Siempre ha sido evidente, pero la situación actual nos confirma de nuevo que las teorías de Herbert Marshall McLuhan (1911 – 1980) sobre el determinismo tecnológico, eran y son acertadas, como explico en este escrito.
Todos sabemos que hay una relación simbiótica entre el medio que influye, y el mensaje percibido; es decir, que el medio es más importante que el contenido; que el medio determina el mensaje.
Y profundizando más, sabemos que los grandes consorcios bancarios, fundamentalmente, son los que poseen y controlan los medios de comunicación, así que, en definitiva, esos grandes poderes son los que modelan la concepción ciudadana, pues determinan el ritmo, los tiempos y las formas de cada noticia.
McLuhan tomó la metáfora de la bombilla, señalando que ésta no tiene contenido informativo, pero tiene un efecto social, ya que la bombilla permite a las personas crear espacios durante las noches, es decir, una bombilla permite diferenciar los espacios iluminados, de la oscuridad; espacios que, sin esa luminosidad, serían también sombras. Así, según ese autor, la luz eléctrica es información pura, es un medio sin mensaje.
Pero es evidente que no hay medios de comunicación neutros, sin mensaje, como la citada bombilla; sería ideal que los profesionales de los medios se limitasen a transcribir, a fotografiar la ‘realidad’, la realidad captada de forma subjetiva (mediante los diferentes sentidos), y reproducida honesta y éticamente. En el bien entendido que el conocimiento y la conciencia de cada profesional siempre se traslucen, aunque formalmente, el autor intente evitarlo.
Y es evidente, por lo tanto, que todos los medios tienen su ideología (ultracapitalista), y que sus trabajadores comulgan y se someten a ella, por lo que pierden su profesionalidad, su objetividad, si es que la tenían, claro.
Esa ideología ‘crea’ una hiperrealidad que incapacita que los lectores, o los consumidores de cualquier medio audiovisual, tomen consciencia de los hechos en sí mismos, y la consecuencia es que, de ese modo, viven en la fantasía creada por los accionistas de los grandes consorcios, propietarios de los medios.
Es evidente, asimismo, que hay medios objetivos, independientes de esos grandes conglomerados económico / financieros; medios como, por ejemplo, Vilaweb que, por no tener, no tiene ni subvenciones de ningún gobierno, ni estatal ni autonómico.
Y el contraste entre las informaciones transmitidas por ese medio, respecto a los otros, permite conocer los diferentes filtros y tergiversaciones.
También es preciso diferenciar entre las informaciones y los artículos de opinión, pues en éstos, se explican los hechos, enmarcándolos en el contexto histórico, social y económico. Y, claro, en función del tipo de medio, estas opiniones serán más o menos tendenciosas y, excepcionalmente, ‘objetivas’.
Centrándonos en el reino español, vemos que los medios de comunicación: oficialistas, subvencionados o, directamente patrocinados, tienen en común una ideología solipsista (del latín ego, solus ipse: solamente existo yo), una ideología basada en la sacrosanta unidad española castellanizada.
Y esa ideología es un falso idealismo, pues ésta filosofía se basa en la incapacidad de captar la realidad; pero los españolistas la captan, saben perfectamente que el movimiento independentista catalán, existe y tiene unas características específicas e históricas. Por eso he dicho que las creencias solipsistas españolas, son falsas, ya que, conociendo la realidad, la manipulan, para crear y confirmar su universo afín a su ‘unidad de destino universal’ falangista.
Todo este largo prefacio viene a cuento para confirmar que los medios de comunicación, hoy (10/12) han actuado como era previsible y esperable: criticar al president Carles Puigdemont, y menospreciar el mensaje que divulgó ayer. Y, claro, ridiculizando tanto el mensaje como a la persona del president.
Y esos medios de comunicación tienen una difusión muy importante, así que se confirma que esos medios son el propio mensaje, y que el contenido es secundario, pues, cuando un lector, oyente, etc. selecciona determinado medio, consciente o inconscientemente, ya sabe lo que encontrará y, con muchas probabilidades, le servirá para reafirmarse en sus creencias, que, como he dicho, ya las tiene inoculadas en su subconsciente )parcialmente consciente e inconsciente), por esos mismos medios, cerrándose así, el círculo vicioso.
Ante esta situación, de forma individual, se puede ser crítico y escéptico, pero no es fácil cambiar de forma radical.
Hoy hemos visto la película ‘Emilia Pérez’, dirigida este 2024 por Jacques Audiard, basada en la novela ‘Écoute’, de Boris Razón, del 2018, en la que explica las dificultades (e imposibilidad) de cambiar de identidad de forma radical, por parte del jefe de un cartel de drogas, Juan ‘Manitas’ del Monte. Por cierto, una película que me parece muy recomendable, y creo que es del máximo interés (a pesar de que he ido a verla con cierta prevención, pues las películas musicales no me suelen gustar; pero, en este caso, las escenas musicadas son un buen complemento)
Y metafóricamente, me parece que esta película es una clara muestra de la complejidad y dificultad del cambio, máxime cuando todo ‘está atado y bien atado’, como lo está el circo mediático español, por lo que nunca evolucionará en positivo; en todo caso, amoralmente, se adaptará de forma camaleónica, para seguir perpetuando sus beneficios e influencias, como hacen, por ejemplo, La Vanguardia y El País, pero manteniendo su esencia neofranquista maquillada por el régimen del 78.
En esa película, hay diferentes momentos cruciales, en los que se debe elegir entre el ‘todo y nada’; y, en el reino español, trucado y viciado de base, los independentistas ya sabemos lo que nos toca, ‘nada’.
Y ante esta situación, sería de cándidos esperar milagros.
Aunque la historia nos demuestra, repetidamente, que de forma esporádica se producen grandes cambios, incluso inesperados, como lo fue la caída del muro de Berlín en 1994, o estos días, la derrota del estado sirio, de una forma fulminante, en apenas dos semanas y sin casi resistencia. Y esos hechos ningún analista político los podía prever y, dada la complejidad, deberemos esperar a los futuros estudios históricos, para comprender realmente sus causas determinantes y consecuencias.
Aún así, los independentistas catalanes no debemos esperar ningún tipo de milagro, Catalunya es un país minúsculo, por más que nos creamos el ombligo del mundo; y está claro que nadie nos mira ni nadie nos ayudará. Los estados y los poderes no están para mermar su respectivo poder.
Y ante esta situación, solo nos queda una alternativa, dejarnos de tonterías infantiles, olvidar a los partidos ‘independentistas’ repartidores de prebendas y distribuidores de pienso, olvidarnos, también, de los sindicatos españolistas y españolizadores, y olvidarnos, asimismo, de todo tipo de organizaciones: empresariales, culturales, etc., que no tengan como objetivo principal la independencia. No nos deben valer, tampoco, los que anteponen otros objetivos, aunque sea el feminismo, el ecologismo, etc., pues eso no dejan de ser más que unas simples tapaderas para esconder su nacionalismo español.
Sólo organizándonos y trabajando desde las bases, con el tiempo, quizás se consiga recuperar, de nuevo, la ilusión que tuvimos hasta octubre del 2017.
Pero tampoco debemos ser derrotistas, pues seguimos contando con el president Carles Puigdemont que, a pesar de las limitaciones debidas al exilio, y a los errores humanos, sigue siendo el líder que se enfrenta con el estado y, por eso, es considerado su enemigo número 1.
Por eso me parece interesante y necesario remarcar que no debemos caer en la tentación de criticar al president, por esas limitaciones y errores, eso sería una actitud infantil, simplona, consecuente y alineada con los poderes españoles, como hacen ciertos ‘independentistas’.
Y, este líder, debería ser reconocido por las bases, sin tapujos y, consecuentemente, tendría una ardua labor, para redefinir conjuntamente la estrategia y tácticas a seguir, olvidando las historias pasadas, como hacíamos en las manifestaciones masivas hasta el 2017, incluso el 1 de octubre de ese año, defendiendo las urnas, pues nadie preguntaba de qué partido era el que tenía a su lado.
Y, llegado ese momento, todos deberíamos actuar como el profesor de la siguiente fábula:
‘El profesor y el reloj robado
Un joven se encuentra con un anciano a quien sin duda recuerda con emoción, su antiguo maestro. Se dirige a él y, después de saludarle, le dice: ¿Se acuerda de mí?
El anciano contesta que no. Entonces el joven le dice que fue su alumno hace muchos años. El antiguo profesor le pregunta ¿Qué estás haciendo?
Soy maestro -contesta- Usted me inspiró a serlo.
El profesor le pregunta cuándo le inspiró. Y el alumno le cuenta la historia:
Un día, un amigo mío, también estudiante, llegó con un hermoso reloj nuevo, decidí que lo quería para mí y se lo robé. Lo saqué de su bolsillo y lo metí en el mío. Poco después mi amigo comprobó que se lo habían quitado y se quejó a Usted. Entonces Usted se dirigió a la clase y dijo:
Alguien ha robado el reloj de un compañero. Quien haya sido que se lo devuelva o que me lo dé a mí para que yo se lo entregue.
Yo no lo devolví porque no quería hacerlo. Sentía una horrible vergüenza al mostrarme como ladrón delante de Usted, de mi amigo y de los compañeros. Nadie dijo nada. Luego cerró Usted la puerta y nos dijo a todos que nos pusiéramos de pie y que iría uno por uno para buscar el reloj en los bolsillos, en las mochilas, en los pupitres o donde fuera hasta encontrar el reloj. Pero nos dijo a todos que cerráramos los ojos, que realizaría la búsqueda exigiendo que todos tuviésemos los ojos cerrados. Todos cerramos los ojos y usted fue de bolsillo en bolsillo, buscando el reloj. Cuando llegó al mío, encontró el reloj y lo tomó. Pero continuó Usted buscando en todos y cuando terminó, dijo:
Abran los ojos. Ya tenemos el reloj. Ya se lo he devuelto a su dueño.
Usted no me dijo nada. Nunca mencionó el episodio. Nunca dijo quién había robado el reloj. Y ese día salvó Usted mi dignidad para siempre. Evitó la vergüenza que me habría producido ser acusado de ladrón delante de mi amigo. Me sentí muy avergonzado ese día, el día en que mi dignidad se salvó gracias a Usted. Me dio una lección moral. Recibí el mensaje. Y entendí que esto es lo que debe hacer un verdadero maestro. ¿Se acuerda de este episodio?
El profesor responde: Recuerdo la situación, el reloj robado, la búsqueda, el hallazgo, la devolución … pero no te recordaba a ti, porque también cerré los ojos cuando buscaba’.
(www.nodocic.com.ar)
En fin, que tenemos mucho que aprender, para volver a ser un colectivo unido, sin reparos ni historias, pues solo así, podremos intentar conseguir lo que muchos deseamos.