Ayer, 12 de octubre, los unionistas españoles celebraron su fiesta de la hispanidad, y, en Barcelona, su manifestación fue un tremendo fracaso, no solo por la escasa participación (apenas 1000 personas, según la guardia urbana, y que los organizadores han cifrado en 10.000); pero su principal ridículo fue que, en lugar de reivindicar la hispanidad, como en años anteriores, la pancarta principal llevaba el lema ‘basta ya de concesiones’, es decir, un ataque a la amnistía, a la negociación de investidura, etc., y, claro, no faltaron los insultos de ‘Puigdemont a prisión’.
Que en esa manifestación se hayan ‘olvidado’ de ensalzar su objetivo y orgullo principal, que es el recuerdo de su imperio, sería un gran paso, si ese ‘olvido’ fuera por motivos éticos, ya que muchos sabemos que esa fiesta, antes denominada de ‘la raza’, representa el genocidio, la esclavitud, el expolio, el racismo, la tortura, etc., y por eso somos conscientes de que ellos ‘no tienen nada que celebrar’. Nosotros todavía menos, ya que no es nuestra fiesta, aunque, obligatoriamente nos venga impuesta por el BOE.
Pero la realidad de ese ‘olvido’ no fue otro que la imperiosa necesidad de exteriorizar su ODIO contra los independentistas catalanes. Y ese ODIO está por encima incluso de su historia, como evidenciaron en la manifestación de ayer.
Es meridianamente claro que el estado español sigue considerando que la hispanidad representa la mejor página de su historia, de su grandeza, de su fuerza; pues ignoran, voluntariamente, el genocidio de los pueblos indígenas, la esclavitud de millones de africanos, y también ignoran que la idea de hispanidad, entendida cultural y religiosamente, nunca fue el móvil de sus conquistas, pues, auspiciados por la corona castellana, lo que pretendieron fue el saqueo de su oro y de sus tierras.
Prácticamente, todos los países que fueron imperios coloniales han pedido perdón por los delitos cometidos con los autóctonos locales, máxime cuando se cometieron genocidios, crímenes de guerra y de lesa humanidad. Según la ONU, esos delitos no prescriben. Y ya se sabe que los crímenes del pasado no serán castigados retroactivamente, pero, el acto de pedir perdón ha de ser ineludible moral y éticamente.
Pero España es el único estado que no ha pedido perdón, por todos los actos cometidos; y eso demuestra el nivel ético y moral del estado y de sus dirigentes.
Y que, en la actualidad, se siga celebrando oficialmente esa fiesta con desfiles militares en Madrid (incluida la cabra de la legión, en esta ocasión, la ‘Pacoli’, disfrazada con el gorro de la legión (*)), con todas las autoridades y la casa real engalanados, y con profusión de banderas españolas, no es más que una muestra de su ridiculez, ya que esa bandera ni la idea de España existía en ese momento. Pero, como he dicho en varias ocasiones, el estado español es heredero directo y exclusivo de la historia de la corona de Castilla.
Y, claro, para evitar el clásico abucheo a Pedro Sánchez, disponen que el público madrileño esté bien lejos, así, SU fiesta es para las élites que, agradecidas, después acuden orgullosos, al besamanos.
(*) es preciso señalar que la ley de bienestar animal no afecta a las mascotas de las unidades de las fuerzas armadas, gracias a una excepción. La cabra, para ellos, representa la tenacidad y la resistencia, si bien, en décadas anteriores habían tenido monos.
No deja de ser indignante que las fuerzas armadas tengan esos privilegios, que estén por encima de la ley general, por encima del bien y del mal, como expuse en un escrito anterior, al señalar las banderas preconstitucionales, como la que besó la infanta en su reciente jura de la bandera.
Y esas excepciones, sólo son una muestra, la punta del iceberg, del rancio y casposo preconstitucionalismo militar español, y de todos sus otros brazos de su poder.
Por todo lo comentado, este escrito lo he titulado ‘El sueño de un reino ridículo’, recordando el cuento ‘El sueño de un hombre ridículo’ (1876), inicialmente incluido en el ‘Diario de un escritor’, de Fiódor Mikhàilovitx Dostoievski (1821 – 1881)
En ese cuento, el protagonista piensa:
‘Me representaba de modo muy claro que la vida y el mundo no dependían más que de mí. En realidad, hasta podía decirse, en aquel momento, que el mundo no había sido creado más que para mí (…) Y puede suceder que, en efecto, nada exista para nadie después de mí y que el mun do entero, una vez que se haya abolido mi conciencia, se desvanezca como un fantasma, puesto que no es más que el objeto de mi conciencia, y que se aniquile, puesto que todo el mundo y todos los hombres acaso no sean más que yo mismo (…)’
Y esa es la ridícula concepción de los unionistas españoles, que creen que todo el mundo gira entorno de ellos y de la unidad de SU España; una unidad que es lo que más desune y divide, aunque nunca lo reconocerán.
Unas personas que, para ratificar sus creencias, se basan en insultar y desprestigiar a los que consideran sus enemigos, dice mucho de ellos.
Y ese es su pensamiento histórico y transversal, que hemos visto repetidamente, por ejemplo, con su defensa a ultranza de la Contrareforma (para defender a la Iglesia católica de la Reforma protestante) y que tuvo a Felipe II de Castilla (1527 – 1598) como el principal martillo de herejes y que comportó la formación de la Inquisición, y la cerrazón durante siglos. Esa Contrareforma se inició con el Concilio de Trento (1545 – 1563) y acabó al final de la Guerra de los Treinta Años (1648).
Y esa cerrazón se prolongó a lo largo de la historia, como se reflejó en la expresión de ‘que inventen ellos’, expresada por Miguel de Unamuno y Jugo (1864 – 1936), mostrando una actitud hostil ante la ciencia y los que le criticaron por ello.
Y, para defenderse, Unamuno escribió:
‘No ha mucho hubo quien hizo como que se escandalizaba de que, respondiendo yo a los que nos reprochaban a los españoles nuestra incapacidad científica, dijese, después de hacer observar que la luz eléctrica luce aquí, y corre aquí la locomotora tan bien como donde se inventaron, y nos servimos de los logaritmos como en el país donde fueron ideados, aquello de ‘¡Que inventen ellos!’, expresión paradójica a que no renuncio. Los españoles deberíamos apropiarnos no poco de aquellos sabios consejos que a los rusos, nuestros semejantes, dirigía el conde José de Maistre en aquéllas sus admirables cartas al conde Rasoumouski, sobre la educación pública en Rusia, cuando le decía que no por no estar hecha para la ciencia debe una nación estimarse menos; que los romanos no entendieron de artes ni tuvieron un matemático, lo que no les impidió hacer su papel, y todo lo que añadía sobre esa muchedumbre de semisabios falsos y orgullosos, idólatras de los gustos, las modas y las lenguas extranjeras, y siempre prontos a derribar cuanto desprecian que es todo.
¿Qué no tenemos espíritu científico? ¿Y qué si tenemos algún espíritu? ¿se sabe si el que tenemos es o no compatible con ese otro?
Más al decir ‘¡Que inventen ellos!’, no quise decir que hayamos de contentarnos con un papel pasivo, no. Ellos a la ciencia de que nos aprovecharemos, nosotros a lo nuestro. No basta defenderse, hay que atacar. Pero atacar con tino y cautela. La razón ha de ser nuestra arma. Lo es hasta del loco. Nuestro loco sublime, nuestro modelo, don Quijote…’
(Miguel de Unamuno, ‘Del sentimiento trágico de la vida (1913), capítulo 12, titulado ‘Conclusión. Don Quijote en la tragicomedia europea contemporánea’)
Esta argumentación, más que una defensa, es pura sinrazón, de un filósofo que dijo que nuestra arma ha de ser, precisamente nuestra razón. Como si los científicos extranjeros carecieran de ella, como los romanos clásicos no entendieron de arte y no tuvieron ni un matemático. Vaya cantidad de sandeces, más propias de un tipo de carácter ridículo.
(A modo de ejemplo, es interesante recordar la notación sustractiva y la notación aditiva de los números romanos (restaba a la izquierda y sumaba a la derecha): es decir, 4 se escribe como IV, que indica que al 5 (V) le quitamos una unidad; y el 6 se escribe VI, le añadimos una unidad al 5; y al 40 lo expresaban como XL, quitando 10 al 50. No utilizaba el 0, pero usaban la N como abreviatura de ‘nulla o nihil’; y la S indicaba la fracción, la mitad .
Y, claro, con esas matemáticas construyeron acueductos, anfiteatros)
Así, con esos ‘maestros’ no nos extraña que nos insulten a los independentistas catalanes, pues, como dijo el infausto Mariano Rajoy ‘los catalanes hacen cosas’, y eso no lo toleran. Ellos se limitan a insultarnos, aprovechando cualquier ocasión, y más, si se ven arropados, claro, esa es su valentía.
Por eso, me parece apropiada la siguiente fábula, anónima, del pensamiento zen:
‘El coleccionista de insultos
Cerca de Tokio vivía un gran maestro samurái, ya anciano, que se dedicaba a enseñar el budismo zen a los jóvenes.
A pesar de su edad, corría la leyenda de que era capaz de vencer a cualquier adversario.
Cierto día, un guerrero conocido por su total falta de escrúpulos, pasó por la casa del viejo. Era famoso por utilizar la técnica de la provocación: esperaba que el adversario hiciera su primer movimiento, y, gracias a su inteligencia privilegiada para captar los errores, contraatacaba con velocidad fulminante.
El joven e impaciente guerrero jamás había perdido una batalla.
Conociendo la reputación del viejo samurái, estaba allí para derrotarlo y aumentar aún más su fama.
Los estudiantes de zen que se encontraban presentes se manifestaron contra la idea, pero el anciano aceptó el desafío.
Entonces fueron todos a la plaza de la ciudad, donde el joven empezó a provocar al viejo: Arrojó algunas piedras en su dirección, lo escupió en la cara y le gritó todos los insultos conocidos, ofendiendo incluso a sus ancestros.
Durante varias horas hizo todo lo posible para sacarlo de sus casillas, pero el viejo permaneció impasible. Al final de la tarde, ya exhausto y humillado, el joven guerrero se retiró de la plaza.
Decepcionados por el hecho de que su maestro aceptara tantos insultos y provocaciones, los alumnos le preguntaron:
¿Cómo ha podido soportar tanta indignidad? ¿Por qué no usó su espada, aun sabiendo que podría perder la lucha, en vez de mostrarse como un cobarde ante todos nosotros?
El viejo samurái repuso:
Si alguien se acerca a ti con un regalo y no lo aceptas, ¿a quién le pertenece el regalo?
Por supuesto, a quien intentó entregarlo, respondió uno de los discípulos.
Pues lo mismo vale para la envidia, la rabia y los insultos, añadió el maestro. Cuando no son aceptados, continúan perteneciendo a quien los cargaba consigo’
(https://psicologia-estrategia.com)
Evidentemente, es así, ya que no podemos cambiar la actitud de los otros, por lo que parece positivo no caer en sus tentaciones y provocaciones. Pero, como hemos debatido en diferentes ocasiones en el colectivo de Meridiana Resisteix, cansados de ser insultados, muchos consideramos que ‘toda acción ha de tener su reacción’, y si nos insultan, unos responden, otra compañera les dice ‘respeto, cultura y educación’, y otros nos mantenemos callados, como el samurái de la anterior fábula; sabiendo que no hay una fórmula mejor que otra. Eso sí, nunca caemos en las provocaciones agresivas, pues somos pacíficos.
Y, todo ello: la ‘razón’ española esgrimida por Unamuno; los insultos de las manifestaciones unionistas; los desfiles militares con cabra incluida; la parafernalia real; etc., todo, todo ello, nos reafirma, todavía más en la necesidad de nuestra independencia, por más que el nuevo plan de ERC pase, de nuevo, por pretender desvirtuar el referéndum del 2017 y nuestras pretensiones, mediante artilugios como el ‘acuerdo de claridad’.
Pero no podrán con nosotros, por más que Pedro Sánchez y todo su equipo desplieguen sus presiones por tierra, mar y aire, para que Junts renuncie a la unilateralidad, mientras ellos no renuncian a la suya, a la unilateralidad que impone la unidad de su España, ‘justificada’ por ‘sus leyes’ blindadas y acoradazas, hasta por la mencionada cabra Pacoli.
Que piensen, digan y hagan lo que quieran, que nosotros sí que inventaremos, descubriremos la fórmula para independizarnos, por más que les disguste.
Para finalizar, me parece interesante reflejar un par de pensamientos clásicos:
‘Aquel a quien los dioses quieren destruir, primero lo vuelven loco’, frase atribuida a Eurípides (484 a.C. – 406 a. C.) y, de ese modo, actúa con desmedida y sin control, reprimiendo e insultando, pues confunden el camino recorrido con el destino y quieren seguir manteniendo sus pretéritas prebendas.
‘Cuando el alumno está preparado, aparece el maestro’, frase atribuida a Sócrates (470 a. C. – 399 a.C.), maestro de Platón y éste de Aristóteles; porque la predisposición y la maestría está dentro de nosotros. Y, en nuestro caso, vimos que cuando masivamente, los independentistas nos mostramos preparados, aparecieron los ‘líderes’, y volverá a suceder, lo tenemos claro.