‘El efecto Streisand es un fenómeno en el que un intento de censura o encubrimiento de cierta información fracasa o es contraproducente, ya que esta acaba siendo ampliamente divulgada o reconocida, de modo que recibe mayor visibilidad de la que hubiera tenido si no se la hubiese pretendido acallar.
(…) El término debe su nombre a un incidente ocurrido en 2003 con la cantante y actriz estadounidense Barbra Streisand, que denunció al fotógrafo Kenneth Adelman y la página de fotografías pictopia.com, exigiendo 50 millones de dólares en compensación de daños. Streisand intentó que se retirase de internet la fotografía aérea de una publicidad que contenía imágenes de la costa de California, alegando su derecho a la privacidad pues en dicha fotografía (‘la imagen 3580’) aparecía el primer plano de su casa en Malibú. Por su parte, el fotógrafo Adelman argumentó que se dedicaba a fotografiar las propiedades de primera línea de playa para documentar la erosión del mar sobre la costa de California.
(…) Cuando se divulgó la acción judicial hubo hasta 420.000 descargas de esa misma imagen en un mes (…) Con su intento de censura, Streisand consiguió que una información en un primer momento intrascendente acabase obteniendo una gran repercusión mediática no deseada por la actriz’.
(Wikipedia)
Este fenómeno no es nuevo, pues hacia el año 1300 a.C.:
‘Tras el golpe de estado de Horemheb, este faraón y sus sucesores trataron de borrar todo recuerdo del faraón Akenaton, eliminando sus inscripciones, destruyendo la ciudad que él había fundado y borrándolo de las listas reales, pero el resultado ha sido aumentar muchísimo el interés por él, por parte de los egiptólogos una vez conocieron su existencia y los intentos por hacer desaparecer su recuerdo’.
(Wikipedia)
Otros ejemplos fueron la censura de algunas películas, como: ‘Citizen Kane’ (1941), ‘La vida de Brian’ (1979); ‘El libro negro de la justicia chilena’ (1999); Caricaturas de Mahoma (2005); del documental ‘Ciutat morta’ (2013); etc.
Pues bien, el reino de España efectúa esa censura para hacer ver que el conflicto con Catalunya ya lo tiene solucionado, ya que, según el mantra de Pedro Sánchez, la situación de convivencia en Catalunya ahora está mejor que en el año 2017. Y como éste es el mensaje que quieren oír sus colegas de la UE, para calmar sus malas conciencias, lo asumen; pero si atendieran a las redes sociales, a los organismos internacionales (la ONU, los tribunales de derechos humanos, el tribunal de justicia de la UE, etc.), y a las manifestaciones que seguimos realizando, verían que el movimiento independentista está más vivo y con mayor repercusión internacional, que nunca.
Los independentistas catalanes sabemos que nunca ha habido un problema de convivencia, esta es una de las grandes mentiras del encantador de serpientes Pedro Sánchez.
En un escrito de Julià de Jòdar, titulado ‘Perdedores radicales’, centrado en el problema del caldo de cultivo de la frustración del mundo islámico’, citaba al recientemente fallecido poeta Hans Magnus Enzensberger (al que me referí en un escrito, tras su fallecimiento del 24 de noviembre pasado), y en concreto a su ensayo titulado ‘El perdedor radical. Ensayo sobre los hombres del terror’ (Anagrama, 2007).
Pues bien, seguidamente transcribo un fragmento de esa cita, para aplicarlo al problema catalán.
‘Enzensberger decía que, de la manera como se ha acomodado la humanidad -capitalismo, competición, imperio, globalización-, el número de perdedores no solamente aumentará cada día, sino que habrá un proceso complicado y caótico en que los frustrados, vencidos y víctimas se disociarán. Entonces, el fracasado se deberá resignar y claudicar; la víctima reclamará satisfacción; y el derrotado se preparará para el siguiente asalto. Y el ‘perdedor radical’, se aleja del resto de la gente para hacerse invisible, y concentrar sus energías y esperar que llegue su hora’
(Vilaweb, 29 de noviembre del 2022)
Entre los independentistas, tenemos conciudadanos que se ajustan a todas esas categorías: frustrados, vencidos, víctimas y perdedores radicales. Y eso lo hemos observado en nuestros círculos más próximos; con sus consecuentes repercusiones e incidencias.
Esa multiplicidad de posiciones comporta, como es evidente, un gran número de fricciones, pues cada una de ellas nos encastillados en defensa de nuestras ideas, que consideramos más adecuadas e idóneas, en definitiva, más prácticas para sobrevivir estos actuales tiempos.
Todos sabemos que nos ‘enfrentamos’ a un estado, con todas sus herramientas de poder y sumisión: militar, policial, judicial, político, económico / financiero, medios de comunicación, etc. Y, como no, con su diplomacia, que le permite ‘vender’ y ‘defender’ su statu quo.
El historiador Antoni Simon i Tarrés, en su artículo ‘La coerción contra Catalunya es de larga duración’, acaba de publicar ‘La unidad de España como valor político. Una arqueología intelectual’ (Edit. Afers), en el que explica la confusión entre Castilla y España, o entre la castellanidad y la españolidad:
‘En la época medieval. Sobre todo, a partir del siglo XIII, los castellanos identifican Castilla con la antigua Hispania gótica. La corona de Castilla era la más poblada y extensa del ámbito hispánico. Entonces eran batallas pre-eminenciales, pero ya había una cierta correspondencia entre un hegemonismo castellano y el imperial nacional. Con altos y bajos, esto continuó en la época bajo medieval e inicio de la época moderna. El momento decisivo fue a final del siglo XVI, cuando la inteligencia castellano-cortesana construyó un concepto propiamente político de España. España como patria natural.
(…) En aquel momento había dos modelos diferentes. Un modelo de tendencias absolutistas, el del centro castellano-cortesano, y un modelo constitucionalista, propio de la Corona de Aragón, muy parecido a las tradiciones republicanas, no en la forma de gobierno, sino en la limitación del poder arbitrario, al tener sistemas institucionales como contrapesos políticos. (…) La conversión de una parte en el todo, de Castilla en el todo, de hizo desde ese modelo castellano.
(…) La fase de coerción empezó en 1630, con el problema del alojamiento de las tropas de aquella época, hablamos de una presencia de tropas considerable. 10.000, 12.000. En la Guerra del Segadors, continúa. Inmediatamente después de la Guerra de Sucesión (1714), hay en Catalunya una presencia militar de entre 30.000 y 40.000 soldados.
(…) Y esa legitimación de la destrucción cultural se basa en autores como Ortega y Gasset que favorece el pensamiento de Ramiro Ledesma y Primo de Rivera, así como de una izquierda falangista.
(…) Si miras los años de la transición, se ve como las izquierdas asumen la idea que la soberanía española es una cosa metapolítica, metajurídica, que no se puede debatir ni discutir. Lo dijo claramente Felipe González, ya antes de la constitución del 78, que esto no se discute.
(…) La izquierda española renunció a la autodeterminación. Las élites catalanas también la dejaron de lado, por que consideran que es más viable pactar con el estado español. (…) Así, con esta renuncia, la idea de la unidad de España se considera preexistente a la constitución española y la represión del estado español del 2017 es considerada legítima.
La idea de la unidad de la nación como una cosa pre-política es lo que hace que los movimientos que hace Catalunya para tener más margen dentro del estado español sean considerados separatistas. Tenemos un ultranacionalismo español que cuando se mira al espejo no se ve nacionalista. Ya lo dijo Primo de Rivera: ‘No somos nacionalistas, somos españoles’. Y el que no es español en un sentido nacional, identitario, para ellos ya eres antiespañol. De aquí esta radicalidad, esta agresividad, que dificulta mucho el diálogo y lleva al conflicto.
(…) Buena parte de la intelectualidad española prioriza la unidad de España, antes que la libertad de los ciudadanos. Tienen esa unidad de España como su valor político máximo, es pre-político’
(Ot Bou Costa, Vilaweb, 2 de diciembre del 2022)
Y ahora, con el mundial de fútbol de Qatar, vemos que todos los medios de comunicación nos imponen la selección española, la ‘roja’, (la ‘coja’, como la citan en ‘La Competència’).
Los ultranacionalistas españoles, de toda índole y nivel, nunca aceptarían una selección catalana, como vemos en el Reino Unido, con tres selecciones: Inglaterra, Gales y Escocia; y ven normal que puedan enfrentarse entre ellas, sin que pase nada.
Aquí, en el carpetovetónico y ultraconservador reino borbónico español, nunca asimilarían una situación así, lo verían como su mayor afrenta.
Y entre nosotros, vemos que muchos catalanes disfrutan de la roja, para ellos, el pan y circo les hace olvidar toda señal de identidad; muchos, con la excusa de que en esa selección juegan bastantes jugadores del F.C. Barcelona.
Asimismo, vemos que muchos unionistas catalanes se identifican y magnifican la roja, ya que, para ellos, es una muestra de su superioridad. Y eso lo vemos cada día en nuestra manifestación de la avenida Meridiana, están más envalentonados, y nos gritan ‘viva España’ más a menudo, incluso, hace un par de días pasó un coche con el himno español a todo volumen. Y si llegaran a ganar, los tendríamos hasta en la sopa. Y, claro, el grito de ‘santo súbito’ para todos los jugadores y seleccionador, serían ensordecedores.
Y Felipe VI, Pedro Sánchez y toda la corte de paniaguados, cantarían el ‘sursum corda’ (arriba los corazones). Y, aquí, en Catalunya, nos pasarían su bandera por la cara, con total desprecio. Esperemos que no ganen.
Es triste ver que todos los problemas, todos, quedan tapados con ese pan y circo. Y, claro, esto es lo que busca Pedro Sánchez. Y nosotros deberemos hacer que el efecto Streisand funcione nuevamente, y podamos potenciar la censura y represión.