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Día Internacional de los trabajadores: del origen, al fracaso vergonzante de los actuales sindicatos españoles

Amadeo Palliser Cifuentes
Amadeo Palliser Cifuentes    amadeopalliser@gmail.com

Hoy es el día 1 de mayo, la jornada reivindicativa del movimiento obrero mundial, jornada de lucha por los derechos de los trabajadores, establecida en el congreso obrero socialista realizado en París el año 1889.

Síntesis histórica:

‘La fecha fue elegida en homenaje a los mártires de Chicago de 1886, trabajadores anarquistas ejecutados en los EUA acusados de los hechos de Haymarket.

En aquel momento, la gran reivindicación fue la tradicional demanda de la jornada de 8 horas; (…) ya reivindicada en Nueva York en 1829, ya que antes de esta fecha existía una ley que prohibía trabajar más de 18 horas, excepto en caso de necesidad. Si no había tal necesidad, cualquier funcionario de una compañía de ferrocarril que hubiese obligado a un maquinista o fogonero a trabajar jornadas de más de 18 horas, debía pagar una multa de 25$.

(…)

En Chicago, donde las condiciones de los trabajadores eran mucho peor que en otras ciudades del país (…) la única fábrica que trabajaba era la fábrica de maquinaria agrícola McCormick que estaba en huelga desde el 16 de febrero, porque querían descontar a los obreros una cantidad de sus salarios para la construcción de una iglesia. La producción se mantenía en base a esquiroles.

El día 2, la policía había disuelto violentamente una manifestación de más de 50.000 trabajadores y el día 3 se celebraba una concentración delante de las puertas de la fábrica; cuando estaba en la tribuna de los oradores el anarquista August Spies, sonó la sirena de salida de un turno de esquiroles (…) y se organizó una batalla campal. Una compañía de policías, sin previo aviso, procedieron a disparar a boca de cañón sobre la gente, produciendo 6 muertos y diversas decenas de heridos.

El periodista Adolf Fischer, redactor del Arbeiter Zeitung, redactó una proclama (que después se utilizaría como principal prueba acusatoria en el juicio que le llevó a la horca), imprimiendo 25.000 panfletos. La proclama decía:

‘Trabajadores: la guerra de clases ha empezado. Ayer, delante de la fábrica McCormick, fusilaron a los ovbreros. ¡Su sangre pide venganza!

¿Quién podrá dudar ya, que los chacales que nos gobiernan están ávidos de sangre trabajadora?

Pero los trabajadores no son un rebaño de ovejas. ¡Al terror blanco respondamos con el terror rojo! Es preferible la muerte que la miseria.

Si fusilan a los trabajadores, respondamos de tal manera que los amos lo recuerden por mucho tiempo.

Es la necesidad lo que nos hace gritar: ¡A las armas!

Ayer, las mujeres y los hijos de los pobres lloraban a sus maridos y a sus padres fusilados, mientras que en los palacios de los ricos se llenaban copas de costoso vino y se bebía a la salud de los bandidos del orden…

¡Secaos vuestras lágrimas, los que sufrís!

¡Tened coraje, esclavos!, ¡levantaos!’

La proclama acababa convocando a un acto de protesta al día siguiente, el 4 de mayo (…) se consiguió un permiso del alcalde Harrison para hacer un acto a las 19.30 h, en el parque Haymarket.

La revuelta de Haymarket:

Se concentraron más de 20.00 personas que fueron reprimidas por 180 policías uniformados. Un artefacto explosivo explotó entre los policías, produciendo un muerto y diversos heridos. La policía abrió fuego contra la multitud, matando e hiriendo a un número desconocido de obreros.

Se declaró el estado de sitio y el toque de queda, y se detuvo a centenares de trabajadores que fueron golpeados y torturados, acusados del asesinato del policía.

Estos hechos represivos fueron apoyados por una campaña de prensa (…) que reclamaba un juicio sumarísimo.

(…) Las irregularidades del juicio fueron muchas, violando todas las normas procesales en su forma y fondo, tanto que ha sido calificado de juicio farsa. Los juzgados fueron declarados culpables, tres de ellos condenados a 39, 36 y 33 años de prisión, y cinco condenados a muerte, siendo ejecutados en la horca el 11 de noviembre de 1887. (De los cinco ejecutados, 3 eran periodistas, 1 tipógrafo y el último, carpintero)

(Wikipedia)

Es importante resaltar la explotación de la clase obrera, el abuso de poder policial, el abuso de la prensa dominante y, como no, el abuso del poder judicial. Todo al servicio del estatus quo de la clase dominante, como siempre. Nada nuevo.

Sabemos que cuando el poder se ve ‘cuestionado’ moviliza todos sus resortes, todos (justicia, policía, prensa, la religión, pues no hay que olvidar que el origen de todo fue la recaudación obligatoria de parte del salario para construir una iglesia), para derrotar cualquier atisbo de rebelión.

Esto lo hemos visto también los independentistas catalanes, por lo que no nos extraña nada, desde el abuso policial hasta el juicio farsa.

Por eso fue importante este levantamiento, como lo fue, en una época muy anterior, el del gladiador Spartacus (120 a.C.- 70 a.C.), esclavizado en tracia, y ya en Roma, líder del fracasado alzamiento de esclavos contra la República de Roma, conocido como la Tercera Guerra Servil (73 y 71 a.C.).

A diferencia de las anteriores Guerras Serviles, la tercera fue la única que amenazó la metrópoli, empezó con 70 gladiadores huidos, que llegó a aglutinar a 120.000 hombres, mujeres y niños, finalmente fue derrotada por Marco Licinio Craso.

Haciendo un salto olímpico, para pasar de los orígenes a nuestros días, vemos que, en España, la afiliación a los dos principales sindicatos UGT (Unión General de Trabajadores) y CCOO (Comisiones Obreras), es una de las más bajas en Europa; en el 2009 apenas estaban afiliados el 17,2% de los trabajadores; y ahora deben ser muchos menos.

La financiación de los sindicatos tiene su origen en las cuotas de los afiliados, y de unas partidas públicas, incluidas en los presupuestos generales del estado, así como también, otras partidas de los presupuestos de las comunidades autónomas, que se reparten en función de la representación que los sindicatos obtienen en las elecciones sindicales (distribución del número de delegados); como pasa también con los partidos políticos.

Además de esas fuentes de financiación, hay otras aportaciones derivadas de programas finalistas, financiados por diversos entes y administraciones públicas. Estos programas son variados, desde la prevención de riesgos laborales, la formación profesional, la integración de inmigrantes, igualdad de oportunidades, etc.

Estos programas tienen una función social, por eso requieren un estricto control, ya que no pueden desviarse parte de sus fondos para otras actividades ajenas al programa en concreto, pues, como he comentado, son aportaciones finalistas, y si al finalizar el ejercicio no se han ejecutado, deben retornarse.

Respecto a la formación profesional, es preciso señalar que los recursos devienen, asimismo, de las cotizaciones salariales que los empresarios y trabajadores aportamos, pues se deducen de las nóminas.

Es importante señalar que:

‘La fiscalización de las organizaciones sindicales no corresponde al tribunal de cuentas, como en el caso de los partidos políticos. Se realiza de modo autónomo por los sindicatos a través de órganos o comisiones de control económico creadas a tal efecto. En algunos casos se recurre a auditorias externas para mejorar el control de su actividad’.

Como excepción, las aportaciones finalistas, que he citado, sí que deben ser sometidas al control del tribunal de cuentas

Por lo tanto, dada la escasa participación de los trabajadores, inferior al 20%, es justo cuestionarse la representatividad de los sindicatos en la actualidad, máxime cuando los convenios colectivos están siendo de cada vez más homogeneizados de forma sectorial.

‘Nos encontramos con la tesitura que los sindicatos que firman más del 80% de los convenios colectivos, no cuentan ni con la afiliación ni con la representación de los trabajadores más que en unas cifras, cuanto menos muy prudentes, algo que reconocen incluso ellos mismos. Se trata, en definitiva, de un modelo ambivalente que, si por una parte legitima la intervención social de los sindicatos como protagonistas de la negociación colectiva, por otra desincentiva la afiliación y potencia los mecanismos de delegación. Esta estructura ambivalente, que no necesita no de la afiliación ni siquiera del voto de los trabajadores para negociar y decidir en su nombre y que se legitima legalmente, es a nuestro juicio, una de las principales causas de la escasa -por decir alguna- credibilidad que la práctica del sindicalismo cuenta entre los trabajadores que han ido viendo como los sindicatos se degradaban desde la implantación de la democracia hasta convertirse en gigantescas oficinas administrativas, dependientes de intrincados intereses económicos y políticos totalmente alejados de los intereses de los trabajadores a los que representan. Una representación ejercida ‘por ley’ a pesar de la renuencia o el palpable desprecio de sus representados.

La huelga general del 29 de setiembre de 2010 fue un ejemplo claro de la evolución de este proceso hasta llegar a una situación en la que UGT y CCOO, aun aún contando con casi tres millones de afiliados como dicen, se encontraron en la tesitura de que eran incapaces de llevar a término la convocatoria de un solo día de huelga, ya que carecen de una mínima capacidad de convocatoria sobre esa teórica afiliación. Tal era su desconfianza ante el más que pretendido fracaso, que llegaron a solicitar el auxilio de todas las organizaciones sindicales ‘minoritarias’ del estado para solicitar su colaboración’

(…)

Las organizaciones empresariales, principalmente la CEOE también tienen su parte de tarta en la financiación pública, que, según la citada CNT, es el doble de la que se llevan los dos sindicatos mayoritarios.

(…)

Las organizaciones empresariales y las sindicales, son las dos caras de una misma moneda, que son necesarios para ‘escenificar el diálogo social’; y una muestra es la Fundación Tripartita, organismo dedicado a la formación y creado después de que la corrupción terminara con al antiguo Forcem, y aglutina a la administración, la CEOE, CCOO y UGT, dispuso el año pasado de más de 40 millones de euros para el exclusivo concepto de ‘gastos corrientes’. (…)

(CNT – Confederación Nacional del Trabajo, mayo 2011, www.cnt.es)

El escepticismo general de los trabajadores se ha ido generalizando, al ver las actuaciones de importantes personajes sindicales, como, por ejemplo:

Antonio Gutiérrez, tras dejar la secretaria de CCOO pasó a ser diputado por el PSOE durante un par de legislaturas.

Tras el 7º congreso (2000), José María Fidalgo sustituyó a Antonio Gutiérrez como secretario general de CCOO, siendo reelegido hasta que en el 8º congreso (2008) fue sustituido por Ignacio Fernández Toxo. Fidalgo después pasó a colaborar con la fundación Faes del PP, y con UPyD, y en 2011, en un foro del PP manifestó su coincidencia con el programa social del PP.

También me parece ‘ilógico’ que, para sumar fuerzas, ambos sindicatos decidieran efectuar una unidad de acción, pero mantuvieran las estructuras sindicales diferenciadas, para absorber más fondos estructurales y, así, seguir manteniendo las poltronas de muchos dirigentes.

Es evidente que hay trabajadores con ideología conservadora, de derechas, aunque me parece que, en los aspectos sociales, es incongruente que esos se sindicalicen, pero, los hay, y también es ‘humano’, aunque sea amoral, que los dirigentes sindicales, una vez apartados de sus cargos, se ‘coloquen’ para seguir manteniendo su personal estatus, cuando lo lógico sería que volvieran a sus anteriores puestos de trabajo.

Pero lo que es amoral y falto de toda ética, es que líderes sindicales como Nicolás Redondo (UGT), Antonio Gutiérrez (CCOO), Cándido Méndez (UGT) y José María Fidalgo (CCOO) firmasen la carta dirigida a la jueza argentina María Servini, apoyando a Rodolfo Martín Villa (exministro y ex todo), acusado de crímenes de lesa humanidad, por la matanza de 5 trabajadores en huelga, además de herir a más de 150 trabajadores, el 3 de marzo de 1976 en Vitoria.

Si levantase la cabeza Marcelino Camacho (1918-2010), secretario de CCOO (1976-1987) y diputado comunista (1977-1981), preso franquista en repetidas ocasiones, e indultado en el famoso proceso 1001, se volvería a la tumba, al ver ciertas actitudes.

Como afiliado a CCOO durante unas décadas, hasta mi jubilación, siendo miembro del comité de empresa en una multinacional, y delegado de formación en la federación de ese sindicato, con funciones de asesoría respecto a comités de empresa de otras multinacionales del sector, vi de todo, compañeros preparados y con una actividad sindical correcta, pero, también, compañeros ‘vividores’, que aprovecharon sus horas sindicales, y en algunos casos su ‘liberación’ laboral, para fines particulares. Y, también, contactos, cuanto menos inexplicables, entre niveles de alto rango entre la empresa y el sindicato, cortocircuitando, y desvalorizando la actividad de base.   

Y mi desencanto definitivo con los sindicatos, es ver la postura ideológica mostrada por las respectivas delegaciones catalanas, respecto al movimiento independentista.

Evidentemente, la dependencia / independencia de Catalunya incidiría en las empresas y en los puestos de trabajo; pero, siendo objetivos, los sindicatos hubieran debido mantenerse al margen, a pesar de que todos sabemos que no hay temas estancos, todo está interrelacionado. Pero, lo prudente, dado que, entre los afiliados, hay unionistas e independentistas, lo adecuado hubiera sido, como instituciones, mantenerse neutrales, en lugar de doblegarse a los ‘mandos centrales de Madrid’.

Como he dicho, en los sindicatos hay de todo, incluso trabajadores conservadores, pero, lo que abunda es gente sin la debida y precisa formación para ocupar los puestos tan relevantes que ocupan.

Por todo ello, me parece que, dada la situación actual, debería replantearse todo, desde la financiación de los partidos políticos, de los sindicatos y organizaciones empresariales. Y que esa financiación fuese, siempre, finalista y pasase, debidamente, las auditorias pertinentes.

Pero sabemos que todo eso no se hará, ya que al sistema español ya le va bien así.

Y todo esto no es más que un ejemplo adicional para independizarnos y montar una república desde cero, con menos cortapisas y menos ataduras. Y, obviamente, con unas organizaciones sindicales adaptadas al siglo XXI, pues sabemos que son necesarias como contrapunto para defender los derechos de los trabajadores. Y si eso se hace bien, los trabajadores verán la necesidad y conveniencia de afiliarse, y subvencionar, adecuadamente, a sus respectivas organizaciones.

Hasta ese momento, que los sindicatos actuales no se arroguen la representatividad de la que carecen; y menos desde la corrupción de los ERO de Andalucía, el mayor escándalo de corrupción que afectó a UGT y al PSOE.