La resaca de las elecciones catalanas está siendo bastante convulsa, como vemos por las sucesivas declaraciones de los diferentes líderes, y que intento explicar en este escrito.
Oriol Junqueras, presidente de ERC, tras una primera carta explicando que no renunciaría al cargo, al día siguiente, esta mañana del 16 de mayo, ha realizado una rueda de prensa, reducida a tres preguntas de los periodistas, y ha mostrado su tradicional verborrea, diciendo que tras las elecciones europeas (10 de junio) dimitirá, pero que, en el próximo congreso fijado para el mes de noviembre, presentará su candidatura para seguir presidiendo el partido y ser candidato a la presidencia de la Generalitat, cuando ya no esté inhabilitado por el poder judicial.
Es muy humano que Oriol Junqueras se muestre con fuerzas y ánimos para seguir; incluso contraviniendo el escrito de Marta Rovira, secretaria general de su partido, que ayer expresó que se mantendría en su cargo hasta el próximo congreso, en el que dimitiría de forma irrevocable, ya que considera que se requiere una transición suave a nuevos liderazgos, libres de mesianismos, una clara referencia al liderazgo de Junqueras y, de forma indirecta, a Carles Puigdemont (Junts)
Ahora bien, éticamente, toda persona ha de ser empática, y mostrarse humilde, no soberbia.
Y el comentario de Junqueras de esta mañana, ha carecido de empatía y de humildad, ya que, sin hacer la más mínima autocrítica, ha dicho:
‘(…) lamento una falta de sintonía entre aquello que creemos que está bien hecho y es bueno, y la valoración que ha hecho la ciudadanía, por lo que es preciso un proceso de escucha y de reconexión (…) si la sociedad no cree que lo que hemos hecho es bueno, hemos de encontrar la manera de hacerle entender que sí que lo es (…)’
Y ha puesto muchos ejemplos sobre los mayores importes dedicados a la educación a la sanidad, a la policía, etc., y los mejores resultados económicos: mayor empleo, mayores exportaciones, etc.
Efectivamente, a mi modo de ver, la tesis de Junqueras está equivocada, ya que efectúa un análisis simplificadoramente infantil, pues, una opción posible y muy probable, es que la ciudadanía (sus exvotantes) vea correcta la gestión del gobierno que menciona Junqueras, pero NO la política de negociación con el gobierno de Pedro Sánchez, o, la estrategia seguida de enfrentamiento con Carles Puigdemont (Junts)
Asimismo, atribuirse el éxito de la amnistía, es otro grave error, ya que la ciudadanía sabemos que, en todo caso, es un éxito compartido con Junts.
De todos modos, las declaraciones mencionadas, argumentadas de forma vehemente con su interés de aprender, de escuchar a los trabajadores de los talleres, a los agricultores, etc., escucharles a todos y aprender, pues su vida, básicamente, se ha basado en el aprendizaje, se contraponen con su idea citada de que ‘si la sociedad no cree que lo que hemos hecho es bueno, hemos de encontrar la manera de hacerle entender que sí que lo es’.
¿En qué quedamos?, ¿el problema está en la explicación de su gestión de gobierno?, ¿no se replantea su estrategia de confrontación y potenciación de la división entre los partidos independentistas?
La virtud de la humildad tiene su origen etimológico en el término latino ‘humilitas’, que hace referencia a la tierra (humus), a su proximidad tanto en sentido físico como metafórico; y se aplica ‘a la persona que tiene la capacidad de restarle importancia a los propios logros y virtudes, de reconocer sus defectos y errores’ (diccionario RAE)
Y vemos que Oriol Junqueras no ha reconocido sus propias limitaciones, debilidades y errores y, por lo tanto, no ha mostrado su voluntad e intención de actuar de acuerdo con el conocimiento de esas flaquezas, pues nos dice que han de encontrar la manera de hacernos entender que sí que es buena su estrategia, aunque no nos lo parezca. Los equivocados, claro, somos nosotros, la ciudadanía, y, en especial sus exvotantes.
Efectivamente, la voluntad de aprender, como dice Junqueras, ha de presuponer y se ha de basar, en la humildad para reconocer que no somos tan buenos como pensamos, y que, en el mejor de los casos, que tenemos margen de mejorar.
Sabemos que los antónimos de humildad son la soberbia, la vanidad, la arrogancia, la altivez, etc.; y eso es lo que nos ha mostrado Oriol Junqueras.
Y el antónimo de aprender, es ignorar las opiniones de los ciudadanos, y pretender enseñarnos, imponernos, una visión, su visión magistral.
La ciudadanía, durante estos largos años, nos hemos cansado de pedir la unidad de los partidos independentistas.
Pero, claro, Oriol Junqueras sigue haciendo oídos sordos a esa petición; e, incluso, ahora, no se replantea trabajar en ese sentido, pues sigue con su visión mesiánica, así que, su ‘reflexión’ tendrá pies de barro, ya que ha dicho que ‘hemos hecho cosas extraordinarias y quiere continuar haciéndolas (…) que se ve con fuerzas para hacer de presidente de ERC y tirar adelante con este proyecto’.
Obviamente, cada partido tiene la libertad de elegir su política y estrategia, y defenderlas, por más errónea que pueda parecernos a muchos (como demuestra la continuada disminución de sus votos en las tres últimas elecciones: generales, locales y ahora las autonómicas); pero esa opción se contradice, diametralmente, con los comentarios mencionados de Junqueras, de que quiere buscar la reconexión con la sociedad, cuando, lo que me parece que busca Junqueras, es la rendición de su partido, que ahora está dividido, pues pretende que ERC vuelva a ser ‘SU’ partido, y que sus votantes lo acepten acríticamente.
Que diga que ‘se siente útil’, como digo, es humano; pero intentar patrimonializar a su partido, apropiarse del mismo, para seguir viviendo de la política, me parece que es una muestra de prepotencia, y de pérdida de la voluntad de servicio, que debería ser temporal y puntual.
Y que nos recuerde que ‘siempre me he sentido muy querido y acompañado y estos días también’, expresa, precisamente, su ratificación en intentar seguir imponiendo su visión invariable, mesiánica, y eso es muy negativo, pues denota su falta de empatía y de interés para aprender nada de la evolución de los votos.
Dejando a Junqueras, es interesante señalar que otros ‘líderes’ tampoco han aprendido nada, ya que:
Pedro Sánchez defiende que ‘la presidencia de Salvador Illa será beneficiosa para toda España’, y que ‘los catalanes votamos abrir un nuevo tiempo’, denota una esquizofrenia y un mesianismo exacerbado, pues que diga eso un personaje que en las pasadas elecciones generales perdió, pues las ganó el PP, como había pasado en las municipales; y que fue después, mediante pactos y negociaciones, que consiguió mantener la presidencia, es penoso.
¿Pues, el cambio de ciclo sólo cuenta en Catalunya?
¿En España, las elecciones que perdió el PSOE, no representaron ese cambio?
Y otro ‘líder’ que tampoco ha entendido ni entenderá nada, es Salvador Illa, pues esta mañana, en unas declaraciones a la Cadena Ser, en referencia a la intención expresada por Carles Puigdemont, de intentar gobernar, ha dicho que: ‘ir contra la voluntad de la ciudadanía, es un error’.
Así, ¿el actual gobierno de Pedro Sánchez es un error? o ¿sólo lo es en Catalunya, si Puigdemont intenta lograr una aritmética que le permita una mayoría?
Illa ha expresado, también, que ‘la ciudadanía ha dejado clara la voluntad de abrir un nuevo tiempo (…) y que le corresponde a él encabezar este cambio de rasante’.
Está claro que Illa, está mostrando los mismos defectos que su jefe, su prepotencia, arrogancia, soberbia, etc.; así como una parcial e interesada lectura de las elecciones, ya que los votantes de Junts (674.896) + ERC (427.896), superamos, de calle, los 872.959 votos del PSC/PSOE.
Otra cosa es que, en la actual coyuntura, la derecha extrema y la extrema derecha unionista española (PP, con sus 342.584 votos, y los 248.554 de Vox, etc.), decante la balanza, y el movimiento independentista hayamos quedado en minoría. Pero ese no es un mérito de Pedro Sánchez ni de su monaguillo Salvador Illa. Y debería hacerles vergüenza ‘aprovecharse’, de esos votos (por activa o pasiva), pero eso es la política, entendida como ‘negocio’ en el más puro y duro y competitivo capitalismo salvaje, la jungla del más fuerte.
A Illa le han preguntado si las ‘victorias’ de Pedro Sánchez y de Jaume Collboni, ganadas en las negociaciones, no avalaban las pretensiones de Carles Puigdemont, e Illa ha contestado que ‘son casos diferentes, porque él cree tener los soportes’, a diferencia de Xavier Trías (Junts) y de Alberto Núñez Feijóo (PP)’.
Salvador Illa, licenciado en filosofía, debería saber que los argumentos deben basarse en razones, y deben ser comprobables, verificables; así que debería ser prudente, y dejar que Carles Puigdemont, legítimamente, pretenda lograr los pactos que le permitan asumir la presidencia de la Generalitat, si los consigue. Pues los argumentos inductivos, basados en la observación parcial y su extrapolación, suelen llevar a errores; como lo pueden ser los argumentos deductivos, que van del ‘conocimiento’ general al particular.
Por todo ello, me parece que puede ser interesante la lectura de las dos siguientes fábulas, sobre la humildad:
‘La mariposa y el águila (de Paul Alexandre Martin Duval, seudónimo: Jean Lorrain, 1855 – 1906)
Volaba un águila sobre un campo lleno de flores, y al ver a una pequeña mariposa, llegó hasta ella y le dijo, de forma altiva:
Dime, mariposa, ¿de qué te sirven tus hermosas alas su apenas puedes remontar el vuelo y ascender más allá de estas flores? Yo, en cambio, tengo estas fuertes alas con las que casi puedo rozar el cielo, y llegar hasta las cumbres más alejadas de la Tierra ¿no te admira mi belleza?, ¿no te apena tu pequeñez?
Ay, dijo la mariposa, nací diminuta, sí, pequeña y humilde, pero gracias a estas bellas alas y a mi esfuerzo, puedo contemplar desde bien cerca la belleza de las flores, y nutrirme del rocío que la mañana deposita en ellas cada día para mí. Y tú, sin embargo, que sobrevuelas las zonas más altas, ¿por qué tienes que bajar hasta la Tierra para alimentarte de las sabandijas que se esconden en la oscuridad?
Veo que no entiendes, dijo el águila.
Lo suficiente, águila altiva, respondió la mariposa, lo suficiente para preguntar: ¿quién es más noble: la que se alimenta de brillante y delicioso néctar o la que debe olvidar su grandeza y descender de las alturas para alimentarse manchando así su esplendor?
‘El león y el mosquito luchador (de Jean de la Fontaine, 1621 – 1695)
Un día, un mosquito que volaba cerca de un león, se acercó a él y le dijo con tono fanfarrón:
Eh, león, tú que dices ser el rey de la selva … ¿a que no eres capaz de atraparme? Te aseguro que yo puedo vencerte.
El león, que estaba descansando plácidamente bajo un árbol, le miró y agachó de nuevo la cabeza, sin interés ninguno por pelear. Pero el mosquito insistió:
Venga, no seas cobarde, defiéndete, si puedes. Y diciendo esto, se lanzó contra el morro del león y empezó a picarle.
El felino intentó atrapar al mosquito, pero no pudo hacer nada, y terminó arañándose en el morro con sus propias zarpas. Dolorido y aterrado por el mosquito, salió huyendo.
El mosquito, hinchado de orgullo, empezó a volar sin mirar por dónde iba, mientras gritaba: Yo sí que soy el rey de la selva, ¡acabo de derrotar al león!, ¡soy el animal más temible del lugar!
Pero, como no prestaba atención por donde iba, se tropezó con una tela de araña y terminó atrapado entre los hilos de seda. Entonces se lamentó: ¡qué triste final! Vencer al temible león y acabar devorado por una insignificante araña…’
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Efectivamente, todos, unionistas e independentistas debemos aprender de esas fábulas, y recapacitar sobre nuestra humildad y soberbia, pues todos tenemos mucho trabajo.