Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616) en su obra ‘El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha’ (1605), en el capítulo VIII, explica la aventura más famosa del hidalgo castellano:
‘La ventura va guiando nuestras cosas de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o pocos más desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer, que esta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra.
¿Qué gigantes? – dijo Sancho Panza.
Aquellos que allí ves – respondió su amo -, de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas.
Mire vuestra merced -respondió Sancho- que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino.
Bien parece – respondió don Quijote -que no estás cursado en esto de las aventuras: ellos son gigantes; y si tienes miedo quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla (…)’
Por eso, la expresión ‘luchar contra molinos de viento’ ha pasado a explicar el ‘pelear contra enemigos imaginarios’.
Pero vemos que todos nosotros, y los políticos de forma exagerada, además de luchar contra nuestros respectivos molinos imaginarios o reales, luchamos contra los propios enemigos intrapersonales, fundamentalmente instintivos.
En mi escrito de ayer incluí unas citas de Joan Fuster i Ortells (1922-1992), del que este año se ha celebrado el centenario de su nacimiento, y las repito de nuevo, pues nunca está de más insistir:
‘No hagas de tu ignorancia un argumento’
‘Reivindicad siempre el derecho a cambiar de opinión: es lo primero que os negarán vuestros enemigos’
Pues bien, ayer mismo tuvimos dos claros ejemplos de la tozudez de un par de ministros del gobierno de Pedro Sánchez, enrocados en su cerrazón quijotesca:
Primer ejemplo:
La ministra de igualdad, Irene María Montero Gil, enrocada en ‘su’ ley del ‘sólo sí es sí’ que, objetivamente es correcta y positiva, ya que amplía el abanico de los actos delictivos de género, si bien presenta cierta laguna legal, por ejemplo, falta un capítulo de transitoriedad, que determinados jueces han utilizado para reducir las penas a determinados abusadores.
Los jueces, atacados por la ministra por su machismo, se han esmerado en aplicar la ley de aplicar los beneficios retroactivamente, ya que el artículo 2.2 del código penal indica que ‘tendrán efecto retroactivo aquellas leyes penales que favorezcan al reo, aunque al entrar en vigor hubiera recaído sentencia firme’.
Todos sabemos que los jueces deben aplicar las leyes, y que éstas deben estar cuidadosamente detalladas y tasadas, para evitar las interpretaciones subjetivas de los jueces; pues ya hemos visto hay magistrados con mucha imaginación e inventiva (eso los independentistas catalanes lo hemos constatado desde hace años). Y por eso tememos que la nueva ley de ‘disturbios públicos agravados’ sea tan abierta, por ejemplo, en el aspecto de la intimidación. Y eso nos da mucho miedo.
Evidentemente, el PP y Vox han aprovechado esa fisura para cargar contra la ministra, si bien, en realidad, están contra la ley en sí misma, provocando ayer una gran trifulca en el congreso de diputados, alimentada, asimismo, por la propia ministra que dijo que la derecha defiende ‘la cultura de la violación’.
En el presente escrito no pretendo entrar en el fondo de la ley, únicamente me centro en el rasgo personal de no aceptar críticas positivas, como parece que le llegaron en el trámite de esa ley, y por la premura que tuvo la ministra para ponerse la ‘medalla feminista’. Y ahora, tras ver el desaguisado, en lugar de actuar inteligentemente, y aceptar la modificación de ‘su’ ley, se ha encastillado en su ‘erre que erre’ (insistencia y terquedad)
Segundo ejemplo:
También ayer, el ministro de interior, Fernando Grande-Marlaska Gómez, acorralado en el congreso de los diputados, que le censuraban su negación a aceptar ningún tipo de mala praxis en la frontera de Melilla, el pasado 24 de junio; una masacre que acabó con 23 inmigrantes muertos, 77 desaparecidos, y centenares de golpeados y expulsados, en caliente, a Marruecos.
Este ministro, del que todos sabemos su ‘sentido de la justicia y de la ética’, nunca asume errores ni responsabilidad en los hechos negativos. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos condenó cinco veces al estado español por la actividad de Grande-Marlaska en su etapa de juez, por no investigar torturas a detenidos bajo custodia judicial. Pero, aún así, Pedro Sánchez le nombró ministro, tela.
El año 2007 asumió la titularidad del juzgado central de instrucción número 3 de la audiencia nacional, y, por lo que se verá a continuación, ese año fue muy ‘prolífico’ ya que:
Ese juez (ahora ministro) en el año 2007 exculpó al estado español del accidente del avión Iak-42, en Turquía en 2003, en el que murieron 62 militares. Y ese mismo año exculpó a los directivos de Air Madrid, acusados de presunta estafa del 2006; y también ese mismo 2007, rechazó los recursos de apelación presentados por la Asociación general de consumidores y usuarios y la OCU contra el archivo del caso Air Madrid. Y ese mismo año 2007 decretó la apertura del juicio oral por injurias a la corona, a diversos artistas gráficos de El Jueves.
Pues bien, este ministro, pese a las evidencias presentadas por el documental de la BBC, y las observadas por diputados europeos y españoles en la zona del conflicto, sigue negando ninguna responsabilidad sobre ninguna muerte ni maltrato. Incluso llegó a decir que se les atendió sanitariamente, pues asistieron ambulancias. En los vídeos se ve una, parada, inactiva, y a distancia.
Está claro que es un mentiroso convulsivo.
A pesar de eso, Pedro Sánchez sigue manteniéndose en su mantra de que la actuación fue proporcional y adecuada.
Esta persistencia, a veces es necesaria, irremediable y positiva, pero nunca puede ser ajena al análisis crítico inteligente. Y los independentistas catalanes pretendemos hacer una persistencia crítica inteligente, otra cosa es que de frutos.
Pero, muchas veces, es una pura cerrazón, que puede acabar dando resultados positivos, pero generalmente, no es así. Y esa cerrazón desmesurada y subjetiva, habitualmente es negativa, como explica Miguel de Cervantes en la lucha de El Quijote contra los molinos de viento.
Y tristemente, esa cerrazón es una característica de los ‘hidalgos’ castellanos más carpetovetónicos y recalcitrantes (‘herederos’ de los ‘descubridores y conquistadores’), como mostró el director José Luís Sáenz de Heredia, en su película ‘Don Erre que erre’, de 1970, en la cuál:
‘Don Rodrigo Quesada (interpretado por el actor Paco Martínez Soria) es un hombre conocido en el barrio por su contumacia y terquedad, es una persona de ideas fijas que no para hasta conseguir todo aquello que se propone. Un día se acerca a las oficinas del Banco Universal, pero se produce un atraco y las 257 pesetas que don Rodrigo estaba retirando en ese momento son robadas. El todopoderoso banco se niega a devolverle a don Rodrigo esa pequeña cantidad de dinero, pero éste no parará hasta conseguirlo. Como tampoco parará hasta conseguir que su mujer doña Luisa quede de nuevo embarazada, a pesar de la edad de ambos, y que su hija Marisa siente por fín la cabeza y abandone su idea de tomar los hábitos’.
(Wikipedia)
Todos sabemos que cuando la oposición critica o reprueba a un ministro o conseller, el efecto que se produce es justo el contrario, pues los respectivos presidentes lo que hacen, en su ‘erre que erre’, es ratificarlos.
Esto lo hemos visto con los casos mencionados del gobierno central, pero también lo hemos visto en el gobierno de la Generalitat, pues Pere Aragonès ratificó a:
- Josep González i Cambray, conseller de educación, tras la nefasta gestión de los cambios introducidos, sin obtener el acuerdo con los sindicatos ni directores de los centros públicos de enseñanza.
- Joan Ignasi Elena, conseller de interior, tras ser reprobado en el Parlament por su ineficaz gestión de los mossos d’esquadra (policía autonómica) y el cese del mayor Josep Lluís Trapero.
En definitiva, si los responsables en cuestión, ministros o consellers, no tienen la ética ni la moral para asumir sus responsabilidades, y dimitir. Sus jefes, Pedro Sánchez y Pere Aragonès, deberían mostrar un mínimo de empatía e inteligencia (emocional y racional), y actuar en consecuencia, cesándolos.
Pero no es el caso, siguen como ‘don erre que erre’, ese es su nivelito. Y, claro, como los dos presidentes se llaman Pedro, parece que hacen honor a su patronímico San Pedro, que negó tres veces a Jesús. Y, claro, como buenos narcisistas y egocentristas, quieren ganar al mencionado santo, y mentirán infinidad de ocasiones, todas las que consideren precisas.
Ese es el panorama que tenemos. Por eso, los independentistas de base lo tenemos tan difícil, pues ambos presidentes aplican su cerrazón y falta de empatía en todos los conflictos que les incomodan.
Y, ante esta situación, solo nos queda que perseverar, no votarles, que caigan. No nos vale que el que pueda sustituirles sea peor, no tenemos que caer en esa trampa. Ese es su problema (la pérdida de la poiltrona), no el nuestro.