¿Es razonable sentirnos ilusionados o, por el contrario, desilusionados y desencantados? Evidentemente, la relatividad y la subjetividad pueden explicar o justificar cualquier sensación, de forma independiente de la realidad, más o menos objetiva, como intento explicar a continuación.
En todo relato, incluso en los que autogeneramos íntimamente, influyen fuerzas externas e interesadas, más o menos definidas y conocidas. Por eso, es preciso e inexcusable que diferenciemos que no todos los relatos comportan, generan, ni se basan en conocimientos, ya que pueden narrar, exageradamente, ficciones, mentiras y bulos,
Sobre el particular, me parece interesante reproducir el siguiente fragmento:
‘Lo que creí verdadero ha resultado una ilusión, un espejismo, un hechizamiento. Una meditación sobre estas palabras nos revelaría un pozo de pesimismo en el diccionario. Ilusión tiene, según el ‘Diccionario de uso del español’ (1966/7) de María Moliner (*), tiene tres significados: ‘Imagen formada en la mente de una cosa inexistente tomada como real’, ‘Esperanza o creencia vana con que alguien se siente contento’, ‘Alegría o felicidad que se experimenta con la posesión, contemplación o esperanza de algo’. Quien sienta esto ha de ser, por fuerza léxica, un iluso. Cuando alguien está ilusionado está viviendo en la irrealidad. La contundencia de lo real deshará el espejismo. Un sentido parecido tiene el desencanto, que significa ‘salir del encantamiento’, es decir, librarse de la acción de un hechizo. De nuevo la realidad se encarga de decepcionar con su presencia.’
(‘Diccionario de los sentimientos’, de José Antonio Marina y Marisa López Penas; editorial Anagrama, Barcelona 1999, página 172)
(*) María Moliner Ruiz (1900 – 1981)
Antes de profundizar al respecto, me parece preciso señalar que, como personas, tenemos muchas facetas, pues, simultáneamente, podemos tener diferentes roles: ser esposos, padres, abuelos, amigos, vecinos, ciudadanos, profesionales, independentistas (o no), religiosos (o no), deportistas, artistas, culés (o no), etc.
Y claro, todas esas facetas actúan como vasos comunicantes, a pesar de que cada una de ellas se rija por sus propias reglas.
Asimismo, la experiencia nos ha demostrado, de forma repetitiva, que, si tenemos un grave problema, en cualquiera de los roles que representamos, todas las otras facetas se resienten. Por ejemplo, si nos surge un problema doloroso o grave, puede ofuscar o ennegrecerlas todas ellas.
Centrando el tema en el independentismo catalán, me parece claro que, hasta el referéndum del 2017, tuvimos unas ilusiones que resultaron ser un espejismo, si bien, siguiendo con la mencionada tercera acepción de M. Moliner, seguimos manteniendo las esperanzas; pero no por eso somos ilusos, ya que conocemos y somos conscientes de la realidad unionista. Es decir, no vivimos en la irrealidad, aunque estemos bastante desencantados con nuestros líderes y partidos, pues estamos hartos de sus encantamientos.
Por eso, metafóricamente, nos encontramos entre Escila y Caribdis:
‘(…) dos monstruos marinos mitológicos, situados en orillas opuestas de un estrecho canal de agua, tan cerca que los marineros intentando evitar a Caribdis terminarían por pasar muy cerca de Escila y viceversa.
Mientras que Escila vivía en los acantilados, tenía doce patas y seis cuellos largos y devoraba a quien osara acercarse, Caribdis tragaba una gran cantidad de agua tres veces al día para devolverla otras tantas veces, formando un peligroso remolino que absorbía todo cuanto estaba a su alcance. Aunque ambos destinos eran difíciles de superar (…).
Posteriormente, la tradición identificó a este lugar con el estrecho de Mesina, entre Calabria y Sicilia, en el extremo sur de Italia’.
(Wikipedia)
Pues bien, los independentistas catalanes nos encontramos como Ulises (Odiseo), en sus peregrinajes descritos por Homero (s. VIII a.C.), ya que, según ese autor:
Escila era una criatura femenina sobrenatural, con 12 pies y 6 cabezas en largos cuellos serpentinos, cada cabeza con una triple filas de dientes como de tiburón (…) y, desde su guarida devoraba a todos los que se atrevieran a pasar.
(…) y Caribdis, se escondía bajo una higuera, a un tiro de arco de distancia de la orilla opuesta, bebía y eructaba las aguas tres veces al día, provocando fuertes y peligrosos remolinos. (…) el náufrago Ulises pudo aferrarse a un árbol hasta que salió de las aguas la balsa que se había tragado muchas horas antes (…)
Y me parece que podemos hacer un cierto paralelismo, identificando a los unionistas españolistas con la horrible y agresiva Escila, mientras que, los independentistas catalanes podemos identificar con Caribdis a nuestros ‘líderes’ durmientes, con sus ‘laureles’ bajo la higuera (salvo honrosas excepciones, como Carles Puigdemont, en determinados momentos)
Y aun así, muchos independentistas siguen, acríticamente, a esos pseudo líderes durmientes, digan lo que digan. Y si su ‘líder’ Oriol Junqueras, el nuevo ‘Robinson Crusoe’ (en referencia a la novela de ese título, publicada en 1719 por Daniel Defoe, 1660 – 1731) decide bautizar al indígena, como ‘Viernes’, por encontrarlo ese día, lo aceptan sin más; sin cuestionarse cómo, tras muchos años de aislamiento, Robinson podía saber que aquel día era un viernes.
Pero muchos sabemos que tan peligroso es caer en las garras de Escila, como en las de Caribdis, y que alejarnos de uno, es acercarnos al otro; por lo que debemos ser muy cautos, para no seguir ‘entre la espada y la pared’.
Estamos cansados de sus juegos, pues sabemos que, según la teoría de juegos, los juegos de suma cero son los que comportan los conflictos; mientras que los de suma positiva son de cooperación pura, y los juegos mixtos comportan cooperación y conflictos, si bien son los únicos que posibilitan la negociación.
Y los dos monstruos mitológicos, actualizados, buscan la suma cero, es decir, que sus ganancias deriven de nuestras pérdidas. Y eso es lo que quieren, tanto el reino español como ERC, está claro, tenemos muchas pruebas que nos muestran que su principal objetivo es ‘derrotar’ a Carles Puigdemont, en todos los frentes.
A pesar de todo ello, los independentistas de base sabemos que, por difícil que lo tengamos, no perderemos nuestra ilusión. Y sabemos, también, que: ‘Es duro fracasar, pero es todavía peor no haber intentado nunca triunfar’ (Franklin Delano Roosevelt, 1882 – 1945)
Y sabemos, también, que el conflicto es consustancial a las personas, por nuestra ‘sociabilidad’, y que en general predomina el engaño, como nos mostró George Orson Welles (1915 – 1985), en su obra ‘F for Fake’ (1973), ‘un falso documental sobre el fraude, personificado en Elmyr de Hory, gran falsificador de obras de maestros de la pintura, y en Clifford Irving, su biógrafo y autor de otro fraude, la supuesta autobiografía de Howard Hughes’
Y todos nos autoengañamos, como en el siguiente chiste, que ya copié en un escrito, hace mucho tiempo, pero que me parece genial y adecuado, también en este momento:
‘Un filósofo, un biólogo, un físico y un matemático charlaban en la barra de un bar; a mitad de la conversación, 2 personas entran en una camioneta aparcada frente al bar y, al cabo de un rato, salen 3.
¡Pero esto es imposible!, dice el filósofo, ‘si la camioneta estaba vacía ¿cómo es posible que entren 2 y salgan 3’.
‘Claramente, nuestras mediciones son erróneas’, dice el físico.
‘Han debido reproducirse dentro de la furgoneta’, comenta el biólogo.
‘No veo dónde está el problema’, interviene el matemático, ‘en cuanto entre una persona más, la camioneta volverá a estar vacía’.
En definitiva, que la actual situación es muy compleja, pero no debemos olvidar nuestro deseo de independencia, pues emocional y racionalmente, es un hecho bueno y atrayente, y, conscientemente, tenemos esa necesidad; pero, volviendo a la mencionada cita de Roosevelt: ‘Es duro fracasar, pero es todavía peor no haber intentado nunca triunfar’.