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España y el ladrillo boomerang o la ‘crónica de una muerte anunciada’

Amadeo Palliser Cifuentes    amadeopalliser@gmail.com

La situación política española, tras el fracaso geopolítico de Pedro Sánchez, iniciado con la ridícula y errónea operación de la moción de censura en Murcia, que ha desencadenado diferentes mociones y elecciones anticipadas en la comunidad de Madrid, la implosión de Ciudadanos y la dimisión de Pablo Iglesias como vicepresidente del gobierno central para presentarse a las elecciones de la comunidad de Madrid, además del citado jaque mate del loco (que comenté ayer), me ha recordado el siguiente cuento:

‘El ladrillo boomerang

Aquel día yo venía muy enojado. Estaba fastidiado y todo me molestaba. Mi actitud en el consultorio era quejosa y poco productiva. Detestaba todo lo que hacía y tenía. Pero, sobre todo, estaba enojado conmigo. Aquel día sentía que no podía soportar ‘ser yo mismo’.

Soy un tonto, me dije, un reverendo imbécil, creo que me odio.

Te odia la mitad de la población de este consultorio. La otra mitad te va a contar un cuento.

Había un tipo que andaba por el mundo con un ladrillo en la mano. Había decidido que a cada persona que le molestara hasta hacerlo rabiar, le tiraría un ladrillazo.

Método un poco troglodita, pero que parecía efectivo ¿no?

Sucedió que se cruzó con un prepotente amigo que le contestó mal. Fiel a su designio, el tipo agarró el ladrillo y se lo tiró.

No recuerdo si le pegó o no. Pero el caso es que después, al ir a buscar el ladrillo, esto le pareció incómodo.

Decidió mejorar el ‘sistema de autopreservación del ladrillo’, como él lo llamaba.

Le ató al ladrillo un cordel de un metro y salió a la calle.

Esto permitiría que el ladrillo no se alejara demasiado. Pronto comprobó que el nuevo método también tenía sus problemas.

Por un lado, la persona destinataria de su hostilidad, debía estar a menos de un metro. Y, por otro, que después de arrojarlo, de todas maneras, tenía que tomarse el trabajo de recoger el hilo que, además, muchas veces se ovillaba y anudaba.

El tipo inventó así el ‘Sistema ladrillo III’: el protagonista era siempre el mismo ladrillo, pero ahora, en lugar de un cordel, le ató un resorte … Ahora sí, pensó, el ladrillo podría ser lanzado una y otra vez, pero, solo, solito, regresaría.

Al salir a la calle y recibir la primera agresión, tiró el ladrillo.

Le erró … pero le erró al otro; porque al actuar el resorte, el ladrillo regresó y fue a dar justo en su propia cabeza.

El segundo ladrillazo se lo pegó por medir mal la distancia.

El tercero, por arrojar el ladrillo fuera de tiempo.

El cuarto fue muy particular. En realidad, él mismo había decidido pegarle un ladrillazo a su víctima y a la vez, también había decidido protegerse de su agresión. Ese chichón fue enorme …

Nunca se supo si a raíz de los golpes o por alguna deformación de su ánimo, nunca llegó a pegarle un ladrillazo a nadie.

Todos sus golpes fueron siempre para él.

Este mecanismo se llama retroflexión y consiste, básicamente, en proteger al otro de mi agresividad.

(Jorge Bucay)

Efectivamente, este cuento refleja la agresividad que presentan todos los partidos políticos, y que les mueve a proyectar su propia agresividad hacia los otros.

Asimismo, me recuerda, salvando las distancias, la novela ‘Crónica de una muerte anunciada’, de Gabriel García Márquez (1927-2014), publicada en 1981, que ya cité y expliqué en un anterior escrito, por lo que no me repetiré aquí, pero sí recuerdo que el tema principal es la dificultad de acceder al conocimiento de la realidad.

Y aquí, en España, esta dificultad es extrema, dado el humo y demás distracciones, provocadas por diferentes personajes, como:

Pedro Sánchez y su mentirosa apuesta por el diálogo, un día sí, y otro ‘tampoco’, así como su inclinación, o no, por los indultos, siempre pendientes de alguna que otra competencia electoral.

Como dijo un tertuliano político, Pedro Sánchez es un libro en blanco que su autor va llenando a golpe de ocurrencias.

Pablo Iglesias, en su papel egocéntrico, de Moisés, único salvador y guía del pueblo.

Y con su machismo, que aflora al comentar que había propuesto a Yolanda Díaz, actual ministra de trabajo, para ocupar el cargo de la vicepresidencia, argumentando que está suficientemente preparada. Que el ‘macho alfa’ de la tribu proponga, así, a su sustituta, no deja de ser más de lo mismo de siempre.  

Isabel Díaz Ayuso, diciendo el primer día de su campaña electoral: ‘socialismo o libertad’, y ayer, tras el anuncio de Pablo Iglesias de aterrizar en la contienda madrileña, cambió por ‘comunismo o libertad’. Ese es su nivelito intelectual.

Ayuso ha dicho, también, que no tiene ningún problema en pactar con Vox y que la acusen de fascista, es estar en el lado correcto de la historia. Si lo dijo en plan de broma, le salió mal, y si lo dijo en serio, fatal, claro.

Y ‘que España le debe una, por sacar a Pablo Iglesias del gobierno central’, no deja de ser su estilo de hacer política a golpe de tuit, como hacía Donald Trump. Todo se pega, menos la hermosura.

Inés Arrimadas y su actual tránsito por el desierto, en plena tormenta de arena, mostrando su aferramiento a la poltrona, a pesar de las múltiples críticas y deserciones, propias de todo barco que se hunde.

Y no deja de ser vergonzoso que hace unos días, en la campaña electoral catalana, ella criticase la pérdida de tiempo, diciendo que los políticos deberían atender los problemas reales de la ciudadanía; y que sería inmoral que, en plena pandemia, algún partido perdiese energías en mociones de censura… Y, claro, antes se coge a un embustero que as un cojo, como dice el refrán, pues justamente está haciendo lo que criticaba.

Si no reaccionamos ante este panorama, es que somos unos muertos vivientes, unos zombis políticos, de ‘la cosa pública, de la ‘polis’, como consideraron los griegos clásicos.

Pero somos muy cómodos, como se reflejaba en un meme que se ha hecho bastante popular, que decía: ‘Igual sería más fácil salir de la zona de confort, si la llamásemos de zona de mierda, pues cuando uno está a gustito y bien como está, pocas ganas tiene de cambiar’.

Si para reaccionar no nos parece suficiente la actual represión contra los compañeros independentistas encarcelados, exiliados, multados o pendientes de juicio, cuando llegue una situación extrema, como la que quería el general fascista y asesino Gonzalo Queipo de Llano (1875-1951): ‘transformaremos Madrid en un vergel, Bilbao en una gran fábrica y Barcelona en un inmenso solar’, ya será tarde.

Y esa tardanza tendrá múltiples consecuencias, pues ya sabemos como las gasta la extrema derecha. Estos días hemos tenido un claro ejemplo en Dinamarca:

‘Deshumanización: 94 sirios refugiados en Dinamarca han perdido el permiso de residencia por que el gobierno danés ha decidido que Damasco y sus proximidades, son una zona segura para regresar.

El objetivo declarado por la primera ministra socialdemócrata, Mette Frederiksen, es llegar al ‘cero demandantes de asilo’, en un país que en 1951 fue el primero en firmar la convención de las Naciones Unidas para los refugiados, pero que hoy tiene una de las leyes migratorias más restrictivas de la UE, y uno de los niveles más bajos de los últimos treinta años.

Hace dos décadas que la institucionalización del racismo se ha extendido por el arco parlamentario danés a cambio de los votos de la extrema derecha xenófoba del Partido Popular, convertido en muleta indispensable para la aprobación de leyes (…)’

(Carme Colomina, ‘Política de tierra quemada’, Ara, 15 de marzo, 2021)

Y llegados a una situación así, vemos que, si un estado de primer orden como es Dinamarca, que entró en la UE en enero de 1973, y que en el año 2001 aceptó ser miembro del espacio Schengen, se doblega a los postulados de la extrema derecha, sin el menor remordimiento moral, no deja de ser un reflejo de la putrefacta UE.

Durante la pandemia se ha elogiado mucho a ese país, junto a otros dirigidos por mujeres, como uno de los más eficientes. Y, obviamente, una cosa no quita la otra, pero hay que ponderarlas, y si técnica y económicamente actuaron bien, no por ello se puede plantear como un modelo ético, dadas las carencias citadas; pues devolver a los refugiados sirios diciendo que su país ya es seguro … es vergonzante.

Es evidente, al menos así me lo parece, que la extrema derecha condiciona y condicionará las políticas europeas, y la española, y no se trata de que salgan los presuntos ‘supermanes’ como Pablo Iglesias, para frenarla.

Para frenarlos se debe actuar de forma correcta, siguiendo las reglas; y si Unidas Podemos tiene fijadas unas primarias para la elección de su lista electoral, no valen los efectos ‘paracaidistas’, como ha hecho Pablo Iglesias. Es decir, no se debe actuar de forma narcisista, despreciando o minusvalorando a sus compañeros.

Lo triste, como he comentado, es que cualquier escusa, cualquier motivo, es suficiente para que Pedro Sánchez frene la concesión de los indultos. Ahora, todavía pendientes del informe del tribunal supremo, que demora su decisión pidiendo informes a diestro y siniestro; y eso no deja de ser un fraude de ley, ya que el juez Marchena sabe que su veredicto es necesario, pero no vinculante. Y este juez sabe, efectivamente, que Pedro Sánchez carece del valor político y de la entereza ética y moral, para ello. Todos son meros peleles del estado profundo.

Como vemos, todos los poderes del estado están ‘confabulados’ para seguir castigando a los independentistas catalanes; así que, pase lo que pase por la política española, sea una pequeña nube o una gran tormenta, lo que sea, ya es un ‘argumento’ para frenar el indulto. VERGONZOSO.

Por todo eso, no podemos aceptar su política del ladrillo boomerang, si están ‘cabreados’ que se aguanten y no nos proyecten su cabreo, pues nosotros ya tenemos el nuestro propio. Y si seguimos aceptando la actual zona de confort de ‘mierda’, como he comentado, demostraremos que no tenemos remedio, ni merecemos nada. Y la crónica de nuestra muerte anunciada se hará realidad, desgraciadamente.