezbollah, en el centro de Beirut, a pesar de asesinar, asimismo, a infinidad de civiles ajenos al conflicto. Y, para más inri, Netanyahu dio la orden de ese ataque desde la propia sede de la ONU en New York, tras su propio discurso.
Así, cabe diferenciar entre daños colaterales evaluados / aceptados y los verdaderamente fortuitos, que son los menos frecuentes, claro.
Asimismo, los daños colaterales no deben confundirse con el ‘fuego amigo’, pues, aunque en ambos casos se producen víctimas inocentes, no deseadas, en el ‘fuego amigo’, generalmente, las víctimas son involuntarias, provocadas por error, al disparar a miembros del propio bando; si bien, siempre caben zonas grises, pues hay ejemplos de que en casos de víctimas de fuego amigo, también hayan sido previamente evaluadas y … sacrificadas.
Evidentemente, el nivel ético y moral de los sujetos que ostentan el poder de decisión en esos casos, sin ningún tipo de duda, es deleznable, aunque esa decisión sea tomada por altos jerarcas de la iglesia católica, como señalé citando a Yuval Noah Harari, (‘Nexus’): el inquisidor francés Jacques Fournier (papa Benet XII, durante los años 1334 – 1342), justificó la caza, violenta tortura y asesinato de los supuestos herejes, como escarmiento y aviso a la ciudadanía en general.
Está claro, en ese caso, el daño directo, era la ejecución de los supuestos herejes, y el ‘daño colateral’ buscado, era la imposición del miedo, del temor.
En ese mismo nivel, tenemos la actuación del reino español que, históricamente, desde 1714, viene castigándonos a los catalanes en general; y en esta última década, lo hemos vivido de forma clara, con la infrafinanciación, la persecución de la lengua catalana, etc.
Y me parece que esa actuación, aplicada con efectos generales, sin discriminar entre los independentistas y los unionistas, no solo es debido a la imposibilidad de afectar a unos y no otros; si no que, y ésta es su perversidad más transparente, a mi modo de ver, es que, afectando a todos, sin distinción, el efecto conseguido (como daño directo, no colateral), es crear y potenciar el malestar de los unionistas, que nos acusan a los independentistas, de la culpa de esos recortes no sólo económicos, si no de pérdida de derechos y libertades. Y el colmo de los colmos, es que encima tengamos que oír, de Pedro Sánchez, que ha conseguido mejorar la convivencia en Catalunya.
En esta situación, es comprensible que haya un gran desencanto generalizado, tanto entre los independentistas, como entre los catalanes unionistas españoles, si bien, éstos se encuentran reconfortados por la moral de victoria, y eso, por lo visto, les debe servir de vaselina.
Y ante esta situación, es ‘humano, demasiado humano’ (*), que muchos independentistas se hayan refugiado en los cuarteles de invierno, esperando tiempos mejores, más adecuados para las futuras acciones.
(*) recordando la obra de ese título, editada en 1878, por Friedrich Wilhelm Nietzsche (1844 – 1900)
Pero ese es otro daño colateral buscado por el poder estatal, ya que nos quieren desmotivados, desmovilizados, dentro de su campana de eco, en la que solo reverbera su prepotente y opresor monodiscurso.
Y si los poderes del estado no tuvieran un mínimo interés por salvaguardar su tan maltrecha imagen, a los independentistas catalanes ya nos hubieran encerrado en una cámara anecoica (*) (una cámara diseñada para absorber todas las ondas, sonoras y electromagnéticas, sin reflejarlas, que permite el aislamiento total)
(*) ‘an’ (sin) y ‘ekho’ (eco, sonido)
En los experimentos realizados con ese tipo de cámaras, el silencio absoluto hace que las personas efectúen todo tipo de esfuerzos para encontrar una fuente de sonido, un ruido, incluso generado por el mismo cuerpo: el ruido de la propia respiración, los latidos del corazón, etc.; pues esos ruidos permiten que el sujeto no pierda el control y pierda hasta el equilibrio físico. La persona que ha permanecido más tiempo en una cámara anecoica, fueron 45 minutos, momento en el que empezó a mostrar síntomas de pérdida del control mental.
Y nuestra irresponsabilidad sería conformarnos con nuestro silencio, en mantenernos silenciados, hasta que lleguemos a nuestros últimos límites.
No debemos caer en la trampa de considerar que ‘querer es poder’, pues, salvo los golpes de fortuna azarosos, la consecución de cualquier tipo de objetivo requiere un trabajo y una preparación.
Si seguimos aislados, silenciados, por más que queramos, nunca conseguiremos nada.
Debemos salir de esa cámara anecoica, no hay otra.
Pues contentarnos en la situación en la que estamos, contentándonos con oír nuestros propios sonidos, tiene un mal final, como he señalado.
La escritora y periodista Oriana Falacci (1929 – 2006), tras una entrevista con los futuros reyes de España en 1967, dijo:
‘Conozco bien a estos idiotas. No será sorprendente que Juan Carlos y Sofía sean reyes de España cuando muera el asesino. Son sus protegidos’
Falacci tenía un gran prestigio como entrevistadora, pues preguntaba y repreguntaba, hasta conseguir que el entrevistado se rindiera, como lo hicieron Deng Xiaoping, Henry Kissinger, Iassir Arafat, Indira Gandhi, Willy Brand, el Ayatollah Jomeini, etc.; y por eso Juan Carlos se sintió alagado de ser entrevistado.
(Alfonso Durán Pich, alfdurancorner.com, 22 de setiembre del 2024)
Pues bien, la situación sigue igual, ya que los unionistas tienen su ego crecido, y en esa situación, su nivel de crítica desaparece; y esa tipología es epidémica, y afecta desde el rey hasta el ciudadano de base, como nos muestran de forma repetida sus síntomas.
Pero entre los independentistas, también hay algunos que tienen su ego exacerbado, como sabemos.
Aún así, no podemos acabar generalizando, como en el siguiente chiste, que copio, para acabar con un poco de buen humor, por ser domingo:
Un político llega a un pequeño pueblo, y la gente que le recibe le comenta: Aquí tenemos dos problemas…
Decidme el primero, dijo el político.
No tenemos médico …
El político se alejó unos pasos y se puso a telefonear con su móvil.
Y al poco, vuelve, y dice, tema resuelto, dentro de nada vendrá un médico. ¿Y el otro problema?
Que no tenemos cobertura de móvil en el pueblo
En definitiva, que tenemos mucho trabajo, que no podemos dilatar.