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El hábito SI hace al monje

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

Aunque el refrán tradicional dice lo contrario, ‘el hábito no hace al monje’, tenemos muchos ejemplos actuales que nos confirman también lo contrario, es decir, la necesidad de respetar las normas para tener la noción de pertinencia a determinado grupo y, de ese modo, satisfacer el sentimiento positivo de gratitud y de reconocimiento.

A lo largo de mi vida laboral, de 47 años en una empresa multinacional, he visto y sufrido muchas ‘transformaciones’ de compañeros que, para con seguir cierto nombramiento o beneficio, mutaron su pensamiento y comportamiento, para ser asimilables al sistema de forma acrítica. Y, una vez conseguido el nuevo cargo, se convertían en ‘más papistas que el Papa’.

Así, el refrán, en positivo, expresa que las apariencias son las que mandan, y que los uniformes, los hábitos, los emblemas, etc., en definitiva, cualquier signo diferenciador que nos delimita como un ‘nosotros’ frente a los ‘no otros’, comporta modulaciones en nuestra actuación y en las de los demás, delimitando el grado de libertad de todos.

Cuando, amparados por un signo diferenciador, decimos que nuestra forma de proceder es A, discriminamos negativamente las otras formas B, C, …

Este tipo de comportamientos es habitual en todos los partidos políticos, clubs deportivos, y hasta en pequeños colectivos, como el que conformamos los manifestantes de la Meridiana, por ejemplo.

Y cuando se da más importancia al logo que delimita cualquier colectivo, como si fuera el de la Coca-Cola, se dan fenómenos positivos (integración, corporativismo, etc.), pero también negativos (discriminación, exclusividad, parcialidad, etc.)

Estos días vemos que por tierra, mar y aire, se está atacando a la presidenta del Parlament de Catalunya, ilegítimamente destituida, por el ‘montaje crítico y falso’ sobre la falta de respeto durante el ‘minuto de silencio’ del pasado 17. Podemos observar que todos los medios de comunicación subvencionados y los miembros de la casi totalidad de los partidos políticos oponentes (e incluso algunos del propio), se han lanzado al ataque, confirmando el refrán de que ‘del árbol caído todos hacen leña’, olvidando que ‘al árbol caído le queda la esperanza de volver a retoñar. Tal vez el tronco y las raíces se pudran en la tierra, pero en cuanto sientan el agua volverán a florecer, y echarán ramas, como un árbol recién plantado’ (Job 14:7-9)

Por eso, enlazando con mi escrito de ayer, me parece que tenemos mucho trabajo para desaferrarnos, para restar, para desapegarnos; olvidarnos del ‘ideal’ irracional de estar obsesionados por sumar y acumular constantemente. Debemos superar el ‘efecto del propietario’, aunque para ello se precise más coraje. ‘Cuanto más se aprieta el puño, más agua se escapa; sólo podremos beber si mantenemos las manos abiertas’.

Debemos romper las cadenas que nos atan a símbolos de pertinencia, si queremos seguir siendo nosotros mismos y seguir bebiendo. Y esa es una virtud del movimiento independentista catalán pues, al ser transversal, trasciende las siglas de los partidos políticos. Y ese desapego, deberían tenerlo presente los diferentes partidos independentistas, que usan y abusan de la ciudadanía, creyendo que tienen nuestro voto garantizado, cuando esa es nuestra pequeña libertad, así como lo es todo tipo de discrepancia.

En mi escrito de ayer mencioné la fábula india, que seguidamente reproduzco:

‘Un día, mientras un águila volaba sobre el campo, vio a un pez aflorar en la superficie del agua de un estanque. Rápidamente se lanzó en picado y con extraordinaria destreza, logró capturar al pez. Luego volvió a levantar el vuelo llevando al pez en su pico.

Sin embargo, una banda de cuervos que había sido testigo de la escena, se precipitó sobre el águila para intentar arrebatarle su presa. Normalmente el águila no teme a los cuervos, pero eran muchos y sus graznidos eran retumbantes. A los primeros cuervos se sumaron otros.

El águila intentaba remontar el vuelo para escapar, pero los cuervos se lo impedían. La atacaban sin tregua. En cierto momento, el águila se dio cuenta de que todo se debía al hecho de que seguía aferrada al pescado. Entonces abrió el pico y dejó caer su presa.

Los cuervos se precipitaron detrás del pez, y el águila, finalmente, pudo remontar el vuelo. Ahora podía volar con ligereza y libertad. Siempre más alto. Sin nada que la detuviese. En paz’.

(https://culturainquiera.com)

Siguiendo esa fábula, si nos aferramos a determinadas cosas, símbolos o signos, nos ofuscamos, perdemos sensibilidad, seguimos encadenados a nuestros miedos, a nuestro complejo de inferioridad, y no vemos con claridad y, así, permanecemos indiferentes a los otros, a las personas, que siempre valen más que los meros símbolos, por más historia que tengan.

Pero vemos que, en realidad, nuestra comodidad reside en aferrarnos a ideas, símbolos, personas o cosas, ya que así, nos ‘libramos’ de tener que pensar y decidir. Y, de ese modo, seguimos aplicando el ‘pensamiento’ del infame Alfonso Guerra (PSOE) que aplicaba que ‘el que se movía no salía en la foto’, ese era su pensamiento único, acallando toda discrepancia enriquecedora.

Por eso debemos tener la valentía de respetar y reconocer la disidencia, ya que así nos haremos fuertes (y demócratas). Tenemos muchos ejemplos, desde Václav Havel (1936-2011), Aleksandr Soljenitsin (Solzhenitsyin) (1918-2008, y muchos más.

De este último autor, en un par de escritos de hace meses, hice referencia a su ‘La disidencia de uno solo: una jornada en la vida de Ivan Denissovitch’, por lo que no volveré a profundizar ahora, y me limito a puntualizar que el autor analizó los conceptos de conformar, normalizar, innovar, las minorías desviantes y las reacciones de las mayorías; expresando que el punto esencial del cambio es la innovación.

En definitiva, que debemos desaferrarnos, soltar el pez de la boca, y así, podremos remontar el vuelo; en caso contrario, seguiremos aferrados a los símbolos, y los cuervos acabarán con nosotros.

Si queremos conseguir el objetivo deseado de la independencia de Catalunya, debemos liberarnos de los hábitos, uniformes mentales y símbolos que nos encadenan. Debemos rechazar la tentación de convertir en mero folclore nuestros actos, debemos ser más efectivos, más proactivos. Sobre el particular, en un escrito del pasado mes, ya mencioné una serie de acciones que podríamos hacer, todas ellas de forma legal, democrática y pacífica y, en definitiva, más contundentes que nuestras actuales manifestaciones, residuales, ‘normatizadas’ y asumidas por el poder. Pero, para ello, precisamos el coraje de desapegarnos del actual nivel de confort, precisamos restar, para SUMAR