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Desconcierto concertado

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

Me parece que, a nivel general, estamos viviendo en un cierto desconcierto (confusión, desorden, desorientación) pues todo es complejo; y, encima, vemos que hay ciertos estamentos que potencian ese desconcierto, como intento explicar a continuación.

Todos sabemos que la propia vida es compleja, y que, de forma puntual o de modo más prolongado, podemos tener un cierto desconcierto respecto al sentido de nuestra propia vida, cuando el sentido de la vida es, precisamente, una vida con sentido, con razones, que no hay que confundir con los propósitos y las acciones para conseguir los deseos, el sentido.

Y podemos constatar que cada persona, e incluso nosotros mismos en diferentes ocasiones a lo largo de nuestra vida, mantenemos posiciones ambivalentes, incluso carentes de coherencia; si bien, otras personas, o también nosotros esporádicamente, podemos limitarnos y contentarnos con el estereotipo simplificador de: salud, dinero y amor.

Y si a nivel individual es complejo encontrar y mantener un sentido, a nivel comunitario: la convivencia familiar, la relación con amistades, la integración social, etc., ya no digamos, esa complejidad se eleva a la enésima potencia.

En todo caso, el interés está en la búsqueda del equilibrio entre fuerzas contrarias que se contrarrestan. El término equilibrio, etimológicamente tiene su origen en ‘aequus’ (igual) y ‘libra’ (balanza)

Pues bien, viendo la situación política actual, muchos sentimos que la campaña electoral catalana nos está generando un nivel de estrés adicional motivado por diferentes aspectos colaterales.

Uno de esos aspectos estresantes es la prohibición efectuada por la junta electoral, para impedir que ciertos colectivos apartidistas nos podamos manifestar, por ejemplo, en la Vía Laietana, Avenida Meridiana, Gràcia, Vic, etc.

Y ante esa prohibición, me parece muy relevante que esos colectivos, cada uno con sus objetivos específicos:

  • Vía Laietana por la transformación de la comisaría de la policía de las torturas, en un centro de memoria y reivindicación democrática),
  • Meridiana, Gràcia, Vic, etc., por la independencia,

intentemos surfear esa prohibición genérica, siguiendo ciertos protocolos y cuidados; es decir, que intentemos desequilibrar la situación pretendida por el poder, que no busca una situación de equilibrio de fuerzas y contrafuerzas de la misma intensidad cada una, que se contrarresten; si no que buscan que su fuerza represora, dominadora, con carácter total y absoluto, anule y elimine cualquier contrafuerza opuesta posible, por mínima que sea. Es decir, quieren nuestra aniquilación, la de todo al que vean contrario.

Efectivamente, toda acción, individual o institucional, se basa en su respectiva razón, que determina su decisión, en un sentido u otro. Pero, sabemos que las amenazas y el miedo, son elementos usados por el poder, para restringir la libre decisión del amenazado; y así, el poder elimina, o pretende eliminar, toda singularidad, toda disidencia.

Y esa coartación de toda singularidad, se multiplica, cuando se observa que la conducta represora no actúa de forma homogénea y previsible, pues, en estos casos, la incertidumbre por parte de la singularidad se amplifica subjetivamente, potenciando el miedo, y el miedo al miedo.

Así, ayer pudimos ver que, las diferentes manifestaciones mencionadas, se mantienen siguiendo particulares protocolos; por ejemplo, en la Vía Laietana, la manifestación fue masiva, e incluso la guardia urbana cortó la vía, para facilitarla; y en la Meridiana se mantuvo, más o menos como se venía efectuando. Pero, en ambos casos, con una sensible desaparición de esteladas (la bandera independentista). Y eso muestra, evidentemente, el temor a ser identificado por la policía, como en los duros años de la dictadura.

Y es triste ver que carecemos de la libertad de mostrar una estelada, pues llevarla, es interpretado, según el criterio opresor, como un reto. Ya vimos que el president Quim Torra, en setiembre del 2020, fue inhabilitado por mantener una pancarta en la Generalitat, en la que se pedía la libertad de los presos políticos, pancarta que sustituyó por otra recordando los derechos humanos, pero, aún así, no le valió de nada.

Una feliz excepción, que merece ser destacada, fue la manifestación realizada en Vic, ya que allí se realizó como siempre, con presencia de esteladas. Y eso que Vic es una población de la misma provincia de Barcelona, es decir, sujeta a la misma junta electoral provincial de Barcelona, cuya decisión represiva fue avalada por el tribunal superior de justicia de Catalunya.

Evidentemente, una diferencia entre todas esas manifestaciones, y otras más que se realizan en toda Catalunya, tienen un formato y periodicidad diferente; mientras que la de la Meridiana tiene una frecuencia diaria, y, por eso, la represión durante estos días es más fácilmente aplicable, como hemos visto por la identificación policial de unos compañeros. Y, claro, nadie tiene ni hemos de tener carácter de mártir, pues la causa no lo exige ni necesita.

Y todo ello reproduce el miedo, ampliando el miedo al miedo. Y el poder represor lo sabe, conoce que ese miedo facilita su actividad represora. Así, esa forma de represión explícita, junto a la implícita, sibilina y subliminal, acaba siendo más efectiva.

Y aún más grave que todo eso, es que la represión, al estresar a los colectivos singulares, hace aflorar conflictos debidos a interpretaciones peculiares motivadas por la falta de un diálogo sosegado, imposible por las prisas y las urgencias. Y, claro, así se facilitan situaciones conflictivas, que, en una situación normalizada no se darían.

En definitiva, que la situación es compleja, fruto de un desconcierto concertado por el poder, del que es muy difícil poder evadirse, y menos, de forma individualizada.

Por eso, y para animar un poco al lector, me parece interesante reproducir la siguiente fábula popular, que ya incluí en un escrito hace unos años:

‘El sordo que visitó a un vecino enfermo

Un hombre de mucha fama en un pueblo, le dijo a un sordo del lugar: ¿sabes que tu vecino está muy enfermo?, yo creo que deberías ir a visitarlo.

El sordo asintió, pero de pronto pensó: pero con la sordera que tengo … ¿cómo entenderé lo que me diga? … bueno, tal vez pueda estar atento al movimiento de sus labios. Al fin y al cabo, es fácil, yo le preguntaré:

¿qué tal estas?, y él me contestará: bien, bien. Aprovecharé para decir: ¡fantástico!

Y luego le puedo preguntar qué está bebiendo … seguro que es agua o caldo, lo típico que beben los enfermos. Así, podré añadir: ¡que aproveche!

Y por último le preguntaré por su médico. Cuando me diga su nombre, le diré que es un médico fantástico. Así le daré ánimos y quedaré bien.

Convencido de que había trazado un plan fantástico para poder quedar bien ante su vecino, se armó de coraje y fue a visitarlo. Al entrar, preguntó:

Hombre ¡cuánto tiempo sin verte! Me han dicho que estás algo enfermo. ¿qué tal estás?

Pero el hombre, lejos de contestar lo que se suele decir por cortesía, dijo: Pues me estoy muriendo.

A lo que el sordo contestó: ¡fantástico!

A pesar de la cara de extrañeza del moribundo, el sordo siguió con su plan de visita: ¿y qué estás bebiendo?

Pero no era agua ni caldo … el hombre respondió: veneno.

Vaya, que aproveche, respondió sin más el sordo.

El enfermo estaba cada vez más enfadado, pero el remate llegó con la última pregunta.

¿Y qué médico te atiende?

Como el enfermo estaba muy enfadado, respondió con ira: el ángel de la muerte.

Uy, me han dicho que es un doctor fabuloso, seguro que va bien … ¡hasta la próxima!

El sordo se fue tan contento, seguro de haber hecho una buena visita.

(https://tucuentofavorito.com)

En definitiva, que, ante situaciones complejas, no hay soluciones sencillas, por lo que es preciso que multipliquemos nuestra empatía, para superar las consecuencias directas e indirectas de ese desconcierto concertado que nos provoca el poder represor español.