Estos días estamos viendo la guerra abierta del tribunal supremo contra el fiscal general, Álvaro García Ortiz; la excusa formal es su presunta revelación de secretos, en la causa por doble fraude fiscal de más de 350.000 €, contra Alberto González Amador, pareja de Isabel Díaz Ayuso (presidenta de la Comunidad de Madrid, PP). Pero la causa real es su apoyo a la aplicación de la ley de la amnistía. Y eso nos confirma, una vez más, que, contra Catalunya, todo vale, como intento explicar seguidamente.
El ‘juez’ Manuel Marchena Gómez, el gran inquisidor Torquemada contra el independentismo, hizo anteayer su último servicio como presidente de la sala segunda del tribunal supremo (cargo que ocupa desde el 10 de octubre del 2014), abriendo una causa contra el fiscal general (por primera vez en la historia), imputándole haber filtrado una información que notoriamente había sido publicada en algunos medios, con anterioridad. Pero al mencionado ‘juez justiciero (y vengativo)’ tanto le da, pues sólo vela por defender su obra, en concreto, el juicio a los independentistas realizado en el 2019.
Y para esa defensa, tanto le da enfrentarse a otras instituciones como el congreso de los diputados, le fiscalía general, etc.
Ese ‘juez’ tiene en su haber, formar parte del tribunal que desestimó la querella contra el presidente del congreso José Bono Martínez, por supuesto enriquecimiento; y formó parte, también, del tribunal que inhabilitó al juez Baltasar Garzón, etc. Pero estos casos iban a ‘favor’ del sistema, claro, por lo que no se dieron críticas por parte del núcleo duro del estado y sus adláteres, más bien al contrario.
Marchena deberá cesar en ese cargo el 9 del próximo mes, al agotar su período máximo de 10 años, si bien continuará como juez del tribunal supremo, ya que tiene 65 años, por lo que su labor e influencia seguirá bien viva y será notoria, ya que, por su personalidad, le encantan los titulares, y no lo podrá evitar, la cabra tira al monte.
Nada nuevo bajo el sol, contra el independentismo catalán, todo vale:
Como dijo el 5 de diciembre de 1935, José Calvo Sotelo (1893 – asesinado el 13 de julio de 1936), portavoz conservador en las cortes españolas: ‘España, antes roja que rota’.
Y el jefe de gobierno los años 1938 y 1939, Juan Negrín López (1892 – 1956) (del PSOE):
‘La traición de los separatistas de la Generalitat me reafirma que no estoy haciendo la guerra contra Franco para que nos retoñe en Barcelona un separatismo estúpido y pueblerino. De ninguna manera. Estoy haciendo la guerra por España y para España. Por su grandeza y para su grandeza. Se equivocan gravemente los que otra cosa supongan. No hay más que una nación: ¡España! No se puede consentir esta sorda y persistente campaña separatista, y tiene que ser cortada de raíz. Antes de consentir campañas nacionalistas que nos lleven a desmembraciones, que de ningún modo admito, cedería el paso a Franco’.
(…)
El 16 de noviembre de 1938 – cuando la República se jugaba el ser o no ser en la batalla del Ebro – el diario La Vanguardia publicó en su portada, siguiendo las orientaciones del Gobierno de la República, una advertencia anónima muy clara a los manejos de Lluís Companys y diversos miembros de ERC: ‘Si hay algunos que no comprendiendo el entronque fatal del destino catalán al destino de la hispanidad sirven al espíritu de capitulación, noble es advertirles que están más cerca del piquete de ejecución que del éxito’.
(cita que ya reproduje en un escrito de hace un par de días)
Y es evidente que la transición / traición no representó una ruptura de la ideología conservadora, potenciada y extremada por el franquismo.
Vicenç Villatoro, en su artículo titulado ‘El error del 12 de octubre’, lo comento de forma magistral:
‘(…) hay unos países que marcan con fuerza una línea de ruptura y de discontinuidad con el pasado incómodo, y otros mantienen la continuidad con este pasado, sin haber roto de manera explícita.
(…)
Cuando uno rompe con un pasado vergonzoso, rompe también en el ámbito de los símbolos. Cuando no quiere romper con este pasado, mantiene los símbolos y alimenta un discurso diciendo que probablemente este pasado no es tan vergonzoso como parece.
La Alemania de después de la guerra no mantiene la bandera de la Alemania nazi. La nueva Sudáfrica de después del apartheid cambió de himno y de bandera. También la Italia postfascista cambió su himno. En el ámbito simbólico quisieron expresar su discontinuidad, de ruptura.
(…)
Si la España actual fuese la superación de la guerra civil, habría generado una nueva bandera. Si fuese la reversión del golpe de estado del 18 de julio, habría recuperado la bandera republicana. En cualquier caso, habría hecho una señal de discontinuidad simbólica.
Si ha mantenido la bandera que llevaba el ejército franquista es porque ha querido hacer una señal de continuidad.
(…)
Y, en la Transición, España mantuvo los símbolos del franquismo – que de hecho coincidían con los símbolos históricos de la España autoritaria y uniformista – y no recuperó los símbolos de la España inmediatamente anterior al franquismo, los de la República, ni generó unos nuevos, que superasen este enfrentamiento simbólico. Mantuvo los de una parte. Los de los vencedores de la guerra. Los del franquismo. Optó por la continuidad. Y si optas por la continuidad, fatalmente acabas blanqueando y legitimando aquel periodo del cual te proclamas heredero a través de esta continuidad.
(…)
A veces, eliminar los símbolos de los tiempos oscuros del espacio público es una manera de eliminar la memoria de estos tiempos oscuros, es hacer ver que nunca pasaron. El problema no es qué queda visible, si no, si hay una continuidad o no del significado, que quiere decir, de su función. Auschwitz es un símbolo execrable de la ignominia nazi, pero sería un error implanteable demoler Auschwitz, porque precisamente es el recordatorio del mal.
(…)
Si constatamos que a la comisaría de Vía Laietana de Barcelona pasaron cosas execrables y que es un espacio de memoria del dolor y del mal, de lo que se trata no es de derruirlo, pero tampoco puede continuar siendo una comisaria de policía. Ha de haber un gesto de discontinuidad, que equivale de hecho a una no aceptación de la herencia.
(…)
El mantenimiento del 12 de octubre, Día de la Raza, como fiesta nacional española es otro ejemplo especialmente claro de esta aceptación de una herencia oscura, que comporta blanquearla y legitimarla. Y en este caso, no solo la herencia del franquismo, si no, también, la del imperio colonial y de todo lo que comportó. Mantener el doce de octubre es continuidad simbólica respecto al franquismo – a pesar de que viniese de más atrás, la celebración de la fecha queda contaminada por el valor simbólico que le otorgó el franquismo – y es querer convertir la leyenda negra en leyenda blanca.
(…)
Gestos como los que ahora reclama México: pedir perdón, es una de las maneras más evidentes de proclamar la discontinuidad, la no aceptación plena de las herencias oscuras.
(…)
Mantener esta continuidad simbólica me parece obstinarse en el error. Y, sobretodo, que el president de la Generalitat – heredera explícita de la legalidad republicana contra la que se levantó el franquismo – participe ahora en la celebración del 12 de octubre me parece un error al cuadrado’
(Elmon.15 de octubre 2024)
En mi escrito de anteayer, ya señaléque:
Sabemos, por múltiples ejemplos, como la colonización americana, que el estado español es reacio a pedir perdón, que tiene alergia a ese acto, ya que es contrario a su ADN conquistador y a su afán imperialista castellano.
Y el perdón es el reconocimiento sincero de los errores cometidos, y si no se asumen los errores, en realidad se muestra una indiferencia por ellos, o, peor todavía, una verdadera valoración y consideración de su corrección y de su oportunidad.
Así que, un estado que mantiene los símbolos franquistas (e imperiales de antaño), nos demuestra, claramente, su voluntad de no quererse reformar, de no querer ver ni querer entender que cometió errores; y, claro, al no enmendarse, seguirá cometiéndolos.
Y un estado que mantiene como jefe de estado a un rey impuesto por el dictador y asesino Francisco Franco, es la prueba fehaciente de la falta de ruptura con el oscuro pasado.
Así que no podemos confiar ni esperar ningún tipo de reforma. Y, en este contexto, los catalanes seguiremos siendo perseguidos, explotados y vilipendiados, pues, contra Catalunya se vive mejor, como vemos por las manifestaciones de los diferentes presidentes autonómicos (del PP y también del PSOE).
Por eso es ilógico, incomprensible e imperdonable, que ERC haya favorecido la investidura del represor Salvador Illa, máximo representante de la represión y del españolismo más cutre y rancio, ya que era partidario de haber aplicado el 155 antes, pues, para él, cercenar nuestras instituciones, nuestros derechos, y, en definitiva, nuestros símbolos; ya que considera que degradarnos es necesario para mayor gloria de su España, una grande y libre.
Y en estas estamos, en un caldo de cultivo español, europeo y general, que huele a podrido, sin ser Dinamarca (como dijo Marcelo, en la obra ‘Hamlet’ (1623), de William Shakespeare, 1564 – 1616). Sólo hace falta ver y oír a la impresentable Úrsula von der Leyen, presidenta de la comisión europea, en su papel de ‘señorita Rottenmeyer’ (*) diciendo que Siria es un estado seguro, por lo que es aceptable enviar allá a los inmigrantes que lleguen a Europa, y no cumplan los requisitos y necesidades europeas. Y, desgraciadamente, la mayoría de los jefes de estado estuvieron de acuerdo, pues todos han girado hacia la extrema derecha.
Si yo tuviera el martillo que recordé ayer (citando una canción de Pete Seeger), la martillearía bien, enviándola a ella (y a todos los jefes de gobierno que opinan como ella) a vivir a Siria el resto de su vida, sin ningún privilegio especial, y después de una década, que volviesen a opinar.
(*) de la novela infantil ‘Heidi’ (1880) de Johanna Spyri (Johanna Louise Heusser, 1827 – 1901)
Vemos que hasta el papa Francisco se replantea la Santísima Trinidad. Y eso es un mero hablar por hablar, que no llegará a nada, pues la curia es muy obtusa y cerrada. Si bien, como mínimo, se ha atrevido a plantearlo.
Pero, por ejemplo, en España, la corona, la unidad, etc., son temas tabúes, más intocables que el dogma central de la Santísima Trinidad, mencionado; pues aquí son más papistas que el papa.
Y eso nos confirma que, en España, en Europa, como en otros países, como los EUA, la ética y la moral brillan por su ausencia, y así nos va y nos irá a peor, pues nos arrastrarán a todos por el lodo, por la ‘rasputitsa’ (*)
(*) como se conoce en Ucrania a la temporada de lodo que obstaculiza el movimiento de vehículos, tanques, etc.
Hace unos días, un articulista incluyó un par de citas, que me parecieron muy acertadas:
- ‘Al río que todo lo arranca lo consideramos violento, pero nadie considera violento al cauce que le oprime’ (Eugen Bertolt Friedrich Brecht, 1898 – 1956)
- ‘El estado denomina ley a su propia violencia, y crimen a la del individuo’ (Max Stirner, 1806 – 1856)
Y en esa línea, a los independentistas nos parece evidente que el cauce que nos impone el reino español es realmente violento, pues nos oprime y nos asfixia, y nos aplica su violencia investida de ley, de su ley, que utilizan incluso retorciéndola o, paradójicamente, beneficiándose de la ley de amnistía que niegan a otros, al estilo ‘marchena’.
Dada esta situación, el colmo de los colmos es que ERC haya investido a un represor, a Salvador Illa, un personaje gris que no se atreve a molestar a su jefe, como nos demostró ayer en el Parlament, absteniéndose en la solicitud de petición de perdón del estado a las hermanas de Salvador Puig i Antich, como ya comenté.
El polichinela Salvador Illa, en su nuevo papel, codeándose frecuentemente con el rey y con Pedro Sánchez, solo podrá aspirar que, en su final, se cumpla el chiste del colmo de los sordos, que es que, al morir, les dediquen un minuto de silencio.
(pido perdón por ese chiste irreverente hacia esta minusvalía; sabiendo que con eso no reparo mi error por mantenerlo)