En días pasados varios usuarios en redes sociales han denunciado las altas tarifas de las aplicaciones de transporte como Uber y Didi ahí, dejaron en evidencia que había trayectos de 15 min en más de 500 pesos, o distancias de una cuadra en cerca de 100 pesos o el mismo comediante, Chumel Torres subió una captura de pantalla, que parecía mentira pero podría ser verdad, en el que coloca tarifas de más de 5 mil pesos.
Como era de esperarse, las plataformas se vieron afectadas en su reputación ya que, sin duda, nadie va a hablar bien de un servicio que abusa en sus cobros y es que si bien el valor más importante que pregona Uber, por ejemplo, es la seguridad que brinda al usuario al hacer uso de sus servicios existe otra ventaja con la que se ha posicionado la marca y es la posibilidad de tener tarifas a un costo mucho más accesible que las de un taxi normal. Entonces, cuando la marca deja de ofrecer aquello a lo que ya acostumbró al usuario, evidentemente este se sentirá timado y en consecuencia eso repercutirá a la imagen de la misma.
Si bien, los usuarios de este tipo de plataformas están habituados a una fluctuación moderada en los costos de sus viajes derivado de la famosa “tarifa dinámica” -una función que se activa cada vez que hay una alta demanda de vehículos y poca oferta de estos-, el incremento nunca había sido en montos tan elevados como los que se están viendo hoy en la Ciudad de México, Jalisco, Querétaro, Puebla y otros puntos de la República.
Lo interesante aquí es que aunque Uber México ya salió en su defensa con un comunicado en el que agradece el uso de su plataforma pero que derivado de la temporada decembrina están “experimentando un alza representativa en las solicitudes de viaje”, lo que activa un multiplicador de la tarifa, esto no soluciona el problema, vamos aunque la misma plataforma señaló que en 2021 la demanda en diciembre tuvo un incremento del 30 por ciento con respecto del mismo periodo en 2020, para el usuario son sólo cifras que al final implican un desembolso más fuerte. Ciertamente, la marca lo único que hace es explicar el aumento pero no ofrece una solución o algún tipo de compensación a los usuarios que se están viendo afectados con estos cambios.
Asimismo, por tratarse de un tema de movilidad, en esencia es uno político, por lo que implica un espacio de oportunidad para vender como viable el transporte público tradicional -aquel que ofrece el gobierno a concesión-; como era de esperarse, la jefa de gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum primero aclaró que el tema es ajeno a su administración, pero que ya pidió a la Secretaría de Movilidad (Semovi) revise la regulación de las aplicaciones telefónicas de movilidad y a su vez aprovechó para promover una oferta similar a Uber, Didi y Cabify, que es propia de la CDMX “Mi Taxi”.
Al final, en este ajuste y desajuste de tarifas quien termina perdiendo no sólo son los usuarios al tener que pagar más por un servicio que usan habitualmente, sino también la marca quién no sólo puede perder la lealtad de sus usuarios al sentirse estafados por los cobros excesivos, sino que además da herramientas a la “competencia” para derribar su imagen, posicionar la propia e implementar medidas regulatorias que no serían necesarias si ellos mismos buscaran adaptarse al mercado y compensar al usuario.
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