“Aristóteles piensa toda la naturaleza de manera finalista, teleológica. Cuando un cuerpo cae, por ejemplo, ello se debe a que tiene como meta o fin el ‘lugar natural’ hacia el que se dirige: el fuego se eleva porque su lugar natural está en lo alto; la piedra cae, porque el suyo está abajo.
(…)
El hombre continuamente obra, realiza acciones. Y lo que hace, lo hace porque lo considera un bien, no lo haría (otra cosa es que se equivoque, y que lo que considere un bien, sea un mal). Pero ocurre que hay bienes que no son nada más que ‘medios’ para lograr otros, como, por ejemplo, el trabajar puede ser un medio para conseguir dinero; más hay otros bienes que, en cambio, los consideramos ‘fines’, es decir, que los buscamos por sí mismos, como, por ejemplo, la diversión.
(…)
Pero, además, tenemos que admitir que todos nuestros actos han que tener un fin último o dirigirse a un bien supremo, que dé sentido a todos los demás fines y medios que podamos buscar.
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Aristóteles señala dos características que le corresponden a este bien supremo. En primer lugar, tiene que ser el final, algo que deseemos por sí mismo y no por otra cosa -de modo que no sería el fin último-. En segundo lugar, tiene que ser algo que se baste a sí mismo, es decir, que sea autárquico, porque si no se bastase a sí mismo, nos llevaría a depender de otra cosa”.
(aeternaimperoblog.wordpress.com)
“La preocupación por la ética de los fines y los medios es inversamente proporcional a los intereses personales que tenemos en el asunto”
“En la guerra el fin justifica casi cualquier medio”
En nuestro caso, es evidente que los poderes del estado español consideran como fin supremo, la UNIDAD, y los medios son las leyes para asegurarla. Mientras que, en Catalunya, el fin supremo es la independencia, para organizarnos a nuestro aire, y los medios son la democracia para conseguirla.
Dada esa disparidad, está claro que las acciones que se hagan desde el estado siempre serán tácticas subordinadas a su fin, la unidad; y nuestras acciones están dirigidas a la independencia. Y por lo tanto, NUNCA, serán coincidentes, nunca cederán, pues no cambiarán su fin supremo, y nosotros tampoco deberíamos ceder. Así que nos encontramos ante un verdadero problema, por lo que la única vía es la declaración unilateral, está claro.
En muchas organizaciones empresariales se produce el fenómeno, que, del mismo modo, se reproduce en los estados, y en el español de forma superlativa, como se ve por la siguiente fábula:
“Esta fábula refleja el ansia del populismo por controlar al ciudadano y por aumentar de forma desorbitada el tamaño del Estado. España es ya el país europeo con más ministros y altos cargos de Europa. La protagonista vuelve a ser nuestra sufrida hormiga.
Todos los días, muy temprano, llegaba a su empresa la hormiga productiva y feliz. Allí pasaba sus días trabajando y tarareando una antigua canción de amor. Erra era productiva y feliz, pero ¡ay! No era supervisada. El abejorro gerente general consideró que eso no era posible, así que se creó el puesto de trabajo de supervisor y contrataron a un escarabajo. La primera preocupación del escarabajo supervisor fue organizar la hora de llegada y de salida de la hormiga, y también encargó informes.
Pronto fue necesario contar con una secretaria para preparar los informes, así que contrataron a una arañita. Mientras, la hormiga feliz trabajaba y trabajaba. El abejorro gerente estaba encantado con los informes del escarabajo supervisor, así que le pidió cuadros comparativos y gráficos, indicadores de gestión y análisis de tendencias. Pronto la hormiga productiva y feliz dejó de tararear sus melodías y comenzó a quejarse del papeleo que tenía que rellenar. El abejorro gerente consideró, entonces, que era momento de tomar medidas. Así crearon el cargo de gerente del área donde trabajaba la hormiga productiva y feliz. El cargo fue para una libélula que alfombró su oficina e hizo comprar un sillón especial para ella.
El nuevo gerente pronto necesitó un asistente (que había sido su ayudante en la empresa anterior) para que le ayudara a preparar el plan estratégico del área donde trabajaba la hormiga productiva y feliz. La hormiga ya no tarareaba sus melodías y cada vez estaba más irascible. ‘Vamos a tener que realizar un estudio de clima laboral’, dijo la libélula. Pero un día el gerente general, al revisar las cifras, se dio cuenta que la unidad de negocios (donde trabajaba la hormiga productiva y feliz) ya no era tan rentable como antes.
Así que contrató al búho, prestigioso consultor, para que hiciera un diagnóstico. El búho estuvo tres meses en la empresa y pronto emitió un sesudo informe: ‘Hay demasiada gente en este departamento’. Así el gerente general siguió el consejo del consultor y…despidió a la hormiga productiva y feliz”.
Esta fábula permite muchos análisis, el primero de todos, el machismo que refleja; pero, en este escrito me centro en la burocracia, creadora y sustentadora del gran cuerpo funcionarial español. Y, asimismo, el desprecio hacia las bases, las hormigas, que, en nuestro caso, metafóricamente, podríamos ser los catalanes en general. Y, como no, el abejorro gerente, que simbólicamente podría entenderse como la gran cúspide del estado español, desde el rey Felipe VI, pasando por el jefe de gobierno, Pedro Sánchez y, como no, por Carlos Lesmes, presidente del Consejo General del Poder Judicial que tiene su mandato caducado y está en funciones desde diciembre del 2018 (otra de las vergüenzas), etc.
Y es preciso recordar que “los abejorros, según las leyes de la aerodinámica, es inexplicable que vuelen; tienen las alas demasiado pequeñas. Pero a pesar de todo, vuelan, precisamente, porque no saben que no pueden” (Jordi Cabré, ‘La llei del borinot’, Ara, 1/9).
Pues bien, el estado español vuela, pero yo afinaría la frase final, para ajustarla a la realidad concreta a la que me prefiero, es decir, que vuela porque sabe que puede hacerlo estando unidos, si Catalunya lográsemos, por arte de magia, la independencia, el abejorro español no podría volar, eso seguro.
Pero, si ese abejorro fuera inteligente, cuidaría a sus hormigas catalanas, si bien no es el caso, hace como en la fábula, que la hormiga acaba pagando los platos rotos. Pero, al menos en la fábula la despiden y puede marchar a otra empresa que la reconozca y valore. Mientras que a Catalunya no nos despedirán, nos quieren atados y bien atados, y que no cantemos ni pidamos nada.
Volviendo al mito del abejorro, y como he dicho: ‘según los expertos en aeronáutica, el abejorro no puede volar, por su peso, forma y el tamaño de sus alas’:
“El mito del abejorro tiene una historia que arranca al menos desde 1934, cuando el entomólogo francés Antoine Magnan en su libro ‘El vuelo de los insectos’, cita los cálculos hechos por el ingeniero aeronáutico André Sainte-Lague, justamente sobre el vuelo de esos insectos.
(…)
Entonces, cuando en 1934 se dijo livianamente que los abejorros ‘no podían volar’, fue porque se habló desde cierta ceguera. Cuando en el fondo, era un problema mucho más complejo, pues implicaba una mirada mucho más vasta sobre la realidad (el movimiento especial de sus alas, que generan turbulencias microscópicas, de las que aún en la actualidad se desconoce bastante, tanto en fluidos como en el aire)”.
Por lo tanto, debemos prescindir de falsos expertos y gurús que nos argumentan el tema económico, como elemento de necesidad que tiene España para retener a Catalunya; aspecto que es importantísimo, obviamente, pero el motivo nuclear es su propia concepción esencialista de la unidad sacrosanta, como se vio con el islote de Perejil, que no vale ni aporta nada, pero aún así, enviaron a la legión y todos los ejércitos, para mantener su posesión. Aznar estaba dispuesto a una guerra con Marruecos por esa roca.
Y esa unidad ideológica, la representa el franquismo que aún pervive en las principales capas de todos los poderes del estado, como se ha visto con la carta de apoyo a Rodolfo Martín Villa, que ahora, hasta reconocen como uno de los ‘padres de la democracia’, esto ya es la perversión de la inteligencia.
Aristóteles reconocía que alguien podía hacer el mal y erróneamente creer que hacía el bien, pero yo estoy convencido que eso puede ‘justificar’ un hecho puntual, pero NO una realidad mantenida durante décadas, disponiendo de información crítica y objetiva, que, forzosamente, debería abrir la mente y reconocer el error.
Pero seguir en el error, y perseverar en el mismo; y personajes más jóvenes, como Rodríguez Zapatero, apuntarse también al error, demuestra, con toda seguridad, una perversión de la ética y de la moral, que no tiene ni tendrá perdón, como repetidamente decía Lluís Llach en la canción que reproduje en un anterior escrito: ‘Campanadas a muerto’:
“Asesinos de razones, de vidas,
que nunca tengáis reposo
en ninguno de vuestros días
y que en la muerte os persigan
nuestras memorias”.
Por todo eso, debemos alejarnos del ABEJORRO, independizarnos de ese estado español dominado por un estado profundo que, si es preciso, actúa en sus cloacas, sin pudor alguno. Y si tienen que interverir en la justicia de otro país, lo hacen sin más. Esa es una muestra más de la claridad de la división de poderes del que tanto alardea Pedro Sánchez, pero ya lo dice el refrán: ‘dime de qué presumes y te diré de qué careces’.
Sobre este refrán hay diversas interpretaciones posibles, si bien, en el fondo, es un intento no tanto de convencer a los otros, sino de autoconvencerse, persuadirse a si mismo. Y, psicológicamente, es un mecanismo de defensa (inconsciente, obviamente), en concreto el de la formación reactiva.
Amadeo Palliser Cifuentes