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Enfermeras y enfermeros de IMSS Edomex Oriente, los primeros en entrar y los últimos en salir de zonas COVID-19

  • “Somos la mano que acompaña, la palabra que alienta, apoyamos en todo. La pandemia nos enseñó a valorar todo, hasta un vaso de agua”, Julio Muñoz, jefe de enfermeras en el HGR No. 72

Son las primeras personas en entrar y las últimas en salir de las zonas COVID-19, así es el personal de Enfermería del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en el Estado de México Oriente, valuartes indispensables de la atención en esta emergencia sanitaria.

“La vocación se crea en nosotros en el momento en el que nos damos cuenta que somos capaces de poder mitigar el dolor de la persona que tenemos en nuestras manos”, expresó Julió Muñoz Guerrero, jefe del personal de Enfermería del Hospital General Regional (HGR) No. 72.

Emocionado al hablar de sus compañeras y compañeros, el “Jefe Julio”, como todos lo conocen en los pasillos del hospital de especialidades más grande del Estado de México, platicó acerca de la labor que a diario realiza el personal de enfermería:

“Compartimos la empatía del dolor del paciente. Esa vocación inunda nuestro corazón y ahí es cuando la labor de la enfermera y enfermero resalta, porque la esencia es ayudar al prójimo, el estar siempre a su lado, el poder mitigarle el dolor, el poderle auxiliar, el ser la mano que lo acompaña, el ser la palabra que lo alienta, el estar ahí para apoyarlo en todo lo que requiera”, señalo el “Jefe Julio”.

En la lucha contra el coronavirus, dice: “La enfermería se convirtió en la emperatriz de la salud, fue la columna vertebral, no tuvo tiempo de echar un paso atrás; todo lo contrario, cuando ella estaba empezando a asimilar la situación, ya había pacientes dentro que la estaban necesitando y la requerían”.

Y fue más allá, “nuestro proceso va desde la atención, la asistencia, los insumos de recursos humanos, los insumos terapéuticos, recurso material, todo esto es lo que abarca la enfermería y todo lo que conlleva la organización y el mantener un hospital de pie”.

Pero no todo fue miel sobre hojuelas en este año de emergencia sanitaria; recuerda el “Jefe Julio”, con pesadumbre, pero con orgullo, que “en la reconversión del hospital veía a las enfermeras con cara de angustia, con dolor, con miedo, sabíamos que estábamos en riesgo de contaminar a nuestras propias familias”.

Ese momento “es de hacerte fuerte, liderar el equipo y saber que no te podías enfermar, que no podías tu decaer, que no te podían ver con presión, sino con ánimos”.

Rememoró que tuvieron que darse apoyo entre todos para poder seguir, sobre todo en la primera ola de la pandemia. “Teníamos que disfrazar el dolor y comenzamos a redireccionar, es decir, cada alta de un paciente comenzamos a hacer fiesta, empezamos a hacer júbilo para poder contrarrestar el dolor que sentíamos por estar ahí”.

Lo más difícil que enfrentó este enfermero experimentado fue ver a las enfermeras salir de las áreas COVID-19 con la cara marcada, aguantándose del baño, deteniendo sus necesidades, “ver que todo eso estaba reflejándose en su parte emocional nos ayudó a valorar absolutamente todo, nos ayudó a valorar desde un trago de agua, hasta incluso estar con uniforme de EPP que es completamente difícil portar”.