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‘El miedo es un indicador de salud. Con la excepción de unas 400 personas que han sido diagnosticadas de Urbach-Wiethe, el resto de los seres humanos conocemos muy bien el miedo. Lo conocemos bien desde nuestro primer aliento. Unas veces nos atrae y otras nos aleja, pero difícilmente nos deja indiferentes. IMDb identifica más de 21.000 películas de terror desde aquellas primeras obras mudas dirigidas por Georges Méliès.
No hay fobia que haya quedado sin retratar en una película de terror y sin embargo, todas ellas hablan, en el fondo, de la libertad.
Profundizando en la relación entre el miedo y la libertad, Sören Kierkegaard hacía bien en citar la vieja historia germana que se ha conocido en castellano como ‘Juan sin miedo’.
En realidad, todas las historias indoeuropeas que forman la materia prima de las historias que conocemos hoy, tendrían la etiqueta de aterradoras si fuesen publicadas tal y como fueron escritas originalmente. Encantamientos, brujería, apariciones y cualquier otra forma de actividad sobrenatural, eran siempre temas bienvenidos desde la antigüedad. Todo valía si traía de alguna forma la esperanza de libertad en el combate contra ese miedo último que es el miedo a la muerte’
(…)
(Pablo Fernández, 22 de enero de 2020; www.entrelineas.org)
Este artículo que he copiado parcialmente, a modo de introducción, me parece muy interesante, así como las numerosas citas sobre ‘la brutalidad en las historias bíblicas’, de sobras conocidas, por lo que no las he reproducido, y que el autor resalta, ya que ‘el miedo alimenta nuestra debilidad’ y que muchas veces hay que ‘elegir entre la violencia y la indolencia’.
He buscado en Wikipedia referencias sobre la mencionada patología de Urbach-Wiethe, diagnosticada por Enrich Urbach y Camillo Wiethe en 1929 y, aparte de una descripción sobre los síntomas y sus características neurológicas y dermatológicas, no he encontrado ninguna explicación sobre su incidencia respecto al miedo, al menos no he sabido encontrarla, a no ser que se deba a la calcificación bilateral simétrica en los lóbulos temporales mediales, pues, como se puede ver seguidamente, no está claramente ‘localizada, pues:
‘En los últimos años, el estudio ha centrado en una región cerebral concreta: la amígdala, una pequeña estructura alojada en el seno del sistema límbico (nuestro cerebro emocional)’
(Wikipedia)
‘La sensación de temor depende de una compleja red cerebral, no solo de la amígdala, como se pensaba hasta ahora.
(…)
Diversas áreas cerebrales participan en la emoción del miedo, entre ellas, la ínsula, la corteza cingulada anterior dorsal y la corteza prefrontal dorsolateral’.
(www.investigacionyciencia.es)
Igualmente, he leído las referencias al citado cuento ‘Juan sin miedo’, de los Hermanos Grimm (Jacob Grimm, 1785-1863 y Wilhelm Grimm, 1786-1859), ‘Historia de uno que hizo un viaje para saber lo que era miedo’, y tampoco aportan demasiado al objetivo de este escrito, ya que se trata de un cuento más.
Sí que me ha parecido enriquecedor, obviamente, releer parcialmente al citado Sören Kierkegaard (1813-1855) respecto a la angustia, como reacción ante un peligro inminente.
La angustia, coloquialmente denominada ansiedad extrema o miedo, es una respuesta normal en todos los animales, incluidos los hombres, ante una sensación de peligro real externo, según el psicólogo cognitivo Ricardo Ros. Y esa angustia es la que provoca la huida, si es posible.
Según Sigmund Freud, la angustia no es el resultado de la represión (interna), sino de su condición: el yo es el único capaz de generar y sentir angustia, al defenderse de los peligros del ello y del superyó, de la misma manera que lo hace del mundo exterior.
José Antonio Marina y Marisa López Penas, subdividen la experiencia de la aparición de un peligro o de algo que excede la posibilidad de control del sujeto, con las siguientes categorías:
Miedo: La percepción de un peligro o la anticipación de un mal posible, provoca un sentimiento desagradable, acompañado de deseos de huida.
Sinónimos: aprensión, canguelo, hipocondría, pánico, pavor, temor, terror.
Antónimos: esperanza, confianza, impavidez.
Susto: La percepción de algo imprevisto o que aparece bruscamente, provoca un sentimiento negativo, intenso y breve, acompañado de incapacidad de reaccionar.
Sinónimos: alarma, sobrecogimiento, sobresalto.
Antónimos: tranquilidad, seguridad, familiaridad.
Horror: La percepción de algo que sobrepasa la posibilidad de control, sea peligroso o no, provoca un sentimiento negativo, acompañado de incapacidad de reaccionar.
Sinónimos: espanto.
Antónimos: calma, admiración.
Fobia: Un objeto o una situación provoca un sentimiento negativo, una aversión intensa, incontrolable e irracional, que conduce necesariamente a conductas de evitación. Puede ir acompañado de ataques de ansiedad.
Clases: agorafobia, claustrofobia, filofobia, fotofobia, hidrofobia.
Antónimos: agorafilia, claustrofilia, fotofilia, hidrofilia.
(Autores citados, ‘Diccionario de los sentimientos’, Edit. Anagrama, Barcelona, 1999, pág. 438)
Como todos sabemos, nuestra cultura cristiana tiene uno de sus pilares en la culpa, y la cultura católica, en grado extremo. Y eso es generalizable a las tres religiones monoteístas, las Bíblicas: cristianismo, judaísmo e islamismo, ya que todas parten de Adán (Génesis 3: 9 y 10)
3:9 – Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú?
3:10 – Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí.
Es decir, el miedo apareció en el primer momento de convertirse en hombres, de tomar una decisión; y ese miedo, como he citado, es utilizado como mecanismo de control a lo largo de toda la Biblia. Y ha seguido siendo utilizado, en diferentes formas, por todos los poderes: el eclesiástico, el gubernamental, el económico, etc.
Y a ese temor externo, que en nuestro caso podemos ejemplarizar con el miedo al covid-19, a la represión del estado español contra los independentistas catalanes, al paro provocado por la usura de los empresarios que prefieren magnificar sus beneficios mediante la globalización, etc., cabe señalar, como apuntó Erich Fromm (1900-1980), en su famoso libro ‘Miedo a la libertad’, publicado en 1941, la distinción entre libertad negativa y libertad positiva.
‘La primera se refiere a la emancipación de restricciones como convenciones sociales implantadas por otras personas o por la sociedad, y para conseguir este tipo de libertad, generalmente se ha debido luchar. No obstante, de acuerdo con Fromm, esta clase de libertad por sí sola puede ser una fuerza destructiva a menos que esté acompañada por un elemento creativo, que sería la libertad positiva (…) un ejemplo es el desarrollo de la teología protestante con énfasis en los trabajos de Jehan Calvino (1509-1564) y Martín Luter (1483-1546), ya que la caída del antiguo orden social y el surgimiento del capital, generaron una mayor consciencia que las personas podían ser autónomas, que podían dirigir su propio futuro y no solo cumplir un rol socioeconómico’
(Wikipedia)
‘Mientras que la libertad negativa de un individuo se refiere a que ‘le permiten’ ejercer su voluntad, pues nadie se lo impide; la libertad positiva se refiere a que ‘puede’ ejercerla, al contar con el necesario entendimiento de sí mismo, y la capacidad personal para ejercerla’
(Wikipedia)
Como vemos, también es compleja la definición de ambas libertades, ya que mientras Fromm considera que la libertad negativa inicialmente se ha debido luchar y conquistar, según toras interpretaciones, nadie le impide realizar la pretendida acción. Si bien, en la libertad positiva, parece haber una mayor coincidencia, ya que se refiere a la capacidad de ejercerla creativamente.
Ante el miedo a la libertad, Fromm señala tres comportamientos: el autoritarismo, la destructividad y la conformidad.
Y en cuanto hace referencia a la conformidad, considera que:
‘Se presenta cuando la gente incorpora inconscientemente las creencias, normativas y procesos de razonamiento de la sociedad y los experimenta como si fuesen propios. Esto no les permite tener pensamientos libres, genuinos, lo que tiende a provocar ansiedad’
(Wikipedia)
En definitiva, y volviendo a nuestra realidad, debemos ser conscientes que el sentimiento del miedo es consustancial a la vida, ya que es un mecanismo de defensa, de preservación de la propia vida.
Charles Robert Darwin (1809-1882), en su obra ‘El origen de las especies’ (1859) consideró que los individuos más adaptados de una población son los que tienen más probabilidades de sobrevivir; no se refería a los más fuertes, como erróneamente se considera. Y el miedo, evidentemente, es un elemento adaptativo para la conservación de la especie.
Ahora bien, cuando los niveles son patológicos y alcanza cotas más bien clasificables en el horror, que, recordando la descripción mencionada, es:
Horror: La percepción de algo que sobrepasa la posibilidad de control, sea peligroso o no, provoca un sentimiento negativo, acompañado de incapacidad de reaccionar.
Podemos diferenciar si realmente ese temor se da ante algo peligroso, o no. Pues, en este segundo caso, es cuando podríamos decir que es, ciertamente, patológico. Pero, como hemos visto, el miedo se basa en una percepción, no forzosamente en una realidad objetiva; por eso los límites son tan difusos y complejos.
Por lo tanto, vemos que el miedo, al ser un sentimiento, es irracional; si bien, la razón puede ponderarlo.
Ahora bien, lo que sí que debemos considerar, asimismo, es el sentimiento de:
Culpa: el recuerdo de una mala acción o de un daño causado provoca un sentimiento negativo de malestar y pesar.
Efectos: arrepentimiento, contrición, escrúpulos, pesar, remordimiento.
Antónimos: inocencia, irresponsabilidad.
(Marina y López, ya citados)
Y la razón sí que debería favorecer el equilibrio o suspensión de la culpa; asumiendo la derivada de las propias acciones objetivas, y eludiendo y neutralizando las que nos son impuestas.
En nuestro caso, los independentistas catalanes sabemos que no tenemos ninguna culpa, y tampoco somos conformistas con el estatus quo actual y, lo que es más importante, no tememos a la libertad. Y dadas estas tres características, me parece claro que podemos concluir que tenemos todas las de ganar, aunque no sea fácil.
Por su parte, los unionistas, tienen la culpa de la represión histórica, sí que son conformistas con el estatus quo postfranquista, y tienen miedo a la libertad y a la pérdida de sus históricos privilegios (el que más tiene, más miedo tiene de perderlo o de no poder incrementarlo); es decir, la tormenta perfecta que provocará su derrota, con toda seguridad. Y será más pronto que tarde.
Respecto al covid-19, es comprensible tener miedo a ser contagiados y a contagiar. Y ese miedo podría haberse reducido sensiblemente, con una correcta gestión que hemos encontrado a faltar en todo momento, tanto en las medidas adoptadas, como en la información facilitada, que nunca es neutra y sincera, ya que obedece a intereses ocultos.
Hemos visto que nos tratan como si fuéramos menores de edad incapaces de entender la situación.
Un ejemplo lo tenemos con la confusión creada por los errores comunicativos respecto al colectivo a vacunar con la vacuna AstraZeneca, en la fase actual, reducida a las personas a las que Sanidad enviaba un sms, pero que, al divulgarse esa opción, muchas personas de 55 a 65 años, reservaron su vacunación, incluso en zonas alejadas de su propia población. Ese error inicial, fue criticado por los propios especialistas sanitarios, pues señalaron que la web debería haber estado capada, para poder reservar las vacunas a las personas sanitariamente preferentes, y así poder efectuar una programación adecuada. Días después, al recibir más vacunas de ese laboratorio, han publicitado esa apertura, y elogiado que la ciudadanía esté interesada en vacunarse. Pero en ningún momento han efectuado una autocrítica sobre esta gestión.
Como vemos, unos errores de planteamiento, que provocan confusión; pero eso no es más que un error en la operativa, y a mi me parece mucho más importante y relevante que nos oculten que en otros países, como Alemania y Holanda, por ejemplo, han vuelto a suspender la vacuna de ese laboratorio; y aconsejan que los que tengan aplicada ya la primera dosis, que la segunda sea de otra marca.
Dudo que esta mezcla de marcas esté suficientemente estudiada y testada, por lo que el riesgo puede comportar otras patologías.
Pero lo que me parece relevante y del máximo interés, es que ni el gobierno central ni el catalán informen de las opiniones de especialistas y de las decisiones de los gobiernos de otros países. Para que, libremente e informados, los ciudadanos podamos decidir de la forma que mejor consideremos.
Y visto este panorama, es comprensible que haya miedo, es muy humano, pues la desconfianza es un generador de ese miedo.