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En la construcción colectiva de una recomendación bioética para la neuro tecnología.

Por Gabriela Jiménez.

El desarrollo de la neuro tecnología y la investigación científica sobre la decodificación del pensamiento han conducido a avances notables en la comprensión y el tratamiento de los trastornos neurológicos. Además, han generado la controvertida posibilidad de mejorar la interacción entre humanos y máquinas. La neuro tecnología abarca un amplio espectro de técnicas, métodos y dispositivos empleados para el registro, diagnóstico, análisis y modificación de la actividad del sistema nervioso. El desarrollo de tecnologías como las interfaces cerebro-computadora (o Brain-Computer Interface, BCI) ha recibido un notable impulso permitiendo avances significativos en el campo de la comunicación a través de dispositivos electrónicos.

El empleo de estas novedosas herramientas contribuirá a una mejor comprensión del funcionamiento del cerebro y de la mente, brindará asistencia a pacientes y generará oportunidades beneficiosas. Sin embargo, también conlleva desafíos y riesgos potenciales para nuestra privacidad mental.

Las neuro tecnologías son susceptibles de ser utilizadas para el refuerzo de la autorregulación externa, a través de la intervención en los procesos de naturaleza humana mediante relaciones de poder, lo cual supone la vulneración de la libertad cognitiva, la privacidad mental, la integridad mental y psicológica, la autonomía de la voluntad y la autodeterminación personal, promoviendo principios ajenos a la universalidad en favor de sistemas de dominación. Este tipo de prácticas deben ser identificadas y rechazadas de manera categórica.

En este escenario, se plantea la necesidad imperante de reconocer las neuro tecnologías como un derecho social, garantizando su accesibilidad en diversas áreas, incluyendo salud y educación. Este enfoque se erige como un catalizador para el desarrollo integral de las poblaciones, asegurando su bienestar y prosperidad sin excepción.

La neuro tecnología no puede ser abordada desde una perspectiva simplista que la reduzca únicamente al «sistema nervioso» y al «cerebro». Esta visión fragmenta la complejidad y la integralidad del «ser humano» en múltiples dimensiones, lo que resulta en una comprensión limitada y reduccionista. Esta fragmentación de la condición humana constituye una forma de deshumanización.

En efecto, el cerebro constituye meramente un componente de un vasto entramado, denominado «sistema nervioso». Y el «sistema nervioso» comprende el encéfalo y la médula espinal, así como las conexiones entre éstos y los órganos corporales. Este sistema regula las funciones corporales y mentales, desde que naces hasta que mueres. El «sistema nervioso», en su carácter de red integrada y continúa, constituye un 2 mecanismo de comunicación ininterrumpida entre el encéfalo, la médula espinal y el resto del organismo. La interdependencia funcional y operativa entre estas estructuras es tal, que su disociación analítica se vuelve un ejercicio improbable, dada su intrincada y conjunta participación en diversas funciones, acciones y respuestas.

Es por ello imperativo trascender hacia una visión amplia, profunda, compleja y holística del «ser humano» ante el desafío de la neuro tecnología, tanto en lo individual como colectivo. Es crucial reconocer nuestra capacidad como individuos conscientes y como parte de un todo, así como nuestra responsabilidad en la producción conjunta del conocimiento, la solidaridad y el amor. Además, la invitación es a ser receptoras y receptores de los beneficios que surgen de la aplicación de estas tecnologías.

El pensamiento, en su naturaleza abstracta, se caracteriza por su intangibilidad, es decir, por su incapacidad para ser percibido o manipulado físicamente. Empero, esta intangibilidad en modo alguno exime de la posibilidad que el pensamiento genere efectos tangibles, tales como las acciones que resultan de él. El pensamiento constituye una propiedad exclusiva de los seres humanos que nos distingue de otras especies.

Esta capacidad cognitiva nos otorga la facultad de procesar información, imaginar, crear, razonar y resolver problemas, ejerciendo una influencia directa en nuestros sentimientos y en la transformación diaria de nuestra identidad personal, fomentando la autonomía y la conciencia crítica.

Finalmente, y como se ha expuesto, la neuro tecnología emerge como una herramienta con un vasto potencial para mejorar la salud y el bienestar humano, abordando trastornos neurológicos y mentales, con aplicaciones en diversos ámbitos, como la educación, el trabajo, entre otros. Que además se puede potenciar junto a la IA. Por otra parte, su empleo y desarrollo suscitan significativas inquietudes de índole ética, legal y social vinculadas con la salvaguarda de los derechos humanos, la privacidad, la autonomía y la equidad, incluso con la guerra cognitiva, lo que subraya la necesidad imperante de una cercana supervisión y regulación éticamente rigurosa.

La célebre máxima de René Descartes, «pienso, luego existo», se erige como un recordatorio perdurable de la relevancia del pensamiento para asegurar la existencia humana.

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Acerca de: Gabriela Jiménez Ramírez, ministra del Poder Popular para Ciencia y Tecnología (Mincyt) y vicepresidenta de la comisión de Bioética ante la UNESCO.

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