La semana pasada se inició el juicio, en la audiencia nacional, a los tres jóvenes integristas islámicos que resultaron vivos tras el atentado terrorista del 17 de agosto del 2017 en Barcelona y Cambrils.
Para sorpresa de muchísimos, de las sesiones realizadas, la noticia más destacada, la ‘estrella’, ha resultado ser el presidente del tribunal (presidente de la sección tercera de la sala penal), el juez Félix Alfonso Guevara, por su forma de actuar, su genio y figura, su mal carácter, que han provocado diversos encontronazos con los abogados, testigos y con la fiscalía.
Pero, por lo visto, esa forma de proceder no es nueva en este juez, ya que es su forma habitual de proceder.
Y, cuando el juez es el que destaca, creo que queda claro que algo no funciona correctamente, pues el juez y los magistrados en general, deberían ser meros funcionarios, realizando su labor de la forma más discreta posible.
Y no se trata de que este juez actúe de forma mediática, como en su momento lo hacia el, por entonces, juez Baltasar Garzón. El caso de Guevara, como en el de Garzón, muestran su carácter histriónico, exagerando sus reacciones y sentimientos, pero en el caso de Guevara, además, se observa una pésima educación, una falta total de empatía con los otros.
Seguidamente reproduzco algunos de sus ‘encontronazos’:
‘Uno de los letrados preguntó al testigo mosso d’Esquadra por la contraseña de Driss Oukabir, uno de los implicados en los atentados. Es entonces cuando el magistrado se opone a la pregunta por considerarla impertinente. Sin embargo, el abogado ha insistido y ha reformulado la pregunta, instando al testigo a afirmar o negar si la contraseña era ‘Al.lahuàkbar’ (Alá es el más grande). ‘Es como si me pongo yo ‘Dios bendito’’ reprendió el juez, a lo que el letrado respondió: ‘Gracias por su amabilidad, señor presidente’.
Es entonces cuando el juez Guevara eleva el tono, con claros signos de enfado: ‘A mí no se me contesta de esa forma; a mí personalmente sí, a lo que estoy representando, no’, sentenciando que ‘si ahora es moda no respetar a las instituciones, aquí se respetan’.
(Lavanguardia.es)
‘Cuando yo digo una cosa, se hace’, espetó el jueves a una funcionaria por una videoconferencia que no estaba lista.
El martes, en los primeros minutos del juicio, gritó al abogado de unos de los acusados, Saïd Ben Iazza, quien había amagado con abandonar la defensa porque el tribunal lo había situado en los estrados detrás de la fiscalía, lo que imposibilitaba que viera a su cliente (que está en la ‘pecera’ de la sala de vistas9: ‘de aquí no se va nadie. No abandona la sala’, advirtió Guevara levantando la voz.
‘No abandona usted la sala’, ha gritado el juez. ‘Este abogado no tiene que estar al lado de la fiscalía’, ha reprochado el letrado. ‘Ya está bien! Y se acabó. No abandona la sala’ ha insistido el magistrado, quien le ha recordado que él esta ahí en calidad de ‘policía de estrados’ y, por tanto, se hace lo que él diga’
‘Precisamente, el abogado con quien más se las ha tenido Guevara, es el representante de Martínez, Jaime Alonso Cuevillas. El también diputado de Junts per Catalunya, ha intentado introducir en el juicio sus teorías conspirativas sobre el imán de Ripoll (pone en duda que esté muerto), Guevara advirtió de que el destino de todos los ‘escrititos’ que presentaran las partes una vez empezado el juicio será ‘la basura’. Uno de ellos era un informe ericial aportado por Cuevillas, en el que se cuestionaba el análisis de Es Satty realizado por la policía marroquí (pero no el de los forenses de Barcelona, que también concluyeron que el imán murió en la explosión)
Tras ironizar Cuevillas sobre la ‘amabilidad’ de Guevara en la vista, el magistrado fue tajante: ‘La ironía a otro lado, se lo advierto’, respondió Guevara, para a renglón seguido advertirle de que estudiaba poner su actitud en conocimiento del colegio de la abogacía.
‘Sé que me critican. Me da lo mismo. ¡Pero hombre! ¿Delante de mí?, le espetó el viernes a un abogado.
‘Los 14 colegios de la abogacía catalanes expresan su ‘profundo rechazo e indignación’ por los gritos y el trato que dispensa Guevara a los letrados de la vista de los ataques del 17-A, al considerar que coarta el derecho de defensa.
Tampoco se puede alegar que Guevara, que formó parte del tribunal del juicio al 11 M (atentado terrorista yihadista en la estación de tren de Atocha, Madrid, 2014), haya sufrido un cambio repentino de carácter. Hace diez años, en el juicio que presidió contra los autores del atentado de ETA en la T4 de Barajas, el diario El País, en un comentario editorial, expresó que Guevara ‘ha demostrado que un magistrado puede juzgar con criterio y valentía, como ha hecho en ocasiones anteriores, y ser al tiempo un perfecto maleducado’.
Tres años después, Guevara fue sancionado con 600 € por el consejo general del poder judicial, por decir a un procesado por narcotráfico que merecía ‘un culatazo’ durante el juicio.
‘Juez controvertido, tiene un largo currículo que incluye haber sentado en el banquillo a Emilio Botín, a Lola Flores y al etarra Txapote ante quien no se achicó. Pero también fue el que puso en libertad a la mafia china de la Operación Emperador. ¿Por qué? Llevaban detenidos más horas de la cuenta y eso, él, garantista como es, no lo podía concebir, pese a que su compañero Fernando Andreu no tuvo tiempo material para tomarles declaración.
(…)
Es garantista, deja expresarse a los testigos, ‘hable, no le estoy llamando la atención. Se está jugando usted tres años de cárcel y su fama’, le dijo a Javier García de Paredes’
‘Entre sus colegas, las opiniones sobre Guevara son diversas. Algunos le califican como un. garantista puntilloso y otros aseguran que no tiene una amplia visión de la realidad. Las decisiones judiciales deben adoptarse dentro de la realidad social del momento y las leyes y normas pueden ser interpretadas por el juez.
(…)
Guevara no aplica este concepto. En el caso Emperador, en el que ha puesto en libertad a la cúpula de la mafia china, ha aplicado a rajatabla una sentencia del tribunal constitucional sobre el caso Malaya que dice que el juez ‘elevará la detención a prisión, o la dejará sin efecto, en el término de 72 horas a contar desde que el detenido le hubiese sido entregado’. Al presidente de la sala le ha sido indiferente que el compañero que dictó las prisiones, Fernando Andreu, tenía un centenar de detenidos a los que tomar declaración en menos de tres días.
(…)
Ni escucha, ni rectifica, es decir, Andreu era consciente de la problemática que le sobrevenía y actuó conforme a la más acorde a la legalidad, o así lo interpretó. A Guevara tampoco se le ha pasado por la cabeza los cuatro años de investigación que lleva la policía y la fiscalía anticorrupción, antes de asestar el mayor golpe contra el blanqueo de dinero en España. Ni siquiera se ha planteado que, en cuanto queden en libertad, podrían fugarse de la justicia, teniendo en cuenta que se enfrentan a penas de prisión de más de 20 años’.
Con todas estas referencias creo que ha quedado suficientemente claro el perfil profesional del juez Guevara, y no procede efectuar una mera aproximación a sus condicionantes psicofisiológicos, pues no dispongo de información, y los vídeos que se están viralizando, por lo que cada cuál sacará sus conclusiones.
Ahora bien, me parece que es preciso señalar que un juez, como todo profesional y más aún, como toda persona, ha de tener un mínimo nivel de empatía, para poder comprender la forma de actuar y pensar de los otros y del entorno.
Y Guevara, parece una persona rígida, meticulosa, que se prepara y estudia los casos, pero tiene una visión lineal y excluyente, pues, tras su estudio del caso, se hace una idea, y la sigue sin aceptar los requiebros que tiene todo proceso.
Y ese carácter, marcado no sólo por su educación y formación, está fuertemente condicionado por la rigidez también de su padre, el también juez Bonifacio Guevara, pues:
‘Nunca he querido ser otra cosa que juez. Mi padre no quería. Quería que fuera notario porque se ganaba más dinero.
(…)
Una de las cosas que muchos opositores padecen es el miedo escénico a la hora de examinarse oralmente en el tribunal supremo, ¿lo sufrió usted? ‘No tuve miedo escénico. Miré los temas que me habían tocado y comencé a cantar. De forma automática. Me habían dicho que hablara en alto y así lo hice. Recité tan alto que me escuchaban fuera, en los pasillos. Al llegar al cuarto tema casi me había quedado sin voz.
Guardo una anécdota de lo que ocurrió después. Termino el examen, cruzo el salón de pasos perdidos y bajo por las escaleras principales del palacio de justicia. En ese momento veo entrar a mi padre en el edificio, con su guardaespaldas Lillo. Mi padre se acerca a mí con clara intención de darme una bofetada. Pero antes me pregunta: ¿Por qué te has retirado? Y le contesto que ya había actuado. La sorpresa le dejó sin palabras. Le expliqué que lo que había pasado es que el que iba en la lista antes de mí renunció y no se presentó, por lo que yo actué antes.’
(Carlos Berbell y Yolanda Rodríguez, confilegal.com)
Evidentemente, un padre tan rígido marca, mejor dicho, hace a su hijo a su imagen y semejanza. Y ese recuerdo es sumamente ilustrativo, pues temer recibir un bofetón en pleno palacio de justicia al salir del examen de las oposiciones, es de película de terror, de una educación propia de las películas de internados rígidos y con castigos físicos.
Y esa educación mamada, junto con su físico, explica muchas cosas, como la escrupulosa y rígida aplicación de las normas, de las leyes.
Esta educación, puede ser útil para aprender de memoria todos los temas, y recitarlos como un loro. Pero eso es la demostración de un simple rasgo de lo que se considera como inteligencia, pues, como sabemos, hay diferentes tipos de inteligencia: lingüística, lógico-matemática, espacial, musical, corporal y cinestésica, intrapersonal, interpersonal, emocional, colaborativa, etc.
Y centrándonos en la inteligencia emocional, según expuso Daniel Goleman (1947) en su libro con ese mismo libro (1995), ‘Es la habilidad de identificar, comprender y regular las emociones propias y las de los demás’.
Asimismo, según ese autor:
‘Quisiera imaginar que, algún día, la educación incluirá en su programa de estudios la enseñanza de habilidades tan esencialmente humanas como el autoconocimiento, el autocontrol, la empatía y el arte de escuchar, resolver conflictos y colaborar con los demás.
En su Ética a Nicómaco, Aristóteles realiza una indagación filosófica sobre la virtud, el carácter y la felicidad, desafiándonos a gobernar inteligentemente nuestra vida emocional. Y, Aristóteles señaló: ‘Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo’
(Daniel Goleman, ‘Inteligencia emocional’, Edit. Kairós, Barcelona 1996)
Y una persona, en concreto un juez, carente de esa inteligencia emocional, carente de empatía, podrá aplicar las leyes de forma cuadriculada, pero eso no es justicia, eso lo podría hacer un ordenador. Y, como señala Goleman, sólo entre el 10 y el 20% del éxito, se puede predecir por el coeficiente de inteligencia (CI)
Las formas, entendidas a estos efectos como el estilo de actuar y proceder, además de explicar la personalidad del propio juez, incide, asimismo, en las otras personas que participan en el juicio, como ya se ha comentado.
Y si eso es grave, más grave es que el sistema judicial no tenga sistemas correctivos, para regular estas y otras conductas. Y que, la multa por decir a un procesado, durante el juicio que ‘merecía un culatazo’, se limitase a los 600 € que le impusieron a Guevara, demuestra que la forma rígida y dictatorial está estrechamente ligada con el fondo. Y ese fondo ideológico, sigue siendo preconstitucional.
Es importante que un juez haga todo lo posible para evitar presiones, y eso parece que Guevara lo cumple; pero si le falta empatía, está claro que la sentencia que finalmente determine, será tan ajustada a los tres individuos juzgados, a sus actuaciones limitadas al hecho concreto, evitando toda investigación sobre las vinculaciones del imán de Ripoll con el centro nacional de inteligencia (CNI).
Y así, el estado profundo español, cerrará la investigación del mayor atentado terrorista en Catalunya, sin llegar al fondo del problema. Y que ‘casualmente’ el caso le haya sido asignado a Guevara, como fiel garantista, como se ha visto (hasta con la mafia china), ahora garantizará que nadie se extralimite, y así nadie podrá cuestionarse la responsabilidad del citado CNI, ni del gobierno, obviamente.
Guevara, en una de sus entrevistas reconoce que por su carácter sabe que no ascenderá más, pues no se ha dedicado a hacer ‘los suficientes pasillos’, pero su escasa inteligencia emocional, le impiden ver que ‘es el juez adecuado en el momento adecuado’ para salvar al sistema. Goleman, en su libro citado, titula un capítulo: ‘Cuando el listo es tonto’ (parte II.2, pág. 63), nada más que decir, señorías.
Y lo que es más grave todavía, todos seguiremos riendo y comentando las salidas de tono de Guevara, y así nos quedaremos en las formas, y nada más; no nos cuestionaremos el fondo. Todo está estudiado.
Amadeo Palliser Cifuentes