Elogio de la locura o encomio de la estulticia

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

En el año 1509, el filósofo, filólogo y teólogo Desiderius Erasmus Roterodamus (1466 – 1536), conocido como Erasmo de Rotterdam, escribió su principal obra, de la que he copiado el título para el presente escrito, ya que me parece muy apropiado para releer y repensar en nuestro momento actual, tan necesario de la libertad individual y colectiva, que este autor preservó a lo largo de toda su vida.

De este modo, con el presente escrito intento elevar la perspectiva, sin tocar, ahora, ningún problema concreto de los que nos invaden y preocupan; si bien, realmente, los toca todos. 

En el presente escrito, para no extenderme demasiado, me parece preciso profundizar más en el personaje y en sus circunstancias, pues, una breve referencia a la biografía de este autor nos aproxima al núcleo que me interesa destacar, es decir: la libertad:

Breve referencia biográfica:

Es preciso señalar que, durante toda su vida, Erasmo se quiso mantener libre, de pensamiento y obra, quiso mantenerse al margen de todas las influencias. En su experiencia educativa en instituciones y universidades, sufrió la presión y rígida disciplina religiosa, constatando que le impedían pensar libremente, ya que su objetivo era el de ‘romper la voluntad de los alumnos’, máxime viendo que la disciplina que se aplicaba a los jóvenes no era seguida por los monjes, que disfrutaban relajadamente contraviniendo los mismos principios que enseñaban.

Y constató, asimismo, que las ideas que se enseñaban no eran ideas nuevas, eran teorías anticuadas de los primeros siglos de la Edad Media, y que en cuentas de avanzar y progresar más que el resto de la sociedad, iban hacia atrás y se negaban a cambiar.

Erasmo estaba de acuerdo con la doctrina católica, pero se enfrentó a ella, ya que quería utilizar su formación universitaria, las enseñanzas de sus múltiples viajes (Inglaterra, Francia, Italia, Suiza, etc.) y su capacidad para transmitir ideas, para clarificar las doctrinas católicas, pero eso no lo aceptaban los obispos y arzobispos del siglo XVI.

En su obra ‘Manual del soldado cristiano’, llamado también ‘La daga de Cristo’ (1503), propugnaba por la sinceridad, y manifestó que el mal se oculta dentro del formalismo, dentro del respeto ciego por la tradición, dentro del consumo innecesario, dentro de las organizaciones que se niegan a cambiar, pero nunca en la enseñanza de Cristo.

Durante su estancia en Inglaterra se dedicó a traducir la Biblia (la oficial Vulgata), publicada en Basilea en 1516 (siendo la base de la versión inglesa conocida como la Biblia King James (del rey Jaime); y Martin Lutero se sirvió de ella, para su trascendental estudio científico de la Biblia, y seis años más tarde (1522) publicó su propia versión.

Lutero presionó, desde el principio a Erasmo, para que se presentase como la cara visible de su movimiento reformista, y el holandés lo rechazó; por su parte, el papa León X también presionaba a Erasmo, para que atacase a los protestantes. Pero su negativa para trabajar en uno u otro bando fue interpretada por ambos, como una muestra de su cobardía y deslealtad; cuando él, lo que quería es ser libre para pensar sin directrices.

La iglesia le acusó con una frase célebre: ‘Usted puso el huevo y Lutero lo incubó’. Y Erasmo, con no menos ironía, contestó: ‘Si, pero yo esperaba un pollo de otra clase’.

Como es comprensible, todas las obras de Erasmo fueron censuradas por la iglesia católica, y fueron incluidas en el Índice de obras prohibidas por el concilio de Trento. Mientras que mantuvo una correcta y fluida relación con Lutero, al que reconoció su gran aportación por reunir y organizar los dispersos intentos de reforma, y le agradeció sus atenciones y su valentía.

En la última obra de Erasmo, titulada ‘Preparación para la muerte’, aseguró que haber llevado una vida honesta es la única condición para conseguir una muerte feliz. Y confesó, asimismo, que se había mantenido fiel a su lema: ‘Cuando tengo un poco de dinero, compro libros. Si sobra alguna cosa, me compro ropa y comida’.

(fuente: Wikipedia)

Elogio de la locura o encomio de la estulticia (*):

Esta obra, el autor la dedicó a su amigo Tomás Moro (**), como expresó ampliamente en su prefacio, escribiendo:

‘De Erasmo de Rotterdam a su amigo Tomás Moro:

Salve: Cuando hace poco me trasladé de Italia a Inglaterra, para no malgastar todo el tiempo que tuve que ir montado a caballo, en hablillas rudas y vulgares, preferí algunas veces pensar en nuestros comunes estudios o gozar en el recuerdo de amigos tan amables como doctos en extremo que había dejado y entre los cuáles tú, mi querido Moro, ocupabas el primer lugar. En la ausencia, tu recuerdo como ausente me deleitaba tanto como tu presencia en el trato cotidiano contigo como presente, el cual, por mi vida, puedo asegurarte que es lo que me produce más satisfacción en el mundo. Pero como al cabo había de ocuparme en algo y la ocasión era poco propicia para meditaciones serias, se me ocurrió divertirme con un ‘Encomio de la Estulticia’. Me dirás: ‘¿Qué Minerva te metió esto en la cabeza?’. En primer lugar, tu apellido. Moro, tan parecido a la palabra ‘Moria’ (***) cuan apartado estás tú de su significado, o, mejor dicho, eres el hombre que está, según general opinión, más lejos de él. Luego supuse que este juego de mi ingenio te agradaría sobremanera, ya que sueles gustar de tal especie de donaires, es decir, de los que, a mi parecer, no carecen de ciencia ni de doctrina. Así, en la condición ordinaria de la vida mortal te comportas como Demócrito. Aunque por la singular agudeza de tu ingenio estás apartadísimo del vulgo, gracias a la increíble dulzura y amabilidad de tu carácter, con todos compartes las horas, con todos te llevas bien y te diviertes.

Por lo tanto, no sólo has de recibir con gusto este discursillo, como recuerdo de tu amigo, sino que también debes tomarlo bajo tu protección, pues a fuer de dedicado a ti, es ya tuyo y no mío. En efecto, no faltarán quizás criticastros que lo censuren, diciendo unos que son bagatelas más frívolas de lo que conviene a un teólogo; otros, que son demasiado mordaces para acomodarlas a la modestia cristiana, y vociferarán que nos inspiramos en la comedia antigua o en Luciano, y que rompemos a mordiscos contra todo.

(…) De modo que, si les parece, háganse el cargo, esos ponefaltas de que me he distraído jugando a las damas o aún, si así lo quieren, cabalgando en una escoba (…) Pues, así como nada hay más tonto que tratar en broma las cosas serias, tampoco lo hay más divertido que disertar sobre necedades de modo tal que a nadie le parezca que lo sean.

El juicio sobre mí, cierto es, corresponde a los demás; sin embargo, a menos que me engañe el amor propio, creo que al alabar a la necedad no lo hemos hecho del todo neciamente.

(…) Y si alguien hubiere a quien estas razones no bastasen aplacar, recuerde por lo menos que es honroso ser censurado por la Estulticia, a la cual, supuesto que la hacíamos hablar, importaba presentar con propiedad. Pero ¿por qué te vengo con estas cosas, si eres un abogado tan relevante que aun las causas reprochables podrías defender irreprochablemente? Adiós, disertísimo Moro y defiende ardorosamente esta ‘Moria’ tuya.

En el campo, 9 de junio de 1508

(*) Esta obra Erasmo la escribió en latín, y según especialistas ‘debe traducirse ‘Stultitia’ por ‘Estulticia’ y no por ‘Locura’. Si Erasmo hubiera querido expresar esto último, habría escrito ‘Insania’’

(**) Thomas Moro (1478-1535), jurista y hombre de estado inglés (canciller de Enrique VIII), autor de la ‘Utopía’, decapitado por su oposición a la separación de la iglesia anglicana; y santificado por la católica.

(***) El término ‘moria’ significa el fenómeno psicopatológico que se caracteriza por la excesiva jovialidad, tendencia a bromear y a la frivolidad.

El filósofo José Antonio Marina, en la introducción que efectuó para esta obra editada y traducida por Pedro Voltes (Colección Austral) (www.suneo.mx), comentó que se trata de una obra satírica, una broma, considerando que ‘esta palabra castellana procede de ‘bibrosko’, que significa ‘morder o devorar’. No es una burla inocua, como parece al principio, sino que arremete a dentelladas contra casi todo lo divino y lo humano.

Marina señala que:

‘en aquella época, el hombre europeo estaba cansado de muchas cosas. Erasmo expuso brillantemente la desilusión y el hastío. El miedo incubaba revueltas. Las esperanzas incubaban revueltas. Las ambiciones incubaban revueltas. Era difícil mantener la calma. Erasmo, como el resto de buenas gentes, desea la paz, pero sólo ve guerras. Escribe entonces ‘Querella pacis’:

‘Tengo vergüenza cuando me acuerdo que por causas tan vergonzosas y frívolas los príncipes cristianos revuelven a todo el mundo. El uno halla un título viejo y podrido, o lo inventa y finge: como si fuera gran cosa quién administrara el reino, con tanto que aprovechase al provecho de la república. El otro de causas de no sé qué censo que no le han pagado. Otro es enemigo privadamente de aquél porque le tomó su esposa, o porque dijo algún donaire contra él. Y lo que es mucho peor y más grave de todas las cosas es que hay que algunos que con arte de tiranos, porque ven enflaquecer su poder a causa de estar los pueblos en concordia y que con discordia se ha de esforzar, sobornan a otros que busquen amistad, y con mayor licencia roben y pelen al pueblo desventurado.

(…) Quizá sería mejor pasar en silencio por los teólogos, y no remover esta ciénaga pestilente, no sea que, como gente tan sumamente severa e iracunda, caigan sobre mi con mil conclusiones, forzándome a una retractación y, caso que no accediese, me declaren enseguida hereje.

(…) La ambición de los monjes no es imitar a Cristo, sino parecerse entre sí, razón por la cual constituyen una de sus mayores satisfacciones los apodos. Unos se pavonean llamándose franciscanos, y dentro de ellos los hay recoletos, menores y mínimos o bullistas; otros se llaman benedictinos, bernardos, brigdenses, agustinos, guillermitas y jacobitas, como si no bastase el nombre de cristianos.

(…) Cualquiera está de acuerdo con las tesis de Lutero, yo veo que la monarquía del Papa en Roma tal como es ahora, es la peste del cristianismo. Pero no sé si es conveniente tocar en público esta úlcera. Sería asunto de los príncipes. Sólo que me temo que se encubran junto con el Papa bajo una manta para tener parte en el botín’.

Comentarios de la obra: ‘Elogio de la locura; Morias Enkomion, en griego; Stultitiae Laus, en latín. En alguna traducción aparece como ‘Elogio de la necedad’ (****), porque moria es necedad, insensatez, locura.

(****) etimológicamente del latín ‘nescius’: ignorante, carente de conocimiento. 

‘El elogio de la locura es una sátira de las prácticas habituales de la época, especialmente de la iglesia en Roma (de donde el autor había vuelto hacía poco, profundamente decepcionado), y de la pedantería de los sabios (entre los que se coloca el autor) y de los poderosos de su época. La obra está repleta de dobles o triples significados, empezando ya por el propio título, que se podría interpretar como ‘elogio de Thomas More’, y que locura o majadería, podría entenderse también como la apreciación de las cosas sin valor o poco importantes’

(https://metode.es)

El autor ‘hace una serie de discursos solemnes, en los que la estulticia hace un elogio de la ceguera y la demencia y en los que realiza un examen satírico de las supersticiones y de las prácticas piadosas y corruptas de la iglesia católica (…) resalta las ventajas de la Estulticia sobre la Razón; señala cuán felices son los hombres cuando viven arropados por la necedad, situación de la que no escapan ni siquiera los Gramáticos, los Filósofos, los Teólogos, los Papas, los Obispos Germánicos, los Reyes ni los Príncipes. La estulticia se presenta ante un auditorio donde desarrolla un elogio de sí misma, logrando que su sola presencia desarrugue entrecejos y produzca cálidas sonrisas. Enumera una por una sus cualidades, vanagloriándose de que sus muchos beneficios se reparten entre todo tipo de personas: desde el vulgo que se contenta con pláticas de viejas, hasta los reyes y eclesiásticos que se embriagan con toda clase de diversiones’

(Wikipedia)

Comentarios finales:

Sé que el presente escrito, compilando diferentes textos, puede haber sido excesivamente pesado, pero me parece que es sumamente interesante para reflexionar sobre la locura y necedad de estos tiempos que vivimos. Estoy convencido que nos ha de servir para desintoxicarnos un poco, pues, difícilmente se nos presentan lecturas, como la de Erasmo, para pensar divirtiéndonos.

Y eso, ya de por sí, es muy positivo, para distanciarnos, momentáneamente, de los problemas cotidianos (políticos y personales).

Recuperar lecturas de los clásicos, como Erasmo, seguro que nos aportarán ideas sugestivas. Todos conocemos el Programa Erasmus organizado por la UE, para efectuar intercambios universitarios, pero, generalmente, nuestro conocimiento se limita a esto, y es una gran pena lo que nos perdemos. Por eso, creo que sería muy útil leer o releer la obra que nos ha ocupado hasta ahora.

Pues esa lectura, con toda seguridad, nos permitirá vencer la superficialidad que nos domina y envuelve. Así, dejaremos de ser un poco menos víctimas de la locura / necedad.

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