Una regla general del Universo, es la ley de la ‘causa – efecto’, es decir, la causalidad; por eso, no nos podemos extrañar al ver a incompetentes, en los principales puestos de poder: en el reino español, en la Comunidad Valenciana y, mirando un poco más lejos, en el futuro desgobierno de Donald Trump, como comento a continuación.
Siguiendo con el refranero popular, ‘quién no quiera polvo que no vaya a la era’, es decir, el que no quiera padecer consecuencias nefastas de gobiernos incompetentes, debería ser cauto y consciente del valor de su voto, y no dejarse engañar por la palabrería barata de los artistas de la mentira, como son la mayor parte de los políticos.
Efectivamente, antes de ‘regalar’ nuestro voto, deberíamos ser proactivos, ponderando los programas electorales, la historia de los respectivos partidos políticos y la historia personal de los diferentes candidatos, y esto es lo mínimo a lo que deberíamos estar obligados, es decir, ‘el que quiere peces debe mojarse el culo’.
No me parece lógico abstenerse a votar, o votar como castigo a determinada candidatura, sin ser conscientes de las consecuencias de esas decisiones democráticas, pero, irracionales, como lo es votar abducidos por las mentiras de las campañas electorales, multiplicadas por las redes sociales y la casi totalidad de los medios de comunicación, que magnifican a los ‘líderes’ de las candidaturas, obviando la sabiduría popular que dice ‘el burro delante, para que no se espante’. Y está claro: toda causa tiene sus efectos.
¿Qué se podrá esperar del futuro desgobierno de Donald Trump (prototipo de la amoralidad y de la antiética), formado por Matt Gaetz (investigado por abuso de menores, entre otras cosas) como ‘responsable’ de justicia, Bob Kennedy Jr. (un antivacunas) como ‘responsable’ de sanidad, Elon Musk (una hiena empresarial) como ‘responsable’ de la eficiencia gubernamental, o Michael Waltz (un excombatiente de las fuerzas especiales) como ‘responsable’ del consejo de seguridad nacional, por mencionar a los más mediáticos?
Igualmente, en la Comunidad Valenciana, ¿qué se podía esperar votando a Carlos Mazón, conociendo a su padrino político Eduardo Zaplana, todos ellos miembros del PP, un partido condenado por la audiencia nacional por actuación delictiva por malversación de caudales públicos?
No podemos excusarnos en el desconocimiento, si bien es verdad que hay situaciones que nos sobrepasan, por ejemplo, cuando un partido político, en la campaña electoral dice y reafirma contundentemente que hará blanco y, después, hace justo lo contrario, como vimos con ERC y, la consecuencia, es tener a un represor españolista (Salvador Illa) como president de la Generalitat.
Estas mentiras, obviamente, nos superan, trascienden la lógica sistema, pues los votantes que, inocentemente votaron a ERC para conseguir el mencionado ‘blanco’, ahora se encuentran, y nos encontramos, con el ‘negro’ más absoluto. Y eso es inevitable e incontrolable, claro, hasta las siguientes elecciones; por más que los ‘autores’ justifiquen su cambio por la conveniencia de ‘transaccionar’, de negociar, por el bien común (que sólo ellos entienden y conocen).
Y si todo este descontrol se da en procesos ‘democráticos’ dependientes del voto de la ciudadanía y, por lo tanto, con determinados controles y correcciones en las posteriores elecciones; ¿qué cabe esperar de los poderes del estado, como el judicial, que ‘viven’ ajenos a todo tipo de control democrático, y viven en su burbuja endogámica? Y ya no digamos de la figura del rey, que la propia constitución declara irresponsable político e inimputable, haga lo que haga, como vimos con Juan Carlos I, el rey ‘demérito’.
También está fuera de un control efectivo el denominado cuarto poder, es decir el mediático, que cuida de favorecer y alimentar a las crías de las alimañas que más le convienen ideológicamente, como pasa con ciertas organizaciones privadas, como, por ejemplo, el Círculo Ecuestre de Barcelona (*), que engaña hasta con su nombre, para mayor coña, pero ese es su problema, pues su objetivo no tiene nada que ver con la hípica, si no, ‘la reflexión, el diálogo y los encuentros sociales y empresariales’, como indican en su web.
(*) grupo formado en 1856, por miembros de la burguesía catalana unidos por su común afición a la hípica. Y, según su web, actualmente tiene 1500 socios.
Pero ver ayer, a sus socios, aplaudiendo a la presidenta balear Marga Prohens (PP) y, también, a Carlos Mazón (PP, y ausente, claro), nos reconfirma su ideología amoral y falta de toda ética. Y que su presidente, Enric Lacalle, que ayer señaló a Prohens y Mazón como ‘los jóvenes líderes con los que el PP consiguió un gran éxito’, nos muestra que, como mínimo, son primos hermanos de Trump y de su ideólogo Steve Bannon. Y lo penoso es ver que los medios de comunicación les hacen de portavoces, publicitando ese tipo de actos para intentar modelar la opinión pública.
Y este es el entramado democrático que tenemos, que hace aguas por todos lados y, aún así, sigue manteniéndose a flote por ser considerado ‘el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás’ (Winston Leonard Spencer – Churchill, 1874 – 1965) Pero no lo olvidemos, se mantiene a flote, y no se corrige, ya que es el modelo perfecto para el salvaje y descontrolado sistema ultracapitalista, para el ultraliberalismo, claro, pues, en caso contrario, ya lo hubieran perfeccionado.
Y en este caldo de cultivo, en el reino español seguimos sufriendo el peso de la ideología franquista, que sólo vela por mantener su poder ‘atado y bien atado’, como vimos en Catalunya, que un tribunal administrativo (como la junta electoral central), que no es un tribunal judicial, en 2020 inhabilitó al president de la Generalitat, Quim Torra, por una pancarta pidiendo la libertad de los presos políticos; pero tras la tragedia de Valencia, por la gota fría (DANA), está claro que nadie interviene ni intervendrá (la fiscalía no está por la labor), y, así, el PP y Vox, que tienen la mayoría en el parlamento valenciano, conseguirán que Carlos Mazón siga como presidente.
Esta mañana, Mazón ha hecho una larga lectura, con un mínimo de autocrítica, y poniendo en marcha el ventilador para distribuir todos los errores a diestra y siniestra. Y ha manifestado que hará una reestructuración de su gobierno, para enfocarlo, prioritariamente a la reconstrucción.
Por lo tanto, no hay contrapesos para evitar que se mantenga en el poder un incompetente, que debería estar preparando su defensa, acusado criminalmente por sus errores manifiestos y continuados; y tampoco sirven para nada las manifestaciones masivas pidiendo su dimisión.
En la Antigua Roma, cuando uno de los cónsules ordinarios (consul ordinarius) fallecía, renunciaba o se le destituía, se elegía un cónsul sustituto, un cónsul sufecto (consul suffectus); en el Período Imperial, los cónsules sufectos sustituían a los cónsules ordinarios después de seis, cuatro o dos meses de ejercicio del cargo, lo que llevó a tener más parejas de cónsules en sólo un año. (Como nota ‘humorística’, Lucius Vinicius, fue ‘consul suffectus’, en el año 33 a.C., y su hijo, del mismo nombre, también ocupó ese cargo en el 5 a.C. sustituyendo a Augusto; vaya diferencia con Vinicius Jr, del Real Madrid)
Pues bien, creo que todos hemos desaprendido muchas cosas.
En el sistema anglosajón, históricamente, y en la actualidad, hay la idea del ‘checks and balances’, pensado por Charles Louis de Secondat, barón de Montesquieu (1689 – 1755), que se trata de un principio de controles y contrapesos para prevenir que alguna de las tres ramas de gobierno concentre demasiado poder. Los padres fundadores de los EUA utilizaron esa idea como un pilar de la organización del estado, con el objetivo de garantizar la libertad e impedir la tiranía.
Ese checks and balances impidió que, en el primer gobierno de Donald Trump, consiguiese todos sus objetivos, pues la Cámara de Representantes frenó las medidas populistas de la Casa Blanca, como eliminar el ‘Obamacare’, xenófobas contra la inmigración, etc. Pero a partir de enero próximo, Trump tendrá el control de todos los poderes públicos, así que, durante los próximos años, no existirá ese balance de control, y todo degenerará, más, si cabe.
En el reino español nunca ha existido ese equilibrio de poderes, ya que, tradicionalmente, el poder judicial se ha impuesto a los restantes, pues es el único poder que no se ‘regeneró’ con la constitución de 1978, por lo que, en realidad, sufrimos una dictadura judicial, una ‘judiciadura’ (por poner un palabrejo), y así nos va y nos irá.
Por todo lo expuesto, seguiremos con los lodos originados por aquellos polvos (pero, desgraciadamente, unos polvos ajenos al acto sexual y a los polvos del rapé o de otras especies)