España desprecia lo que es ajeno a su núcleo duro castellano

Amadeo Palliser Cifuentes
Amadeo Palliser Cifuentes    amadeopalliser@gmail.com

En el título preliminar de la constitución española, en su artículo 3, se dice:

1 – El castellano es la lengua oficial del estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho de usarla.

2 – Las demás lenguas españolas serán también oficiales en las respectivas comunidades autónomas de acuerdo con sus estatutos.

3 – La riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección.

Como vemos, el problema discriminatorio del castellano respecto a las otras lenguas ya viene en esa raíz constitucional, pues mientras se fija la obligatoriedad de conocer y el derecho de usar el castellano, no se dice lo mismo respecto a las restantes lenguas: el catalán (Catalunya, Valencia e Islas Baleares), el gallego (Galicia), el euskera (País Vasco y Navarra), el aranés (Catalunya, Arán), son cooficiales en 6 de sus 17 comunidades autonómicas.

Obviamente, el catalán es una lengua, con las variantes balear y valenciana, a pesar de que ciertas corrientes políticas de esta última comunidad quieran considerarla como una lengua diferenciada.

Y 43 años después de haber aprobado la constitución, los catalanes vemos que seguimos igual, en cuanto al reconocimiento de nuestra lengua, ya que las instituciones del estado en Catalunya, como el poder judicial, la guardia civil, policía nacional, ejército, etc., siguen funcionando, casi de forma exclusiva, en castellano. Y, en esas décadas, el bipartidismo español (PP y PSOE) no ha cejado de intentar reducir las competencias de la Generalitat en cuanto se refiere a la educación.

Una muestra reciente de ese mal trato lo hemos tenido esta semana, pues la biblioteca nacional de España, a petición del PP, acaba de pedir disculpas por el diseño de su exposición ‘La luz en la Edad Media, en la literatura catalana’, mediante el siguiente mensaje:

‘Lamentamos el malestar causado a todos aquellos que han percibido cualquier tipo de discriminación relacionada con la exposición de manuscritos iluminados, el objetivo de la cual es mostrar obras en lenguas vernáculas utilizadas en los antiguos territorios de la Corona de Aragón.

(…)

Apuntan que están mejorando los textos que acompañan la exposición para que no haya ninguna discriminación lingüística. La discriminación sería que escritores valencianos como Joanot Martorell no se definen como autores de la lengua valenciana, sino de la lengua catalana, como consideran todos los filólogos y expertos rigurosos, así como la RAE.

En el comunicado, de hecho, la biblioteca nacional presenta una Corona de Aragón donde se mezclaban constantemente las lenguas vernáculas

(…)

Es decir, para la biblioteca nacional, haciendo caso a las demandas del PP, Francesc Eiximenis y Joanot Martorell, por ejemplo, no escribían en la misma lengua’.

(Mariona Ferrer i Fornells, Ara, 14 de abril del 2021)

‘En la exposición destaca la figura de Francesc Eiximenis, nacido en Girona y muerto en Perpinyà. También hay del mallorquín Ramon Llull o un poema en occitano compuesto a finales del siglo XIII por Matfré Ermengaud.

La principal queja era por incluir autores valencianos en una muestra de literatura catalana. Y sí, hay un autor valenciano, uno sólo: Francesc de Pertusa. El resto, ni tan sólo están, como insiste la comisaria. ‘En algún medio de comunicación se ha llegado a hablar de Isabel de Villena, de Bonifaci Ferrer y de autores que no están. Es ignorancia’, lamenta Planas, bastante perpleja.

(…)

Si la polémica ya ha sido absurda, aún más lo han sido las disculpas de la biblioteca nacional (…) dejando ir ‘lenguas vernáculas de los antiguos territorios de la Corona de Aragón’. Un debate que filólogos e historiadores cerraron hace décadas.

En 1980, la real academia española (RAE) y la real academia de historia (RAH) ratificaron el documento ‘La lengua de los valencianos’ y entre otras conclusiones, se decía que ‘el valenciano es una variante dialectal del catalán’, que es ‘un hecho muy claro para la filología y para la historia’ y que ‘es culturalmente aberrante todo intento de desmembrar el País Valencià de la comunidad idiomática y cultural catalana’.

Pero la biblioteca nacional ha caído de cuatro patas en la trampa de las teorías anticientíficas del ‘blaverisme’ (blaverismo; blau = azul). Para entendernos, sería como si la Organización Mundial de la Salud aceptase el discurso de Miguel Bosé hablando del chip con tecnología 5-G que Bill Gates ha inoculado a las vacunas contra el coronavirus.

Y tampoco ha servido de nada el texto ‘clarificador’ de la biblioteca nacional.

Ya lo dijo el actor Ovidi Montllor, hablando del vernáculo:

‘Hay gente a quien no les gusta que se hable, se escriba o se piense en catalán. Es la misma gente a quien no le gusta que se hable, se escriba o se piense’.

(…)

Cuesta encontrar a alguien en la biblioteca nacional, a quien pedir perdón por hablar en catalán’.

(Nicolás Tomás, www.elnacional.cat, 16 de abril 2021)

Cronología aclaratoria de los autores citados:

Matfré Ermengaud (Ermengau), Occitània (1245-1322)

Ramon Llull, Palma, 1232 – Mar Mediterráneo, 1316.

Francesc Eiximenis, Girona, en 1330 – Perpinyà, en 1409.

Joanot Martorell, Gandía, aprox. en 1410 – en esa misma ciudad valenciana en 1465.

Ovidi Montllor i Mengual, nacido en Alcoi (Alicante), en 1942, fallecido en Barcelona en 1995.

Obviamente, el catalán es un todo, como reconocen las diferentes academias de la lengua:

La Real Academia Española, en su Diccionario de la lengua española, considera al valenciano y al balear como una variante del catalán.

La Academia Valenciana de la Lengua, en su Diccionario normativo valenciano, considera el catalán y el valenciano como el mismo idioma, denominado de una u otra manera en función de la comunidad autónoma (Catalunya y Valencia respectivamente), siendo el valenciano la variante del catalán hablada en Valencia.

Por lo que se puede ver, el tronco filológico e histórico es único, y los matices son políticos, como se reflejó en el estatuto de autonomía de la Comunidad de Valencia, que en su art. 6.2 señala que el valenciano es el idioma oficial en la Comunidad.

Respecto al término ‘vernáculo’:

‘(en latín vernaculus, nacido en la casa de uno; proviene de ‘vern’, un esclavo nacido en la casa del amo), significa propio del lugar o país de nacimiento de uno, nativo, especialmente cuando se refiere al lenguaje. Así, el idioma vernáculo de España es el castellano.

(Wikipedia)

Vernácula: ‘dicho especialmente del idioma o lengua: doméstico, nativo, de la casa o país propios’

(RAE)

La escritora Empar Moliner i Ballesteros, señaló, de forma divertida y clara, que la excusa de la biblioteca nacional, para no citar el catalán, y, en su lugar, en la nota ‘aclaratoria’ decir que el objetivo de la exposición: ‘es mostrar obras en lenguas vernáculas utilizadas en los antiguos territorios de la Corona de Aragón’, sería como decir que Ángela Merkel, la canciller alemana, ‘habla una de las lenguas vernáculas del imperio carolingio medieval’, para no decir que habla el alemán.

O, nosotros, podríamos referirnos a la ‘lengua vernácula española’, en lugar de decir castellano.

Evidentemente, esta polémica recurrente del ‘blaverisme’ (blaverismo) valenciano, es propia del movimiento político regionalista y anticatalanista -antipancatalanista- surgido en la transición.

Debe su denominación, originalmente despectiva, a la ferviente defensa por parte de este movimiento, de la franja azul (blava en valenciano) de la bandera de la Comunidad Valenciana.

(…)

El blaverismo es un movimiento originariamente popular y heterogéneo, que aglutina recortes, en su mayoría, situados en la derecha regionalista valenciana, y apareció como reacción al discurso fusteriano (de Joan Fuster i Ortells, 1922-1992) del nacionalismo valenciano.

Entre las características de su discurso, se encuentran elementos como el populismo, el regionalismo, el provincialismo y el conservadurismo, y, sobre todo, el anticatalanismo, hecho que les lleva a practicar el secesionismo lingüístico del valenciano respecto al catalán, y algunos autores también incluyen entre sus características el fascismo, reaccionarismo o vinculaciones con estos. También se ha incluido como característica la potenciación del centralismo de la ciudad de Valencia’.

(Wikipedia)

Sabemos que todo son intereses políticos, y los catalanes sufrimos todo tipo de persecuciones y agravios, y la lengua, obviamente, no queda al margen, ya que es un aspecto nuclear de nuestra cultura, en sentido amplio. Como lo es también el castellano, término que los unionistas nunca utilizan pues prefieren la denominación de ‘español’, como si las otras lenguas oficiales no fueran españolas. Son tan inconscientes, que ellos mismos provocan la separación, son separadores.

Y esos intereses políticos se solapan, asimismo, con una incultura generalizada, así como una mala fe, una voluntad de herir donde más duele.

En el Ara de hoy (16.4), Xavier Bosch escribe unas líneas en memoria del recientemente fallecido Mariano Puig, empresario forjador del imperio de perfumes, señalando que dicho empresario siempre fue fiel a los cinco momentos vitales:

‘la etapa de aprender a hacer, la de hacer, la de enseñar a hacer, la de hacer hacer y la de dejar de hacer’.

Y todos nosotros sabemos que nuestros políticos, a nivel general, nunca han pasado por las tres primeras etapas y, directamente, han pasado a la cuarta, gestionando presupuestos millonarios. Algunos han pasado por la universidad, otros ni eso, pero tanto unos como otros se han arrastrado muchos años en cargos públicos, sin haber trabajado nunca en el sector privado; y eso, únicamente garantiza su conformismo con el partido, su falta de pensamiento crítico, y su elevado nivel de adulación al líder de turno, para conservar su posición e intentar mejorarla, independientemente de los resultados de su gestión, que nunca es cuestionada.

Tenemos muchos ejemplos, desde Pedro Sánchez, Pere Aragonès, Salvador Illa, Miquel Iceta, Ada Colau, Pablo Casado, Isabel Díaz Ayuso …, y nunca acabaríamos. Sería más fácil hacer la relación inversa, y resaltar a los que efectivamente sí que tienen un currículo profesional anterior a su entrada en la política, por ejemplo, Jaume Alonso-Cuevillas, Ángel Gabilondo, Carles Puigdemont, Quim Torra, etc.  

También tenemos muchos ejemplos de políticos, empresarios, etc., que, llegados, de una forma u otra, a la cuarta etapa, no saben pasar a la quinta, y quieren seguir ejerciendo su papel ‘ideológico’, como José Mª Aznar, Felipe González, etc.; pero, por no haber pasado adecuadamente por todas las etapas vitales, siguen apareciendo como tristes sombras de lo que creen que fueron.

Es evidente que pasar por los cinco momentos vitales citados, es fundamental, pues va configurando la propia personalidad.

‘En psicología, las cuatro etapas de la competencia, o el modelo de aprendizaje de ‘competencia consciente’, se relaciona con los estados psicológicos involucrados en el proceso de progresar de la incompetencia a la competencia en una habilidad.

(…)

Las cuatro etapas sugieren que los individuos inicialmente no son conscientes de lo poco que saben, son inconscientes de su incompetencia. A medida que reconocen su incompetencia, adquieren una habilidad conscientemente y luego la usan conscientemente. Eventualmente, la habilidad se puede utilizar sin que se piense conscientemente: se dice que el individuo ha adquirido competencia inconsciente.

Varios elementos, incluyendo ayudar a alguien a ‘saber lo que no sabe’ o reconocer un punto ciego, se pueden comparar con algunos elementos de una ventana de Johari, aunque Johari se ocupa de la autoconciencia, mientras que las cuatro etapas de la competencia se ocupan de las etapas de aprendizaje.

(…)

Las cuatro etapas son:

Incompetencia inconsciente: el individuo no entiende ni sabe cómo hacer algo y no necesariamente reconoce el déficit. Pueden negar la utilidad de la habilidad. El individuo debe reconocer su propia incompetencia y el valor de la nueva habilidad, antes de pasar a la siguiente etapa. El tiempo que un individuo pasa en esta etapa depende de la fuerza del estímulo para aprender.

Incompetencia consciente: aunque el individuo no entiende o no sabe cómo hacer algo, reconoce el déficit, así como el valor de una nueva habilidad para abordar el déficit. Cometer errores puede ser parte integral del proceso de aprendizaje en esta etapa.

Competencia consciente: el individuo entiende o sabe cómo hacer algo. Sin embargo, demostrar la habilidad o el conocimiento requiere concentración. Puede desglosarse en pasos, y existe una fuerte participación consciente en la ejecución de la nueva habilidad.

Competencia inconsciente: el individuo ha tenido tanta práctica con una habilidad, que se ha convertido en una ‘segunda naturaleza’ y se puede realizar fácilmente. Como resultado, la habilidad se puede realizar mientras se ejecuta otra tarea. El individuo puede enseñarlo a otros, dependiendo de cómo y cuándo se aprendió’.

(Wikipedia)

Es preciso recordar que la citada ventana de Johari, diseñada por los psicólogos Joseph Luft y Harry Ingham; Johari toma el nombre de la combinación de sus nombres), se describe en los siguientes cuadrantes:

Ventana de JohariYo conozcoYo desconozco
Los demás conocenÁrea libreÁrea ciega
Los demás desconocenÁrea ocultaÁrea desconocida

Es evidente que si un político, empresario, etc., es consciente que desconoce, y se rodea de colaboradores que conocen, el área ciega puede irse convirtiendo en área libre. Pero, lo habitual, es que una persona mediocre, se rodee de colaboradores y subordinados, más mediocres todavía, que no le cuestionen sus decisiones. Y, en este caso, el área desconocida va en aumento con el tiempo con los consecuentes errores.

Y tristemente, ese último perfil es el que predomina en la política española y catalana. Y así nos va.

Y si a esa área de desconocimiento, sumamos todo tipo de sentimientos negativos como la envidia, que, según Marina y López, es:

‘La percepción del bien de una persona provoca un sentimiento negativo de malestar, rabia o tristeza. Con frecuencia se considera a la otra persona culpable de ese malestar, humillación o desdicha’.

(Diccionario de los sentimientos, edit. Anagrama, Barcelona 1999)

Podemos entender hasta el menosprecio del catalán, pero, que lo podamos entender no quiere decir que lo aceptemos ni lo asumamos. Debemos combatirlo, como debemos combatir por defender todos nuestros derechos y, lógicamente, el de la autodeterminación.

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