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Falsa imagen de seguridad y de control

Los diferentes responsables políticos, desde Donald J. Trump hasta Pedro Sánchez, pasando por muchos científicos y especialistas sanitarios, pretenden dar una imagen de seguridad, de dominio y de control de la pandemia, pero con importantes matices, en función de múltiples factores: intereses políticos y económicos, si bien, según todos ellos, supeditados a los intereses sanitarios y clínicos. Obviamente, también hay matices, como sabemos, derivados del nivel de empatía del propio responsable. Y esa empatía está ligada, asimismo, en un equilibrio complejo con la rigurosidad y excelencia del propio conocimiento.

Pero esa imagen de seguridad, depende, asimismo, de múltiples factores: desde la ética y moral, los conocimientos técnicos, nivel de confianza en sí mismos y en sus respectivos equipos, de características personales que, en este caso, presentan unos extremos entre el perfil del narcisista seguro y el del inseguro y dubitativo, ambos casos, son peligrosos; y sin olvidar que, en muchos casos, intervienen también los especialistas de comunicación y de marketing, para ‘vender’ al responsable en cuestión, intentando mezclar la imagen con el prestigio.

E igualmente pasa en los receptores, pues nuestra compleja percepción, está condicionada, asimismo, por similares procesos.

Ahora acabo de ver el discurso de Pedro Sánchez, por televisión, en el mismo marco e imagen que el de los meses de marzo y abril, al principio de la pandemia. Y la verdad, no me ha dado ninguna seguridad, por mucho que haya intentado justificar la implantación del estado de alarma por la situación crítica y la comparación con otros países europeos.

En esa misma línea, la entrevista que tv3 hizo ayer a Pere Aragonès, vicepresidente en funciones de president de la Generalitat, tampoco me dio ninguna confianza.

No me vale que repitan varias veces que la unidad y la moral de victoria (Pedro Sánchez) o que han tomado muchas medidas y tienen previsto estudiar otras, sin definirlas (Pere Aragonès). A mi, estas muletillas no me dan seguridad.

Y ahora, centrar todos los esfuerzos en el estado de alarma, que aquí, en Catalunya, quieren denominar estado de regulación horaria, para que suene menos agresivo y guerrero, me parece que es una muestra clara de desconocimiento e ineficacia.

Es verdad que debemos limitar los contactos sociales, pues el virus no perdona, está claro.

Y es cierto que por la noche, algunos grupos de jóvenes se reúnen y hacen ‘botellones’, al menos así lo han mostrado repetidamente los medios de comunicación, y, por lo que parece, en algunos casos no se guardan las distancias ni se llevan las mascarillas de rigor.

Ahora bien, hoy mismo, en el telediario, han dicho que, en la ciudad de Barcelona, la policía ha multado a mil personas por comer y beber en la vía pública por la noche, y han detectado un par de botellones con un centenar de personas en cada uno, en el conjunto del país.

Dada esta situación, creo que es preciso comentar un par de aspectos:

·       Porcentualmente, estos casos puntuales, tienen una significancia ínfima respecto a la población. Y es verdad que cada uno de esos casos, puede ser el origen multiplicador de un foco y, geométricamente ir aumentando.

Aún así, me parece que estamos refiriéndonos a un muy reducido núcleo, estadísticamente hablando. Por eso, me parece desproporcionado implantar una medida general tan drástica, por una minoría tan irrelevante.

·       En segundo lugar, puestos a limitar a esos grupos, hemos visto que en otras comunidades autónomas, ha regulado la deambulación horaria, sin tener que esperar al estado de alarma.

Es evidente, pues hemos visto muchos casos, que, en esas situaciones, y por tratarse de limitaciones de derechos fundamentales, debe recurrirse al poder judicial correspondiente, y, en función de la sensibilidad del juez en cuestión, ha aprobado o no, esas limitaciones.

Aquí topamos, por lo tanto, en el conflicto entre los diferentes poderes del estado. Es evidente que la libertad e independencia judicial es una norma básica, pero en situaciones especiales, como las generadas por esta pandemia, creo que un presidente del consejo general del poder judicial y, a su vez, del tribunal supremo, si tuviera unos mínimos niveles de ética, moral, conciencia social, empatía y sensibilidad, podría hacer alguna circular entre el poder judicial, explicando la gravedad del momento, y recomendar o aconsejar una unidad de criterios, para evitar que sus dictámenes rechacen peticiones sustentadas por asesores científicos y sanitarios.

Pero sabemos que aquí tenemos a Carlos Lesmes, encastillado en su obsesiva construcción y perpetuación de la actual configuración y composición de los diferentes órganos, para, sobre todo, seguir manteniendo y garantizando las sacrosantas monarquía y unidad del estado.

Ambos políticos mencionados han hecho solicitado, en repetidas ocasiones, la necesidad de la colaboración entre todos los miembros de la sociedad, y es cierto que es necesaria; pero necesitamos alguna cosa más.

Sabemos que nadie, ningún país ni ningún político, ni científico, puede dar seguridades, esto ya lo he comentado. Pero sabemos que además de recurrir a la ciudadanía, sería preciso que nuestros políticos citados, nos explicasen, con gran detalle, los puntos esenciales contra la pandemia, como, por ejemplo:

·       Cuántos rastreadores tenemos y cuántos más tendremos, a corto plazo, explicando sus funciones para que toda la ciudadanía colabore adecuadamente.

·       Qué han hecho y qué harán, para fortalecer el sistema sanitario, ya que sólo vemos las repercusiones negativas respecto a los problemas no covid, (es decir, a las patologías habituales) como, por ejemplo, centros de atención primaria que no atienden personalmente, que casi es una misión imposible contactar telefónicamente, que las respuestas telemáticas, a veces se pierden; y eso, sin contar que muchas personas mayores no saben ni pueden utilizar esa tecnología.

·       Qué harán para reforzar el transporte público, ya que ese es uno de los focos de infección, aunque los usuarios vayan con mascarilla; pero se tocan las barras, asientos, etc.; y no es fácil desinfectarse siempre.

Debería aumentarse la frecuencia del transporte, y, lo que se oye, es justo al revés, más limitaciones y reducciones, para frenar su uso. Y, así, multiplicar el uso de los vehículos particulares, con su consiguiente problemática.

·       Qué se hará para asegurar el número de alumnos por aulas, en los colegios privados y concertados que no los han reducido. Y qué medidas concretas han adoptado para dotar suficientemente a los colegios y familias, por si se tiene que volver a la enseñanza a distancia.

·       Qué inversión han hecho y harán para garantizar que en las residencias geriátricas se cumplan y se puedan cumplir los requisitos sanitarios básicos.

·       Qué medidas económicas y qué ayudas claras, directas e inmediatas se ponen y pondrán a disposición de todos los trabajadores y pequeñas y medianas empresas, no podrán teletrabajar, o sus trabajos o negocios se ven o verán obligados a cerrar. Y, en esa línea, qué medidas han adoptado para agilizar las posibles ayudas, sin que se repita el caso de los ERTE que, miles de ciudadanos todavía no han cobrado desde el mes de marzo.

·       Qué medidas legales adoptarán, para que los padres de niños que algunos compañeros de clase den positivo, tengan las garantías para seguir teniendo los ingresos necesarios.

·       Qué medidas se adoptarán para garantizar la asistencia sanitaria y humanitaria a las personas que viven y duermen en la calle, y que nadie vemos.

·       E igualmente, qué medidas adoptarán para garantizar esos mínimos a los inmigrantes, a los que no se les ha facilitado la obtención de papeles.

·       Y así podría seguir esa larga lista, pues los temas son infinitos. Pero no quiero acabarla, sin olvidar a la población reclusa, especialmente a nuestros políticos y representantes sociales, a los que no se les permite un permiso, para pasar esta pandemia con sus familias.

Sé que todo esto cuesta mucho dinero, pero, ‘teóricamente’ tenemos o tendremos, en breve, los 72.000 millones de euros de ayuda de la UE, independientes de las ayudas para los ERTE. Y eso es mucho, muchísimo dinero.

Y yo sólo confiaré en un político que ante un problema como el que tenemos, plantee y explique medidas concretas para paliarlas.

Y desconfiaré de políticos que sólo expliquen meros paños calientes, y que confien en las medidas punitivas para pasar la responsabilidad a la ciudadanía, y ellos seguir diciendo que ‘saben lo que se tiene que hacer, que lo hacen y lo seguirán haciendo’ (Sánchez y Aragonès).

Sabemos que, si nos confinamos todos en casa, el virus no se propagará, pero moriremos de hambre y de tristeza. Por eso necesitamos políticos valientes y que se enfrenten con quién sea, para ofrecer medidas que solventen los problemas señalados.

No es de recibo esperar y que, como pasó en verano con la campaña de los trabajadores temporales, recolectores de frutas, de ‘golpe’, los políticos ‘descubrieran’ que era un foco de contagio, dada la precariedad de sus viviendas, por llamarles de algún modo. Estos políticos no merecen ninguna confianza ni respeto.

Ni los políticos que parta garantizar la campaña estival, efectuaron una desescalada a toda velocidad, para ganar a la comunidad vecina; o los políticos que han utilizado la incidencia del virus, para sacar provecho competitivo en la disputa de los pocos turistas.

Tampoco podemos confiar en los políticos que sólo piensan en salvar la campaña navideña, a pesar de que todos sabemos que, económicamente es muy importante. Deben pensar en la incidencia que tiene el momento actual en todo tipo de personas.

Ahora nos dicen que deben ‘proteger’ a las personas mayores; y, por lo que vimos en la primera ola, por esa protección entendieron recluirlas en casa. Si esta es la solución de ahora, que venga un marciano y nos ayude, pues las repercusiones psicoafectivas serán irrecuperables.

En definitiva, que necesitamos unos políticos que no tenemos, y esta es nuestra desgracia, compartida por muchos países, pero esto no los alivia en absoluto.

Aquí lo que nos sobran son políticos que, como Pedro Sánchez, en su reunión con el Papa, y nadie lleve mascarilla, ni guarden las distancias sociales, e intercambien regalos. Tanto Sánchez como el Papa mostraron una imagen penosa. El primero, por su soberbia de tener sus fotos perfectas, así es su narcisismo; el segundo, una muestra de senilidad. Pero sus respectivos equipos deberían velar por estos detalles fundamentales, y no sólo para la imagen y la pedagogía, si no para su propia autoprotección.

Amadeo Palliser Cifuentes

amadeopalliser@gmail.com