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El reino español ve a paja en el ojo ajeno, y no la viga en el propio

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

Existen diferentes variantes de la expresión ‘ver la paja en el ojo ajeno, y no la viga en el propio’, si bien, la más remota se refiere a la Biblia (NT, Lc 6:51 y Mt 7:3)

El caso opuesto, es el trastorno dismórfico, que es una enfermedad mental en la que no se puede dejar de pensar en uno o más defectos propios, percibidos o defectos en la apariencia, un defecto que parece menor o que no puede ser visto por los demás.

Ambos extremos son patológicos, como lo es, también, considerar, de forma exagerada y distorsionada, las propias ‘virtudes’, como hacen los narcisistas.

Pues bien, centrándonos en el corrupto estado español, vemos que adolece, entre otros muchos defectos, de ver la mota en el ojo de sus ‘enemigos’ y no las vigas, los raíles de tren, que tiene en sus ojos. Y, a ese defecto histórico, debemos sumarle, asimismo, el narcisismo, potenciado por la conquista castellana de América.

A modo de ejemplo, estos días hemos visto, hasta la saciedad, la vergonzosa actuación del expresidente (gracias a la FIFA) de la real federación española de fútbol, Luís Manuel Rubiales y todos sus acólitos paniaguados; actuación que no es más que la punta del iceberg del problema machista / patriarcal que caracteriza al estado español, pues ayer vimos las imágenes de las subcampeonas del mundo de gimnasia rítmica arrodilladas en la fotografía oficial de la recepción por parte del presidente de la comunidad valenciana, Carlos Manzón, del PP.

Y, claro, vista la reacción viral a ambos hechos puntuales, ahora, todos los estamentos consideran que son conductas políticamente inaceptables.

Pero el problema es de raíz, pues, como sabemos, su constitución de 1978, respecto a la sucesión de la monarquía, en su artículo 57.1, dice: ‘La Corona de España es hereditaria en los sucesores de S. M. Don Juan Carlos I de Borbón, legítimo heredero de la dinastía histórica. La sucesión en el trono seguirá el orden regular de primogenitura y representación, siendo preferida siempre la línea anterior a las posteriores; en la misma línea, el grado más próximo al más remoto; en el mismo grado, el varón a la mujer, y en el mismo sexo, la persona de más edad a la de menos’.

Es decir, queda consagrado que el varón prevalece sobre la mujer. De ese modo, rige la ley sálica (*), instaurada en 1713 por el primer Borbón, Felipe V (1683 – 1746), que derogó las disposiciones y reglas sucesorias tradicionales que se habían establecido en las Partidas de Alfonso X ‘El Sabio’ (1221 – 1284).

(*) La denominación de ley sálica se refiere a la ley, creada en la Edad Media, por los francos salios.

La pragmática sanción de 1789, establecida por Carlos IV (1748 – 1819), nieto del citado Felipe V, en la práctica anulaba el citado auto acordado el 10 de mayo de 1713 por Felipe, que proclamaba la denominada ley sálica, aunque técnicamente no lo fuera, pues la ley sálica, excluía por completo a las mujeres como sucesoras del trono y no dejaba ningún supuesto para que estas pudieran reinar.

Es preciso recordar que Carlos IV abdicó tras su desafortunado exilio en Bayona, forzado por Napoleón Bonaparte (1769 – 1821), que nombró a su hermano José; y dado que Carlos falleció en el exilio, posteriormente, tas le guerra de la independencia, le sucedió su hermano Fernando (1784 – 1833).

Y no fue hasta 1830 que Fernando VII derogó la ley sálica, para que su hija, la futura Isabel II (1830 – 1904), una niña de tres años, pudiera reinar al llegar a la mayoría de edad, por lo que su esposa, María Cristina de Borbón y Dos Sicílias (1806 – 1878), actuó de reina regente, motivando la rebelión de los denominados Carlistas, seguidores de Carlos María de Isidro de Borbón (1788 – 1855), hermano del rey, una oposición absolutista, reaccionaria al liberalismo, y que luchó bajo el lema ‘Dios, Patria y Rey’.

En definitiva, en el reino español ha estado y está vigente la ley sálica moderada, por lo que las mujeres sólo pueden reinar en defecto de varón, como pasará (espero que no, o que ya seamos independientes) con la princesa Leonor.

Así, la actual constitución se contradice a sí misma, ya que el artículo 14 establece que ‘los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social’.

Este es un mero ejemplo de que España es una pseudo democracia, un sí, pero no, un quiero y no puedo, tan propio de los hidalgos castellanos.

Y esa limitación y discriminación no se circunscribe exclusivamente a la sucesión de la monarquía, si no que contradice la idea de la monarquía en sí misma, asimismo nunca ha habido una jefa de gobierno, los líderes de los partidos políticos, mayoritariamente, son varones, como en el ejército, las empresas, las iglesias, etc.

El diccionario de la RAE, es ambiguo, pues identifica el término varón con el de hombre, ocultando, así, a la mujer, pues hombre se refiere sólo cuando atañe al sexo masculino, aunque defina el término hombre, como el ser animado racional, varón o mujer.

Pero ese diccionario se especifica las siguientes definiciones del término mujer: persona del sexo femenino; mujer que ha llegado a la edad adulta; mujer que tiene las cualidades consideradas femeninas; esposa o pareja, etc.

Asimismo, contempla, entre otras, las siguientes acepciones:

  • Mujer de gobierno: mujer de su casa; criada.
  • Mujer de la calle: mujer normal y corriente; prostituta que busca sus clientes en la calle.
  • Mujer del partido: prostituta.
  • Mujer fatal: mujer seductora que ejerce sobre los hombres una atracción irresistible y peligrosa.
  • Mujer mundana: prostituta.
  • Mujer objeto: mujer que es valorada exclusivamente por su belleza o atractivo sexual.
  • Mujer pública: prostituta.
  • Etc.

Como se puede ver, hay una derivada preocupante hacia la prostitución

Por el contrario, en el término hombre, se especifican acepciones como: hombre anuncio; hombre araña; hombre bueno; hombre de armas; hombre de barba; hombre de capa y espada; hombre de guerra; hombre de bolsa; hombre de la calle (persona normal y corriente); hombre de paja; hombre del saco; hombre lobo; hombre orquesta; hombre objeto (hombre que es valorado exclusivamente por su belleza o atractivo sexual); hombre público (hombre que tiene presencia e influjo en la vida social); etc. Es decir, ninguna referencia a la prostitución.

Todo es fruto de la historia, de una historia machista y patriarcal, como vemos con el ejemplo de la segunda esposa de Sócrates (470 a. C. – 399 a. C.), Jantipa, cuarenta años menor que él, y madre de sus tres hijos; y que diferentes historiadores describen como una mujer de mal carácter, insolente y feroz.

Pero, ante un sujeto tan soberbio y engreído como Sócrates, que, a pesar de reconocer que su esposa ‘lo cuida cuando está enfermo, cuida que no le falte nada y además reza a los dioses por él’, en otro pasaje, Sócrates ‘se encontraba en un banquete, observando a una pequeña malabarista, y comentó que también las mujeres pueden aprender todo lo que un hombre puede aprender, y a la pregunta de por qué no ha con seguido educar a Jantipa, Sócrates respondió que es precisamente con los potros difíciles (una alusión al nombre de Jantipa, que en griego significa ‘caballo rubio’) que se entrena mejor’. (citas de (Marchant, E.C., ‘Proyecto Perseus’,1923).

No hace falta insistir en el pensamiento patriarcal, ya que posteriormente, Aristóteles (384 a.C. -322 a.C.) consideraba que las mujeres son seres inferiores a los hombres, pues están a medio hacer. Y, con ligeros retoques de maquillaje, hemos llegado a la actualidad, con un pensamiento machista, que nos cuesta reconocer.

Seguimos con un pensamiento que refleja distorsiones cognitivas: dicotómico, sobre-generalización; abstracción selectiva; personalización; etc., y así nos va.

Por lo que tenemos mucho trabajo, todos, pero, y eso no es ninguna excusa, son los que están en la cúspide, política y social, los que deben dar ejemplo. Y un primer paso sería eliminar la ley sálica comentada (si bien, en realidad, sería mejor eliminar la monarquía)

Y con estas premisas, ¿a quién le puede extrañar la consideración de España como machista y patriarcal?; ¿qué los asesinatos de género sean tan elevados (40 asesinatos en los ocho meses de este año)?; ¿qué los chistes, conductas y acciones sean machistas?; que veamos ejemplos como que en la Carrera de la Mujer de Madrid (8 de mayo del 2023), a la vencedora le dieran una Thermomix, un robot de cocina, y a todas las participantes, productos 0%, ‘si triunfas, ama de casa, y si no, al menos adelgaza’. Obviamente, la secretaria de estado de Igualdad, Ángela Rodríguez, calificó de machistas; etc.

El estado español, como vemos, se mantiene en la ambigüedad. Y en esa ambigüedad, Pedro Sánchez se mueve a la perfección, pues corre a ponerse la medalla feminista, pero no se atreve a modificar la constitución para eliminar la ley sálica, que ahora no tendría ningún efecto, ya que Felipe y Leticia sólo han tenido dos hijas, pero sería un buen ejemplo para la ciudadanía.

Que ese vestigio, propio de las más abstrusas monarquías, como es la ley sálica, por la que es rey Felipe, y no su hermana Helena o Cristina, siga plenamente en vigor, es vergonzoso.

Y esa ambigüedad calculada, Pedro Sánchez la ejerce a la perfección, como los tahúres y los encantadores de serpientes.

En un próximo escrito me centraré en sus mentiras, en las promesas de investidura incumplidas, en su compromiso falsario sobre la defensa del catalán, gallego y euskera en el parlamento de la UE, y que, Albert Branchadell desmonta en su magnífico artículo de hoy en el Ara.

En definitiva, todo ello, reconfirma que el reino español dista mucho de ser una democracia, ni plena, ni mixta, sólo es un sucedáneo.