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ERC y el dilema del tranvía

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

Estos días hemos visto que ERC ha aplicado la lógica inversa, ya que los dos anteriores gobiernos tripartitos fueron gobiernos de coalición, presididos por socialistas, ‘manchados’ por la participación de independentistas, para presentarse como progresistas; mientras que ahora, el gobierno monocolor del represor Salvador Illa, ha sido ‘blanqueado’ por ERC, como explico seguidamente.

El primer gobierno tripartito catalán, ejerció en el período 2003 – 2006, presidido por el socialista Pasqual Maragall, y formado por 16 consellers: 8 del PSC, 6 de ERC, y 2 de ICV-EUiA; en el año 2006, a raíz del anuncio de ERC que votaría en contra del nuevo Estatut de Catalunya (que posteriormente fue ‘cepillado’ por el PSOE y  recortado por el tribunal constitucional), Maragall decidió, sin consultarlo con sus socios (un grave error), cesar a los consellers de ERC, y, posteriormente, los de ICV dimitieron.

El segundo gobierno tripartito, 2006 – 2010, presidido por José Montilla (PSC/PSOE), formado por 8 consellers del PSC, 5 de ERC, 2 de ICV-EUiA y 1 independiente.

Y es preciso recordar que, en las dos elecciones efectuadas en ese período, CiU de Artur Mas, ganó las elecciones, pero no pudo llegar a acuerdos

Ahora bien, por primera vez en la historia democrática catalana, el gobierno será monocolor socialista, presidido por un represor, ‘blanqueado’ por ERC, que, incomprensiblemente, le ha votado.

Y no solo le ha votado, sino que los últimos estertores del gobierno de Pere Aragonès (ERC) han sido vengativos y vergonzantes, pues:

  • El conseller de interior, Joan Ignasi Elena, criticó, atacó y despreció al president ilegítimamente destituido, Carles Puigdemont, como expliqué en mi rollo de ayer. Y anunció una caza de brujas en el cuerpo de los mossos d’esquadra (policía catalana), para detectar, depurar y denunciar a los mossos que dieron cobertura al president Carles Puigdemont.
  • La conselllera de presidencia, Laura Vilagrà, reclamó al president Carles Puigdemont, que devuelva el coche oficial del que dispones, exigiéndole que lo entregue antes del próximo martes, a la delegación del gobierno de la Generalitat en Bruselas. Según la legislación vigente, los expresidentes tienen derecho a disponer de una oficina con personal, vehículo oficial, escolta (que el gobierno español prohibió) y una remuneración (a la que Puigdemont renunció, por tener la correspondiente a eurodiputado, y ahora la de diputado del Parlament)

Nota de última hora:

Según Marta Lasalas (elnacional.cat), en su recientísimo escrito publicado hoy a las 15.32 h, el gobierno de Aragonès rectifica y no retira el vehículo al president Carles Puigdemont; rectificación efectuada en tiempo de descuento, justo un momento antes de producirse su relevo por Salvador Illa.

Celebro que la presión y las críticas que se han multiplicado en las redes sociales, hayan hecho cambiar esa decisión.

A mi modo de ver, esa rectificación, de no haberla efectuado Pere Aragonès, con grandes probabilidades hubiera sido la primera de Salvador Illa, pues, acatando la ley, nos marcaría un tremendo gol a los que somos críticos con él, y hubiera sido una gran campaña de marketing de inicio de su gestión.

Por eso, celebro que Pere Aragonès, ¿aconsejado por sus asesosres? haya corregido su decisión primaria, instintiva, infantil y nada institucional de ayer, que, como he dicho, le hubiera comportado un gran crespón negro en su historial.

En mi escrito de ayer, comenté que, históricamente, es más importante la salida de un cargo, que su entrada; por lo que el gobierno de Pere Aragonès, quedará manchado por esas últimas voluntades políticas, aunque haya rectificado en cuanto al coche oficial, pero la decisión primaria no se olvidará. Que tristeza más infinita.

Ayer y hoy hemos recibido los mensajes emitidos por el president Carles Puigdemont, emitidos por X, confirmando su llegada a Waterloo (Bruselas), explicando su acción y determinación política de confrontación y siendo crítico con el conseller Elena y el jefe de los mossos, Eduard Sallent.

En línea con Puigdemont, hemos podido ver mensajes de Josep Lluís Alay, director de la oficina del president en Waterloo, y el expresident Quim Torra, etc., expresando comentarios muy dignos, defendiéndole. Vaya diferencia con ERC.

El fraile franciscano William of Ockham (Guillermo de Occam, 1287 – 1349) estableció la base del método reduccionista, explicando que ‘en igualdad de condiciones, la explicación más simple suele ser la más probable’, principio conocido como la ‘navaja de Occam’, que ejemplifica diciendo:

Después de una fuerte tormenta, vemos un árbol caído. Y basándonos en nuestras evidencias sobre las tormentas, deducimos la hipótesis racional de que el fuerte viento ha tumbado el árbol. Otra posible hipótesis podría ser que fuerzas extraterrestres lo han tumbado.  Evidentemente, la hipótesis más sencilla es la correcta.

Gottfried Wilhelm Leibniz (1646 – 1716) se posicionó como ‘antinavaja’, con su principio de plenitud: ‘todo lo que sea posible que ocurra, ocurrirá’.

Está claro, asimismo, que una teoría simple, pero con pocas evidencias, no debería ser elegida antes que una más compleja, pero respaldada por pruebas suficientes.

Aplicando estos principios a la actuación de ERC, me parece que la hipótesis más sencilla, es la correcta, y es que ese partido ha actuado única y exclusivamente, por intereses partidistas, para evitar unas nuevas elecciones. Y eso es legal, pero no es legítimo, ni ético.

Y es significativo que el jueves, el día de mayor complejidad e intensidad política en Catalunya, por el retorno y marcha del president Carles Puigdemont, el desproporcionado despliegue policial, la manifestación de varios miles de ciudadanos, la carga con gas pimienta, la persecución a los que ayudaron al president, al que le impidieron acceder para votar, etc., y la investidura de Salvador Illa, la líder provisional de ERC, Marta Rovira, estuviese ausente, ya que, desde el jueves hasta hoy, todavía no ha hecho ni un comentario en las redes. Y el siempre locuaz Oriol Junqueras, tampoco ha dado muestras de vida. Como si fueran alienígenas ajenos a la ‘movida’ del país.

No espero que critiquen las medidas de Pere Aragonès, eso sería iluso esperarlo, pero conocer su opinión sobre lo que sucedía, me parece indispensable.

Todo esto me lleva a la conclusión confirmatoria de que la hipótesis más sencilla, como decía Ockham, es que ERC ha dejado el independentismo en último lugar, primando otros aspectos, fundamentalmente, su supervivencia política, al coste que sea, incluso regalando la Generalitat a los represores del PSC/PSOE, que, desde el jueves, no paran de celebrar. Y hoy, en la toma de posesión por parte de Salvador Illa, ver en primera fila en el palacio de la Generalitat, sonrientes a la vicepresidenta y varios ministros de Pedro Sánchez, felicitándose por el inicio de una nueva era, de un gobierno que ahora sí que trabajará para todos los catalanes, es vergonzante. Y todo eso por unas promesas que todos sabemos, incluso ERC, que nunca se cumplirán.

Y esa actuación crepuscular de ERC se explica muy bien con el ‘dilema del tranvía, o de la vagoneta’, planteado por Philippa Bosanquet, conocida, tras su matrimonio, como Philippa Foot (1920 – 2010), filósofa inglesa especializada en la ética de la virtud.

En ese dilema, que ya apliqué hace bastantes meses, se plantea el siguiente argumento:

Hay un tranvía sin control avanzando por una vía en la que hay atadas cinco personas que morirán si les pasa por encima; el espectador puede desviar el tranvía, enviándolo a una vía secundaría, en la que hay una única persona atada en la vía, que morirá si desvían el tranvía, pero se salvarán los otros cinco. Y añadió otra variante: la posibilidad de salvarlos a todos ellos, si desde arriba, el espectador sujeto al test, antes de desviar el tranvía, tira, ante él, a una persona obesa, que, al caer en la vía, pararía el tranvía, evitándose las otras muertes.

Es evidente que ese dilema abre la posibilidad a diferentes opciones y discusiones, basadas en diferentes postulados: la ética normativa, la ética utilitarista, la ética finalista, etc., pero Philippa Foot, con su ética de la virtud, consideró que ‘los actos morales lo son cuando sirven para conducir al hombre hacia el virtuosismo. O son un resultado. Lo que convierte una acción en correcta, es la honorabilidad de las motivaciones’.

Así, actuar de una forma u otra, en realidad comporta matar a una o varias personas, directamente (empujando a la persona gorda) o indirecta (desviando el tranvía); y la autora considera que es peor obrar mal por acción que por omisión; posición negada por los utilitaristas, que miran la finalidad de la acción y entienden la falta de acción como una elección.

Este dilema se ha planteado muchas veces, al tratar sobre la programación, de la conducción automática, es decir en la definición de los algoritmos al efecto.

Con este escrito no pretendo solucionar el dilema, pues, en todo caso, es una decisión personal.

Pero me parece que es ilustrativo aplicarlo a la decisión de ERC, que, para salvar a su partido, y al PSC/PSOE, decidió tirar al hombre obeso, es decir, al movimiento independentista, sacrificándonos, para su bien particular.