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El movimiento independentista deberíamos aplicar el método AIDA

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

El método AIDA es el acrónimo de las palabras: attention (atención), interest (interés), desire (deseo) y action (acción), y es un método utilizado en marketing y estrategias de venta, pero que me parece apropiado para todo tipo de acción, incluso para nuestro movimiento independentista, como intento explicar a continuación.

Efectivamente, ese método puede ser útil, como he dicho, para el movimiento independentista, pero, y aquí está el núcleo de la situación: ¿realmente somos un movimiento, o más bien somos una dispersión de votantes?

Si únicamente somos meros votantes puntuales, y de cada vez menos, mejor que no efectuemos ningún tipo de análisis, ni perdamos el tiempo, y tendremos lo que nos merecemos.

Esta mañana (29/11), el expresident Jordi Pujol, en un homenaje que le ha hecho la agrupación de Prat de la Riba, en Castellterçol, rodeado de los principales políticos de Junts y de la anterior CiU, ha dicho que ‘sabemos que Catalunya no será independiente’ y ‘sólo puede aspirar a salvarse’, y ha puesto como ejemplo a Prat de la Riba (*)

(*) Enric Prat de la Riba i Sarrà (1870 – 1917) fue el primer presidente de la Mancomunidad de Catalunya (1914 – 1917), y uno de los principales artífices del resurgimiento del sentimiento nacional catalán del siglo XIX, partícipe en la elaboración de las ‘Bases de Manresa’ (Bases para la Constitución Regional Catalana, 1892), que fijaba las bases de la devolución de las Constituciones catalanas, que no fue un documento independentista, sino autonomista.

Pujol ha comentado que:

‘(…) cuando tenía diecinueve años, un amigo, Pere Figuera (*), muy independentista, y uno de los fundadores de Convergència, también joven y politizado por la dictadura, mal estudiante de medicina, habría sido mejor historiador que médico, le dijo que si se pusiera en marcha un rumbo hacia la plena soberanía, no iría bien (…) Catalunya no será independiente, ni ahora ni de aquí a quince años, y que a partir de esta cifra ya no se pueden hacer previsiones con rigurosidad. (…) España es un país muy poderoso, porque tiene una de las lenguas más importantes del mundo, y podemos aspirar a salvarnos. Pero negociando con ellos (…) incluso Francesc Macià (**) sabía que era un escenario inviable. El único país posible es el de Prat de la Riba (…) y el hecho migratorio, junto a la baja natalidad, puede comportar un componente de decadencia (…)’

(*) Pere Figuera i Serra (1929 – 1970), activista antifranquista.

(**) Francesc Macià i Llussà (1859 – 1933), militar, político independentista y 122 president de la Generalitat (1932 – 1933)

No sé si el pensamiento de Jordi Pujol es representativo de buena parte de los 2 millones de votantes por la independencia, en el referéndum del 1 de octubre del 2017, pero bien podría ser, es decir, que, viendo la imposibilidad de la independencia, muchos catalanes hayan vuelto al puro autonomismo.

Todos los pensamientos son válidos, esa es la libertad democrática. ‘Entiendo’ la defensa del mantenimiento del autonomismo, por más que me cueste; y me parece lógico el pase del autonomismo al independentismo, tras el fracaso secular del primero; pero, a mi modo de ver, el pase inverso, volver al autonomismo por las consecuencias de la represión y por miedo, me parece una rendición, el sometimiento total, a cambio del confort que nos dejen tener.

Por eso he planteado la pregunta retórica inicial, pues es básico saber qué y cuántos somos los independentistas, ya que es evidente que en el 2017 hubo muchos que se subieron al carro por la moda, la novedad, el deseo de un cambio fácil y sin coste, etc.; otros, por asumir que el coste impuesto por el estado represor es difícil e inasumible.

Y el análisis de esta situación es la primera fase del mencionado método AIDA, la de la atención.

En las pasadas elecciones al Parlament de Catalunya, del 12 de mayo 2024:

  • Del censo total de 5.754.952, la participación global fue de 3.183.137 votos (el 55,31%), así que 2.1571.815 (el 44,69) se abstuvieron, pero sería un error adscribirlos, pues parte pueden ser independentistas cabreados, unionistas ya satisfechos, o abstencionistas técnicos: errores de censo, imposibilidades de última hora para votar, etc.
  • Los votos independentistas fueron: Junts (681.470, el 21,59%), ERC (431.128, el 13,66%), la Cup (129.059, el 4,09%) y AC (119.149, el 3,77%), es decir, en total, 1.360.806 votos (el 42,75% de los votos; y el 23,65 % del censo)
  • Y los votos unionistas fueron: PSC (882.589, el 27,96%), PP (347.170, el 11%), Vox (251.096, el 7,95%), CS (184.297, el 5,84%), es decir, en total, 1.352.692 votos, el 42,49% de los votos, y el 23,50% del censo)
  • En definitiva, tras las correcciones de la ley electoral (asignación de escaños por demarcación, ley de Hont, etc.) los unionistas obtuvieron 74 diputados (el 54,81% de l total de 135) y los independentistas, 45 diputados (el 45,19%)

Por lo tanto, los independentistas votantes tenemos la mayoría social, corta, es verdad, apenas de 8.000 votos, pero los números son estos. Y por eso, no entiendo el discurso oficial y oficialista de que la sociedad catalana ha dado la espalda al independentismo, que estamos cansados de la última década, que la represión nos ha domesticado, y que, en definitiva. Estamos amansados, ‘pacificados’, según el lenguaje de Pedro Sánchez.

Y, por lo tanto, no entiendo que los partidos independentistas se hayan rendido total o parcialmente a ese discurso, que, claro, abona el represor Salvador Illa, que, ejerciendo de virrey de la corrupta monarquía española, nos pretende imbuir de la bondad de su gestión ‘normalizadora’.

La segunda fase del método AIDA, es decir, el interés, a mi modo de ver, también es claro, pues socialmente, como he dicho, somos mayoritarios los que queremos la independencia.

Pero es más compleja la tercera fase, la del deseo, ya que, para hacer decantar la balanza, es preciso mostrar de forma clara los beneficios y los costes; pero, es evidente que no todo es fruto de la razón, del cálculo.

Con relación al deseo, al nivel psicológico, me parece interesante reproducir las siguientes observaciones:

‘Cuando los humanos ven un árbol no se enarbolan, pero cuando ven algo triste, se entristecen, ya que dependen de su:

  • Territorio motivacional: impulsos, inclinaciones, tendencias, propensiones, móviles y deseos.
  • Territorio sentimental: estados afectivos, sentimientos, emociones y humores.

y los deseos pueden estar en el origen de los sentimientos o pueden ser una consecuencia de los sentimientos.

Los antiguos filósofos decían que el hombre tiene dos facultades: nous y orexis, inteligencia y deseo.

Desear es una metáfora lexicalizada, maravillosamente poética. Procede del latín de-siderare, palabra compuesta de un ‘de’ privativo, y de sidus-eris, astro. Así que desear significa ‘echar en falta un astro’. Es, ante todo, el sentimiento de ausencia, aunque más tarde se impuso el significado de buscar, obtener, anhelar.

Dos autores franceses, Deleuze y Guattari, desde la psiquiatría, o mejor, desde la anti-psiquiatría, consideraron que cada terráqueo es ‘una colección de máquinas deseantes’.

(José Antonio Marina y Marisa López Penas, ‘Diccionario de los sentimientos’, edit. Anagrama, Barcelona, 1992)

Es verdad que los independentistas tenemos el sentimiento de ausencia de la independencia (metafóricamente, nuestro astro), y que los deseos, los estados mentales, que se expresan con los términos querer, anhelar o apetecer, juegan en un plano diferente a la inteligencia, a los cálculos de la razón.

El exit (palabra inglesa) es un cultismo de exitus, que es el participio de salir de algún sitio; y el término ‘éxito’ del citado exitus (salida), también expresa el final como consecuencia acertada de una acción.

Por eso, me parece que continuar con el autonomismo, nunca podrá ser un éxito, pues la permanencia es lo contrario de la salida; y tampoco puede ser visto como una consecuencia acertada, si es fruto de la represión.

Y aquí llega la última fase del método AIDA, la acción, que tampoco es fácil, pero ha de ser inevitable, si realmente deseamos salir del reino español, si deseamos culminar el camino que iniciamos, si queremos actuar de forma honorable con los muertos (asesinados) desde 1714, y a los represaliados desde entonces, por defender a nuestro país.

En definitiva, que me parece interesante y recomendable, que todos los independentistas nos replanteásemos nuestros actuales pensamientos / sentimientos, y actuásemos de acuerdo con ellos, al margen de las presiones y represiones. Y llegados a ese punto, reconocer que la unión hace la fuerza, para motivar y espabilar a los que consideremos líderes válidos, y, conjuntamente, actuar para conseguir la independencia.

Y obviamente, si al final del balance les pesa más el platillo de la conformidad, al menos que no critiquen y desmerezcan a los que, buenamente, hagan lo que puedan, pero sí que sean críticos con el represor Illa.