Para este escrito he tomado el título de un poema del poeta Josep Vicenç Foix i Mas (1893 – 1987), pues me parece que refleja nuestra perplejidad ante la desconcertante situación política actual, como intento explicar a continuación.
El mencionado poema es el siguiente, que he traducido del catalán:
Es cuando duermo que veo claro
(1953)
Es cuando llueve que bailo solo
traje de algas, oro y escama,
hay una cerradura de mar en la curva
y un trozo de cielo escarlata,
un pájaro hace una voltereta
y saca ramas de una mata,
el caserón del pirata
es un ancho girasol.
Es cuando llueve que bailo solo
traje de algas, oro y escama.
Es cuando río que me veo jorobado
en el charco de debajo de la era,
me visto de hombre antiguo
y persigo a la masovera,
y entre pinar y arbusto
planto mi bandera;
con una aguja saquera
mato al monstruo que no digo.
Es cuando río que me veo jorobado
en el charco de bajo la era.
Es cuando duerno que veo claro
loco por un dulce veneno,
con perlas en cada mano
vivo en el corazón de una concha,
sonido de la fuente del fondo de la clota
y el lecho salvaje,
-o la luna que se afina
al morir carena allá.
Es cuando duermo que veo claro
loco de un dulce veneno.
Foix escribió este poema vanguardista, surrealista, en el año 1953, tras ser expropiado de su casa, por un decreto que le convirtió en un exiliado dentro de su propio país, sometido al represivo estado español; por lo que el poema puede ser interpretado como una buena metáfora sobre la identidad, la soledad y la necesidad de imponer la razón sobre la locura franquista. Si bien, el poeta considera que, dado el contexto, sólo mediante la imaginación puede interpretar la situación con una mirada inconsciente, ya que solo el sueño nos permite escapar de la cuadriculada realidad, pues la vigilia es una cárcel. En definitiva, los sueños nos ayudan a sobrevivir, y nos muestran de forma clara el camino que debemos seguir, para ‘matar al monstruo que no se atreve a decir’.
El desconcierto que señala poéticamente Foix, lo vemos, también, en la actualidad, como se desprende de tres ejemplos de ayer:
1 –
Han pasado dos meses de la gota fría (DANA) que arrasó las tierras valencianas, y Carlos Mazón, presidente (PP) de esa comunidad, y presunto culpable criminal por omisión de sus responsabilidades, sigue sin dimitir, a pesar de que ayer, se manifestaran reclamándola, por tercera ocasión, más de 100.000 personas (la policía cifró la participación en 80.000, pero ya sabemos que, salvo en manifestaciones que interesen a sus mandos, siempre tiran a la baja); pero Mazón y el PP, siguen amarrados al poder, acorazados en argucias legales.
2 –
El poder judicial sigue su alocada carrera contra el independentismo, ahora, centrándose en la persecución de Gonzalo Boye Tuset, abogado del president Carles Puigdemont.
3 –
Un portavoz del tribunal constitucional (TC) español ha comunicado que el tribunal tiene la intención de dictaminar sobre la ley de amnistía, antes del próximo mes de octubre; si bien, con anterioridad deberá resolver diferentes recursos (recusación del magistrado José María Macías; recursos del PP y de algunas comunidades autónomas gobernadas por ese partido; alegaciones del tribunal superior, que consideró inconstitucional la ley; y de algunos independentistas, directamente implicados). El motivo argumentado por el TC, es la celebración del VI Congreso de la Conferencia Mundial de Justicia Constitucional, que este año se realizará en Madrid, del 28 al 31 de octubre.
Me parece preciso recordar que la propia ley de la amnistía (L. O. 1/2024, del 10 de junio) fijó dos meses, para que todos los jueces aplicasen dicha ley; y, en octubre del 2025 se cumplirán 16 meses. Período excesivamente largo, provocado por la derecha extrema y extrema derecha, para dilatar e impedir su aplicación, prevaricando y, en última instancia, para dinamitar el gobierno de Pedro Sánchez.
Y que ahora, a finales de este año 2024, el TC se tome diez meses más, para seguir debatiendo al respecto, también me parece excesivo, por más complejos que puedan ser los recursos previos; pues está claro que la ley y las diferentes posiciones, son sobradamente conocidas por el TC, desde hace meses.
Y que fijen la conclusión de todas esas causas, con anterioridad a la mencionada convención internacional, me parece un autogol mayúsculo en su propio ‘prestigio’, ya que quieren organizar y presidir ese congreso mundial, libres de ‘polvo y paja’, es decir, quieren organizarlo sin estar en pleno foco mediático crítico (por unos u otros); pero me temo que, a pesar de lo que han dicho y de sus deseos, al final, todo se demorará hasta el 2026 o más.
Pero, a mi entender, la forma de fijar el plazo como lo ha hecho el TC, es otra forma de prevaricar, de anteponer intereses particulares y corporativos, por encima de todos los demás derechos.
Estos tres ejemplos, nos muestran, de forma clara, el gran desconcierto del reino español, preocupado en aparentar una ‘normalidad’ que no existe.
Una ‘normalidad’ que no se creen ni sus máximos representantes, como nos mostraron con sus respectivos discursos navideños, a los que ya me refería, pues:
- un rey que se escuda en la gota fría (como hace un par de años hizo con la tragedia del volcán de la Palma; y antes con la pandemia) para exigir unidad y colaboración y, claramente criticar a los diferentes gobiernos, democráticamente elegidos, presentándolos como los culpables del desaguisado (pues han pasado 3 años del caos volcánico, y cientos de familias siguen sin casa, viviendo en ‘casas de contenedores o de madera’, y atendidos por Cáritas), mientras que la monarquía se presenta como limpia y por encima del bien y del mal;
- un Illa (155) que pide la solidaridad para encubrir la unidad con España;
y claro, todo eso es pura disfuncionalidad, estricta antidemocracia.
Y lo grave es que la sociedad catalana, en general, ya se ha acostumbrado a este despropósito, incluso llegan a considerarlo como el mal menor. Y esto es una clara muestra de que o bien han asumido la derrota, o están conformes con los vencedores de siempre, desde 1714.
Ayer, en 3Cat (la televisión catalana) pasaron un excelente documental titulado ‘Guimerà, el Nobel sin premio’, en el que se expuso, de forma objetiva, la historia de un literato catalán que, desde 1904, fue 17 veces consignado como candidato al premio, pero, las presiones de los diferentes gobiernos españoles frenaron su concesión, con diferentes argumentos: que el catalán no era una lengua oficial en España (más bien, estaba prohibida); que el autor era un nacionalista catalán, separatista y defensor de la lengua catalana por encima de todo; que no habían galardonado a ningún escritor en lengua castellana, que era, claramente superior en dignidad, historia y relevancia; etc.
Y claro, la academia sueca, y su gobierno, se doblegaron a esas presiones, ya que, al fin y al cabo ‘lo único que vale y cuenta, son los estados’, y si estos no apoyan una candidatura, o, declaradamente están en contra de ella, eso es lo que contaba, en aquellos años (y sigue así, como vemos en los diferentes organismos de la UE); es decir, que los argumentos para la denegación fueron extraliterarios, que son los únicos que deberían considerarse.
Nota:
Àngel Guimerà i Jorge (Santa Cruz de Tenerife, 1845 – Barcelona, 1924) fue uno de los más importantes exponentes de la Renaixença (resurgimiento) de las letras catalanas; autor de ‘Mar i Cel’ (1888), ‘María Rosa’ (1894); ‘Terra baixa’ (1896); ‘La filla del mar’ (1899); etc.; y, en definitiva, uno de los autores más representados y prestigiosos de nuestro país.
Jofre Llombart, en su escrito titulado ‘el Nobel de Guimerà: no era un premio, era un castigo’, señala que:
‘(…) no sé si es más triste que la literatura catalana no tenga ningún Nobel, o que los Nobeles no tengan ningún catalán entre sus premiados. Entre otras cosas por que la filosofía continúa siendo la misma: las instituciones del estado continúan pensando, por ejemplo, que la oficialidad del catalán en Europa es el precio a pagar para estar en la Moncloa, en lugar de una creencia federal con connotaciones internacionales (…)’
(elnacional.cat, 29/12)
Ante esta situación, los catalanes podemos optar por:
- hacernos los suecos (y nunca mejor dicho en este caso, al negar el premio a Guimerà) y seguir viviendo dentro de la cuadrícula española, como quieren los vasallos (Sánchez, Illa, Feijóo, etc.) del impresentable Felipe VI, que tiene, como principal (y ´único’) objetivo, preservar su negocio familiar y hereditario basado en su real bragueta,
- indignarnos, pero de forma resignada, como el mencionado J. V. Foix, declarando que ‘es cuando duermo que veo claro’, o como A. Guimerà, defendiendo el catalán, pese a todo, pero, formal y legalmente, aceptar el statu quo,
- indignarnos y actuar activamente, para cambiar el statu quo, rompiendo el cordón umbilical con el reino español; es decir, impidiendo la ‘convivencia normalizada’ que nos quieren imponer. Manifestar nuestro malestar por tierra, mar y aire, en definitiva, hacer una resistencia pasiva y democrática, como postuló Mohandas Gandhi (1869 – 1948)
Así que todo depende de nosotros, de nuestra ACTIVIDAD, no de nuestros deseos y ensoñaciones.