La fotografía es la siguiente: el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden y el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau caminan en la Casa Blanca, dirigiéndose a la Sala Este. Biden y Trudeau visten unos lujosos trajes en un azul profundo muy acordes a sus tonos de piel, tanto pantalones como sacos y camisas les quedan a la perfección, sus corbatas coordinan impecablemente con traje y el color de la camisa que están usando, no se puede poner en duda que son unos de los personajes más poderosos del mundo.
Y después tenemos al presidente de México, su traje en un color azul pero que podría ser negro una talla más grande de lo debería usar -es evidente en las hombreras del mismo-, una camisa cuyo cuello se ve un poco arrugado; el pantalón un poco más largo y ancho de lo que debería usarlo y bueno, ya ni se diga de los zapatos desgastados. Y es que si lo vemos desde una perspectiva fría, la vestimenta no tendría porqué dictar absolutamente nada sobre la percepción social respecto de la labor del político en cuestión, sin embargo, lo hace y en este caso, su vestimenta resto a su imagen.
Independientemente de la estatura de Biden y Trudeau por encima del 1,80 y la estatura de AMLO rebasando por poco el 1,70, lamentablemente nuestro presidente se vio pequeño en dicho encuentro. La realidad es que muchos esperábamos al personaje aguerrido que no tienen temor de expresar sus ideas y poner por encima de todo sus intereses personales, mas esto no sucedió y mucho tuvo que ver la comunicación no verbal que existió durante el encuentro, porque al final: la percepción termina siendo un peso determinante en este tipo de eventos, muchas veces va más allá de los mensajes o los acuerdos alcanzados.
Al titular de nuestro país le urge un asesor de comunicación no verbal, eso es un hecho, no tiene control de sus gestos, ademanes y ya no digamos de los protocolos. Por ejemplo, al sentarse no sabe cómo hacerlo pues a diferencia de sus pares del norte, AMLO se achica cuando no debería y lo digo literalmente, se encorva demasiado como si el estar en este tipo de eventos lo intimidara. Sus ademanes en general se cierran, cruza las manos constantemente y al no saber sentarse -ya que lo hace en la orilla de la silla-, si quiere recargarse se sume y pierde espacio sobre su par.
También parece que no sabe cómo usar un traje ¿por qué digo esto? Porque una regla básica de protocolo es que, al sentarse, siempre hay que desabrochar el saco, mientras que al ponerse de pie debe volver a abotonarse. Otro punto importante es que volvió a hablar lento, sus pausas fueron marcadas, a diferencia de su discurso cuando visitó a Trump, con él, se sintió más cómodo, y fue evidente; no cabe duda que su audiencia de confort es la gente y no eventos de alto rango -tal vez por eso los evita-.
Queda claro que AMLO se sabe poderoso ante una audiencia que habla su mismo idioma, ante una audiencia que entiende y acepta sus dichos y caprichos, por algo es fanático de estar en campaña, el sabe ser oposición y lo hace bien. Al final, de momento, no acierta cuando se trata de presentarse como: una figura de poder fuera de nuestro país, como el presidente de México, puesto por el que luchó incansablemente; como ese visionario que muchos mexicanos ven. Queda claro que, como la imagen de México, aún nos sigue debiendo.