La tradición folclórica de muchas culturas tiene un referente como:
· Los citados ‘hombre del saco’, el ‘coco’ o el ‘silbón’, en la cultura hispánica.
· ‘Baba Yagá’, en Rusia; en este caso se trata de una mujer.
· ‘Cabeza grande’, ‘Huesos sangrientos’, Tommy Cabeza-grande’, o ‘Cabeza-grande’, en Inglaterra.
· ‘Bogeyman’, en Escocia; en este caso no tiene ningún aspecto específico, va con túnica y nunca muestra su rostro.
· ‘Krampus’, en los Alpes.
· ’Lamia’, en Grecia; como en Rusia, también es una mujer.
· ‘Struwwelpeter’, (Pedro el Melenas, o Desgreñado), en Alemania.
· Tata Duende’, en Belice.
· Etc.
(Elviajerofisgón.com)
y todas esas muestras son estrategias para atemorizar a los pequeños, si no obedecen a sus padres.
Es triste y deprimente que una cultura tenga ese tipo de referentes negativos, de castigo, contra el ‘desobediente’. Esa ‘pedagogía’ punitiva, es decimonónica, y muy alejada, de los sistemas actuales, al menos teóricamente, ya que esos ‘referentes’ han sido sustituidos por la prohibición a ‘jugar’ con el móvil, tableta, etc.; pero la estrategia sigue siendo el misma, amenazar para conseguir el objetivo deseado. Todos sabemos que la educación comporta una cierta represión, es obvio, pero el sistema debería ser más racional, en la medida que fuera posible.
Ya lo señaló Michel Foucault (1926-1984):
‘El discurso no es simplemente aquello que traduce las luchas o los sistemas de dominación, sino aquello por lo que, y por medio de lo cual se lucha, aquel poder del que quiere uno adueñarse’.
‘Todo sistema de educación es una forma política de mantener o de modificar la adecuación de los discursos, con los saberes y los poderes que implican’.
‘Es feo ser digno de castigo, pero poco glorioso castigar’.
‘Entre cada punto del cuerpo social, entre un hombre y una mujer, en una familia, entre un maestro y su alumno, entre el que sabe y el que no sabe, pasan relaciones de poder que no son la proyección pura y simple del gran poder del soberano sobre los individuos; son más bien el suelo movedizo y concreto sobre el que ese poder se incardina, las condiciones de posibilidad de su funcionamiento’.
‘Las cárceles, los hospitales y las escuelas presentan similitudes porque sirven para la intención primera de la civilización: la coacción’.
‘La historia de las luchas por el poder, y en consecuencia las condiciones reales de su ejercicio y de su sostenimiento, sigue estando casi totalmente oculta. El saber no entra en ello: eso no debe saberse’.
Como el paciente lector ha podido constatar, todos mis escritos hacen referencia a la situación política actual entre Catalunya y España, ya que ésta sigue aplicando su poder, en toda su extensión (legal, ilegal y paralegal), con el objetivo de mantener la ‘unidad’ territorial de su estado, con independencia de la voluntad de sus ciudadanos.
Y por ello, muchos somos conscientes que ha llegado el momento de dejar de temer a esos ‘papus’ citados, y afrontar democráticamente el tema con realismo; hacer lo imposible, para conseguir nuestra independencia.
Ante esta situación, el ex president en el exilio, Carles Puigdemont, este sábado 21, en una conferencia en la Universitat Catalana d’Estiu, en Prada de Conflent (Francia), abogó
‘Del estado jamás surgirá una plataforma para negociar la autodeterminación pese a que la vía pactada sea la solución preferida por la inmensa mayoría de los catalanes’
(…)
‘Por ello, a los independentistas catalanes no les queda otra salida que apostar por la confrontación democrática inteligente. Es la única vía realista. Es lamentable, pero es así’.
(Elnacional)
La desobediencia democrática es una estrategia para manifestar la disidencia, el desacuerdo, la voluntad de ser lo que queremos ser. Es evidente, pero debe ser inteligente, como reclama Puigdemont; y ese es nuestro problema, que cada uno tiene sus propias recetas, en el mejor de los casos, pues, otros muchos no las tienen.
Puigdemont se refiere a la ‘confrontación democrática inteligente’, es decir, razonada, meditada, ponderando los pros y contras de la estrategia orientada hacia la consecución de un fin.
Y eso es muy fácil de decir, y muy difícil de materializar; y lo digo por experiencia propia, como habitual participante en los cortes temporales de la avenida Meridiana de Barcelona, desde la injusta sentencia contra nuestros representantes políticos y sociales. Los participantes sabemos que es útil como recordatorio, como manifestación de nuestra disconformidad. Actos así se han producido en muchos puntos de Catalunya, si bien, el ‘nuestro’ es de los más visibles y de mayor duración (antes de la alarma por la pandemia, era un corte diario, de dos horas, de 20.00 a 22.00; y ahora es de tres días, lunes, miércoles y viernes). Y no es fácil, ya que entre nosotros hay diferentes pensamientos: unos, los más mayores, más ‘conservadores’, preferimos seguir la normativa legal, de efectuar el preciso comunicado; mientras que otros prefieren ser más directos, más rebeldes, más ‘confrontadores’ y no estiman pertinente efectuar ese comunicado. Pero todos sabemos que todos somos necesarios.
Y todos coincidimos en la consideración de que el acto es importante, pero que no es suficiente, que se requeriría que estos actos se multiplicaran y que se potenciaran, pero, sobre todo, que estuvieran enmarcados en una estrategia superior, ya que, de momento, empiezan y acaban en el propio acto, sin más. Sabemos que el movimiento independentista nació de las bases, de la población, que los partidos independentistas y muchos líderes de opinión se añadieron enseguida, y eso es ideal, perfecto, pues, lo vuelvo a repetir, todos somos necesarios, y cuanto más seamos, mejor, tenemos que ser claramente mayoritarios, así es la democracia.
Es preciso destacar que en las citadas conferencias de Prada de Conflent, el exconseller en el exilio, Toni Comín, dijo que ‘los que cortáis la Meridiana, sois el ejemplo para culminar el proceso de autodeterminación’; pero un ejemplo, sabemos que es un ejemplo, un tipo de modelo, nada más.
Pues es preciso que haya unos líderes sociales, tipo Òmnium Cultural y la Assemblea Nacional Catalana (ANC), Comitès de Defensa de la República (CDR), que definan la estrategia de ‘confrontación democrática inteligente’, ya que, si la dejamos tan abierta como ahora, la precisa ‘inteligencia’, conduce a la dispersión, pues la inteligencia es personal, y cada uno tenemos la nuestra, tanto por configuración genética, como la adquirida cultural y socialmente.
Por configuración, cada uno tenemos unos niveles de inteligencia diferentes, ya que hay muchos tipos de inteligencia: lingüística, lógico-matemática, espacial, musical, corporal y cinestésica, intrapersonal, interpersonal, emocional, naturalista, existencial, creativa, colaborativa-organizacional, etc.; y cada una de ellas enfocada en un área competencial.
Y, en nuestro caso, nos hace falta un buen nivel en todas ellas, si bien en mayor grado en inteligencia emocional, ya que:
‘Comprende tanto la inteligencia intrapersonal como la interpersonal, y está compuesta por cinco elementos: autoconciencia emocional, autocontrol emocional, automotivación, empatía y habilidades sociales’. (PsicologiayMente).
Sin olvidar que todos esos tipos de inteligencia deben tener, en nuestro caso, una guía referencial, por la inteligencia existencial:
‘Conocida como la novena inteligencia múltiple en la teoría de Howard Gardner, que la define como: la capacidad para situarse a sí mismo con respecto al cosmos y respecto a los rasgos existenciales de la condición humana (…) la búsqueda de sentido’ (PsicologiayMente).
Ahora bien, lo que está claro es que debemos efectuar esa confrontación, ese es un requisito indispensable, como muy bien explicó Bertrand Russell (1872-1970):
“Hay un tipo muy amplio de supuestos en los que la ley no tiene el mérito de ser imparcial como lo es con relación a los particulares en disputa. Se dan cuando una de las partes es el Estado. El Estado hace las leyes y, a menos que haya una opinión pública muy atenta en defensa de las libertades justificables, el Estado hará la ley a su propia conveniencia, la cual puede no corresponderse con el interés público. En los procesos de Núremberg fueron condenados criminales de guerra por obedecer las leyes del Estado, aunque su condena fue solo posible una vez que el Estado en cuestión fue vencido militarmente. Es de destacar, sin embargo, que las potencias que vencieron a Alemania estuvieron de acuerdo en que abstenerse de practicar la desobediencia civil puede ser merecedor de castigo.
Quienes critican la forma particular de desobediencia civil que estoy intentando justificar, mantienen que las violaciones de la ley, aun cuando puedan estar justificadas bajo un régimen despótico, no pueden nunca estar justificadas en una democracia. No encuentro en absoluto válida esta aseveración. Hay muchos casos en los que los gobiernos nominalmente democráticos dejan de hacer efectivos principios que los amigos de la democracia respetarían. Tomemos por ejemplo el caso de Irlanda antes de alcanzar la independencia. Formalmente los irlandeses tenían los mismos derechos democráticos que los británicos.
Podían enviar sus representantes a Westminster y defender su postura mediante todos los procedimientos democráticos admitidos. Sin embargo, a pesar de ello, estaban en minoría, que habría sido permanentemente si se hubieran limitado a los métodos legales. Ganaron su independencia violando la ley. Si no la hubieran violado, no habrían podido ganar.”
(Grupotortuga.com)
“El derecho y el deber de la desobediencia, por Erich Fromm (1900-1980):
Bertrand Russell ha reconocido que la idea, aunque se encarne en una persona, sólo cobras significación social si se encarna en un grupo. Entre las ideas que Russell encarna en su vida, quizás la primera que se debe mencionar es el derecho y el deber del hombre de desobedecer. Al hablar de desobediencia no me refiero a la del ‘rebelde sin causa’, que desobedece porque no tiene otro compromiso con la vida que el de decir ‘no’. Esta clase de desobediencia rebelde es tan ciega e impotente como su opuesto, la obediencia conformista que es incapaz de decir ‘no’. Estoy hablando del hombre que puede decir ‘no’ porque puede afirmar; estoy hablando del revolucionario, no del rebelde. La desobediencia es entonces un acto de afirmación de la razón y la voluntad. No es primordial una actitud dirigida contra algo, sino a favor de algo: de la capacidad humana de ver, de decir lo que se ve y de rehusar decir lo que no se ve. Para hacerlo así, el hombre no necesita mantener sus ojos abiertos, estar plenamente alerta y deseoso de asumir la responsabilidad de hacer abrir los ojos a quienes se hallan en peligro de perecer porque están amodorrados”.
Comentario extraído de la obra ‘Sobre la desobediencia’, conjunto de ensayos que Fromm publicó poco antes de fallecer (1980).
Me parece muy interesante destacar la diferencia entre el ‘rebelde sin causa’ y el revolucionario (con causa); así como la de los ‘obedientes conformistas’, y estos últimos son los que, tristemente, abundan, ya que de forma acrítica no se cuestionan nada, o con el argumento de la relatividad, lo ‘justifican’ todo, por ser acomodaticios de sofá, como dice un amigo.
El presente escrito ya es suficientemente extenso, por lo que continuaré en el próximo escrito centrándome en la teoría de Stanley Milgram (1933-1984), sobre la obediencia a la autoridad, y acabaré con una leyenda sobre la citada obediencia.
Amadeo Palliser Cifuentes