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España necesita un ‘enemigo’, no caigamos en su trampa.

Amadeo Palliser Cifuentes    amadeopalliser@gmail.com

En el desquiciado y parasitado reino de España, los diferentes poderes van al unísono en dos temas de estado: la monarquía y la unidad del estado español, aunque tanto unos como otros hace décadas, o siglos, que lo están dejando como un erial, ya que sólo les interesa su propio beneficio, como han demostrado repetidamente, salvando y protegiendo tanto a la monarquía, a pesar de las continuas muestras de su corrupción, como a la unidad de su Corral de la Pacheca o como su cortijo, que es como conciben a su patria.

Y otra prueba de cómo violan sus propias leyes, su constitución, que tanto dicen defender, la tenemos con los vetos para seguir teniendo completamente bloqueada la sustitución de la cúpula del consejo general del poder judicial, encabezada por el gran inquisidor Carlos Lesmes; discípulo aventajado de su maestro, Tomás de Torquemada (1420-1498), inquisidor general en el período 1483-1498 y, a la vez, confesor de los Reyes Católicos; y considerado: ‘el martillo de los herejes, la luz de España, el salvador de su país, el honor de su orden’ (Sebastián de Olmedo, cronista castellano de aquella época).

‘Torquemada, un fraile con una ascendencia judía que quiso borrar y vengar, y que acumuló una gran fortuna, procedente, en parte, de los bienes confiscados a los herejes, que acabó donando a parientes, allegados y monasterios. Durante su mandato, hubieron más de tres mil ejecuciones y un número varias veces superior de encarcelamientos, confiscaciones, torturas y degradaciones públicas’.

(historia.nationalgeographic.com.es)

Y como sabemos, siempre es más cómodo tener definido un enemigo, al que acarrear todas las culpas; como, por ejemplo, décadas atrás, algunos decían que ‘contra Franco se vivía mejor’. Es más terapéutico así, que no reconocerse responsable por las acciones o inacciones.

Pedro Sánchez, como todo el estado profundo español, nos tienen a nosotros, los independentistas catalanes, como sus enemigos, a los que cargar todos los problemas de su propia ineficacia. Y eso lo tapan con un manto demagógico, como, por ejemplo, el jueves en el congreso de los diputados, Pedro Sánchez ridiculizando el 51 % de los votos independentistas en las elecciones del pasado 14 de febrero. Y, para ello, aludía a la abstención (elevada, por el temor al covid, pero que su partido, el PSOE-PSC quiso rentabilizar), así como haciendo cálculos sobre el total del censo y el total de la población.

Obviamente, o ese personaje superó los exámenes de secundaria y posteriores con el método fraudulento de Pablo Casado y Cristina Cifuentes, etc., o, simplemente mentía para confundir y devaluar nuestro éxito.

Y, claro, si un porcentaje del 51, sobre los votos, le parece poco, comparando con el censo o la población total; obviamente, el 23,04 % obtenido por su candidato Salvador Illa, fue apenas un 11,6% sobre el censo y un 8,39% sobre la población total. Evidentemente, la democracia se basa en los votos emitidos, y toda otra elucubración son meras falacias, meros engaños. ¿Pero, siguiendo la lógica parvularia de Pedro Sánchez, con un 11 o un 8 % se puede argumentar un gran éxito de su partido? ¿se puede ‘justificar’ que la población catalana quiere un cambio de estilo y de actuación?

Es evidente que todos tenemos nuestros propios demonios internos y externos, ya sea conscientes o inconscientes, pero cuando lo ‘utilizan’ para sacar réditos políticos, demuestran tanto un nulo bagaje cultural como democrático.

Respecto a los citados demonios, me parece muy relevante el siguiente poema de Konstandinos Petru Kavafis (1863-1933), referido al desmoronamiento del Imperio Romano:

‘Esperando a los bárbaros

¿Qué estamos esperando reunidos en el foro?

Es que los bárbaros llegan hoy.

¿Por qué tanta inacción en el senado?

¿Por qué los senadores no legislan?

Porque los bárbaros llegan hoy.

¿Qué leyes van a dictar los senadores?

Los bárbaros, cuando lleguen, harán las leyes.

¿Por qué nuestro emperador se levantó tan temprano,

y en la puerta mayor de la ciudad espera sentado

en su trono, solemne y coronado?

Porque los bárbaros llegan hoy

y el emperador se dispone a recibir

a su jefe. Incluso ha hecho preparar

un pergamino para entregárselo,

y puesto allí muchos títulos y epítetos.

¿Por qué nuestros dos cónsules y los pretores han salido hoy

con rojas togas recamadas?

¿Por qué se han puesto brazaletes cuajados de amatistas

y sortijas de resplandecientes y destellantes esmeraldas?

¿Por qué llevan hoy preciosos bastones

exquisitamente cincelados en plata y oro?

Porque los bárbaros llegan hoy

y cosas como éstas deslumbran a los bárbaros.

¿Por qué nuestros hábiles oradores no acuden como siempre

a pronunciar sus discursos, a decir sus cosas?

Porque los bárbaros llegan hoy

y a ellos los aburren la retórica y las alocuciones.

¿Por qué han comenzado esa inquietud

y esa confusión? ¡Qué serias se han vuelto las caras!

¿Por qué se están vaciando las calles y las plazas tan rápidamente

y todos regresan a sus casas tan desanimados?

Porque ya es de noche y los bárbaros no han llegado.

Y algunos recién venidos de la frontera

Dicen que ya no existen bárbaros.

¿Y qué vamos a hacer sin bárbaros?

Esa gente era una especie de solución.

(Konstandinos Kavafis)

Poema que muestra el temor a lo cercano, más que el temor a lo lejano. Fenómeno q,ue es muy habitual, incluso en el plano personal he tenido múltiples experiencias similares y en sentido inverso, en la empresa en la que trabajé durante más de cuatro décadas, pues, en múltiples ocasiones vi que se prefería lo desconocido, lo nuevo, a lo conocido.

Es importante, el cometario que, en su momento, efectuó Manuel Vázquez Montalbán, sobre dicho poema:

‘Es inútil esperar a los bárbaros externos, pero que es evidente la existencia de bárbaros internos. Nuestros bárbaros.

No. No hay que cegarse con nuestros bárbaros pensando que son mejores que otros.

(…) Le Pen ha acentuado la tendencia tan acreditada como acretinada de hablar o escribir sobre la decadencia francesa, una nación Estado que nos da sopas con honda en casi todo menos en horas solares. Desde la asistencia social hasta la elaboración cultural, pasando por la capacidad de mantener la pluralidad en tiempos de pensamiento uno, grande y libre, Francia sigue siendo el referente democrático y civilizatorio ejemplar y les ha crecido Le Pen porque la izquierda trató de achicar la demagogia contra los extranjeros y porque esa misma izquierda dividida olvidó que los bárbaros no llegan de fuera y es gravemente erróneo observarlos con catalejo para decidir: ¿Sabes qué te digo? Los mejores son los nuestros’.

(Manuel Vázquez Montalbán, El País, 6 de mayo del 2002)

Volviendo al panorama político español, vemos que los poderes del estado, de forma ‘acretinada’, como dijo Vázquez Montalbán, aplican su rodillo ideológico contra el independentismo catalán, mientras que, asimismo, dentro del movimiento independentista, determinados pseudo-líderes, aplican esa misma lógica, potenciando, de ese modo, la división interna. Y eso es, precisamente, lo que buscan los poderes del estado, ya que el ‘divide et impera’ aplicado por Julio César y por Napoleón Bonaparte, entre otros muchos, es el mejor camino para debilitar al enemigo.

Todos sabemos que el estado español, y el PSOE en particular, han potenciado a los bárbaros internos, fomentando, de ese modo, el relativo éxito de VOX, el partido ultraderechista (similar al movimiento de Le Pen, mencionado por Vázquez Montalbán); y, de ese modo, intentar debilitar al PP. Así el PSOE se quiere mostrar como un partido socialdemócrata, tirando a la derecha.

Pero, en ningún caso, han intentado ‘favorecer’ a sus bárbaros exteriores, los catalanes, por ejemplo, pues nunca nos consideran ni considerarán como sujetos políticos. Nos consideran ‘suyos’, les pertenecemos, y nuestra patria, según ellos, no existe, apenas somos una fracción de la suya.

Por todo ello, los independentistas catalanes, debemos hacer valer nuestro gran éxito, por haber superado la mayoría tanto en votos como en escaños; y no debemos desperdiciarla. No podemos seguir sometiéndonos al estado profundo español, y mucho menos asumir que somos sus vasallos.

Debemos sabe lo que somos, consciente e inconscientemente, saber nuestras potencialidades y nuestras debilidades, sólo así podremos avanzar:

‘Nuestra sombra reúne todas las facetas de la realidad que no reconocemos o no queremos reconocer en nosotros mismos (nuestra parte oscura)…

En la oscuridad de la sombra está también nuestra plenitud. Para estar completos, nos hace falta recuperar esta parte rechazada de nosotros mismos’

(Carl Gustav Jung, 1875-1961)

El tesoro de la sombra

Estaba en un desierto. Miró a la derecha y un árbol surgió a su derecha.

Giró la cabeza hacia la izquierda; el árbol desapareció, para crecer a su derecha.

Ojeó hacia atrás, el árbol apareció delante.

Atisbó hacia delante, el árbol brotó atrás.

Cerró los ojos para ver si lo llevaba dentro.

Se convirtió en ese árbol’.

(Alejandro Jodorowsky Prullanski, n.1929)

En definitiva, y como todo se trata de perspectiva, los independentistas catalanes también vemos a los nacionalistas españoles como nuestros bárbaros, de los que no podemos reconocer ninguna virtud, son nuestros invasores, nuestros conquistadores, arrasaron nuestras instituciones y nuestro pueblo en 1714 con la llegada de los borbones.

Y siguen con la política de tierra conquistada, como dijo Manuel Fraga Iribarne (1922-2012), y, como sabemos, los poderes del estado, desde el judicial, el político, el policial, el militar, el económico, el mediático, etc., siguen con esa misma ideología, como vemos cada día, por ejemplo, con el desprecio y ninguneo del catalán, que quieren aniquilar, como se fijó en la instrucción secreta del consejo de Castilla, de 1716, emitida por José Rodrigo Villalpando: ‘de manera que se consiga el efecto sin que se note el cuidado’.

Y desde el referéndum del 1 de octubre del 2017, ya les importa un bledo que ‘se note el cuidado’, incluso lo prefieren, como expresó Felipe VI en su discurso del 3 de octubre del citado 2017, potenciando y alentando el ‘a por ellos’. Así que, en 307 años de borbonismo, estamos como en 1714, sometidos y castigados.

Por todo eso, sólo nos queda un camino: unirnos y avanzar hacia la república catalana.

Y los unionistas catalanes, a pesar de que puedan no estar conformes, deberán asumirlo democráticamente. En caso contrario, siempre podrán irse, nadie les sujeta aquí. Así es la democracia. Lo que es impensable es que una minoría relativa, nos imponga su ideología.