– Los hogares en los que predominan mujeres tienen una posibilidad de gasto 20% menor que aquellos en los que predominan los hombres.
– Los hogares predominantemente masculinos son los que destinan mayor proporción de gasto a productos con IEPS e IVA.
En México, los hogares y sus patrones de consumo son diversos. Actualmente existen 25.4 millones de hogares con jefe del hogar hombre; mientras que los hogares en los que la jefa de familia es mujer, son 12.2 millones.
Considerando lo anterior, el Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP), analizó los patrones de consumo de los hogares de acuerdo con el género de sus integrantes. En el documento ‘Consumo por composición del hogar. Género e impuestos’, el CIEP refiere que las condiciones sociales y económicas entre mujeres y hombres pueden generar sesgos en el sistema tributario.
En los hogares en los que predominan las mujeres con jefa del hogar, el gasto promedio oscila en los 34 mil 099 pesos trimestrales. En el caso contrario, el gasto es de 40 mil 848 pesos; esta diferencia del 20% refleja la brecha de ingresos entre mujeres y hombres, la baja participación laboral femenina y la carga de trabajo no remunerado en las mujeres.
Además, la proporción del gasto de los hogares en los que predominan hombres es mayor para productos con IVA (59.8%), alcohol (6.7%), tabaco (4.5%) y combustibles (11.4%), ya que el de los hogares donde predominan mujeres es 57.8% en IVA, 5.1% alcohol, 4.2% tabaco y 10.9% en combustibles.
Por lo que, los hogares con más hombres aportan más al sistema fiscal y además se benefician en mayor medida de los estímulos fiscales, como los incentivos a combustibles. Este beneficio se explica, en su mayoría, por las posibilidades de consumo más que por la proporción de gasto asignado. Este sesgo debe combatirse desde el sistema fiscal.
Para combatir la desigualdad que existe entre mujeres y hombres, se debe atender las causas económicas y sociales que provocan que los hogares en los que hay más féminas tengan menos posibilidades, como la desigualdad salarial y la carga del trabajo no remunerado. Además, se debe explorar los sesgos de género en el gasto de productos específicos como aquellos relacionados a la educación, salud o alimentos.