Según las teorías de los filósofos franceses Gilles Deleuze (1925 – 1995) y Félix Guattari (1930 – 1992), el esquizoanálisis consideraba que ‘las banderas, las naciones, los ejércitos, los bancos ponen en tensión sexual a mucha gente’, y ‘el deseo puede verse determinado a desear su propia represión en el sujeto que desea’, ‘el deseo produce las formas más represivas y mortíferas de la reproducción social’.
Me parece que esas teorías pueden aplicarse, perfectamente, al reino español, muy tensionado ‘sexualmente’ por sí mismo, por su narcisismo. Y, claro, con pulsiones represivas contra Catalunya y todo lo catalán, es decir, su propio deseo de auto-represión (pues, si piensan íntimamente, no se pueden gustar) proyectado en el sujeto que desea, su deseo máximo, controlarnos y dominarnos totalmente a los independentistas.
En línea con Friedrich Wilhelm Nietzsche (1844 – 1900) en ‘la voluntad del poder’, los citados Deleuze y Guattari argumentan que ‘el deseo es un proceso de producción que produce realidad; y dado que el deseo produce la realidad, la producción social, con sus fuerzas y relaciones, es tan sólo la propia producción deseante en condiciones determinadas’.
Por eso, tanto los unionistas españoles, como los independentistas catalanes, tenemos sendos deseos con los que producimos nuestras realidades, que, lógicamente, son contrapuestas, divergentes.
Pero hay una diferencia importante, determinante, pues mientras nosotros, los catalanes queremos ser lo que somos, una nación; los unionistas españoles viven en la mencionada esquizofrenia, ya que, quieren ser lo que consideran que son, y, a la vez, para ello, quieren que nosotros, los catalanes dejemos de ser. Obviamente, no lo viven como contradictorio (si no, complementario), pero no deja de ser una dualidad entre eros y tánatos (la pulsión de vida y de muerte, respectivamente).
Jean-Paul Charles Aymand Sartre (1905 – 1980), en 1938 publicó su novela ‘La náusea’, en la que consideró que la gente es libre de hacerse su propio significado: una libertad que es también una responsabilidad, pues sin ese compromiso, no hay significado.
En definitiva, que no es posible una comunión de deseos entre los unionistas españoles y los independentistas catalanes, pues cada bando tenemos nuestra libertad y responsabilidad y, por lo tanto, nuestro divergente significado.
Leonard Cohen (1934 – 2016), en 1988, publicó el álbum ‘I’m your man’, que incluyó la canción ‘First we take Manhattan’, que, según el autor, era una canción terrorista, recordando el poema de Irving Layton, que decía: ‘bueno, ustedes explotan una aerolínea ocasional y matan a algunos niños aquí y allá (…) pero nuestros terroristas, Jesús, Freud, Marx y Einstein, el mundo entero todavía está temblando’.
La letra de esa canción de Cohen, que muchos oíamos sin entender ni saber las referencias, dice:
Me sentenciaron a veinte años de aburrimiento,
por intentar cambiar el sistema desde dentro.
Vengo ahora, vengo para recompensarlos.
Primero tomaremos Manhattan, después tomaremos Berlín.
Me guía una señal en los cielos,
me guía esta marca de nacimiento en la piel,
me guía la belleza de nuestras armas.
Primero tomaremos Manhattan, después tomaremos Berlín.
De verdad me gustaría vivir a tu lado, nena.
Amo tu cuerpo, tu espíritu y tu ropa,
¿pero ves esa línea allí moviéndose por la estación?
te lo dije, te lo dije, yo era uno de esos.
Y me amaste como a un perdedor,
Pero ahora te preguntas que yo pueda ganar.
Conoces la manera de detenerme,
pero no tienes la disciplina.
¿cuántas veces recé por esto,
para que mi trabajo comenzara?
Primero tomaremos Manhattan, después tomaremos Berlín.
(…)
Tina Vallés, en su artículo ‘El rellotge s’atura al canell del cec’ (el reloj se para en la muñeca del ciego), publicado en Vilaweb (21 de setiembre 2023), explica la problemática de los no espacios en el no tiempo, y comenta la aceptación implícita de los hábitos de los otros, como idea de crear un nuevo hogar, para explicar la vida sin raíces que tienen los emigrantes forzados, económica o políticamente. La autora explica, asimismo, la vida de los habitantes de pueblos forzosamente abandonados, para construir pantanos, pues ‘sólo los regímenes autoritarios podían contener la gente, mantenerla quieta mientras le administraban las pastillas de su salvación’. Y señala que ‘el trauma del exilio no es el olvido, sino la memoria. Todas las cosas que antes eran intangibles ahora adquieren peso, superficie, pósito (…)
Y los independentistas catalanes tenemos interiorizado un trauma similar, tanto sentimental como intelectualmente, provocado por la invasión, el control y la represión; y, sin ‘pastillas de la salvación’.
Por eso, como vemos y sabemos, intentar compaginar visiones diferentes, es muy complejo, o, mejor dicho, imposible; pues las imposiciones nunca consiguen su efecto totalmente, pues, aunque el miedo nos pueda doblegar, en el fuero interno, seguiremos pensando como antes. Asimismo, el odio, por fuerte e intenso que sea, nunca convencerá al que odia, que su posible victoria llegue a ser definitiva.
Todos recordamos el hundimiento del RMS Titanic, la noche del 14 al 15 de abril de 1912, por la soberbia de los constructores, que menospreciaron los riesgos. Y esa metáfora me parece muy adecuada, pensando en el reino español, despreciando a los independentistas catalanes.
Nosotros, los independentistas catalanes, precisamente, somos conscientes de que no somos Titanes Olímpicos, ni mucho menos. Somos débiles respecto a los unionistas españoles, que tienen a su favor todos los poderes del estado, desde los jueces hasta los tanques.
Nosotros únicamente tenemos nuestro deseo de ser independientes, y, como consideraron Deleuze y Guattari, los deseos acaban construyendo la realidad, y eso es lo que deseamos, y en ello estamos, siendo conscientes que el deseo, si no va seguido de la acción, se queda en un mero sueño, o en un mero reflejo esquizoide.