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El estado español nos tiene dónde y cómo quiere

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

Tras cinco años de dura represión post referéndum de independencia, que masivamente votamos y aprobamos el 1 de octubre del 2017, el estado español está convencido que ha aniquilado nuestro movimiento independentista, que sus presiones legales, policiales, económicas (por tierra, mar y aire), han tenido la contundencia y los efectos perseguidos. Y de ese modo, el estado profundo español, con sus pestilentes cloacas, sigue y seguirá explotando a nuestro pequeño país, a Catalunya.

Históricamente, los poderosos se han aprovechado de los débiles, y solo en contadas ocasiones han vencido los David contra los Goliat.

Un ejemplo de ese abuso, lo hemos confirmado estos días, al ver que las instancias judiciales del Principado de Andorra, un pequeño país independiente, entre España y Francia, han remitido una comisión rogatoria internacional contra Mariano Rajoy, el anterior jefe del gobierno español, del PP, y su ministro de interior, Jorge Fernández Díaz, su ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, así como la cúpula de la denominada policía patriótica, por la denominada ‘Operación Catalunya’.

Esa operación, dirigida por la ‘batllesa’ (jueza) de la sección de instrucción especializada 2, de Andorra, estudia las presiones ejercidas por el gobierno español, en su visita al citado Principado (la primera y única que ha hecho el estado español a Andorra), por atacar la soberanía andorrana, que comportó la clausura de la Banca Privada de Andorra (BPA), con el fin de localizar supuestas cuentas privadas de las familias de Jordi Pujol, Artur Más y Oriol Junqueras, todos ellos líderes catalanes.

Obviamente, el estado español ejercerá todas sus prerrogativas, legales y alegales, para evitar la comparecencia de Rajoy y compañía; veremos que la fiscalía (que todo lo afina) seguirá afinando sus tentáculos en su defensa, esta vez, dirigida por el PSOE/Podemos, el gobierno auto-considerado progresista.

Está claro, que esa actuación con Andorra, el gobierno español nunca la hubiera ejercido con Suiza, por ejemplo. Esa es la prueba del nueve que confirma que, como los chulos de barrio, abusan de los débiles.

Y, volviendo a nuestro entorno catalán, vemos que los chulos del barrio unionista siguen abusando de los independentistas catalanes, para tenernos asustados, desmotivados y desmoralizados.

Y lo triste es que, mayoritariamente, es así. Ayer tuvimos un nuevo ejemplo, ya que los pocos que seguimos manifestándonos en la avenida Meridiana de Barcelona, y que hicimos una breve marcha por el barrio (legalmente comunicada), tuvimos que soportar una fuerte pitada de los conductores que ‘sufrían’ un corte de apenas unos minutos. Ahora, muchos nos ven como independentistas tóxicos.

Esta posición es clásica, ya que podemos verla en el mito de la caverna de Platón (427 a.C. – 347 a.C.), incluido en su obra ‘La República’. En esa alegoría, un prisionero de la caverna consigue salir, y ver la realidad de los objetos y seres, comprobando que la percepción que tenían de las sombras, era falsa. Y, después, al volver a la caverna, para explicar sus vivencias a sus compañeros, pensando que sería alabado por ello, le acusaron, pensando que la luz le había enloquecido, pues les era más cómodo seguir en su mundo de tinieblas.

Pues bien, los más de 2,4 millones de catalanes que votamos el 1 de octubre del 2017, vimos la luz, nuestra ilusión parecía hacerse realidad. Pero, la fuerte presión del estado español nos condujo de nuevo al fondo de la cueva. Y ahora, muchos se conforman con la ‘realidad’ de las sombras, y desprecian a los pocos que seguimos manifestando y reivindicando la realidad exterior.

Por lo tanto, el estado español, que tiene una ceguera especial, ya que desprecia al diferente, nos ve a todos los catalanes sin distinguir diferencias ni rostros; es la patología denominada prosopagnosia (ceguera facial). Y eso es grave, es su problema. Pero lo triste es que esa patología se haya contagiado entre muchos de los independentistas catalanes, pues, entre ellos, se ven como iguales, sentados en sus cómodos sofás de casa, y no perciben las caras conocidas de sus antiguos compañeros de viaje. Incluso, algunos de ellos, como Gabriel Rufián (ERC) muestra su inmoralidad insultando al president de la Generalitat en el exilio, Carles Puigdemont.

Y, en menor medida, ayer, muchos de los que tocaron el claxon por nuestra manifestación, hicieron de Rufianes.

Está claro, abusar de los débiles es fácil, como vemos, pero esos mismos, aceptan, como normal, el colapso circulatorio de Barcelona, de los problemas de acceso por  las diferentes entradas en la ciudad, de la autopista AP-7, etc., colapsadas por irregulares decisiones y medidas aplicadas por los diferentes gobiernos (Colau, Aragonés, etc.), y, en última instancia, por las nulas inversiones en infraestructuras del estado en las redes viarias y ferroviarias, que llevamos muchas décadas sufriendo. Pero, claro, todo eso, los que pitaron ayer, lo tienen asumido y tragado, y seguirán votando a esos ineptos que no han sabido o querido prever la actual situación.

Lo cómodo es considerarnos tóxicos a los que seguimos manteniendo la ilusión.