El dramaturgo noruego Henrik Ibsen (1828 – 1906), entre sus múltiples obras, escribió tres muy significativas: ‘La casa de muñecas’ (1879), ‘Un enemigo del pueblo’ (1882) y ‘Hedda Gabler’ (1890); que me parece que su relectura sería interesante tanto a los independentistas catalanes, como a los unionistas españoles.
En sus obras, Ibsen resalta la importancia del individuo y sus relaciones personales, por encima de las grandes estructuras y superestructuras sociales y económicas; es decir, plantea el conflicto entre el poder y la moralidad.
En este escrito me centro en las dos primeras obras mencionadas, basándome en la información extraída de Wikipedia:
En ‘La casa de muñecas’ refleja la vida de una mujer del siglo XIX, Nora Helmer, esposa del banquero Torvald Helmer; y, siguiendo la moralidad de la época, Nora vive una vida superficial, con sus tres hijos, nadie se interesa por ella y es tratada como una pertenencia más de su marido.
En ‘Un enemigo del pueblo’, el autor relata que el doctor Thomas Stockmann denuncia que las aguas del balneario, que es la principal fuente de ingresos del pueblo, se convierte en un problema para la salud. Los habitantes del pueblo intentan esconder esta verdad y así consiguen que este hecho quede reducido a una denuncia del solitario doctor delante de todo el pueblo. Las posturas de los personajes evolucionan a medida que el conflicto económico y sanitario se agrava. La obra acaba con el juicio del doctor Stockmann, que debe irse del pueblo, con su familia.
El tema principal es el cuestionamiento de si una sociedad ha de regirse por el criterio del máximo beneficio económico, como una empresa, o por el máximo beneficio social, y cuáles son los límites, también, entre el bien común y el individual.
Efectivamente, la idea de que ‘lo pequeño es hermoso’, del economista suizo Ernest Friedrich Schumacher (1911 – 1977), en línea con la idea de ‘Menos es más’ (less is more) atribuida al arquitecto prusiano Ludwig Mies Van der Rohe (1886 – 1969), deberíamos tenerlas siempre presentes, tanto a nivel personal como social.
Y está claro que los catalanes, en especial los independentistas, somos pequeños, somos menos, respecto al conjunto del reino español; y sabemos que los unionistas, los dependentistas españoles, están muy alejados de estos principios. Ellos quieren que el gran rodillo de los más, atropellen nuestros derechos, sin más. Y, como en la novela ‘Un enemigo del pueblo’, quieren acallar y despreciar al doctor Stockmann (a los independentistas), juzgarlo y expulsarlo, pues hacen prevalecer el criterio de maximizar el beneficio económico, en especial de su Madrid, por encima del beneficio social de las minorías.
Para los unionistas, el beneficio común, es el de la mayoría del estado español, obviando el interés individual y social de la minoría catalana; ese es su relativismo mal entendido, absolutista, y, eso no cambiará, llevamos más de 300 años, y seguimos oprimidos, reprimidos.
Y lo triste, es que nuestros representantes, con sus pactos, acaben blanqueando a Pedro Sánchez (PSOE), representante de la represión del estado, pues fue y sigue siendo una pieza fundamental para la aplicación del 155, con el cual eliminaron a todos nuestros líderes institucionales.
Josep Gisbert, en su artículo ‘Blanqueando a Sánchez’ (elnacional.cat, 22 de agosto 2023) lo explica muy bien: ‘le están haciendo quedar como un señor (…) ¿cómo quieren que Europa y el mundo crean a los catalanes, si Pedro Sánchez acepta las demandas de Carles Puigdemont y Oriol Junqueras y la imagen resultante es que protege y fomenta el uso de todas las lenguas minoritarias? (…) ¿Cómo pretenden que alguien crea que los catalanes somos una minoría oprimida?’.
Gisbert señala que los acuerdos sobre el uso de del catalán, euskera y gallego en el congreso, ni siquiera está ‘negro sobre blanco’, así que yo estoy convencido que todo será humo y nada más. Ya no podrán decir que el reglamento del congreso lo impide, pero, aún así, no cumplirán, estoy seguro. Como tampoco cumplirán con las comisiones de investigación sobre los atentados del 17 de agosto del 2017 en Barcelona y Cambrils, la represión del 1 de octubre de ese mismo año, etc. Es sabido que, si se quiere torpedear una investigación de forma burocratizada, lo pertinente es crear una comisión.
Igualmente, de cara al uso de esas lenguas cooficiales en el parlamento europeo, Alexandre Solano, en su artículo titulado ‘El complicado recorrido que ha retrasado 17 años la plena oficialidad del gaélico irlandés en Europa’ (Vilaweb, 21 de agosto 2023), explica que el gaélico irlandés fue aprobado el 13 de junio del 2005 como lengua oficial y de trabajo de la UE, siendo la República de Irlanda, miembro de la UE desde 1973, pero la burocracia, el tema de los traductores, sus costes, y, los intereses de los otros estados, acaban enredándolo todo, pues todo está politizado.
Y, claro, estados jacobinos como Francia, que tienen minorías de habla catalana y euskera, difícilmente apoyarán esa medida, pues quedarían en evidencia ante el bretón, el corso, etc.; igualmente, otros estados que no reconocen a sus minorías lingüísticas.
Y que la UE requiera el voto unánime para problemas de ese calibre, lo acaba enfangando todo. Así que difícilmente veré ese reconocimiento oficial, quizás mis nietos.
Como señalé en mi escrito de ayer, citando al abogado August Gil Matamala:
‘Algunos políticos proclaman que se ha de avanzar hacia la autodeterminación. La autodeterminación es: sí o no. Se tiene o no se tiene. Pero no avanzas. ‘Avanzamos hacia la autodeterminación a copia de diálogo’, dicen. Se avanza aquello que se puede graduar, pero conseguir más autodeterminación o menos, no tiene ningún sentido’.
Y así estamos, seguimos en la casa de muñecas del estado español, que es el enemigo del pueblo catalán, al que siguen considerando ‘conquistado’.
Y seguiremos así, mientras no haya una ruptura, pues, como dice Gil Matamala, no hay graduaciones; todos lo sabemos, se está embarazada o no; se es libre o no, no hay medias tintas. Como dice el refrán ‘andar a medias tintas’ se refiere a situaciones ambiguas, indefinidas, vagas.
Pero el reino español es ‘más raro que un perro verde’, y se mueve a la perfección en esa ambigüedad e indefinición, pues sabemos que su constitución menciona, por ejemplo, la separación de poderes, que la soberanía reside en el pueblo, la autonomía de las nacionalidades, etc., pero todo es humo, un. humo interpretable como el que hacían las comunidades desde la más remota antigüedad, para avisar de invasiones, desgracias, etc.
Y claro, un humo que no deja constancia, que siempre podrá ser discutido, no garantiza nada. Por eso, cualquier tipo de aval a Pedro Sánchez, será blanquear su figura, olvidar el 155, perdonar al enemigo del pueblo catalán.
Confío que Carles Puigdemont no nos falle, pues, en caso contrario, nos quedaremos sin referentes.