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El movimiento independentista catalán somos el chivo expiatorio del reino español.

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

Todo poder, para reafirmarse, precisa un chivo expiatorio, una cabeza de turco, para imputarle todos los males propios; y eso lo vemos muy bien en la actualidad, como intento explicar seguidamente.

Como muestra la historia, encontrar un culpable al que imputarle todos los males, da tranquilidad al poder.

La teoría conspiratoria la vimos con la epidemia del Covid, culpando a la República Popular de China, y ahora, culpando a Putin y a Hamás.

Y el reino español nos tiene como chivo expiatorio a los catalanes, y así, justifica todo tipo de ataque con motivos reales o inventados, para conseguir su reafirmación, como vemos en todas las campañas electorales, pues criticar a Catalunya, y en concreto, al movimiento independentista, siempre da votos a los partidos unionistas españoles y catalanes.

Chivo expiatorio:

El chivo expiatorio es la denominación que se le da a una persona o grupo de personas a quienes se quiere hacer culpables de algo con independencia de su inocencia, sirviendo así de excusa a los fines del inculpador.

De manera más específica, este apelativo se emplea para calificar a aquellos sobre quienes se aplica injustamente una acusación o condena para impedir que los auténticos responsables sean juzgados o para satisfacer la necesidad de condena ante la falta de culpables.

Los judíos, en los tiempos del Antiguo Testamento, sacrificaban un chivo (joven macho de la cabra) de acuerdo con el mandato de Dios, a fin de purificar las culpas por medio del sacrificio (Levítico 16). La expresión proviene del latín expiatorius, y significaba literalmente ‘antes de venerar’.

(…)

Cabeza de turco:

Un chivo expiatorio también se conoce como ‘cabeza de turco’. El origen de esta expresión se halla en las Cruzadas. La animadversión existente de las fuerzas cristianas hacia los turcos hacía que fuese muy valorado el lograr matar a uno de ellos.

Si se conseguía matar a uno, se le cortaba la cabeza para ser puesta en cualquier palo, fierro o cosa alargada, a modo de trofeo.

Así, se le invocaban todos los males acaecidos a los cristianos, no solo en el campo de batalla, sino también aquellos ajenos a su voluntad’

(fuente: Wikipedia)

En esta línea, podemos ver la actuación de los diferentes poderes del reino español, actuando de una forma que es su ‘modus vivendi’, es decir, culpar al movimiento independentista, para tapar sus propias vergüenzas debidas a su nulo nivel democrático.

Hoy hemos tenido un nuevo ejemplo, pues:

‘La sala penal del tribunal supremo ha hecho una exposición de 32 hojas en las que desarrolla la evolución del delito de terrorismo en el estado español, con la única finalidad de argumentar la imputación del president en el exilio, Carles Puigdemont, por el caso del Tsunami Democràtic.

En la resolución comunicada este jueves, el giro jurídico es excepcional porque el alto tribunal español admite que Puigdemont no hizo ninguna actuación concreta ni dio ninguna orden de provocar altercados, por eso, se le encausa por ‘omisión’ y no haber usado su ‘soporte carismático’ para ordenar que se parasen las protestas contra la sentencia del Procés, el otoño del 2019.

Además, el tribunal equipara el Tsunami Democràtic -al que le adjudica la categoría de movimiento, cuando era un a plataforma tecnológica anónima- con la kale barroca. Y manifiesta, sin ninguna prueba: ‘el movimiento TD responde a la lucha para combatir la sentencia 459/2019 del Procés, en la que se había condenado por sedición y malversación agravada a diversos miembros del Govern de la Generalitat, trasladando a la opinión pública internacional la injusticia palmaria de la resolución y organizando actos violentos para evitar su cumplimiento’

(Mayte Piulachs, elnacional.cat, 29 de febrero del 2024)

Me parece obvio que lo que le duele al ‘infausto juez’ Manuel Marchena, es, precisamente la crítica a su ‘ejemplar e histórica’ sentencia, como se explica en este auto.

Y aquí se ve su falta de coherencia y de ética, ya que imputa a Carles Puigdemont, a pesar de no haber encontrado pruebas para ello, pero aduciendo su autoridad moral, para poder frenar el movimiento. Y ese argumento es muy resbaladizo, pues si se generalizase, no habría cárceles suficientes, ya que incluso podríamos imputar al propio poder judicial por no haber frenado el ‘cepillado’ del Estatut de Catalunya, por parte del PSOE, en el año 2006.

Además, el ‘juez’ Manuel Marchena se contradice a sí mismo, ya que con motivo de la compra der mascarillas en el período de emergencia, el propio tribunal presidido por Marchena consideró:

‘En diciembre del 2020, el tribunal supremo decidió reunir en una única resolución el medio centenar largo de denuncias presentadas por la vía penal contra Pedro Sánchez, sus ministros y presidentes autonómicos de todos los partidos. Los querellantes eran muy diversos, desde Vox a organizaciones de familiares de fallecidos.

La sala que preside Manuel Marchena resolvió que un responsable político no puede ser responsabilizado de todo penalmente en función de su jerarquía. Una persona, señaló el supremo, no puede ser imputada ‘por el mero hecho de la posición o cargo que ostente en la organización, por muy alto que este sea’.

Solo un número muy pequeño de denuncias quedan pendientes en diferentes juzgados. Incluso la fiscalía de Madrid entendió que los polémicos protocolos del gobierno de Isabel Díaz Ayuso no prohibieron derivar ancianos de las residencias a hospitales. La gestión pudo ser mejorable, pero la justicia ha considerado hasta ahora que nadie merece ir a la cárcel por ello’.

(newsletter de Lola García, La Vanguardia, 29 de febrero del 2024)

Yo creo que, en muchas causas, el máximo responsable, debe asumir las consecuencias de todos los actos derivados de sus decisiones, como, por ejemplo, Putin, Netanyahu, etc., pues, en esos casos y en muchos otros, la posición jerárquica es decisiva; como lo puede ser, por ejemplo, en tramas de corrupción generalizada, como fue evidente en el PP de las décadas pasadas, con un sinfín de causas verificadas y sentenciadas.

¿Pero, qué criterio aplica el citado ‘juez’ Manuel Marchena, para imputar a un responsable, ya que no es idéntico en el citado caso de Pedro Sánchez, comparado con el de Carles Puigdemont?

Tras la imputación de terrorismo, el president Carles Puigdemont, en una publicación en la red X, ha escrito:

‘El mismo día que me acusan de haber recibido el reglo de un Rolex de 7000€, me imputan por terrorista. Creo que ya solo falta que me salga una cuenta secreta en Panamá. El Mátrix judicial español ha adaptado la máxima del mal periodismo: no dejes que la realidad estropee una buena imputación’.

Siguiendo con la referencia a la película de ciencia-ficción ‘The Matrix’, dirigida por las hermanas Wachowski en el año 1999, me parece que Manuel Marchena está haciendo el papel del temible agente Smith, que primero trabaja para Matrix y después acaba siendo un virus que trata de infectar a esa sociedad.

Y, claro, podemos ver que, en la actualidad, hay muchos otros personajes, como el ‘juez’ Manuel García-Castellón, entre otros, que representan el papel de Cypher, el traidor que se encuentra en la tripulación de Morfeo, y hace un trato con el agente Smith, a cambio de fama y fortuna.

Y siguiendo con este paralelismo, todos los poderes estatales, siguen el programa Merovingi, el programa de Matrix que actúa al margen de ella, protegiendo otros programas de ser borrados, siempre que pueda utilizarlos a su conveniencia.

Si en la película narra la guerra entre humanos y máquinas, desde 1714 vemos que la lucha es entre el reino de Castilla y el Principado de Catalunya; y, ahora, entre el estado español y los independentistas catalanes.

Y claro, no toleran que les salgan un Neo, el escogido, ni Trinity ni Morfeo, que les cuestionen sus fechorías.

Por eso, Marchena (Smith), con sus Cypher, tienen, como único objetivo de su carrera, encarcelar a Puigdemont (Neo).

Y eso es una venganza, no justicia.

Y lo más grave, es que viendo esas actuaciones, que es la enésima contra el movimiento independentista, la ciudadanía de base siga callada, dormida, anestesiada, que ya se consideren meros ladrillos en la pared, siguiendo con la metáfora de la canción ‘El Muro’ de Pink Floyd, citada ayer, y así, lleguen a reconocer que:

‘No necesitamos ‘la no educación (doble negativa)

No necesitamos ‘la falta de control mental’

Por eso, debemos ser críticos y dejar de ser ladrillos del muro, no hay otra, salvo que nos sintamos confortables formando parte del muro, claro.

Es decir, o seguimos aceptando ser las chivos expiatorios, las cabezas de turco, de los ‘perros de paja’ unionistas (ya que, en realidad aparentan mucha fuerza y poder, para ocultar su realidad hueca y falsa) o decimos que ya está bien, que estamos hartos, y ponemos punto final a ese sometimiento. TODO DEPENDE DE NOSOTROS.