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Samuel Barclay Beckett (1906 – 1989) escribió: ‘Alguna vez lo he intentado. Alguna vez he fallado. No importa. Vuelve a intentarlo. Vuelve a fallar. Falla mejor’ (‘Worstward Ho!’; 1983) y ese consejo deberíamos asumirlo todos, tanto a nivel personal como social y, también, los independentistas catalanes, como explico en este escrito.
Efectivamente, ese consejo no tiene el glamour épico de otros mensajes, como: ‘De derrota en derrota hasta la victoria final’ (Rosa Luxemburgo, 1871 – 1919) o ‘Hasta la victoria siempre, patria o muerte’ (Ernesto (Che) Guevara, 1928 – 1967), ambos asesinados siendo jóvenes (48 y 39 años, respectivamente)
El pasado miércoles, Estel Solé publicó un artículo titulado ‘¿Cuánta verdad eres capaz de soportar?’, que me pareció muy interesante y estimulante, en el que comenta que:
‘Lo que nos define o nos debería definir como especie es la necesidad e, incluso, el deber (autoimpuesto) de cambiar; el arte de saber mudar de piel cuando la vieja ya ha aprendido todo lo que debía aprender.
(…) hay una frase que desconozco el autor, pero que no puedo dejar de pensar: ‘la grandeza de una persona depende de la cantidad de verdades que está dispuesta a escuchar, a asumir, sobre sí misma’, dime cuanta verdad puedes tolerar y te diré qué potencial de crecimiento tienes’
(…) la transformación personal es dificultosa, porque implica modificar conservando la propia esencia, es decir, matizar, seleccionar, reciclar. Pero, claro, para mantener la propia esencia, antes, es preciso hacer otro proceso dificultoso, que es el de quererse conocer a fondo para descubrir qué aspectos son puntales de uno mismo, cuáles son las bigas estructurales, las corcadas y estropeadas y las fuertes y luminosas. Ambos procesos son dificultosos, además de tortuosos, porque mirar hacia dentro implica mirar a los ojos a nuestros demonios y asumirlos, negociarlos, ya que no hay transformación, progreso personal sin un dolor previo, el mal que hace dejar atrás estilos, creencias, valores, etc.
(…) si me preguntáis: ¿qué prefieres la verdad o la mentira? De entrada, siempre responderé que la verdad. Y lo diré con una convicción firme. Pero transformarse es aprender que no hay personaje sin contradicción (…) y qué es vivir, sino un permanente juego de verdades y mentiras, de ilusiones y falacias.
(…) a los que me rodean le pido sinceridad, pero la sinceridad no siempre es la verdad. Uno puede ser sincero y no decir la verdad sobre unos hechos. Pues, como pasa con las opiniones, también las sinceridades vienen determinadas por las vivencias personales (…) y la verdad, muchas veces está hecha de moléculas de diferentes verdades. Un capítulo aparte merecen los sincericidios, bastante característicos de los narcisistas (…) apártate del que alardea de decir siempre la verdad. Mentira. Si una cosa es inherente a la sinceridad, a la verdad dicha, es la responsabilidad. Ser sincero sin cuidado, según como, es peor que decir una mentira piadosa para no herir.
(…) Fail again, fail better, que decía Beckett. Y entre fracaso y fracaso, ir viviendo, ir resolviendo, para no estar nunc a resueltos, y todo eso, si puede ser, haciendo el mínimo mal a los otros, y a nosotros mismos’.
(Vilaweb, 7 de mayo 2025)
Beckett había experimentado muchos fracasos artísticos, hasta llegar a pensar que su obra era un fracaso, como se desprende del siguiente comentario:
‘Primero el cuerpo. No. Primero el lugar. No. Primero los dos. Ahora cualquiera de los dos. Ahora el otro. Harto de cualquiera de los dos, prueba el otro. Harto de volver a hartarse de los dos. Así sucesivamente. De alguna manera. Hasta que me harto de los dos. Vomitar y marchar. Donde ninguno de los dos. Hasta que me harto de allí. Vomitar y volver. El cuerpo otra vez. Donde ninguno. El lugar otra vez. Donde ninguno. Volverlo a intentar. Fracasar de nuevo. Mejor otra vez. O mejor peor. Fracasar peor de nuevo. Todavía peor de nuevo. Hasta que me harto para siempre. Vomitar para siempre. Ir para siempre. Donde ninguno de los dos para siempre. Bien y todo’.
(https://search.app/YzPZzTU4KDXpSir37)
Volviendo a nuestro movimiento independentista, estoy convencido de que debemos reciclarnos, debemos mudar la piel, como las serpientes, pero manteniendo la esencia, el objetivo sustancial, que es la consecución de la República Catalana, libre, agnóstica, feminista.
Muchos estamos hartos, pero de los vómitos unionistas españoles, y también de nuestros propios vómitos. Pero no debemos temer a volver a fracasar, como señaló Samuel Beckett:
‘Ever tried. Ever failed. No matter. Try again. Fail again. Fail better.’
(Nunca lo he intentado. Nunca he fallado. No importa. Vuelve a intentarlo. Vuelve a fallar. Falla mejor.
Debemos seguir intentando el embate con el estado, pues lleva 311 años confirmándonos que es nuestra némesis, nuestro enemigo, en el que nunca podremos confiar, ya que incluso cuando acuerdan (obligados o necesitados), son plenamente conscientes de que incumplirán o demorarán el acuerdo, para ‘rentabilizarlo’ en diferentes ocasiones.
Según la mitología, uno de los epítetos de Némesis es Adrastea (Adrásteia), ‘aquella de quien no se puede huir’. Y eso es lo que quieren que pensemos, que ‘todo lo tienen atado y bien atado’. Incluso la UE y los organismos internacionales defienden a sus estados miembros, ya que son los que pagan, los que contribuyen con sus cuotas al mantenimiento de las propias instituciones. Y, el colmo de los colmos, es que pagan con nuestros tributos.
Por eso somos conscientes de nuestra debilidad, pero también de la suya, sólo hace falta recordar la victoria de David sobre el filisteo Goliat.
Y la debilidad de los que se consideran poderosos, son, precisamente, sus pies de barro, ese es su talón de Aquiles. Por ejemplo, estos días estamos viendo el gran circo hollywoodiano del Vaticano, mostrando, ostentosamente, su poderío; y, a la vez, mantener las matrículas de los coches oficiales del Stato della Città del Vaticano, destinados exclusivamente al Papa, cuya matrícula es SCV (se Cristo vedesse; si Cristo viera). Y esa contradicción farisaica la reconoce la cita: ‘Roma veduta, fede perduta’ (vista Roma, se acaba la fe)
Y nosotros sabemos que los pies de barro del reino español son su deuda externa, su judicatura, su casa real, etc.; y por más que se crean su refrán ‘De Madrid al cielo (y un agujerito para verlo)’, la realidad es la que es; la vemos y la sufrimos y, por eso, no podemos confiar en ellos.
Y sabemos que nuestra fortaleza es que pacíficamente, podemos paralizar nuestro país, con las consiguientes repercusiones en el reino español. Por eso, no debemos temer a ‘fracasar de nuevo, fracasar mejor’ y así, hasta la victoria final. Y, claro, asimismo, debemos desoir los cantos de sirenas de los que siguen manteniendo los discursos y actividades de esta década pasada (desde el 2017), pensando que ‘su matrícula SCV’ (en este caso, la bandera independentista) ya es suficiente para justificar la inacción.
Así, que no temamos si fallamos de nuevo, si fallamos mejor y aprendemos. Lo importante es actuar.