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El estado español, engendro Frankenstein, y su dictadura judicial

Amadeo Palliser Cifuentes
Amadeo Palliser Cifuentes amadeopalliser@gmail.com

En el estado español siempre se han dado desequilibrios, la báscula nunca ha tenido el fiel ajustado.

En épocas pretéritas dominaba el monopolio militar-policial. En esta década, los temas políticos entre España y Catalunya, se trasladaron al poder judicial; en la pandemia del covid, el binomio sanidad / economía, acabó siendo un monomio a favor del segundo término, pues durante la segunda y tercera ola, no se ha efectuado el confinamiento preciso ni se han cerrado totalmente los bares, restaurantes y comercios no esenciales.

Y ahora, en las elecciones catalanas, el binomio sanidad / jueces, lo ha vuelto a ganar el poder judicial, pues han impuesto que vayamos a votar, a pesar de tener en contra la opinión de los especialistas sanitarios; así que siguen como siempre, encarcelando a nuestros líderes políticos, a raperos, etc.; inhabilitando presidentes, y ahora haciéndonos ir a votar a pesar del virus. Así que estamos en plena dictadura judicial y, consecuentemente, en manos de unas personas que nadie ha votado, como al rey.

Ayer, el tribunal superior de justicia de Catalunya hizo pública su argumentación sobre la decisión publicada el sábado, es decir, sobre el mantenimiento de la fecha de las elecciones: el 14 de este mes.

Ese tribunal ha efectuado los siguientes comentarios:

‘Retrasar las elecciones abriría un período prolongado de provisionalidad en el gobierno y no considera garantizado que en el mes de mayo se pudiesen hacer las elecciones con unas condiciones epidemiológicas mejores que las actuales.

No hay ninguna causa de fuerza mayor imprevista que justifique el retraso, que el estado de alarma no lo prevé, y que el vicepresidente del gobierno, Pere Aragonés, no tiene competencias para imponerlo.

El retraso de unas elecciones ya convocadas supone una limitación muy intensa del derecho de voto, ya que abre un período de provisionalidad en el funcionamiento de las instituciones democráticas de Catalunya, sin Parlament constituido y con un gobierno con la presidencia vacante, por lo que no puede destituir a sus miembros en todo este período.

El actual estado de alarma, en el que se intensifican las potestades en el ejercicio del poder público, abunda en la necesidad que el poder público se ejerza en un marco de normalidad democrática.

Califica de incertidumbre condicionar la celebración de los comicios el 30 de mayo, a una valoración previa por parte del gobierno sobre las condiciones sanitarias en aqueñ momento, pero sin determinar los indicadores epidemiológicos que sería preciso tener en cuenta para decidir la nueva convocatoria.

No ve previsible que haya garantías absolutas sobre la situación de la pandemia a finales de mayo.

La situación se habría evitado con la investidura de otro presidente, porque quedaba un año de legislatura. Las elecciones quedaron convocadas durante el estado de alarma, lo que hacía previsible que habría un repunte de la pandemia por efecto de las fiestas de Navidad, efecto que se ha estabilizado e incluso disminuido en los últimos días.

Argumentan que el mismo decreto de retraso, admite que la fecha no se retrasa sólo por criterios sanitarios, sino por garantías del correcto desarrollo de la campaña electoral, el ejercicio del derecho de voto y de garantía democrática en la población electoral. Y esto supone introducir criterios de calidad para justificar el retraso, lo que no se corresponde con una situación de estado de alarma y de ‘nueva normalidad’ que implica restricciones para toda la sociedad y obliga a los partidos a adaptarse a la situación para difundir su mensaje electoral’.

(Vilaweb)

Está claro que los períodos de interinidad nunca son positivos, pero no hay que olvidar que en el gobierno central hemos tenido gobiernos en funciones en períodos mucho más largos, y sin argumentos sanitarios, únicamente políticos:

Mariano Rajoy (PP) estuvo casi un año en funciones, desde las elecciones generales del 20 de diciembre del 2015 hasta el 26 de junio del 2016, con unas nuevas elecciones generales; pero no fue hasta el 30 de octubre del 2016, que pudo formar un gobierno efectivo, gracias a la abstención de 68 diputados del PSOE. En total, 315 días en funciones.

Pedro Sánchez (PSOE), tras las elecciones generales del 28 de abril del 2019, gobernando en funciones hasta las elecciones del 10 de noviembre de ese mismo año, y no fue hasta el 13 de enero del 2020, que el Sánchez tuvo los apoyos para formar un gobierno efectico, en coalición con Unidas Podemos. En total, 254 días en funciones.

Tras la inhabilitación del president Quim Torra el pasado 28 de setiembre del 2020, Pere Aragonés está actuando de vicepresident y president en funciones. Hoy lleva cuartro meses en funciones, y a finales de mayo (fecha de las elecciones pospuestas) llevaría ocho meses, es decir, 240 días en funciones, si se hubiese aceptado ese calendario electoral. Y, en este caso, la demora acordada (del 14 de febrero al 30 de mayo) fue por motivos sanitarios, siguiendo las recomendaciones de los epidemiólogos y médicos; no por temas políticos, como en los dos casos citados anteriormente.

De todos modos, que el poder judicial se inmiscuya en los poderes legislativo y ejecutivo, no deja de ser una extralimitación de sus funciones, una perversión más del sistema.

Y en esos casos del PP / PSOE, ni la fiscalía ni el poder judicial actuaron de oficio, obviamente. Pero, contra el gobierno catalán, todo vale, incluso cuestionarse el no acuerdo de los partidos para nombrar a Aragonés president de la Generalitat. Y, claro, no se cuestionan que ‘todo’ empezó con la inhabilitación que ese mismo órgano judicial sentenció contra el president Quim Torra (por una mera pancarta pidiendo la libertad de los presos).

Ya sé que las situaciones no son comparables, cada una de ellas tiene sus peculiaridades; igual que la demora de las elecciones vascas y gallega, pues, en estos dos últimos casos, sus respectivos presidentes no estaban en funciones. Pero me parece evidente que siempre que entra en juego el ‘tema catalán’, siempre salimos perdiendo, siempre fallan en contra nuestra.

Asimismo, cuestionar la situación pandémica, cuando todos los especialistas recomiendan la demora de las elecciones, es otra extralimitación de ese nefasto tribunal de INjusticia. Poner la ley sobre la vida, no deja de ser una inmoralidad más.

Sabemos que la cúpula del poder judicial, con una ideología pre-democrática, ya nos había comunicado por boca de su presidente, Carlos Lesmes, que la unidad de España está por encima de todo, y que la ley está por encima de la democracia.

Y el rey Felipe VI, así como en su momento Mariano Rajoy, y ahora Pedro Sánchez, nos dicen y repiten que ‘no hay democracia por encima de la ley’; y eso lo dicen sin rubor, esos trileros mono-neuróticos.

Obviamente, confunden legalidad con legitimidad; y también confunden justicia con legalidad. Las mayorías podrían aplastar a las minorías, y eso sería legal, pero sería injusto e ilegítimo. Y esto es lo que sucede, como sabemos muy bien, los independentistas catalanes que, a nivel España, nunca tendremos una mayoría para modificar las leyes que nos atan.

La democracia es fuente de la legalidad, pero, a su vez, la legalidad debe ajustarse a unos valores éticos, los derechos humanos, que son superiores.

Felipe VI subrayó que ‘es inadmisible apelar a una supuesta democracia por encima del derecho, ya que sin respeto a la ley no hay convivencia, ni democracia, sino inseguridad y arbitrariedad, así como quiebra de los principios morales y cívicos de la sociedad’

(Segre.com, 21 febrero 2019)

Que unas afirmaciones así las haga, precisamente, una persona que no ha sido votada, que fue impuesta como un trágala en la transición / traición; una figura que, como todos sabemos, cuando les ha convenido a la casa real, se han saltado las normas y las leyes, como comenté ayer al citar los derechos dinásticos subvertidos por Juan Carlos I, al no reconocer a su hijo Albert Solà, y por sus múltiples trapicheos; por no remontarnos a generaciones anteriores, como Isabel II, que también cité ayer.

Que unos personajes como los Borbones, que legalmente son unos irresponsables a todos los efectos, quieran darnos lecciones de conducta democrática a los que efectivamente somos responsables de todas nuestras conductas y acciones, tiene bemoles, si.

Como muchos sabemos, todo este monopolio del poder, por parte de los de siempre (el rey, los militares y los jueces), los únicos estamentos que no han tenido una transformación democrática, perpetúan un monocultivo pre-democrático, como he comentado.

Y lógicamente, los partidos unionistas (PP y PSOE), mal llamados constitucionalistas, pues la traicionan cuando les ha convenido, siempre han actuado servil y acríticamente al servicio del rey, pues juntan la figura del rey con la unidad de España y su propio estatus quo, como vividores del sistema; y eso no deja de ser otra subversión del sistema.

Y todos ellos nos dan lecciones, en base a su moralina utilitarista, de la que se derivan juicios superficiales y mezquinos, pues, según el diccionario de la RAE, la moralina es ‘una moralidad inoportuna, superficial o falsa’.

Por todo eso, me parece que el estado español es un engendro como Frankenstein.

Es interesante señalar que el actual estado español, también fue fruto de un período negro franquista, que, simbólicamente, y haciendo un paralelismo, podría ser el volcán que se cita a continuación:

‘El año 1816 ha pasado a la historia como el ‘año sin verano’. La erupción del volcán Tambora en Sumbawa (Indonesia), el 10 de abril de 1815, liberó toneladas de polvo de azufre que se extendió por todo el planeta, provocando un duradero enfriamiento que alteró el ciclo agrícola y llegó a producir hambrunas. Estos efectos se hicieron sentir incluso en Suiza. Allí, en Coligny, cerca del lago Lemán, en una elegante mansión llamada Villa Diodati, se habían instalado aquel verano un grupo de amigos llegado de Inglaterra: el poeta Percy B. Shelley; su entonces amante, Mary Godwin; el célebre escritor Lord Byron; su médico y secretario personal John Polidori, y Claire Clairmont, la hermanastra de Mary.

(…)

A causa de la climatología se vieron obligados a quedarse largo tiempo encerrados en casa y se aficionaron a pasar las veladas leyendo relatos de terror.

(…)

El encierro fructificó generosamente el día que Lord Byron propuso que cada miembro del grupo escribiera una historia de terror. Así se hizo, y el resultado fueron dos obras maestras de la literatura fantástica: ‘El Vampiro’, de John Polidori y Frankenstein, de Mary Shelley.

(historia.nationalgeografic.com.es)

Asimismo, es interesante recordar que en la obra:

‘Frankenstein o el Prometeo moderno’, escrita en 1816 (y publicada en 1818), por Mary Wollstonecraft Shelley (1797-1851), el científico Víctor Frankenstein crea un monstruo, que huye espantado por su aspecto. Al intentar acercarse a los humanos, lo rechazan y se da cuenta que nunca lo aceptarán.

El monstruo se queja a su creador por su soledad; por lo que el científico le promete que le creará una pareja, pero incumple la promesa. Al final, después de algunos asesinatos y algunas escenas de terror entre la población, Víctor muere de una enfermedad en el Polo Norte, y el monstruo se suicida.

El monstruo no recibe ningún nombre, que lo hubiera humanizado; y eso fue la primera muestra de odio de su creador, que tiene un orgullo excesivo hasta el extremo de quererse comparar con Dios.

La novela refleja, asimismo, el temor y la intolerancia ante la singularidad.

(fuente Wikipedia)

Siguiendo con el paralelismo, podemos ver que tras una causa catastrófica (franquismo y volcán) se produce una alteración en el comportamiento de los ciudadanos y, entonces, aparecen los personajes siniestros, como el científico Víctor F., o personajes con escasa calidad moral, debido a sus intereses y compromisos pre-democráticos, como los auto-considerados ‘padres de la constitución’, que engendraron un bodrio (el monstruo y la constitución), que quieren perpetuar.

El científico promete a su monstruo que le hará una pareja; mientras que, a la ciudadanía, nos prometieron que esa constitución sería un punto y aparte, una ruptura con el pasado y, por lo tanto, un punto sobre el que evolucionar democráticamente.

El monstruo cometió unos delitos, y la constitución está siendo el gran paraguas que da cobertura legal a todas las tropelías y abusos posibles, como vemos y sufrimos.

Al final, tanto el científico, como el monstruo, mueren; y la constitución, por su rigidez, acabará quedando obsoleta, y sus actuales avaladores espero que acaben siendo ‘jubilados’ y, algunos de ellos, juzgados, pues ir contra la ley de la gravedad tiene o debería tener ese riesgo y esas consecuencias.

Evidentemente, sé que esa comparación es muy extrema, pero me parece que tiene un posible interés didáctico, por cuanto se refiere a la singularidad, que nadie respeta.

La actual situación pandémica que afecta a nuestro comportamiento y hábitos también tiene un cierto paralelismo con la mencionada situación climática vivida por los escritores citados, y por la población en general, obviamente, y con menos recursos económicos. Pero este ya sería otro tema.

Para finalizar, me parece interesante mostrar que siempre, todos, tendemos a actuar de forma interesada, por lo que debemos racionalizar nuestro comportamiento. Y nunca, nunca, deberíamos aceptar lecciones morales de personas que se consideran que están por encima del bien y del mal, y menos, si son irresponsables legalmente, como el rey; ni de personas que consideran que su opinión / decisión debe ser tomada como dogma de fe.

Si esa gente (rey, jueces, políticos) quiere dar lecciones, que sean coherentes y renuncien a sus privilegios, y que se sometan a la voluntad legítima de la ciudadanía y de los sanitarios, pues, afortunadamente, no son como el mencionado Víctor F.

Y los independentistas catalanes, conscientes de nuestra singularidad, debemos mantenernos firmes, perseverar, y desobedecer. No hay otra. Sin desobediencia no habrá independencia.