- Proteger a los animales no es solo una cuestión de compasión; es un acto de justicia.
Recuerdo que la primera vez que escuché a alguien proponer una tesis doctoral sobre los derechos de los seres vivos, pensé: “Esta idea va a ser fuertemente criticada.” Y, en efecto, lo fue. Sin embargo, si algo he aprendido sobre el pensamiento crítico es que el absolutismo y la inmovilidad institucional no favorecen el desarrollo social.
El siglo XXI nos plantea el desafío de superar una visión antropocéntrica rígida, que considera a los animales meros recursos, para avanzar hacia una perspectiva ética y empática que reconozca su capacidad de sentir y, con ello, su dignidad y sus derechos.
Históricamente, las instituciones han enfocado sus esfuerzos en proteger los derechos humanos y los bienes tangibles, dejando de lado a los seres sintientes que, sin ser humanos, también experimentan dolor y placer. Por ello, considero fundamental fortalecer nuestra legislación en esta materia y posicionar a México y a nuestro estado a la altura de los estándares internacionales.
Este tema genera controversia, pero la historia de los derechos demuestra que el progreso social ha surgido siempre del cuestionamiento y el debate crítico. Hace menos de dos siglos, prácticas como la esclavitud y la opresión colonial eran aceptadas; hoy, las condenamos. Así como los movimientos sociales han luchado contra la discriminación racial y de género, uno de los desafíos de nuestra generación es erradicar la discriminación por especie, o especismo.
Algunos consideran exagerado o innecesario hablar de derechos para los animales; sin embargo, insisto en que los derechos siempre han sido objeto de debate y resistencia antes de consolidarse. Ignorar esta demanda es desconocer una exigencia social legítima que ya forma parte del imaginario colectivo y merece ser atendida con seriedad. Incluso, la Gobernadora Constitucional del Estado de México, Delfina Gómez Álvarez, ha manifestado su anhelo de alcanzar una legislación en este sentido durante su administración.
La capacidad de los animales para experimentar sufrimiento y placer, su sintiencia, es el núcleo de este debate. En el siglo XVIII, Jeremy Bentham afirmó que lo relevante no es si los animales pueden razonar, sino si pueden sufrir. Esta premisa ética debería guiar toda legislación que busque reconocer derechos básicos para los animales.
En México, la legislación actual aborda ciertos aspectos para evitar el maltrato animal, pero carece de una estructura que otorgue a los seres sintientes derechos formales. Este enfoque antropocéntrico, que ve a los animales como recursos, necesita evolucionar hacia un modelo que los reconozca como seres con dignidad propia. A modo de ejemplo, en 2021, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) reportó que el 70% de los hogares mexicanos tenía alguna mascota.
Recientemente, la Ciudad de México dio un paso importante al reformar su “Ley de Protección y Bienestar de los Animales.” Entre otros cambios, se sustituyen términos como “dueños” por “tutores responsables” y se limita el uso de la eutanasia solo a situaciones médicamente justificadas. La reforma establece sanciones más severas contra el maltrato y promueve un trato digno hacia los animales. Además, fomenta la colaboración entre instituciones para su protección, regula las actividades comerciales con animales y prohíbe su uso en protestas y espectáculos.
Otro aspecto relevante de la reforma es la sustitución del término “animales domésticos” por “animales de compañía,” destacando el vínculo entre humanos y animales. Asimismo, se crean Centros de Atención Canina y Felina y Clínicas Veterinarias en las alcaldías, facilitando el acceso a servicios que aseguren la protección y el bienestar de los animales. Estas acciones abren el camino hacia un marco ético que dignifique la vida de los seres sintientes en el Estado de México.
A nivel internacional, algunos países han implementado modelos legislativos para proteger los derechos de los animales. Suiza, por ejemplo, regula la cría, el transporte y el sacrificio, prohibiendo prácticas que provoquen sufrimiento innecesario. Colombia clasifica a los animales como seres sintientes y establece su protección contra el maltrato y la explotación. Estos modelos han demostrado su eficacia y son una inspiración para construir una legislación sólida en nuestro país.
Fortalecer la legislación en favor de los seres sintientes es una oportunidad para que México demuestre su compromiso con los valores éticos que caracterizan a las sociedades avanzadas. Estoy convencido de que proteger a los animales no es solo una cuestión de compasión, sino un acto de justicia.