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El fin NO justifica los medios, ¿o SÍ?

Amadeo Palliser Cifuentes
Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

Niccolò di Bernardo dei Machiavelli, Nicolás Maquiavelo, (1469-1527), diplomático, filósofo político y escritor de la república de Florencia, escribió ‘Discursos sobre la primera década de Tito Livio’, ‘Discursos sobre la corte de Pisa’, etc., pero es especialmente conocido por su obra ‘El príncipe’. Su ingenio hizo que su apellido derivase en el adjetivo ‘maquiavélico’.

En ‘El príncipe’, defiende que ‘está loco quien cree que puede decir y hacer lo que quiera’. Ese libro, leído por Napoleón Bonaparte (1769-1821), por primera vez cuando era un estudiante de la academia militar, pero fue releyéndolo, anotando comentarios y subrayándolo a lo largo de su vida; uno de esos comentarios anotados por Napoleón, al margen de la frase anterior, de Maquiavelo, fue: ‘El fin justifica los medios’. Si bien, popularmente se atribuye a Maquiavelo esta frase, nunca fue escrita por él, ya que pensaba justo lo contrario.

Esa línea de pensamiento fue divulgada y defendida por el filósofo inglés Thomas Hobbes (1588-1679), que consideraba que la sociedad estaba dominada por el miedo, por lo que postuló la necesidad de un contrato social para garantizar la paz entre los ciudadanos. Este autor consideraba que ‘homo homini lupus est’ (el hombre es un lobo para el hombre), que el estado natural del hombre, su igualdad, favorece que se peleen todos contra todos (‘bellum omnium contra omnes’). Por ello, en su obra ‘El Leviatán’ (1651), defendió la pérdida de la libertad y la pérdida de su capacidad de autogobierno, para poder conseguir la paz. Hobbes consideró que el mejor gobierno era la monarquía, con todos los poderes, (cuestionó ‘Los Diez Mandamientos’: ‘¿Cómo sabía el pueblo de Israel que fue Dios quién se los dio, y no Moisés, si no pudieron acercarse al monte?

Por el contrario, el también filósofo inglés, John Locke (1632-1704), consideró que las personas tienen unos derechos de los que no puede renunciar (fundamento del liberalismo), que el poder no es absoluto, ya que ha de respetar los derechos humanos, libres e iguales.

El escritor castellano Baltasar Gracián Morales (1601-1658), en su obra ‘Oráculo manual y arte de prudencia’ (1647), escribió: ‘Todo lo dora un buen fin, aunque los desmientan los desaciertos de los medios’, es decir, que defendió que el fin sí que justificaba cualquier medio, como pensó, posteriormente, Napoleón, como hemos visto. Es decir, el pensador castellano se alineó con Hobbes, al considerar que la ciudadanía, de por sí, somos malos, incorregibles, que debemos ser controlados y mandados.

Y así seguimos, ya que no sólo en España, si no, en general, sigue imperando el Leviatán, la necesidad de un poder como el del monstruo bíblico descrito en el libro de Job, como un monstruo marino, inhumano y destructor.

Tenemos muchos ejemplos que confirman que, aunque moralmente defendemos que el fin NO justifica los medios, en realidad, en la práctica, vemos y actuamos, como SI que los justificara, como se puede ver en los tres ejemplos siguientes:

Traición al pueblo saharaui

Ayer vimos que el corrupto reino de España, después de que Pedro Sánchez traicionase al pueblo saharaui, regalándolo el pasado marzo a Marruecos y olvidando los compromisos con los españoles del Sahara (pues tenían DNI español, ya que, como colonia (Río de Oro), era una provincia española), ayer, como digo, Pedro Sánchez recurrió a la UE para pedir ayuda para forzar al gobierno de Argelia, que había anunciado medidas económicas contra España, por dicha traición.

Nadie entendió, ni entiende, las obtusas explicaciones que muy posteriormente dio Pedro Sánchez para dicha traición, que ni había consultado a sus socios de gobierno (Podemos). El cambio de criterio, en contra del propio programa electoral del PSOE, fue tras permitir, en abril del 2021, la hospitalización en Logroño, del líder del Frente Polisario y presidente de la República Árabe Saharaui, Brahim Gali.

Esa hospitalización, así como la entrada en España, con nombre falso y protegido, fue ocultada por el gobierno más progresista del mundo mundial, por miedo a las repercusiones que el reino de Marruecos pudiese tomar. Pero, claro, nadie había previsto que el gobierno de Mohamed VI dispusiese del programa espía ‘Pegasus’, y, descubriese esa ‘protección’. Marruecos espió los teléfonos de las principales autoridades españolas, desde Pedro Sánchez, hasta los ministros de interior y defensa, entre otros. (Espionaje que el gobierno de Pedro Sánchez reconoció recientemente, como tapadera al espionaje de los independentistas catalanes; así, ellos también se presentaban como víctimas)

Según la rumorología, entre la documentación obtenida de Pedro Sánchez, debe haber ‘algo’ con lo que chantajearlo, para tomar de forma rápida y escondida (desvelada por el propio Mohamed VI, que hizo pública la carta que Sánchez le había dirigido, en la que el gobierno español reconociese este giro inexplicable)

Pues bien, prescindiendo de toda ética y moral, el club de mercaderes que es la UE, apoyó a Pedro Sánchez, argumentando que todo boicot contra un estado miembro, lo es contra la comunidad.

Es decir, el fin, la economía, el negocio, justifica todos los medios, incluso las traiciones.

Espionaje a los independentistas catalanes

El reino de España, haciendo honor a su corrupción, tanto con el gobierno del PP de Mariano Rajoy, como del PSOE/Podemos, espió a los independentistas catalanes (catalangate, término que remite al Watergate), mediante ese programa ‘Pegasus’ de la empresa israelí NSO.

Según el informe de Citizen Lab (18 de marzo del 2022), más de 65 independentistas catalanes, incluidos los últimos cuatro presidentes de la Generalitat desde el año 2010, dos presidentes del Parlament de Catalunya, europarlamentarios, abogados de los condenados por sedición, etc., fueron y son espiados. 18 de ellos, según reconoció el gobierno español, con autorización judicial.

Margarita Robles, ministra de defensa, reconoció, en sede parlamentaria, que qué otra cosa podía hacer el gobierno español. Que desvergüenza, que aquí, en España, sigan imperando las cloacas policiales, con tipos como Villarejo, el poder judicial, etc.

Obviamente, el discurso del infausto Felipe VI, el 3 de octubre del 2017, dio carta blanca al todo vale contra los independentistas catalanes, por eso vinieron con el ‘a por ellos’, y los jueces, testigos, gobierno, todos prevaricaron, pues, para ellos, el fin, la unidad de España, justificaba cualquier medio. Ya lo pronosticó Alfredo Rubalcaba (1951-2019), que el estado haría todo lo que estuviera en sus manos contra el independentismo; igual que Felipe González, también hizo de todo, con el GAL, contra ETA.

Insultos a Carles Puigdemont

Ayer tuvimos un nuevo ejemplo de la diarrea mental del diputado de ERC, Gabriel Rufián, tratando de ‘tarado’ al presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, por haber proclamado la República Catalana en octubre del 2017 (que sólo duró 8’’).

Ciertamente, el actual presidente de la Generalitat, Pere Aragonés, también de ERC, descalificó inmediatamente esas declaraciones de Rufián y, después, éste, de forma difusa, pidió perdón.

Pero todos sabemos que esta forma de proceder no es la primera vez que pasa, tenemos muchos otros ejemplos de comentarios y tuits del mismo Rufián, en el mismo sentido, es decir, el de atacar a los políticos exiliados.

Pero, ahí sigue, en el congreso de los diputados, y portavoz de ERC.

Y el presidente de su partido, Oriol Junqueras, esta vez ha estado callado, pero en anteriores ocasiones, dio su apoyo explícitamente a Rufián (qué bien le cuadra el apellido a Gabriel).

Pues bien, como vemos con este ejemplo, cualquier medio, toda descalificación, les parece justificable para conseguir sus fines, que no son otros que ganar en las próximas elecciones municipales del 2023.

Es evidente que muchos líderes políticos, económicos, sociales, religiosos, acaban considerándose, ellos mismos, como su propio fin, no como medios para conseguir el objetivo socialmente público.

Ante todo ello, a los independentistas catalanes de base nos quedan pocas opciones:

  • esperar que un nuevo meteorito acabe con todo, vuelvan los dinosaurios, y empiece el ciclo de nuevo, a ver si así se hacen mejor las cosas,
  • olvidarlo todo e irnos a un faro,
  • comulgar con las ruedas de molino imperantes,
  • seguir oponiéndonos al sistema, al statu quo, aunque parezca una posición utópica,
  • etc.

Las tres primeras opciones serían una rendición al Leviatán, sería aplicar / aceptar un medio negativo, para conseguir una ‘cierta’ pacificación / sumisión. Mientras que la cuarta opción comporta una oposición positiva, moral y ética, es decir, civilizada, que SI que justifica el fin deseado.

En definitiva, que en todo momento debemos ponderar los medios que aplicamos, para ver si realmente son éticos y morales y, obviamente, persiguen el fin deseado, y en ese sentido, debemos prescindir de la tara, que, según el diccionario de la RAE, tiene diferentes acepciones, y sin caer en descalificaciones sobre defectos físicos o psíquicos, sí que debemos intentar prescindir del ‘peso del continente de una mercancía o género (…) embalaje, etc.’, que representa tanto España, como también, determinados supuestos líderes, que ya están más que amortizados.

Esta es la única fórmula para salir del ergastulum (ergástulo), la prisión privada que tenían las granjas romanas, generalmente bajo tierra, donde eran encerrados los esclavos que desagradaban a los amos; esos esclavos, durante el día, trabajaban encadenados, y por las noches eran encerrados, también encadenados, en los citados ergastulum, vigilados por un esclavo de confianza, el ergastidarius.

Los independentistas de base, tanto los desmotivados, como los que seguimos manifestándonos, por ejemplo, en la avenida de la Meridiana de Barcelona, estamos hartos de ser como esos esclavos, y de tener a tantos ergastidarius (oficiales u oficiosos), llevamos más de 300 años encadenados, y queremos dejar a nuestros nietos un país libre.