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El complejo statu quo y los conflictos

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

Ayer, día 20, Youssef Saqlwi, presidente de la asociación por la Paz en Palestina, nos visitó en nuestro punto de manifestación de Meridiana Resisteix.

En su interesante exposición, nos avisó que no pretendía hablar del origen del conflicto, ni de las cifras de muertos de uno y otro bando; si no que centraría su discurso en la dificultad de vivir, de sobrevivir, por parte de los palestinos.

Evidentemente, la narración de todo tipo de dificultades y penalidades comporta una empatía con los que sufren. Y sabemos que, aún siendo una visión parcial del conflicto, en la que ambas partes sufren, es humana la tendencia a inclinarse por el débil, por el que más sufre. Sin que ello represente dar ni quitar la razón a nadie, máxime siendo un problema muy complejo, que a mi, particularmente, me supera.

En todo conflicto, es preciso conocer la historia, sus orígenes, pero cuando esos se remontan a tiempos inmemoriales del mítico profeta Abraham (2166 a.C. – 1991 a.C.), ¡muerto a los 175 años!, la complejidad es máxima.

Todos conocemos la ‘historia’ de Abraham, su esposa Sara, su esclava Agar, su primogénito Ismael (con Agar) e Isaac (con Sara). La ley patriarcal, primando a su segundo hijo, Isaac. La envidia de Sara con Agar, etc.

Es interesante que Abraham, siendo el origen, el ‘padre de las naciones’, según reconocen tanto la Torá, como el Antiguo Testamento y el Corán, realmente sea el origen de la separación y diferenciación.

Pero no voy a seguir con el análisis histórico, pues me falta información, obviamente. Por lo que me parece relevante centrarme en el aspecto psicosocial, que es igualmente relevante. Y para eso preciso puntualizar algunos aspectos, diferenciando entre emociones, motivaciones y sentimientos.

La emoción: ‘(emovere: sacudir), la emoción se identifica a veces con el sentimiento. (…) La conducta emocional va ligada según Duffy a una excitación (arousal) del proceso orgánico global de descarga de energía, mientras que Lindsley considera la activación por emoción como un proceso fisiológico del cerebro. Con excitación alta hay emoción desorientadora.

(…) Cabe distinguir entre conducta emocional primaria y secundaria (Harris, Katkin, 1975). La primera implica la excitación del sistema nervioso autónomo y su percepción, mientras que la segunda es un estado que no implica necesariamente la excitación del SNA, pero que se puede producir mediante el supuesto (cognición) no verídico de tal proceso y mediante la interpretación del contexto situativo (…)’

Sentimiento: ‘Este término no puede definirse, sino solamente describirse, puesto que no puede referirse a ninguna otra cosa. Lo que significa en el lenguaje de la psicología se comprenderá mejor enumerando algunos de los sentimientos. Son sentimientos, por ej., vivencias como la alegría, enojo, compasión, aversión, etc. Al contenido de una vivencia (percepción, pensamiento, imaginación) se asocia una actitud personal y en la mayoría de casos una marcada tonalidad de placer o desplacer.

Friedrich Dorsch, ‘Diccionario de psicología’ (edit. Herder, Barcelona, 1985)

Simplificando, las emociones son originarias, ya que son reacciones biológicas ante los estímulos. Mientras que los sentimientos son la percepción mental de esas reacciones fisiológicas, e implican las reacciones y conductas. Es decir, las emociones se producen de forma inconsciente mientras que los sentimientos, parcial o totalmente, tienen una base racional, ya que se conforman tras una interpretación de las emociones.

‘Hablar sobre emociones es al mismo tiempo hablar sobre la sociedad -sobre el poder y la política, la amistad y el matrimonio, la normalidad y la desviación.

(…) La psicología popular que yace en el fondo de cada una de las lenguas habla de acontecimientos íntimos, de alma, sentimientos, dolores y placeres. A veces resulta difícil saber si una palabra designa un sentimiento, un rasgo de personalidad, un comportamiento o una virtud. ¿Qué designa la palabra ‘tolerancia’?: actitud de no oponerse quien tiene autoridad o poder para ello a cierta cosa. Se llamaban ‘casas de tolerancia’ a los prostíbulos. Tolerar es soportar y aguantar algo, pudiendo no hacerlo. Es, pues, un modo de comportarse. Y, en todo caso, un rasgo de carácter: hay personas tolerantes y personas intolerantes (…)

José Antonio Marina y Marisa López Penas, ‘Diccionario de los sentimientos’ (edit. Anagrama, Barcelona, 1999, pág. 18)

Una vez centrado el lenguaje, y volviendo a los conflictos, como el palestino, y también, como no, al catalán, me parece interesante resaltar que las emociones (placer y displacer) que, como hemos visto, tienen su base fisiológica y son primarias, están condicionadas por la sociedad (poder, política, etc.), por lo que es un círculo complejo. Y, consecuentemente, los sentimientos también están condicionados por ese círculo.

Y basándonos exclusivamente en esos factores psicosociales, y nunca mejor dicho, pues intervienen aspectos psicológicos y sociales, podemos constatar que es imposible intentar solucionar cualquier conflicto como los citados, si no se rompe el círculo en cuestión, es decir, modificando los condicionantes sociales mencionados. Y eso, como nos demuestran los más de 4000 años de historia (en el conflicto palestino y judío), o los más de 300 años (en el conflicto español y catalán), es complejo.

Y para romper ese círculo, y superarlo, me parece interesante recurrir a la tolerancia, pero no como capacidad de resistir, de tolerar la frustración, si no a la mencionada por Marina y López, citando el diccionario de María Moliner, es decir, a ‘la actitud de no oponerse quien tiene autoridad o poder para ello’.

Por lo tanto, ante los conflictos, la mayor responsabilidad, a mi modo de ver, la tienen los que ostentan un poder superior y, en los casos que nos ocupan, queda claro que los estados de Israel y de España, son los que pueden tolerar la no oposición a que Palestina y Catalunya, podamos ser lo que queremos ser, sin que debamos tolerar más frustraciones.

Es lógico que las emociones y sentimientos de los poderosos, para justificar seguir dominando, también están presentes en el conflicto; pero si se pretende buscar una solución ética y moral, no es preciso buscar motivaciones históricas, si no que se ha de vivir el presente, superando la amoralidad tradicional. El que debe solucionar el problema es el que ostenta el poder, y no hay otra, ya que las guerras y la violencia, no solucionan nada, al revés, potencian el conflicto, como vemos también en Ucrania, y contextualizan emociones y sentimientos que tardarán siglos en superarse.