Desnudar o desvestir a un santo para vestir a otro, es un refrán que se emplea cuando se intenta arreglar algo, estropeando otra cosa; que queriendo resolver un problema, creamos otro de nuevo.
Este pensamiento me parece recurrente, después del discurso del president Carles Puigdemont, en Bruselas, el pasado día 5, para presentar las condiciones de Junts, para empezar a negociar la investidura del futuro presidente del gobierno español, del PP o del PSOE.
Al respecto, me pareció oportuno el escrito del Col.lectiu de Segadors Republicans, publicado en ‘La República. Cat’ el pasado 31 de agosto, y titulado ‘Investir o desvestir?, señalando que ‘Lo más triste de todo es que, ahora por ahora, los dirigentes de ERC esperan que o bien Puigdemont se aplane y entre en el juego del PSOE y Sumar, a cambio de concesiones que puedan retraerle y acusarlo de impostor y justificar así las propias claudicaciones’.
Tal como apunté en mi último escrito, la situación es muy compleja, ya que, si Puigdemont quería aparecer como un hombre de estado, con una visión política, no podía exigir lo máximo, que es el referéndum de autodeterminación, pues sabe, como sabemos todos, que esa es una línea roja que ni el PP, ni el PSOE, ni Sumar, traspasarán nunca.
Ese colectivo señaló, asimismo, que ‘Si los partidos independentistas afrontan la negociación para investir un presidente español desde unos parámetros equivocados, aquello que en realidad harán, será acabar ideológica y estratégicamente el soberanismo. Y una vez desvestido y ya desnudo, aparecerá delante de los ojos del españolismo, del Estado y de muchos catalanes, como un movimiento político sin voluntad ni capacidad de ofrecer a Catalunya, un autogobierno idóneo para alcanzar la prosperidad económica, los derechos civiles, la cohesión social y la preservación de la identidad cultural y lingüística que necesita imperiosamente para progresar.
(…) Junts y ERC sólo podrán salir bien parados de esta negociación si la afrontan como la afrontarían si fuesen partidos daneses, eslovenos o irlandeses, que van al Parlamento Europeo a defender intereses vitales para sus propios países y decididos a anteponer aquello que es común y de toda la nación, por encima de cualquier otra consideración partidista, ideológica o sectorial (…)’
Y ante esta complejidad, me pareció y me parece, que los equilibrios que reflejó Puigdemont, cuidaron, precisamente, de no sobrepasar la citada línea roja.
Ese colectivo comentó, asimismo, que ‘(…) Nos vemos en ánimo de reclamarles que no caigan en los juegos de poder de los partidos españoles, ni permitan que les hagan chantaje con la amenaza que, si no invisten a Sánchez, la extrema derecha acabará gobernando. Tampoco queremos que sirvan en bandeja al PSOE, el argumento que les han exigido, precisamente, todo aquello que no estaba a alcance de concederles. Por lo tanto, han de escoger los contenidos y el tono idóneo con tal de que, tanto si se repiten elecciones como si se llega a un acuerdo de investidura, el soberanismo salga triunfante.’
Por eso me parece oportuno que Puigdemont haya pedido, como señal para iniciar la negociación, la amnistía para todos los reprimidos. Nadie puede confiar en el filibustero Sánchez, nos ha engañado muchas veces, por lo que no podemos fiarnos en absoluto de su ‘malas artes’, ni de las de sus subordinados / monaguillos. Por eso, es muy necesaria la presencia de un relator, como hace años que exigía Junts, y que ‘olvidaron’ en la efímera e infructuosa mesa de diálogo, ya que el indulto (condicionado, parcial y reversible) para la élite, así como la eliminación del delito de sedición (que reclamaba la UE, por no ser homologable), pero a cambio de endurecer el delito de malversación, fue un ardid más del ‘trilero’ Sánchez.
Todos sabemos que la independencia nunca, o casi nunca, se consigue de forma pactada, ya que el poder intenta, por todos los medios, mantener su estatus quo. Por eso me pareció correcto que Puigdemont, señalase que, en segunda instancia, la negociación deberá conducir a un referéndum acordado, señalando, asimismo, que la DUI (declaración unilateral de la independencia) siempre estará en el aire, como último recurso.
Pero, paso a paso, primero la amnistía, como prueba de ‘buena voluntad’. Pero sabemos que ésta no abunda, como han comentado los infaustos Felipe González y Alfonso Guerra en una entrevista a Onda Cero y la Cope, respectivamente, señalando que ‘esta amnistía es la condena de la transición, pido que no la hagan, porque es muy grave’. Y, Guerra, en su simplismo, ha dicho que las peticiones de los independentistas obedecían a la estrategia del ‘salchichón’, que ahora piden una rodajita, después otra, hasta que te quedas sin salchichón.
Y, claro, unos personajes culpables de la guerra sucia del Gal, contra ETA, con las manos sucias de ‘cal viva’, vienen ahora dando lecciones. Eso además de inmoral, de falsear la historia, es una muestra más de su falta de ética y de su indecencia, pues quieren mantener su cortijo español, como ha sido siempre, para favorecer a los mandamases tradicionales, franquistas y postfranquistas, claro.
Y contra esos personajes debemos combatir, sabiendo que ellos tienen todo el poder: judicial, militar, policial, económico / financiero, de los medios de comunicación, etc.
Xavier Sala i Martín, en su libro ‘De la sabana a Mart: l’economia de la Intel.ligència natural’ (Rosa del Vents, 2023), refiriéndose a la inteligencia artificial, señala que ‘cuando pides al GPS el camino más corto para ir al aeropuerto, no tiran una línea recta y encastan el coche contra el primer edificio. No. Los ingenieros que fabrican GPS ya saben que el camino más corto no quiere decir la línea recta, sino el camino más rápido de todos por los que pasan por calles y carreteras por donde pueden transitar los coches y sin chocar con los edificios (…)’
En definitiva, que me parece que Puigdemont ha cuidado muy bien su GPS, tal como argumenté en mi anterior escrito. Sabemos que se nos presentarán muchos obstáculos y que, quizás, muchos independentistas no lo verán suficiente. Pero aún así, en este momento, me parece que es la mejor opción que tenemos.
Con las condiciones planteadas por Puigdemont, el que quedará desnudo es el estado, si no las acepta. Y si, finalmente, es investido Sánchez, no quedará desvestido el independentismo, seguro.